Vivir en un hogar autosostenible con una finca que les alimente, el sueño de una pareja en El Cuervo

Javier Luengo y Águeda Sánchez construyen una casa bioclimática en una finca donde cuentan con un viñedo, un pozo, un gallinero, colmenas, un huerto e incluso una charca para la producción de alimentos

Javier Luengo y Águeda Sánchez en la finca ubicada en El Cuervo, Sevilla.
Javier Luengo y Águeda Sánchez en la finca ubicada en El Cuervo, Sevilla. MANU GARCÍA

El piar de los pájaros se funde con los ladridos de dos perros juguetones. Argos y Aramis corren con energía por las seis hectáreas de una finca que parece haber sido invadida por malas hierbas. Las altas ramas tienen una función, que haya más sombra en verano y que se cree mucha más biomasa. Dos años antes, todo esto era tierra. “Parecía una playa, el cambio ha sido brutal”, dicen Javier Luengo, de 33 años, y Águeda Sánchez, de 31, desde este terreno ubicado a las afueras de la localidad sevillana de El Cuervo. Él, natural de La Línea y ella, granadina afincada en este pueblo, adquirieron en octubre de 2021 un espacio donde apuestan por la agricultura regenerativa.

La máxima de esta pareja es aplicar un enfoque holístico que trabaje para revitalizar el suelo en armonía con los ecosistemas naturales. Y todo ello, con una base científica, con sensores, satélites y hasta una estación meteorológica. Acaban prácticamente de aterrizar de Irlanda, donde han estado viviendo parte de los dos últimos años, para hacer realidad su proyecto de vida. Un hogar autosostenible al que llaman Tierra Viva.

“Siempre hemos tenido el sueño de tener nuestra propia finca. Queríamos compartir un proyecto más grande y ambicioso y nos pusimos a buscar”, explican a lavozdelsur.es, rodeados de trigo. Esa cosecha les servirá para crear con paja el tejado de su futura casa bioclimática. El agua saldrá del pozo y la energía será generada por placas solares.

Javier Luego detalla el proyecto Tierra Viva.
Javier Luego detalla el proyecto Tierra Viva.  MANU GARCÍA

Pero esta pareja formada por un arqueólogo dedicado a la programación y una médico no ha empezado la casa por el tejado. Lo primero que hicieron al llegar de Irlanda fue plantar encinas, caléndulas y romeros.

Desde el inmueble, todavía en ruinas, comparten su pasión por el mundo del ecologismo y la naturaleza, siempre presente en sus vidas desde la etapa universitaria. A Águeda le inspiró mucho una profesora de Biología que le transmitía su amor por las plantas, mientras que a Javier se empezó a interesar tras investigar la conexión de sus antepasados con el campo.

Juntos, se lanzaron a una aventura —no sin antes tener “muchísimas dudas”— que les ha llevado a esta finca que mantiene su nombre en azulejos azules. 'Rancho de las 40 aranzadas', se lee en uno de los muros frente a los que su antiguo dueño tenía cultivos de cereales. Un lugar histórico que, según han podido indagar, data de principios del siglo XX y estaba cerca de la casa del Marqués de San Gil, vinculado a bodegas.

Sus pies pisan las entrañas de este rancho que suena a Texas, consolidado como espacio de reunión de familias en las últimas décadas. La pareja se adentra en el terreno dejando atrás ejemplares de alfalfa.

Águeda junto a la plantación de encinas.
Águeda junto a la plantación de olivos.  MANU GARCÍA

“Queremos cambiar nuestro modelo de consumo e intentar ser más autosuficientes. A mí me agobia mucho ir al supermercado y comprar verduras en un plástico, la idea de producir nuestra propia comida es una fantasía para nosotros”, expresa Águeda, que añade que pretenden reducir su huella de carbono y generar bosque.

El viento azota las hojas de las especies que se divisan en la finca, dividida en un bosque autóctono, donde crecerán encinas, alcornoques, acebuches o algarrobos; y otro alóctono con “especies que nos gustan por su belleza y lo que da”.

También se distingue un huerto que comparten con asociaciones, donde no faltan las plantas aromáticas para controlar las plagas y un girasol, que es un bioindicador. “Aquí experimentamos”, dice Javier, delante de futuras zanahorias y tomates. Para ello se inspiran en proyectos de otras personas que siguen esta vía y se empapan de los conocimientos sobre permacultura a través de cursos de formación e internet. Con paciencia, ponen todo su empeño e ilusión en dar vida a este bosque comestible. “Estamos aprendiendo todo, hay que remontarse a los antepasados para esa conexión con el campo, nuestros padres no han estado vinculados. Queremos desaprender cosas y cuestionar lo que se ha hecho en la agricultura tradicional”, comentan bajo el sol.

PROYECTO TIERRA VIVA EL CUERVO 12
Zona del huerto donde hay multitud de plantas.  MANU GARCÍA

Están convencidos de que “otra agricultura es posible” y de que “no es necesario utilizar fitosanitarios para la producción”. Sin embargo, todavía son pocas las personas que apuestan por despojarse de los métodos tradicionales e intervenir lo mínimo posible. “Es lo que se ha vivido aquí”, dice la pareja, que lucha por establecer otras dinámicas.

En la finca, poco a poco, cuidan un pequeño olivar y una viña, a la que se suma una charca habilitada para la supervivencia de anfibios, el grupo de animales vertebrados más amenazado del planeta. Aunque allí también paran desde erizos hasta lavanderas.

Javier y Águeda continúan su camino hasta llegar a un gallinero con voladero. Entre los animales que conviven destacan dos patos o el pollo Flafi y no descartan introducir una churra lebrijana, una oveja autóctona en peligro de extinción.

Charca habilitada en la finca situada en El Cuervo.
Charca habilitada en la finca situada en El Cuervo.  MANU GARCÍA
La pareja se adentra en el terreno con sus perros.
La pareja se adentra en el terreno con sus perros.  MANU GARCÍA
Javier Luengo con el pollo Flafi.
Javier Luengo con el pollo Flafi.  MANU GARCÍA

En el paisaje campestre también hay colmenas que “tienen su función” y pretenden usar para apicultura. La pareja se detiene frente a una gualda salvaje. “Las abejas no encuentran interesante a las margaritas porque no son melíferas, pero esta sí, seguramente ha salvado a una gran cantidad de abejas de la zona”, comenta acariciando la planta.

Desde que exploran esta finca, aseguran que han descubierto diversas plantas que no conocían y a las que “no le das importancia hasta que no sabes cuál es su papel”. Por ejemplo, el sorgo retiene la humedad y aguanta bien la sequía o el vetiver es útil para abrir la estructura del suelo al presentar raíces de seis metros. “Es una maravilla”, dicen señalándola.

Dejan fluir a la naturaleza dando lugar a ecosistemas que se desarrollan sin añadidos. “Estamos buscando conseguir un equilibrio entre plagas, depredadores y especies... que sea capaz de mantenerse, es complicado”, añade Javier.

Javier y Águeda han plantado caléndulas y romeros.
Javier y Águeda han plantado caléndulas y romeros.  MANU GARCÍA

La mayoría de especies arbóreas son bajas, excepto una, que destaca sobre las demás, un imponente eucalipto de 80 años que pretenden salvar de una tala. Al estar justo al lado de una torrera eléctrica, la empresa de turno ha propuesto tumbarlo. “Es un posadero fundamental para muchísimas aves, sobretodo durante su migración, no hay muchos por aquí”, defienden desde un enclave que va tomando forma.

Todavía queda mucho por hacer para convertir la finca en un hogar. Ganas y entusiasmo no faltan a estos jóvenes que decidieron luchar por su meta y, como ellos dicen, “a contracorriente”, prueban estilos de vida sostenibles. “Sabemos que nos vamos a equivocar, pero algo aprenderemos y si podemos enseñarlo, mejor”, expresan. Argos y Aramis revolotean a su alrededor. Notan el poder del suelo más allá de procedimientos mecánicos o químicos que lo degradan.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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Comentarios (1)

Javier Hace 1 mes
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