Ante el móvil, una madre desesperada. Pide ayuda. No para ella, para su hija adolescente, que necesita urgentemente un trasplante de médula. "No pedimos nada, solo que la gente se acerque al banco de donantes más cercano, que son cinco minutos y no duele y nosotros necesitamos un trasplante de médula urgente”, solicitaba Josefa Gómez, vecina de El Cuervo, para su hija Tatiana Linares.
Lo grabó, confiesa Gómez a lavozdelsur.es, porque le invadió el miedo cuando las informaron de que Tatiana no estaba respondiendo bien al tratamiento al que se estaba sometiendo. Con siete años le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda (LLA), el cáncer pediátrico más frecuente. Unos años después de superarlo, se le ha vuelto a reproducir. Y los tratamientos no funcionan como les gustaría.
Pero en esta vorágine de malas noticias, llega una buena: esta misma semana les han comunicado que hay un donante para Tatiana. "Estamos locas de contentas y deseando que nos digan que vamos para dentro, que empezamos con la donación", comenta la madre, a la que todos llaman Pepi. Desde verano se ha sometido a tres tratamientos, que no han terminado de "limpiarle" la médula.
Ya cuentan las horas para ingresar, el lunes, en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, donde Tatiana se hará las pruebas pertinentes para saber si su donante es compatible. Lo hará después de pasar tres meses duros, muy duros.

Porque el pasado 15 de julio, casualmente el día del cumpleaños de Tatiana, le comunicaron que las analíticas tenían algunos parámetros "alterados", y poco después se confirmó que se le había vuelto a reproducir la enfermedad.
Desde entonces, ha tenido tres tratamientos. "Este ciclo ha sido muy malo y le ha dejado muchas secuelas. Tatiana se ha llevado 30 días sin comer, casi sin beber agua, con llagas por todo el cuerpo, el intestino parado... Ha estado bastante mal", describe su madre.
Ahora mismo, la joven está "bajita", dice Pepi Gómez, con las defensas muy bajas y bastante débil, pero está "remontando". Y deseando que llegue el lunes para ingresar en el hospital.
El diagnóstico, con siete años
Tatiana Linares tenía apenas siete años cuando sentaron a sus padres en una habitación y los médicos les dijeron que su hija padecía leucemia. Entonces, no conocían el "apellido" de la enfermedad. Se quedaron en shock.
Pepi recuerda que no supo cómo reaccionar. "Me decían leucemia y yo no lo relacionaba con cáncer. Mi cabeza se bloqueó. El padre empezó a decirme que la niña tiene cáncer y yo le decía que no. Quise salir corriendo con mi hija de allí", describe la madre.
Pero los médicos los tranquilizaron, le explicaron el tratamiento que iba a seguir a partir de ahora, y que se recuperaría. "Pero yo no lo creía", confiesa Pepi. Ahí empezó un largo recorrido de Tatiana por hospitales.

Cuando volvía del colegio, la pequeña se encontraba muy cansada, y le salieron unas "manchitas" en las piernas. Les dijeron que podía ser meningitis, pero después de pasar muchas pruebas, y tres centros hospitalarios, llegó el diagnóstico.
"Los médicos no nos dijeron el nombre completo de la enfermedad, pero sí que era la peor de todas, y que íbamos a empezar con un ciclo de quimioterapia", rememora Pepi. Tatiana estuvo sometiéndose a quimioterapia durante dos años.
A Tatiana, cuando le explicaron con siete años en qué consistía su enfermedad, no lo entendía muy bien. Sus padres se apoyaron en psicólogos para abordar el asunto con ella. "No se lo tomó mal", dice ahora su madre. "Era una niña muy positiva, muy alegre, muy sonriente. No le afectó en su día a día", dice.
La dura recaída en plena adolescencia
Pero Tatiana tiene ahora 15 años, y hacía cuatro años que no sabía nada de la enfermedad. Por eso le ha costado más aceptar que haya "vuelto". "¿Por qué otra vez yo?, ¿por qué, mamá?", se preguntaba. "Está siendo duro, porque no acepta que le esté pasando esto otra vez. No lo lleva bien", dice su madre.
"De pequeña le daba igual salir con pañuelos, se pintaba, salía con nosotros. Ahora no quiere salir a la calle, no quiere que nadie la vea. Por el pelo hemos sufrido mucho, lo ha llevado muy mal. Los psicólogos están trabajando en eso, porque no lo acepta", dice Pepi Gómez.
Una vez que sabe que hay donante, está más contenta, aunque no completamente. "Sigue pensando que aunque le trasplanten la médula, la enfermedad volverá", cuenta Gómez.

Cuando se recupere, espera retomar sus estudios. Tiene claro que quiere hacer Enfermería. Ahora está en tercero de ESO, aunque este curso ha podido acudir poco a clase por los tratamientos.
"Quiere ser enfermera en el hospital, quiere ayudar a otras personas como la han ayudado a ella. Cuando era más pequeña, incluso ponían a los niños nuevos en su habitación porque ella los animaba. Les decía que no pasaba nada, que todo saldría bien", dice su madre.
Más de 500.000 donantes de médula ósea en España
Durante el año 2024 se sumaron 30.010 nuevos donantes al Registro de Donantes de Médula Ósea (Redmo), y en los ocho primeros meses de 2025 se inscribieron 16.051 más, lo que suma un total de 515.450 personas registradas como donante —cada año se dan de baja los donantes que superan los 60 años—.
El Registro de Donantes de Médula Ósea recogió en 2024 un total de 715 peticiones de donación de médula, un 11% más que en 2023, y se completaron 426 donaciones de donantes españoles, que es un 8% superior al año anterior. Esta cifra se ha multiplicado por doce desde que se inició el Plan Nacional de Médula Ósea (PNMO) en 2012.
En los últimos años, se ha ido reforzando el Registro de Donantes de Médula Ósea. En estos momentos, el 52% de los donantes inscritos en el Redmo tiene menos de 40 años (frente al 30% en 2012) y la media de edad de los incorporados en 2024 es de 28 años. Solo un tercio de los inscritos son hombres.
En número de donantes inscritos, el Redmo ocupa la quinta posición de Europa y la decimotercera posición mundial. En efectividad, se sitúa en la séptima posición a nivel europeo, con una donación efectiva por cada 1.245 donantes registrados. Pero quiere seguir creciendo.
Una niña "alegre, extrovertida, siempre dispuesta a ayudar"
Pepi describe a su hija como "una niña muy alegre, extrovertida, siempre dispuesta a ayudar", y buena estudiante. "Como hija me ha apoyado mucho", dice.
De hecho, cuando la veía pasarlo mal durante los tratamientos, era Tatiana quien le decía: "Mamá, no vayas a derramar ninguna lágrima, que yo estoy bien, que estoy fuerte, y ya verás que vamos a salir bien de todo esto". Pepi entonces se iba al baño y se ponía a llorar, por no hacerlo delante de ella. "Es muy duro que te diga eso", dice.
Pero en estos momentos están esperanzadas con el donante que ha aparecido, al que no conocen, porque el proceso preserva la identidad de ambas partes. "Si lo tuviera delante, me arrodillaría para darle las gracias, porque él es la luz de mi hija, la esperanza de vida de mi hija. No sé si es hombre o mujer, pero me encantaría poder darle un abrazo y decirle gracias por devolverme la vida de mi hija", apunta Pepi.
El proceso para hacerse donante
Como constatan Pepi y Tatiana, "hay mucho desconocimiento" en torno al proceso de donación de médula. "La gente piensa que te van a pinchar la espalda o a sacar líquido de la médula, y no es así. Ser donante de médula es simplemente sacarte sangre, y no tiene nada que ver con la médula espinal", señala la madre. "Falta información", se queja Pepi.
Para hacerse donante de médula ósea hay que cumplir una serie de requisitos. Hay que inscribirse el Registro de Donantes de Médula Ósea (Redmo), que depende de la Fundación Josep Carreras. Es necesario tener entre 18 y 40 años en el momento de la inscripción, pesar más de 50 kilos y gozar de buen estado de salud.
Una vez se realiza la donación, se analiza la sangre y se comprueba la compatibilidad HLA. Si la médula es compatible con la del receptor, el centro de referencia de la comunidad autónoma del donante contactará con él para confirmar su disponibilidad e iniciar el proceso.
Una vez se haya completado la donación, el donante puede hacer vida normal, pero se recomienda estar unos días en reposo, sin grandes esfuerzos físicos, para que el cuerpo recupere energía y la médula ósea se regenere.



