Técnicos de rayos, el 'patito feo' de la sanidad andaluza: "Sin nosotras, un hospital se hunde"

El colectivo de técnicos de imagen para el radiodiagnóstico lleva años reclamando su inclusión en el grupo B de su categoría profesional, pero sobre todo contratos más largos y la cobertura de bajas y jubilaciones

Marta, Marian, Andrés, Marisa, Estefanía e Inmaculada, técnicos de rayos.
Marta, Marian, Andrés, Marisa, Estefanía e Inmaculada, técnicos de rayos. MANU GARCÍA

“Sin técnicos de rayos, un hospital se hunde”. Así de tajante se muestra Inmaculada, una de las técnicos de imagen para el radiodiagnóstico que trabaja en hospitales y centros de salud de Andalucía que, después de muchos años de trabajo y formación, se siente menospreciada por la Administración.

La sensación es generalizada en el colectivo. Unos 7.500 técnicos de rayos, como se les conoce popularmente, están en bolsa en toda la comunidad, formando parte de una categoría que es el patito feo del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Muchas de ellas ya se han cansado —hay mayoría femenina— y están alzando la voz. 

Todo empieza con una conversación entre compañeras. Y con la creación de un grupo de WhatsApp, en el que ya hay más de 1.000 miembros. A través de este medio van canalizando sus quejas, sus frustraciones, sus reivindicaciones. Cada vez tienen peores contratos, más trabajo y menos reconocimiento, se quejan. 

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Inmaculada, una técnico de rayos con dos décadas de experiencia.  MANU GARCÍA

Entre sus demandas, están la unificación de sus titulaciones de FP Superior en un grado universitario —como pasa en el resto de Europa—, la cobertura de bajas y jubilaciones —la falta de personal las sobrecarga de trabajo—, que se haga efectiva la subida de categoría profesional —del grupo C al B— que llevan pidiendo hace tiempo, y otras comunes al resto de sanitarios, como que se actualice la bolsa del SAS.

Los técnicos de imagen para el radiodiagnóstico están integrados dentro de los conocidos como TSS (Técnicos Superiores Sanitarios), en los que hay once especialidades diferentes, desde técnicos en Audiología Protésica, Laboratorio Clínico y Biomédico, Anatomía Patológica y Citodiagnóstico o Documentación y Administración Sanitarias, pasando por Higiene Bucodental, Orto prótesis y Productos de Apoyo, Salud Ambiental, Dietética, Prótesis Dentales, Radioterapia y Dosimetría.

Inmaculada es una técnica de rayos que lleva dos décadas con contratos en el SAS. A pesar de tener más de 80 puntos en la bolsa —el máximo ronda los 100—, sigue enganchando contratos de pocos meses. Aunque si estuviera actualizado el corte, superaría los 90 puntos. En este tiempo, aún no ha disfrutado siquiera de una interinidad. “Entre la tasa de promoción interna y quienes cambian de destino, no hay manera de coger una interinidad, es imposible”. 

Y es que el colectivo también denuncia que el cupo destinado a turno libre —los profesionales formados y con experiencia en radiodiagnóstico— está descompensado respecto al de promoción interna —sanitarios de otras categorías inferiores que suben a técnicos—, ya que estos últimos son muchos menos y tienen más opciones de optar a mejores contratos. Hay 7.600 profesionales de turno libre y poco más de 400 de promoción interna. “Todos los años tenemos que hacer cursos, porque cada cierto tiempo caducan y bajan de puntuación, hay que ir reciclándose. Eso los de promoción interna no lo cumplen”, explica Inmaculada.

Ante esta situación, se está replanteando, ella y muchas otras compañeras, su futuro. “Me gusta mucho mi trabajo, pero me veo tan desmotivada que no sé qué hacer. Tener esta puntuación y que me den contratos de cuatro meses, cambiando de hospital y perdiendo derecho a antigüedad es duro…”, agrega. De momento tiene contrato, le cumple en diciembre. Luego no sabe qué pasará. 

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Marisa tiene una interinidad tras trabajar muchos años lejos de casa.   MANU GARCÍA

Marisa hace 16 años que tuvo su primer contrato en el SAS. Ahora cobra 1.300 euros mensuales —“y porque tengo cuatro trienios”— y tiene una interinidad, pero teme perderla cuando se resuelvan las plazas de la última Oferta de Empleo Público (OPE). “Cuando se resuelva me iré a la calle, y entrará alguien con menos experiencia”, dice. Ella lleva más de siete años en el mismo hospital, los últimos cuatro de forma ininterrumpida.

Ahora, cuando Marisa cuenta a compañeros que vive a diez minutos del hospital en el que trabaja, le dicen que tiene “suerte”. “De suerte nada, me lo he currado mucho”, aporta. Durante cinco años estuvo en Extremadura, sumando puntos para la bolsa, para luego volverse y encadenar contratos entre las provincias de Huelva y Sevilla. 

La primera vez que la llamaron estaba a punto de parir a su primer hijo. “Como era muy ingenua, dije que estaba embarazada y me constó como que renunciaba, por lo que me sancionaron”, recuerda. Luego no le ofrecieron otro contrato hasta dos años después, cuando acababa de tener a su segundo hijo. “Parí el 2 de mayo y el 1 de julio estaba trabajando, para coger puntos, en Huelva. Y yo soy de Sevilla. Me iba a Maternidad a sacarme la leche”, relata. Un esfuerzo que no ve recompensado. De esa etapa conserva la hipertensión que desarrolló entonces, cuando estuvo viviendo a muchos kilómetros de sus hijos pequeños. 

Estefanía, natural de Trebujena, lleva 22 años ligada al SAS, aunque de forma intermitente en algunos periodos, en los que estuvo trabajando en empresas privadas. “Me he recorrido todos los centros de salud de Sevilla capital, la Sierra Norte de Sevilla, la Sierra de Cádiz…”, enumera. Su último contrato es de menos de un mes. Empezó a primeros de octubre y le cumple el día 31. “Este año estamos viendo muchas cosas feas”, dice. En Cádiz, donde ha ejercido, “ha habido siete contratos este verano, cuando antes había catorce”, asegura.

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Estefanía, hablando con sus compañeras.  MANU GARCÍA

La técnico trebujenera también aborda otro asunto espinoso: las productividades. “A nosotras nos llegan las migajas, cuando somos quienes sacamos el trabajo adelante. Los técnicos superiores somos muy importantes, porque una analítica te puede diagnosticar o no, pero una imagen vale más que mil palabras”, sostiene Estefanía.

Andrés también es de Trebujena, un pueblo con muchos profesionales dedicados a esta categoría por la influencia del CDP José Cabrera, que exporta sanitarios a todo el país. “He llegado a estar en Extremadura siendo todos trebujeneros”, comenta Andrés, a modo de anécdota. Pero su trayectoria profesional también está plagada de sacrificios sin recompensar. Para aceptar su primer contrato fuera de la comunidad, tuvo que pedir dinero prestado a sus padres, con lo que costeó el alquiler y sus gastos. 

Con más de 60 puntos, Andrés está ahora sin contrato, después de pasar el verano en Cádiz y de tener uno de 15 días. “Una vez que se han acabado los refuerzos covid, han dejado de dar contratos más largos”, aporta. Ahora vive pegado al móvil, pendiente de que le ofrezcan un nuevo destino. 

Marta L.G. lleva trabajando sin parar desde enero de 2021. Antes, ha pasado por Cáceres, Badajoz, Guadalajara… y por agencias sanitarias, antes de que fueran absorbidas por el SAS. Ahora, se queja de que no se actualice la bolsa —“antes había la excusa del covid, pero ya no”— y de que sea una profesión que está “muy mal valorada”. 

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Marian Toro, una técnico que está en la bolsa de personas con discapacidad.  MANU GARCÍA

“Cada vez es más difícil seguir”, dice Marta, a la que le encanta su trabajo, a pesar de todo. “He estudiado para esto, es lo que me gusta. La alternativa es trabajar en el Mercadona, donde se gana más, pero no me gusta". Aunque confiesa que hay ocasiones en la que ha trabajado "por los puntos", costándole el dinero. 

El caso de Marian Toro es distinto. Ella tiene un grado de discapacidad, por lo que entra en el 10% del cupo de la bolsa destinado a las personas con discapacidad —incluido dentro del 50% del turno libre—. "Tengo escoliosis, la espalda como la carretera de El Bosque", comenta entre risas, "pero trabajo como la que más". Ella estaba en una empresa de seguridad privada cuando la llamaron desde el SAS. "Hasta fui a darle un abrazo a la persona que me llamó", asegura. Desde entonces, ha encadenado contratos en Sevilla, La Línea, Cádiz o Puerto Real. El más largo, de ocho meses. "Con esta situación, no puedo hacer planes de futuro, meterme en una hipoteca ni nada parecido", dice.

Marian también reclama otra de las reivindicaciones del colectivo: que los arcos de quirófano los manejen técnicos de rayos. En la amplísima mayoría de hospitales de la comunidad, no es así. "Solo en La Línea, que luchó para conseguirlo, estuve en quirófano. Los médicos y enfermeros nos daban las gracias, porque no es su trabajo", agrega. Ella, que está en paro, se queja de no estar trabajando, y de que no se están cumpliendo los cupos acordados, porque apenas se están dando contratos a personas con discapacidad.

"No nos dan el valor que tenemos", proclaman los técnicos de imagen para el radiodiagnóstico entrevistados, que se quejan de las constantes derivaciones de pruebas a la sanidad privada, cuando hay hospitales con maquinaria parada por falta de personal o por no cubrir bajas o jubilaciones. El Servicio Andaluz de Salud anunció recientemente una inyección de 734 millones de euros a conciertos con la sanidad privada para intentar reducir los plazos de espera. De ese montante, 87 millones se destinan a la contratación de pruebas diagnósticas, entre las que se encuentran las que realizan los técnicos de rayos.

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Marta, Marisa, Inmaculada, Estefanía, Andrés y Marian, técnicos de rayos.  MANU GARCÍA

"Faltan más de 1.000 técnicos para prestar un servicio de calidad"

"Hay que hacer un estudio real de situación y ver qué queremos hacer con el sistema público sanitario andaluz", dice Joaquín Cano, secretario general del Sindicato Nacional de Técnicos Superiores Sanitarios Tecnos, consultado por lavozdelsur.es.

El SAS, antes de la pandemia, tenía entre 5.000 y 5.500 técnicos en toda Andalucía, según datos del sindicato. Ahora hay unos 7.500, por la integración de las agencias sanitarias. Pero sigue siendo insuficiente. "Aún faltan entre 1.000 y 1.500 más para prestar un servicio de calidad", apunta Cano. "Hay hospitales donde no se hace radioterapia por falta de personal, y eso es muy grave", agrega.

"El problema del SAS son las bajas contrataciones que tiene en todas las categorías", abunda el secretario general de Tecnos, incidiendo en la importancia de los técnicos de rayos, ya que "todas las pruebas que se necesitan deben pasar por una prueba diagnóstica", por lo que "la disminución de personal hace que la lista de espera se alargue". 

Cubriendo los puestos que están vacantes en muchos hospitales de la comunidad no haría falta que el SAS recurriera a la sanidad privada, incide el sindicato de técnicos, que apuesta por un aumento del presupuesto destinado a personal sanitario para abordar esta situación. "Tanto como se habla de tener una asistencia sanitaria de calidad, de excelencia... nada de eso va acorde con las decisiones que se están tomando", dice Joaquín Cano.

Después de pasar por una pandemia, pide reconocimiento para un colectivo que estuvo en primera fila, poniendo el cuerpo. "Los técnicos de radiodiagnóstico hacían las pruebas pulmonares a los enfermos de covid... si decidiéramos cerrar grifo, la sanidad se vendría abajo", pone como ejemplo. Por ello critica que no se atiendan sus reivindicaciones, como que se unifiquen las titulaciones en un grado superior o que se les incluya como grupo B en el proyecto de Ley de la Función Pública de la Administración General de Estado (AGE). Este medio ha intentado contar con la versión del SAS sobre estos asuntos, sin éxito.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Comentarios (1)

Eduardo Hace 5 meses
La verdad es una vergüenza las condiciones que tenemos , no tenemos un convenio colectivo , expuesto a radiación ionizante y sin un plus de peligrosidad . Es vergonzoso . Un trabajo cualificado y poco remunerado para la categoría profesional.
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