Recogemos a Paco Holgado poco antes de las 8 menos diez de la mañana de una fresca mañana del 24 de febrero. Es viernes y sobre Jerez empieza a caer una densa niebla. Quien siempre será el Padre Coraje viste pantalones y polo negro, chaqueta y gorra del mismo color y porta una pequeña mochila gris en la que lleva su medicación. Paco, de 73 años, aparentemente está bien de ánimo, pero como se suele decir, la procesión va por dentro, toda vez que ya reconoce abiertamente que el caso de su hijo Juan ha prescrito definitivamente.

Paco lleva más de 21 años luchando por saber quiénes fueron los criminales que le arrebataron no solo a su primogénito, también la vida medianamente feliz que una vez conoció, cuando era un simple y desconocido padre de familia y trabajador de banca, no un hombre desesperado, capaz de infiltrarse disfrazado en los bajos fondos de Jerez para conseguir pistas que aportaran más luz a una investigación policial que siempre consideró nefasta. Él, que todavía afirma que tiene pendiente dos indagaciones más relacionadas con la muerte de Juan, lleva meses centrado en apoyar otras causas, digamos, perdidas.

No quiere que ningún crimen cometido en España quede impune. Su cabeza no entiende cómo los delitos de sangre pueden prescribir pasados 20 años. Por eso ha estado ligado en los últimos años a la Asociación Nacional de Víctimas de Delitos Violentos, y por eso viajó andando hasta Madrid hace un año y medio, para reclamar no solo justicia para su hijo, también para otras muchas familias que en España pasan por una situación similar a la suya. Como por ejemplo, la de Marta del Castillo.

lavozdelsur.es se pone en contacto con José Antonio Casanueva, abuelo de la adolescente sevillana, a primeros de la pasada semana, recién retomada la búsqueda de su nieta en un tramo de la dársena del Guadalquivir. La noticia se conocía unos días antes, cuando el juez que lleva el caso aprobaba esta nueva batida tras conocerse la versión de una testigo, una enfermera, que afirmó haber visto a tres jóvenes empujar una silla de ruedas en dirección al río, algo sospechoso porque fue misma noche en que ocurrieron los hechos. José Antonio, de 80 años, es junto a su hija y su yerno la cara más visible del drama de esta familia.

Toda España se volcó con ella, como pasó con la de Juan Holgado hace dos décadas, y también se ha indignado junto a ellos al ver cómo actualmente, de los tres principales implicados en la muerte y desaparición de Marta, solo uno, Miguel Carcaño, cumple condena, sin que además ninguno haya dicho de manera fehaciente dónde está su cuerpo. Es por eso que este medio quería conocer cómo lo están pasando y cómo vivían esta nueva búsqueda que, finalmente —y como muchos tristemente auguraban—, ha vuelto a quedar en nada. Pero junto a nosotros ha querido venir Paco Holgado.

Nunca olvidará como en su camino a Madrid, el único que lo recibió en Sevilla para darle ánimos y fuerzas fue José Antonio Casanueva. El hoy ministro Zoido, por entonces alcalde, no pudo o no quiso, eso no lo sabe Paco, pero nadie de su gobierno lo atendió. Solo recibió el apoyo del abuelo de Marta, y ahora, año y medio después, quería otra vez verlo, para devolverle aquellos ánimos y aquel afectuoso abrazo.

El viaje en autopista a Sevilla apenas nos lleva 50 minutos. Durante el trayecto, Paco, hablando en un tono bajo, cuestiona que esta nueva búsqueda vaya a dar resultados positivos, y lamenta que la justicia pueda ser tan liviana en casos como estos. La llegada al punto donde se realiza la búsqueda de Marta del Castillo, entre los puentes de La Barqueta y El Alamillo, es bastante más pesada, ya que la niebla ha provocado retenciones en muchos puntos de la capital. Para cuando logramos aparcar, divisamos una gran cantidad de medios de comunicación siguiendo los trabajos de los buzos de los GEO. No divisamos a José Antonio, aunque sí a su hermana Pilar, acompañada de unas amigas, que cuando ven a Paco le muestran también su solidaridad y piden hacerse fotos con él, a lo que Holgado accede gustosamente.El abuelo de Marta llega un rato después de la hora acordada. Se excusa, porque en su momento no recordaba que esa mañana tenía cita en la ITV. El encuentro entre José Antonio y Paco es cariñoso. A la postre, son dos sufridores que han pasado por similares trances. El “abuelo”, como le dicen todos los presentes, incluidos medios de comunicación, viste chaqueta de pana azul de la que cuelga de una de sus solapas una chapa con el rostro de su nieta y un lema: “Todos somos Marta. Justicia”. Es imposible, al verla, no recordar esas pancartas con el rostro de Juan Holgado en las que también se reclamaba justicia tras su muerte.

Nos sentamos en la terraza de un bar cercano, a escasos 150 metros de donde los buceadores siguen buscando el cuerpo de Marta. Por el camino, Paco y José Antonio han hablado de sus achaques, de los últimos acontecimientos en sus respectivos casos, de la justicia, más ahora tras las últimas y polémicas sentencias y decisiones tomadas en diferentes casos… Incluso José Antonio le comenta que una vez repostó en la gasolinera de Martín Ferrador, al poco de perder Juan la vida.

“Me robaron el coche y apareció en Jerez. Estaba con los cables pelados de haberle hecho un puente y tenía que echarle gasolina. Paré en esa gasolinera y cuando me vieron que para arrancar tenía que unir los cables, todo el mundo se quedó mirándome. Tuve que explicar que es que me habían robado el coche, pero claro, allí estaban todos pendientes de cualquier cosa por lo que le había pasado a Juan”.

Marta fue la primera nieta de José Antonio. El octogenario la recuerda con mucho cariño por ese motivo y porque prácticamente la criaron entre él y su difunta esposa, fallecida el pasado noviembre. “Era muy cariñosa. Éramos sus ídolos. Siempre nos decía de broma que nuestra casa sería para ella el día de mañana”. El mismo día de la desaparición de Marta, 24 de enero de 2009, sábado, fue la última vez que la vio con vida. Era por la mañana. Lo recuerda perfectamente. “Salía de casa y vino a buscarme para pedirme dinerito. Quería comprarse un incensario de barro. Me dijo que costaba seis euros y le dije de broma que no, que para eso era mejor una lata de tomate. Le di diez euros, la compró y a la vuelta me vino a devolver los cuatro euros. Le dije que se los quedara. Eso fue lo último que hablé con ella aquel día. Ya no volví a verla”.

A diferencia de Paco Holgado y Antonia Castro, la familia Del Castillo Casanueva no vivió el trance de recibir a una pareja de policías informándoles del fallecimiento de su hija. Lo supieron días después, cuando se produjeron las detenciones de los sospechosos y Miguel Carcaño confesó el crimen. Sin embargo, hasta que llegó aquel día, la familia estuvo en vilo. “Ella normalmente venía temprano, a las 10 de la noche tenía que estar en casa, pero siempre se conectaba con la madre llamándola.

Aquel día el teléfono no funcionaba, fueron pasando las horas, me llamó mi hija para decirme que Marta no aparecía, que no había conexión. Llamamos a sus amigos, estaban todos alarmados. Fuimos yendo a sitios donde sabíamos que ella no frecuentaba, pero había que visitarlos por si las moscas, tanto nosotros como sus amigos y sus respectivos padres”, relata de carrerilla José Antonio, como si la desaparición de su nieta se hubiera producido horas antes.

A las dos de la mañana, después de buscarla por todos lados sin suerte, dieron parte a la Policía. Sin embargo, no comenzarían a buscarla hasta las siete de la tarde del domingo. “Ese fue el primer fallo que cometieron, a cuenta del famoso protocolo que tienen de que hasta las primeras 48 horas no pueden buscar a las personas desaparecidas. Pero ahí fue un protocolo totalmente falso, porque cuando desaparece un menor o un discapacitado, inmediatamente se tienen que poner a buscarla y eso no lo hicieron hasta las 7 de la tarde. Si cuando pusimos la denuncia inmediatamente mandan un coche Z al domicilio de Carcaño, los hubieran cogido in fraganti. Pero no lo hicieron”.

Desde entonces, la familia ha vivido muchos disgustos y muy pocas alegrías. “La vida te da un giro de 180 grados. De ser una familia feliz a llevar esto… Todos estábamos juntos, íbamos en verano a la casa de Chipiona… Te preguntas por qué a nosotros, qué ha pasado… No tienes respuestas”. José Antonio, creyente, se aferra a Dios. Ni la tragedia le ha hecho replantearse su fe. “Dios lo ha querido así. Yo hace poco viví otra desgracia, la muerte de mi esposa. Ella se ha ido sin saber dónde está su nieta, pero ahora pienso que estarán juntas y se cuidarán una a la otra”.A día de hoy, solo Miguel Carcaño cumple condena por el crimen de Marta. Los otros principales sospechosos, Samuel Benítez, Francisco Javier Delgado —hermano de Carcaño— y su novia, María García Mendaro, están en libertad, al igual que Javier García, ‘El Cuco’, que como menor por entonces fue juzgado y condenado a dos años y 11 meses de internamiento en un centro de menores. Todo ello, además, a pesar de las fundadas sospechas de que mintieron ante el tribunal, habida cuenta de sus numerosas contradicciones a lo largo del proceso de instrucción y posteriormente durante el juicio. De hecho, tanto el Cuco como sus padres están siendo investigados por supuesto falso testimonio durante el proceso. Lo cierto es que ninguno afirma saber dónde está el cuerpo de Marta, algo que como es lógico indigna no solo a su familia, sino a toda España. “Han mentido desde primera hora”, señala dolido José Antonio.

¿Cómo es posible que unos adolescentes pudieran reírse de todo el mundo?

"Muy sencillo. Por la justicia que tenemos. Una justicia permisible, caduca, del siglo XIX, porque las últimas leyes son del año 1885 y no se han cambiado. Nuestros legisladores parece que solo se preocupan de cobrar a final de mes. Fíjate lo que nos ha costado conseguir la cadena perpetua revisable —posteriormente derogada—. La ley es la que está mal, y lo mismo que hay estafadores en los gobiernos, también los hay en la justicia. Hay jueces buenos y jueces malos, y lo estamos viendo claramente con los casos que se están dando. ¿Pero en qué país vivimos?".

Las palabras del anciano se entienden si se tiene en cuenta que han llevado su caso al TSJA, al Supremo y a Estrasburgo con escaso resultado —solo el Supremo agravó la pena de Carcaño en apenas 15 meses de prisión—. “¿Las víctimas no tenemos derecho a nada?”, se pregunta, y recuerda que han presentado, en balde, un millón y medio de firmas al Ministerio de Justicia para que se repitiera un juicio que Casanueva considera “una pantomima total. Y sé lo que digo porque lo viví en primera fila, desde primera hora. Aquí ha habido dos tribunales, el del menor y el de los adultos y son dos sentencias divergentes”. Casanueva lamenta que en una de las sentencias, la que condenaba al Cuco, se reflejaba que el cadáver de Marta fue sacado del piso de Carcaño entre la una y la una y media de la mañana, mientras que en la segunda, que condenaba al autor confeso, se habla de entre las diez y las diez y media de la noche.

Mientras hablamos, a unos metros la búsqueda prosigue. Unas labores que, por otro lado, empiezan a ser discutidas entre algunos sectores de la población que cuestionan si merece la pena seguir utilizando dinero público (ya se han invertido más de 600.000 euros) para buscar un cuerpo que no se sabe con certeza dónde está. José Antonio no comprende estos comentarios. “Yo como doliente digo que el dinero se gaste, ¿o es que no se gasta en otras cosas? Qué mejor que usar ese dinero en buscar a personas desaparecidas, y no solo en Marta, porque hay un montón de personas desaparecidas en España”.Afortunadamente y a pesar de estas pocas voces críticas, José Antonio señala que su familia sigue recibiendo muchísimo cariño y apoyo, no solo de Sevilla. “En Oviedo recogimos 4.000 firmas”, recuerda. Incluso ha recibido llamadas de videntes para intentar aportar su grano de arena a la investigación. “El otro día me llamó una señora de Villamartín que echa las cartas y me dijo una serie de cosas que me dieron un pálpito. Me habló del puente y de una zona en concreto y me pidió por favor que le dijera a la Policía que la buscaran allí”.

Pero el anciano, al igual que Paco, que escucha atento sus palabras, se ha visto obligado a investigar por su cuenta. Ya lo hizo con unos amigos en un tramo del río, tiene confidentes que de vez en cuando le dan pistas que le sirven para tomar por un camino u otro… Sabe, aunque no quiere pensar en ello, que puede que esta sea la última vez que se permite la búsqueda de su nieta, que quizás el juez que sustituya al actual instructor, que pasará en breve a la Audiencia Provincial de Sevilla, no sea tan permisivo en este sentido… “Yo no duermo. Me acuesto todas las noches dándole vueltas a la cabeza pensando en lo que voy a hacer”. Él lo tiene claro: “Esto no lo superaré nunca. Yo me fijé la meta de buscar a Marta hasta que Dios me llame”.

Porque, que algún día alguno de los sospechosos diga donde está Marta, ¿es una utopía?

“A Carcaño se le ha ofrecido incluso dinero, pero dice que no le compensa. No sé por qué no quieren decir dónde está el cuerpo, porque ya están todos juzgados. Es lo que nos preguntamos todos. Quiero pensar que si encuentran el cadáver quizás haya algún vestigio o algo que pueda incriminar a alguien”.

Tras la charla, abandonamos la terraza y volvemos al punto donde prosiguen los trabajos de búsqueda. Una vez allí, nos despedimos. Paco y José Antonio se dan otro caluroso abrazo y prometen verse pronto. “Para cualquier cosa, tienes mi teléfono”, le comenta el jerezano. “Lo mismo te digo”.

Apenas una hora después de abandonar Sevilla concluía la búsqueda de Marta, de nuevo, sin que apareciera su cuerpo. Un día después, Antonio del Castillo, su padre, se vería las caras con Miguel Carcaño en prisión. “Han tenido que cambiar el cuerpo de sitio”, le diría al sufrido padre. ¿Una nueva mentira? Quizás. Quién sabe. Del Castillo ya habla de buscar a su hija por su cuenta. Y entonces, recordamos las palabras del abuelo un día antes: “Yo me fijé la meta de buscar a Marta hasta que Dios me llame”.

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Jorge Miró

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