Salarte, al rescate de los tesoros salineros de la Bahía de Cádiz

"Es una vergüenza que con el récord de Europa en desempleo, este recurso natural, histórico y medioambiental esté en estado de abandono"

Juan Martín Bermúdez es uno de los socios fundadores de Salarte. FOTO: MANU GARCÍA
Juan Martín Bermúdez es uno de los socios fundadores de Salarte. FOTO: MANU GARCÍA

Hace ya nada menos que ocho años, un grupo de mentes inquietas y concienciadas con el medio ambiente, lanzaron un SOS para alertar sobre el estado de abandono y deterioro progresivo en el que se encontraban las antiguas salinas y marismas salineras del Parque Natural de la Bahía de Cádiz.

Algunas habían degenerado hasta el punto de convertirse en un vertedero. Es el caso de la antigua salina San José, hoy en vías de recuperación, donde el reconocido chef Ángel León (socio fundador de Salarte) decidió atracar su barco y ubicar en su molino de mareas el laureado restaurante Aponiente que luce tres estrellas Michelin.

Hoy la antigua salina de San José es un paraje natural recuperado donde se pueden avistar centenares de aves, un paraíso para los amantes de la naturaleza y la ornitología. Pero su aspecto actual, aunque aún no está recuperada al cien por cien, no siempre fue así y todo esto ha sido posible gracias a los miembros de Salarte, una organización sin ánimo de lucro creada bajo el epígrafe de fondo para la recuperación de la marisma salinera de la Bahía de Cádiz.

“Salarte es el fruto de una situación dramática en la que se encuentran las salinas artesanales, ya no solo en la Bahía de Cádiz sino en toda España”. Son palabras de Juan Martín Bermúdez, socio fundador de Salarte, esta iniciativa puesta en marcha por profesionales que van desde periodistas hasta cocineros pasando por arqueólogos, arquitectos, historiadores o ambientólogos que, “tras aprender la realidad de la Bahía de Cádiz, de sus salinas y de la importancia que ha tenido a lo largo de la historia, decidimos dar un paso al frente, tras organizar dos ferias internacionales de la sal en Los Toruños en los años 2007 y 2009, y fundar una asociación con el fin de recuperar salinas abandonadas y marismas mareales que puedan ser gestionadas, bien como reservas naturales, o para la implantación de nuevas empresas”.

“Nuestro papel es ponernos las botas de agua, coger los prismáticos y meternos en el fango de la marisma para restaurar estos tesoros que hicieron a mano nuestros antepasados con sangre, sudor y lágrimas. Es una auténtica vergüenza que, teniendo el récord de Europa en desempleo, un tesoro natural, histórico y medioambiental como las salinas artesanales y las marismas salineras estén en el estado en el que se encuentran”, sentencia Juan Martín.

Juan Martín: "Nuestro papel es ponernos las botas de agua, coger los prismáticos y meternos en el fango". FOTO: MANU GARCÍA

La explotación de las salinas artesanales está muy desarrollada actualmente en otras zonas como en Portugal, Francia o en las islas Baleares aquí en España. Hasta los años 70, la Bahía de Cádiz contaba con unas 160 salinas en activo. A día de hoy tan solo quedan cuatro salinas artesanales y unas 5.300 hectáreas de antiguas salinas que se encuentran en desuso. También existen algunas salinas industriales o mecanizadas, como La Tapa, Santa María o Cetina, que siguen desarrollando “una actividad económica fundamental en el siglo XXI ya que la sal tiene un total de 13.000 aplicaciones en el mundo actual”, asegura el que fuera uno de los fundadores de Salarte.

“Siempre nos hemos puesto a disposición de las administraciones públicas y también de la sociedad en general, porque lo que queremos es demostrar que no se necesitan grandes capitales ni grandes patrimonios para gestionar la marisma, sino que hay que incorporar al salinero, al mariscador y a esas personas que tienen los conocimientos heredados de siglos de historia para gestionar estos recursos”.

“Tampoco pretendemos volver a poner en marcha las 160 salinas, primero porque sería inviable, por otro lado, también causarían un importante impacto ambiental, pero sí existen algunas que aún se pueden reconvertir para desarrollar actividades de acuicultura, tanto para la cría de peces como para el cultivo de algas. De hecho, ya se ha puesto en marcha una empresa dedicada al cultivo de estas plantas marinas, Suralgas, que comercializa especies autóctonas de la Bahía de Cádiz”.

Pero las salinas de la Bahía de Cádiz también se pueden aprovechar como atractivo turístico medioambiental. “Actualmente el 40% de las camas hoteleras con las que cuenta la provincia de Cádiz se encuentran cerradas en estos meses de invierno. Ya que siempre se habla de la desestacionalización del turismo, no se me ocurre una alternativa mejor que el turismo de naturaleza del mismo modo que se aprovecha el turismo enológico o patrimonial”, asegura Juan Martín.

La periodista Mara Escassi, también socia fundadora de Salarte, explica que “podemos ofrecer experiencias turísticas exclusivas, un ejemplo de ello es una asesora del gobierno de Obama, de Estados Unidos, que vino con su marido a un estero de Puerto Real expresamente para conocer la marisma y para conocer cómo se trabaja en una salina. También conocemos casos en los que han venido parejas de viaje de novios a vivir una experiencia en las marismas de Trebujena. Hablamos de recursos que están ahí y que solo hay que saber aprovecharlos. Además, nos encontramos en un momento en el que el mundo quiere volver atrás, volver a pisar la tierra y preocuparse por la sostenibilidad”.

Juan Martín y Mara Escassi en la salina San José de El Puerto de Santa María. FOTO: MANU GARCÍA.

En este sentido, la idea es promover la implantación de diferentes actividades económicas sostenibles en torno a la riqueza medioambiental e histórica de la Bahía de Cádiz que, quizá de manera independiente no serían tan rentables, pero sumándose entre todas, conformarían una realidad muy distinta a la que se vive hoy en este parque natural.

Bajo esta premisa se ha puesto en marcha el proyecto internacional MedArtSal para la gestión sostenible de salinas artesanales del Mediterráneo en países como Libia, Túnez, Italia y España. Sus principales promotores han sido la Universidad de Cádiz, Salarte y la Junta de Andalucía que participan como entidades asociadas.

Hablamos de actividades como la producción de algas, de sal artesanal, actividades de acuicultura, turismo ornitológico, turismo de experiencias en la naturaleza o turismo educativo con centros escolares por nombrar algunos ejemplos.

En cuanto a la recuperación ambiental de las antiguas salinas, Salarte ha intervenido, por el momento, en la recuperación de la salina de San José, en El Puerto de Santa María, y en las salinas de La Covacha, El Consulado, La Esperanza, Valvanera y Molineta, estas últimas en el término municipal de Puerto Real.

Lo cierto es que, en los últimos años, Salarte ha conseguido poner sobre la mesa el debate sobre la recuperación de estos recursos que existen en el Parque Natural de la Bahía de Cádiz y cada vez se habla más de su importancia, tanto medioambiental como histórica, y las posibilidades para poder hacer de ellos una fuente de riqueza para la provincia de Cádiz. Hoy se habla de la flor de sal, de la sal artesanal como producto gourmet, se están poniendo en valor los pescados de estero y los despesques más allá de nuestras fronteras, hoy podemos encontrar la salicornia en muchos platos de restaurantes de la provincia, hoy podemos comer plancton extraído del agua de las marismas salineras… Todo ello gracias a este grupo de curiosos que, en su día, miraron al Parque Natural de la Bahía de Cádiz y decidieron ponerse manos a la obra para frenar su deterioro.

Por todo ello, desde Salarte animan a otras entidades, a autónomos y a pequeñas empresas a que también pongan sus ojos en la marisma y lo conciban como un territorio vivo aún por descubrir.

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Tamara Ariza

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