Matronatación en chalés y hoteles de Cádiz donde los bebés "aprenden a bucear antes que a gatear"

Laura Peist, de 50 años, lleva una década ofreciendo clases de estimulación acuática que disfrutan unos 250 niños y niñas a partir de cuatro meses procedentes de toda la provincia acompañados de sus padres

Alberto, de un año, bucea en el spa del hotel Parador de Cádiz en una clase de matronatación.

Unas vistas a la Bahía de Cádiz adornan una escena tierna que sucede cada tarde en el spa del hotel Parador de Cádiz. Cinco bebés de poco más de un año chapotean en el agua. Con los ojos bien abiertos, curiosos, comparten con sus padres y madres una vivencia especial que está a punto de acabar. Es la última clase del curso de matronatación o estimulación acuática —según el país— de Laura Peist. Una sesión de 30 minutos donde los monitores Irene y Germán guían el calentamiento, la parte activa y la relajación.

Entre globos de colores, algunos pequeños se deslizan junto a sus progenitores mientras otros juegan con las regaderas. Sus rostros lo dicen todo. Tienen por delante media hora de actividad física —cada semana— que llega cargada de diversión y beneficios. “Lo importante es que el bebé se vaya con ganas de más y no salga agotado. Por eso, a nivel internacional se trabaja este “tiempo con ellos”, explica Laura, argentina de 50 años nacida en Buenos Aires.

Los bebés juegan con los globos en el spa.   MANU GARCÍA

Desde que era una niña tenía claro que lo suyo era estar en remojo. “Me encanta el agua desde que tengo uso de razón”, dice la entrenadora que aprendió gracias a su padre en los años ochenta, cuando todavía no se enseñaba a nadar a los niños desde pequeños. “Él me enseñó con cuatro años, recuerdo pasarme horas y horas jugando, buceando o cogiendo objetos”.

Cuando creció se apuntó a un club de competición nacional, pero se dio cuenta que le gustaba más entrenar que competir y guio su camino por el mundo de la enseñanza. Se formó como profesora de educación física y se especializó en natación infantil con bebés desde los cuatro meses en su país natal y en Israel, hasta que aterrizó en España hace 22 años. Concretamente en El Puerto, donde estuvo dos años impartiendo cursos en la piscina municipal.

“Allí no trabajaban la matronatación, entonces, empecé a buscar la forma de poder hacerlo, allí no podía por la temperatura del agua y la depuración del cloro”, comenta Laura, que, tras darle vueltas al coco, tuvo la idea de presentar proyectos de esta disciplina en distintos hoteles de la provincia de Cádiz.  

Ana y su hija Alejandra siguen el circuito marcado por el monitor.   MANU GARCÍA

Fue en 2011 cuando comenzó con la primera escuela de estimulación acuática para bebés de 4 meses en delante de la provincia. El hotel Los Jándalos de Vistahermosa le abrió sus puertas en primer lugar y, pronto, otros se sumaron a su iniciativa. Actualmente, ofrece las sesiones —también para adultos y embarazadas— en varios hoteles de tres y cuatro estrellas ubicados entre Jerez, El Puerto y la capital. Un total de 250 bebés ya han probado a sumergirse en sus juegos, donde siempre están sujetos por sus padres o por los monitores.

"Los bebés aprenden a bucear antes que a gatear"

“El niño puede adquirir habilidades con el estímulo acuático, que en la tierra todavía no puede. Ellos aprenden a bucear antes que a gatear. Es innato, estuvieron nueve meses en la barriga de su mamá”, explica la argentina que también participa en jornadas y congresos tanto en España como en distintos países iberoamericanos.

En el spa se crea un ambiente lleno de armonía en el que los bebés responden a cada estímulo de forma distinta, soltando alguna que otra risa y dejando embobados a los presentes. “Además de aprender coordinación, los días que vienen duermen mejor y todos los gases se expulsan”, destaca la entrenadora que destaca la interacción social entre familias.

Juegos con regaderas en la clase de matronatación de Laura Peist.   MANU GARCÍA

Laura lleva una década observando el desarrollo de los pequeños que pasan por sus clases, que ofrece junto a un equipo de ocho profesionales. “Veo a niños con mucha seguridad personal y con un nivel de disfrute del agua impresionante. Esos bebés van a amar el agua el resto de su vida”. Ella está convencida de que esta práctica tiene ventajas de todo tipo, desde fortalecer el sistema inmunológico hasta desarrollar habilidades vitales de supervivencia.

"Trabajamos con el miedo de los padres"

Uno de los bebés que ya lo ha experimentado es el gaditano Alberto, con un año recién cumplido, que entre inmersión e inmersión se arranca con el cante. Lleva desde los tres meses en clases de matronatación y su madre, Rocío, lo ha notado. “Ha desarrollado muy bien la musculatura. De hecho, anda desde los once meses y siempre ha estado muy fuerte”, cuenta a lavozdelsur.es mientras le seca.

Esta práctica no solo aporta beneficios a los bebés, sino también a sus familias, que aprenden a mantener la calma en el medio acuático. Según Laura, trabajan “con el miedo de los padres. Nuestros alumnos no son los bebés, son los padres. Los bebés se adaptan al agua perfectamente, pero necesitamos adultos que estimulen a sus hijos con tranquilidad y serenidad”.

Una clase de estimulación acuática con Laura Peist y los monitores Germán e Irene en Cádiz.   MANU GARCÍA

La roteña Ana, una de las madres que acaba de salir del agua, reconoce que su hija, Alejandra, de 15 meses, “estaba preparada desde el primer momento, pero a mí me ha costado, sobre todo en las primeras inmersiones”. Con la pequeña en brazos, dice que ha aprendido mucho a trabajar con ella. “Nos han acompañado en todo momento con mucho respeto y cariño. Lo hemos disfrutado muchísimo, vamos a volver”, comenta.

Todas las clases se realizan en piscinas con agua climatizada, depurada con sal y a una temperatura “calentita”. Pero más allá de la ubicación, Laura pone el foco en las normas de comportamiento, necesarias para que todo fluya, y en su filosofía basada en el cariño.

"No utilizamos técnicas agresivas"

“No utilizamos técnicas agresivas hacia los bebés, cada niño va a su ritmo y, por supuesto, con mucho amor. No practicamos la técnica ISR, la americana, donde se ponen a los bebés de espaldas para que defiendan solos. Esas maniobras están prohibidas en Europa”, detalla.

La experiencia ha agradado a las familias que, en general, buscan “un contacto con el agua respetuoso más que una clase de natación”. Algo que han encontrado en esta escuela que, como todos, tuvo que reinventarse en pandemia y empezó a ofrecer clases de natación a domicilio. “La gente nos llamaba para que fuéramos a sus casas”. Y, desde entonces, se desplazan a chalets de El Puerto, Chiclana y Sanlúcar. En julio ya tienen 35 viviendas programadas. Respira, coge aire y a zambullirse.

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