Las asombrosas creaciones recicladas del 'no artista' de la Sierra de San Cristóbal

Extremeño afincado desde hace casi medio siglo en Cádiz, Juan Jiménez ha creado más de 300 obras a partir de materiales de la naturaleza y desechos. "¿Artista? Eso es una madre que llega a fin de mes con 400 euros", espeta

Juan Jiménez, el 'no artista', con una extraordinaria creación homenaje a los fallecidos por la covid, en su casa de la Sierra de San Cristóbal.
Juan Jiménez, el 'no artista', con una extraordinaria creación homenaje a los fallecidos por la covid, en su casa de la Sierra de San Cristóbal. MANU GARCÍA

En algún sendero perdido de los que gusta patear con su grupo de amigos ve un pedazo de tronco de encina y visualiza la cabeza de un dragón. De un cuadro de una bicicleta sale la figura de un pistolero del lejano oeste que le evoca a Clint Eastwood. Lo que eran unos hierros retorcidos se transforman en un corazón saltando por la ventana de una casa confinada. Otro trozo de metal son las gafas y un libro que el anciano dejó sobre su mecedora en plena pandemia. Decía Duchamp, que se convirtió en uno de los artistas más influyentes del siglo pasado por convertir en icono un simple urinario, que el arte se empeña en echar abajo todas las teorías artísticas.

El caso de Juan Jiménez (1954), un militar jubilado que vive junto a su familia en el corazón de la sierra de San Cristóbal, en la frontera de Jerez y El Puerto, al lado de una cantera milenaria, es paradigmático sobre eso que llaman los misterios del arte. Pero no le llamen artista porque “yo solo hago cosas, para mí esa palabra es muy grande”. Ha expuesto sus creaciones una quincena de veces —la última, prevista en el Palacio de la Cigüeña de Cáceres, se aplazó por la covid, “imagínate la ilusión que me hacía exponer en mi tierra”—, pero no se le ocurra preguntarle por el precio de alguna de sus obras. “No habría dinero para pagarlas. No me interesa, me lo puedo permitir. Yo al que de verdad le gusta alguna, se la regalo”.

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Una cabeza de dragón tallada de un trozo de madera que encontró haciendo senderismo. Autor: Manu García

Eso no quita para que una vez, recuerda, una pareja de alemanes se empeñara en extenderle un cheque con 12.000 euros a cambio de uno de sus singulares trabajos. Inquebrantable a su insólita filosofía artística, lo rechazó. “Les dije que o en efectivo, o nada”, cuenta socarrón. Antes de las once de la mañana ya ha salido a caminar sus “12 o 14 kilómetros diarios”, ya ha visto amanecer y se ha preparado para un nuevo día en su taller —corrige: “esto no es un taller, es un simple cuarto que me ha dejado mi mujer; lo tengo a tope”. Su señora, Carmen Romero, está con uno de sus dos nietecillos en el salón y saluda sonriente. Juan la mira: “Una vez me quiso quemar las tallas de madera porque ya no había sitio en la casa; y empecé a hacerlas de hierro”, vuelve a bromear, antes de enseñar una figura que homenajea a su suegro. “Ella quería tener un recuerdo de su padre e hice este abuelo en metal; míralo con su bastón...”.

"Parto de la base de que todo es aprovechable. Sufro mucho cuando veo las imágenes de los mares llenos de plástico"

Sobre su peculiar forma de reutilizar materiales y reciclarlos hasta convertirlos en creaciones, Juan no titubea: "Parto de la base de que todo es aprovechable. Sufro mucho cuando veo las imágenes de los mares llenos de plástico. Se me caen los palos del sombrajo al ver lo que estamos haciendo con el planeta. No cogimos un planeta tan desmejorado como vamos a dejárselo a nuestros nietos, y esto es una cuestión que hay que trabajarla desde la infancia". 

Algunas de las singulares creaciones de Juan.
Algunas de las singulares creaciones de Juan. Autor: Manu García
El escultor en su taller. Autor: Manu García
El escultor de la Sierra de San Cristóbal, en su taller. Autor: Manu García

La madera, relata, “fue lo que empecé a trabajar hace 25 años porque mi padre era un ebanista fino; y eso lo mamé desde chico. Un día, con una navajita, saqué la cabeza de un perro. Y dije: no ha quedado mal”. Y siguió, y siguió... La casa está repleta de unas obras —"más de 300"— a las que su autor, que también dibuja y escribe poesía, no le da la mayor importancia artística, pero sí un enorme valor simbólico y sentimental. Todas encierran un significado, una historia de cómo se transformaron de restos de la naturaleza, desechos o materiales inservibles a obras figurativas repletas de una simbología que a veces solo entiende Juan, natural de Zarza de Granadilla, un pueblo de unos 1.800 habitantes en Extremadura al que llaman la antesala de Las Hurdes.

Con diez años dejó el colegio y empezó a trabajar en el campo pero, más tarde, pudo sacarse por las noches el graduado en la escuela de capacitación agraria. “La mayoría de las noches me quedaba dormido en el pupitre”. A los 22 años, ya huérfano de padre y madre, llegó a la provincia de Cádiz, “por los avatares del destino”, para servir como mecánico en la Marina, donde ingresó en 1974. “Aquí conocí a la jerezana (casi 40 años de matrimonio) y aquí me echaron el lazo para los restos”. Primero, viviendo en la Base Aeronaval de Rota; más tarde, en su casa actual levantada en este paraje recóndito de la Bahía gaditana, donde fijaron antes su residencia sus suegros.

Juan, en su espacio de trabajo. Autor: Manu García
Juan, en su espacio de trabajo. Autor: Manu García

En paralelo, el gran “hobby” de labrar sus piezas con materiales reciclados lleva acompañándole un cuarto de siglo, desde aquella vez con la navajita. Una pasión de la que quizás pudo comer, pero a la que nunca quiso dedicarse como profesional. “Nunca me ha interesado vender porque lo vendido es perdido. Si el día de mañana, si esto vale algo, que no sabría ponerle valor, si a mis nietos o a mis hijos les hace falta que lo vendan todo”. Se considera “creativo antes que manitas” y dedica gran parte de su día, salvo los paseos, “a la creación”. “No me busques en un bar, nunca he bebido, no sé lo que es el alcohol, rompo el mito de los marinos”, hace un inciso. Y prosigue, este es Tomatito hecho con tuberías. “Se le quitaba antes la chaqueta, pero todo el mundo tocaba y al final tuve que soldarla porque estaba siempre por el suelo. La gente suele salir contenta de las exposiciones”, afirma.

"Me he llevado casi dos años con un tronco en lo alto de un banco. Me miraba y yo no sabía qué quería salir. O ves lo que hay, o no lo sacas”

Hay cerca de la anterior otra figura hecha de un tronquito de madera sabina, que se la regaló un vecino de Terriente, un pueblo de Teruel donde fueron a hacer senderismo. “Cuando acabé otra figura igual se la envié, y me respondió diciéndome que allí tenía su casa”, rememora. Ahora tiene entre manos a la Virgen de Guadalupe, “la patrona de mi tierra”, y como no para de encontrar piedras y troncos, y a su casa no paran de traerle cubiertos antiguos y otros materiales, seguro que irán saliendo decenas de nuevos trabajos.

Un trabajo de Juan hecho con una teja con más de cien años. Autor: Manu García
Un trabajo de Juan hecho con una teja con más de cien años. Autor: Manu García
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La figura que dedicó a la memoria de su suegro. Autor: Manu García

“Hay cosas que no veo. Hay días que estás más inspirado y otros en los que la inspiración no viene y lo tienes que dejar. Me he llevado casi dos años con un tronco en lo alto de un banco. Me miraba y yo no sabía qué quería salir. O ves lo que hay, o no lo sacas”. Las piezas van firmadas con los apellidos de sus niños y con la n de Norba, que así se llamaba Cáceres en la antigua Roma. "El que olvida sus raíces está perdido", remacha.

"¿Esto es arte? Depende de ustedes... para mí artista es una mujer que llega a fin de mes con 400 euros y tres hijos. Si yo me pongo a hacer esto y no me sale, a la chimenea. Yo no busco la perfección en ninguna faceta de la vida, hay que buscar tus habilidades y, dentro de estas habilidades, exprimirlas al máximo sin compararte con nadie. Desde muy chico me he enterado que la perfección no existe. Soy más de buscar la perfecta imperfección". Y dijo Duchamp, varias décadas antes que Juan Jiménez, "contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros". ¿Lo del francés era arte? Dicen los que saben que sí.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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