FOTO: MANU GARCÍA.
FOTO: MANU GARCÍA.

Tras varios meses sin escribir nada, y una vez pasados 3 días desde la celebración de las elecciones andaluzas, y con la cabeza más fría, pero con el corazón más caliente que nunca, me he decidido a lanzar algunas reflexiones que nos trae este nuevo ciclo, unas reflexiones que he intentado que no sean un análisis sociológico del resultado de las elecciones, sino una lluvia de ideas que miran hacia el futuro y sirvan de debate y guía para el trabajo a seguir:

  1. Si algo han certificado estas pasadas elecciones andaluzas es que la grieta que abrió el 15-M hace 7 años se ha cerrado. Esto no quiere decir que no se pueda reabrir o que no podamos abrir otras, pero estamos ante un cambio de ciclo político. Salvo que el panorama cambie mucho en los próximos meses, cosa que no tiene pinta de pasar (el juicio por el referéndum del 1-O comienza a principios de 2019), en el próximo mes de mayo las candidaturas del cambio sufrirán un pequeño retroceso y las opciones ultraderechistas conseguirán un importante avance en las instituciones en las siguientes citas electorales.

  1. Con un decepcionante 56,4% de participación, la izquierda transformadora nunca tendrá opciones de conseguir buenos resultados. El espectro político de la derecha es más fiel a las urnas y cuando la izquierda se queda en casa, pasa factura. Algo de autocrítica tendremos que hacer desde la izquierda cuando, cansados del susanismo, gran parte del voto que ha perdido el PSOE se ha ido a otras opciones políticas de derecha o, directamente, a la abstención. La izquierda solo triunfa en unas elecciones cuando la gente tiene hambre de votar y las calles son un hervidero de movilizaciones.

  1. Si hay algo que nos enseñó el 15-M es que las plazas llenas nos servían para aumentar la conciencia de clase y para avanzar en el imaginario colectivo de la gente. Y si algo nos enseñó el surgimiento de Podemos, es que podíamos frenar en las instituciones el avance de las políticas neoliberales y revertirlas. De poco sirven las calles llenas y las urnas vacías, o viceversa. Son dos vías de lucha que debemos mantener, complementar y retroalimentar. Las actuales instituciones no nos gustan, pero son otro campo de batalla donde tenemos que dar la pelea. Renegar de ellas solo puede traer un avance aún más grande de la extrema derecha.

  1. No existe la organización perfecta, y probablemente nunca exista. Debemos alejarnos del purismo que tanto nos caracteriza a la izquierda, del típico “ningún partido me representa”. Votar a un partido no implica tener que estar al 100% de acuerdo con sus propuestas y medidas, sirve para cavar trincheras en las instituciones ante el avance feroz del capitalismo y para conseguir pequeñas victorias para la clase trabajadora.

  1. Debemos potenciar la lucha antifascista, pero de nada nos sirve el antifascismo clásico, minoritario, sectario, masculinizado y estéticamente reconocible. Toca repensar una nueva expresión de antifascismo que sea amplio, atractivo para las de abajo, feminista y transversal, con la contundencia y claridad que siempre debe tener una expresión política que desee ser radical y de mayorías.

  1. Es cierto que, en mayor o menor medida, las ideas fascistas siempre han estado presentes en España, pero refugiadas en unas opciones políticas que no pueden ser catalogadas de extrema derecha, aunque parte de su ideario así lo sea. Ese matiz anti-establishment es lo más peligroso que tiene la nueva ultraderecha, que aparezca ante la sociedad como un movimiento insurgente y contestatario, cuando sus políticas son contra los y las más débiles y en favor de los poderosos.

  1. Sigue habiendo una enorme abstención de la juventud comprendida entre 18 y 24 años, una franja de juventud que no se ha visto totalmente representada en Adelante Andalucía pero que está medianamente politizada y simpatiza con los nuevos movimientos sociales como el feminismo. Necesitamos que esa indignación juvenil que se expresa en las redes sociales no se ponga de perfil y no haga oídos sordos en un día tan importante como el de unas elecciones, y más aún cuando en ellas se decide cuánta fuerza va a tener la extrema derecha en la siguiente legislatura.

  1. Con los aparatos políticos y los grandes medios de comunicación insistiendo en el monotema de Cataluña, las fuerzas del cambio lo tienen complicado para avanzar posiciones en las instituciones. Es necesario que la izquierda ponga sobre la mesa la agenda social, que se debata en la sociedad, una agenda social que solucione los problemas fundamentales de la gente corriente: la precariedad, la falta de inversión en educación y sanidad, los salarios de miseria, las violencias machistas y lgtbifóbicas… Sirva de ejemplo el debate público que surgió tras el principio de acuerdo de los presupuestos entre el Gobierno y Unidos Podemos, que lejos de ser la panacea, mejoran la vida material de la clase trabajadora en el corto plazo y alumbran el camino para seguir conquistando derechos. Caso aparte son los resultados obtenidos en la ciudad de Cádiz, gobernada por Kichi, donde Adelante Andalucía ha cosechado un 30,3% de las papeletas, más de 10 puntos de diferencia con la segunda fuerza. Nadie mejor sabe como las y los vecinos de Cádiz que las banderas y los discursos patrióticos no se comen, que lo que mejora las condiciones de la gente son las políticas concretas que van a la raíz de los problemas.

  1. En este nuevo ciclo, el movimiento feminista va a tener un papel crucial. La ola reaccionaria y machista que está surgiendo se parará con más feminismo. Comparto las palabras de un compañero que leí ayer: “las mujeres nos sacarán del fascismo. El 8-M tienen que ser terremoto.”

  1. También estamos observando la ofensiva progre que solo entiende como motor de cambio la vía electoral, que insiste en respetar los resultados democráticos y que invita a la juventud a no salir a manifestarse. Una cosa es que los resultados sean democráticos tanto en cuanto han sido sometidos a votación popular, y otra cosa muy distinta es que normalicemos y nos vayamos a quedar de brazos cruzados ante los discursos machistas, lgtbifóbicos, racistas y xenófobos en las instituciones, hayamos o no ejercido el derecho al voto.

  1. Si hay algo bueno que podamos extraer de esta jornada, es que la gente (sobre todo, joven) parece que está entendiendo que la autoorganización es fundamental, que no solo basta tener conciencia crítica y ejercer el ciberactivismo, sino que son esenciales las acciones directas y a pie de calle (manifestaciones, concentraciones, asambleas, pegadas de carteles, panfleteos…). Lo estamos viendo en las concentraciones que han derivado en manifestaciones por varias ciudades de Andalucía con la asistencia de varios miles de personas con hambre de tomar las riendas de su propio futuro.

Negar que tengo más miedo y preocupaciones que hace 3 días sería mentir. Preocupaciones por mi compañero José Ignacio, que tendrá que enfrentar discursos anacrónicos en la tribuna del Parlamento andaluz, pero sé que lo hará con los dientes más apretados y las espaldas más anchas que nunca. Miedo por mi amiga y compañera Elena, que por su orientación sexual y condición de mujer será más criticada y acosada que hace 3 días, pero sé que el feminismo le ha dado la inteligencia y la valentía que tiene. Miedo porque las pintadas aparecidas en las paredes de Jerez se conviertan en algo más organizado, directo y concreto. Pero hoy tengo más convicción y más determinación que hace 3 días, que no estamos solos ni estamos locas, que somos miles, millones. Que en nuestros corazones llevamos un mundo nuevo en el que la única prohibición sea preferir lo injusto.

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