Los Picantes, cuatro generaciones de empedradores granadinos: "Amamos nuestro trabajo"

Esta familia lleva diseñando espacios con mármol y pizarra desde el siglo XIX. En la actualidad, con los hermanos Manuel y Jacinto, se termina el oficio generacional del empedrado

Los Picantes, de izquierda a derecha: Manuel Jacinto Pérez, Jacinto José Pérez, Sergio Gallardo y Francisco Javier Pérez.
Los Picantes, de izquierda a derecha: Manuel Jacinto Pérez, Jacinto José Pérez, Sergio Gallardo y Francisco Javier Pérez. Constantino Ruiz

Hay cinco hombres enamorados en Granada y no es de la Alhambra. Por sus monos de trabajo y cascos de protección podrían confundirles con albañiles, pero lo cierto es que son empedradores, los artesanos que piedra a piedra, diseñan y rellenan las calles que pasarán a formar parte de la Historia.

Los Picantes son una empresa granadina con más de 30 años de experiencia en el empedrado, fundada por los hermanos Manuel y Jacinto García, la cuarta generación de empedradores de su familia. “Nuestro padre era artesano, nuestro abuelo, que fue jefe en el departamento de pavimentación del Ayuntamiento de Granada, también lo fue, y tenemos constancia de que nuestro bisabuelo se dedicó a esto”, comienza Manuel después de la jornada.

El nombre, como el oficio, les viene de familia. “Era el apodo que tenía mi bisabuelo porque se le ponían los mofletes muy rojos por el frío y los compañeros le decían que parecía que había comido picante”, revela su bisnieto Manuel. Se dedican a todo tipo de empedrado y tal es su excelencia, que han trabajado en el Santuario de Nazareth en Israel o para el rey de Arabia Saudí, además de en villas particulares de Marbella o Madrid, museos, restauraciones y conventos, entre otros proyectos destacables.

 Manuel Jacinto Pérez, 58 años, cuarta generación de empedradores, durante el trabajo en la calle Bodegoncillos de Granada.
 Manuel Jacinto Pérez, 58 años, cuarta generación de empedradores, durante el trabajo en la calle Bodegoncillos de Granada.   CONSTANTINO RUIZ

Una arqueóloga de Granada les comentó que en el archivo de los siglos XVI-XVII del ayuntamiento, hay un contrato con un tal García que se dedicaba a los empedrados, por lo que muy posiblemente el oficio familiar se remonte siglos atrás. Aunque la certeza de generaciones directas la tienen desde mediados-finales del s. XIX con su bisabuelo.

El oficio de empedrador era y es un asunto serio en casa de los García. Así lo constata Manuel: “Mi padre, que fue mi maestro, decía que en el trabajo no tenía familia, de hecho, no le podíamos decir papá, sino maestro”. Lo recuerda como un hombre “parco en palabras” que adoraba su trabajo. “Si querías destacar, tenías que aprender, daba igual que fueras de la familia”, asegura su hijo Manuel, hoy, maestro empedrador.

Indalecio Pérez García, el abuelo de la cuarta generación, murió con 104 años y siempre lo vieron poniendo piedras. Su hijo y padre de Los Picantes, Jacinto Pérez, murió con 94 y sus hijos afirman que soñaba con la piedra y los diseños del empedrado. “Mi padre decía que el relleno era trabajo de peones, él solo diseñaba”, espeta el hijo de la cuarta generación de una familia longeva y apasionada con su trabajo.

Para los García fue obligatorio el bachillerato y el dibujo. "Mi padre siempre iba con una libretilla tomando apuntes de hojas de acanto y de centros para luego diseñarlos", cuenta Manuel, que señala la diferencia entre maestro y peón en el arte del empedrado: "El maestro diseña y coloca piedra negra en dibujo y el peón rellena con el blanco".

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La proporción aurea es la base para los diseños de Los Picantes, explica Manuel.   CONSTANTINO RUIZ

Para Manuel, los dos empedrados que merecen la pena en la Península Ibérica son el cordobés y el granadino. "Dominamos los dos. El cordobés es muy bonito, con piedra natural y juega con la trama. Mientras que el granadino juega con el diseño", explica este hombre, que cree que empezó a diseñar antes que a escribir. Además, la proporción aúrea es marca de la casa, algo que sorprendió al arquitecto Jaime Buhigas, autor de La divina geometría, cuando durante las obras en Israel, Manuel le comentó que tanto su abuelo, como su padre y ellos trabajaban con esa escala. "Me dedicó el libro dirigiéndose a mí como 'el mejor geómetra que había conocido'", recuerda orgulloso.

Manuel se convirtió en maestro empedrador con apenas 17 años en un trabajo en Campillos de Málaga. "Difícilmente se me olvidará", asegura. Después de hacer el mortero de agarre (la base donde va el empedrado), que antiguamente era tierra con sal, para evitar que criaran plantas y que al tirar de ellas se llevaran el empedrado, el padre le dijo que cuando se sintiese capacitado para dejar de ser peón se lo contase. Entonces, un joven Manuel le expresó su deseo de ser maestro e inmediatamente su padre le pidió una estrella en arco de 32 puntas. 

"Me puse a diseñar la estrella y cuando terminé de trazar (diseñar) en el mortero, le dije a mi padre: Maestro, esto ya está. Y él me dijo que no la veía espigá, porque la piedra negra tiene su ciencia. Así que me puse a empedrarla y al otro día, cuando empezamos la obra, cogí la pala y seguí haciendo el mortero. Entonces se acercó mi padre y me dijo: Manuel, los maestros no hacemos mortero. Y desde entonces, lo único que he hecho ha sido trazar diseños", expresa agradecido.

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Los Picantes faenando en la calle Bodegoncillos.   CONSTANTINO RUIZ

El proceso parece sencillo, pero es casi una ciencia compleja. "Los peones vierten el mortero. Una vez vertido, los maestros lo extienden para nivelar bien la superficie. Y a continuación, el maestro traza el diseño, bien con los dedos o con cuerdas. Se colocan las piedras negras, con la espiga correspondiente a ese diseño, y finalmente viene el relleno, que sería con las piedras blancas o grises", matiza Manuel con verdadera pasión. 

Asegura que pueden hacer entre diez y 15 metros cuadrados al día. “Ninguna artesanía se está pagando como debiera", lamenta. Y la suya, muy a su pesar, después de cuatro generaciones se acabará. "Uno tiene que hacer lo que le agrade, porque si no, no destacas, y mis hijos tienen sus profesiones". Él, en cambio, lo tuvo claro desde pequeño. "Estaba deseando que llegara el verano para irme a poner piedras con mi padre", reconoce.

A Manuel le da especial pena que en Granada no se esté haciendo empedrado granaino y lamenta que los mejores empedrados no se encuentren en la ciudad. "Cuando hacemos trabajos aquí, los presupuestos son tan ridículos que te están pidiendo prácticamente que hagas blanco con unas fajas negras, cuando el empedrado granadino en realidad es puro diseño", sostiene.

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Los materiales que están usando para este diseño son el mármol de Macael y la pizarra.   CONSTANTINO RUIZ

En Granada son muy dados a seguir el empedrado de blanco y pizarra, asegura Manuel. "Siempre se ha dicho que el empedrado nombraba la ciudad, porque las piedras se obtenían de sus ríos", cuenta. "El Darro da una piedra ahuesada y la pizarra se extraía del río Genil, de ahí que se dijera que el empedrado simbolizaba a los dos ríos de Granada", revela. En la actualidad, cuentan con mármoles y otras formas mecanizadas de redondear las piedras. 

"Con la Ley de Costas y la prohibición de sacar material de los ríos tenemos dos opciones: encontrar una cantera en el río que queramos y a través de ella recoger el material, como ocurre en Córdoba. Y la otra opción es hacer troners, utilizando trozos de mármol de Macael y provocar el mismo proceso de erosión del río o la playa para redondear las piedras", explica. "Se toma el material que no gastan en las canteras y que antes se desperdiciaba, de ahí obtenemos rojo coralito en piedra redonda, el granito, y colores como el amarillo o el verde con potenciadores de color y resinas, para conseguir tonos fuertes", apunta. 

A Manuel le dijeron durante una entrevista que era "un artista" y él le respondió que "no", que por favor le llamara artesano. El oficio es tan amado por las generaciones de su familia, que su padre, hasta poco antes de morir, le decía: "Maestro, deme usted trabajo". Para él, es una pena, porque, como asegura, "si a toda esa gente artesana que se ha ido jubilando, la hubiesen metido en una escuela taller a dar clases, hubieran creado una verdadera escuela de artesanos, además de brindarle un poco más de vida".

Cuando todo acabe, Los Picantes seguirán soñando y por sus piedras, la gente paseando.

 

 

Sobre el autor:

Carmen Marchena

Carmen Marchena

Gaditana. Periodista feminista por vocación y compromiso. Empecé en las redacciones de Ideal Granada y Granada Hoy. He pasado por eldiario.es/Andalucía. Parte de El Salto Andalucía desde sus inicios. Tengo dos ídolas: mis abuelas Carmeluchi y Anita. Defensora de los Derechos Humanos y la Memoria. Sin más dilación, papas con choco o barbarie.

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Comentarios (1)

Carlos Garcia Hace 2 años
Se nota que comprueba las fuentes.
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