Dentro del 'minicolegio' que sirve de 'medicina' a los niños hospitalizados en Cádiz

Ana Pérez y Beatriz Acevedo son las maestras del aula hospitalaria del Puerta del Mar, por la que pasaron 1.355 pequeños durante el curso 2022-23. "No todo el mundo sirve para estar aquí", comentan

Ana Pérez, maestra del aula hospitalaria del Puerta del Mar de Cádiz, abrazando a una pequeña.
Ana Pérez, maestra del aula hospitalaria del Puerta del Mar de Cádiz, abrazando a una pequeña. JUAN CARLOS TORO

La séptima planta del Hospital Puerta del Mar de Cádiz es la de Pediatría. Hay habitaciones para los pequeños que están ingresados. La zona de intervenciones quirúrgicas. Un Hospital de Día. Pero también ludoteca, un teatro y el aula hospitalaria, que hace las veces de “punto de encuentro” para quienes, por motivos médicos, no pueden acudir a sus centros educativos durante una temporada.

“Aula del árbol” pone en la puerta. Dentro, todo está lleno de color. Los de la guirnalda que cuelga sobre una pared, enumerando los derechos del niño —“derecho a jugar, a una familia, a la salud…”—. También en los muchos libros y cuadernos que hay en las estanterías. En los juegos de mesa. Y en los lápices, rotuladores, ceras… 

Una clase muy particular con unas vistas que ya quisieran muchos centros escolares: a la playa de la Victoria. Incluso en los días nublados, como lo está cuando lavozdelsur.es visita el aula hospitalaria del Puerta del Mar, asomarse a la ventana desde allí invita a pensar en otras cosas. A evadirse. Incluso a oler el mar e imaginarse lejos de esas cuatro paredes. 

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Una niña, ingresada en el centro hospitalario, entrando al aula.   JUAN CARLOS TORO

De repente, llega una pequeña con la camiseta del Cádiz CF y el brazo izquierdo vendado. Con una sonda. “Ha estado de eco”, dice su madre. Por eso llega “tarde”. Aunque en realidad, al aula hospitalaria nadie llega temprano, ni tarde. Todo el mundo lo hace cuando quiere. O cuando puede. Ella pide lápices de madera para colorear. Y se esmera en un dibujo navideño. 

Otra niña, algo más mayor, con bata hospitalaria, se anima a participar en el concurso de Christmas que organiza cada año el hospital, que usa el dibujo de la ganadora, o ganador, como felicitación oficial. Y le da un regalo a su autor. “¿Qué puedo hacer…?”, se pregunta la pequeña, mientras piensa y mira el techo, antes de ponerse a ello. 

Ellos son algunos de los alumnos itinerantes que tiene la clase con más movimiento de la provincia de Cádiz —en la provincia también hay aulas hospitalarias en Jerez, Algeciras, Puerto Real y La Línea—. Durante el curso 2022-23, un total de 1.355 alumnos pasaron por esta aula —una media de 17 al día—, donde se realizaron 3.042 actuaciones —cada visita se contabiliza como una actuación—. Desde los tres años hasta los 16. Eso dicen las estadísticas. A lo largo de la mañana, se van personificando esos números. 

María del Carmen acude con su hija de cuatro años, que después de estar en la UCI del Hospital Punta de Europa de Algeciras, fue trasladada al Puerta del Mar. “No conocía el aula y la verdad es que está muy bien”, comenta. La pequeña “ha pasado todo el fin de semana coloreando en la habitación”, dice, gracias al material que le han prestado. Aunque también se ha disfrazado o ha ayudado a poner decoración navideña. “Dentro de todo lo malo, esto la ayuda mucho”, dice esta madre, que comenta que su hija no para quieta en su habitación. Hasta ha hecho amigas en clase.

Hay quien ya no está ingresada, pero cuando va a consulta, aprovecha para visitar el aula. Como una pequeña de cinco años que, hace poco, estuvo más de 20 días hospitalizada. “Ha sido ella quien ha querido venir”, dice su madre, Mónica Mateo, que comenta que las profesoras “hacen una labor estupenda”. Y se abraza con una de ellas fugazmente, entre lágrimas, antes de salir corriendo a la cita médica.

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Beatriz Acevedo, maestra del aula hospitalaria, con una pequeña.   JUAN CARLOS TORO

Porque si el aula hospitalaria del Hospital Puerta del Mar funciona es gracias a Ana y Bea. Ana Pérez y Beatriz Acevedo, dos maestras que están en su segundo curso en esta aula tan particular. En ella se clasifica a los alumnos por su edad, etapa educativa y tiempo de estancia en el hospital —hasta seis días es corta, de 7 a 20 es media, y de 21 en adelante, es larga—. Pero a todos se les trata con el mismo cariño. Y dedicación. Adaptándose a sus necesidades. 

“Lo más complicado de este trabajo es el multinivel”, confirma Ana Pérez. Hace unos días tenían a una alumna estudiando la tabla periódica, a otro haciendo un trabajo de Historia, a un pequeño de Infantil trabajando la grafomotricidad… "Tienes que estar con muchos frentes abiertos”, añade. Cada día es un reto en la carrera docente de estas maestras. Ella está especializada en pedagogía terapéutica. Acevedo hizo Infantil, pero ha aprobado oposiciones de Infantil y Primaria. Ambas tuvieron que pasar un exigente proceso de selección para optar a estas plazas, en la que la enseñanza son una parte de su tarea. Porque también entran en juego el control de las emociones, la psicología… 

Ana Pérez venía de dar clase en un aula TEA —para alumnado con trastornos del espectro autista—, donde “también se hacen vínculos importantes con las familias”, pero nada que ver con lo que está viviendo en el hospital. “Hay pacientes de larga duración que son nuestra familia. Seguimos manteniendo el contacto cuando salen”, asegura. El verano previo a su entrada se lo pensó mucho —“me daba muchísimo respeto; yo soy de las que me saco sangre y me desmayo”—, pero se lanzó. Y no se ha arrepentido. Al contrario. 

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Ana y Beatriz, maestras del aula hospitalaria.   JUAN CARLOS TORO

“Es verdad que se ven situaciones duras, pero a mí me aportan más ellos que lo que yo puedo aportar. Salgo todos los días por la puerta del hospital valorándolo todo, cada ratito con la familia, con mis amigos…”, señala Pérez. Su compañera, Beatriz, abunda en esa idea: “A mí me gusta mucho cuando vienen a otra planta y se acercan a vernos, a darte un abrazo…”. Son los momentos que, para ellas, no tienen precio. 

Beatriz Acevedo estudió Educación Infantil, trabajó en centros de Primaria antes de presentarse a la bolsa para optar al puesto de docente hospitalaria. “A mí me gusta la sanidad y la educación. De hecho, dudé si ser maestra o enfermera”, cuenta. Con esos mimbres, parece que ha dado con su trabajo ideal. Una vez, por causalidad, pasó por delante de un aula hospitalaria, le llamó la atención, y decidió probar. “No todo el mundo sirve para estar aquí”, donde se ven escenas duras y la sensibilidad está a flor de piel. “Aquí lloramos y nos abrazamos enseguida, nos apoyamos”, añade Bea.

Durante la charla, van asomándose niños al aula. 

—"¿Te apetece quedarte un ratito? Estamos haciendo adornos de Navidad para el pasillo", le dice Bea a un pequeño.

Un niño, de unos cinco años, llega con el brazo vendado, acompañado por su padre. Se asoma a ver la playa. Pone una bola en el calendario de adviento con forma de árbol de Navidad que hay a la entrada y se va a su habitación. 

Entonces, continúa la charla con las maestras. “El ambiente es un poquito hostil, no deja de ser un hospital. Por eso, una de nuestras funciones consiste en que se sientan más acogidos”, señala Bea. Aportar, en definitiva, “humanización” al proceso hospitalario de los menores. “Intentamos que el desfase curricular que tengan mientras estén aquí sea mínimo, haciendo hincapié en las funciones sociales”, añade Ana Pérez. Y es que además de apoyo educativo, sirven de asesoras para las familias, que se desahogan con ellas.

Cada día, un mundo 

En el aula hospitalaria del Puerta del Mar, cada poco hay alumnos nuevos. Algunos, fugaces. Otros, más duraderos. En estas fechas, previas a la Navidad, se intenta que sean los menos posibles.

“Queremos que se sientan acogidos”, proclama Ana. Ella y Beatriz hacen muchas veces de cicerones de las pequeñas y pequeños, a los que les ayuda el aula a no perder la rutina. “Ellos están en sus habitaciones, cada uno en su mundo, y aquí se conocen y luego quedan por las tardes para ir a la ludoteca”, señala Pérez.

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María del Carmen, coloreando junto a su hija, hospitalizada.  JUAN CARLOS TORO

Las maestras del aula hospitalaria del Puerta del Mar de Cádiz se definen como “facilitadoras” dentro del proceso que muchos estudiantes, sobre todo los más mayores, siguen durante su ingreso. Cuando alguno tiene examen, lo reciben desde el centro escolar, y vigilan mientras el alumnado lo está realizando, ya sea en el aula o en su habitación —dependiendo de su estado de salud—. Una vez acabado, lo pasan al instituto para ser corregido. 

Hasta pelean si consideran que la nota que obtienen no es la que creen que merecen. “Muchas veces vemos un cinco y hay profesores que nos dice que no es justo ponerle lo mismo que a un compañero que ha ido a clase. Pero claro, ellos no van porque no pueden…”. Ahí comienza la negociación. 

O también apelan a la “flexibilidad”. “Hacemos un poco de Pepito Grillo y pedimos que se entregue un trabajo algo más tarde si tiene una cita médica o una prueba”, explica Beatriz Acevedo, que aporta que ellas creen en los alumnos que pasan por el aula. Si alguno quiere estudiar Bachillerato —como ha sido un caso reciente—, no se dejan llevar por quienes les dicen que “debería hacer un ciclo de grado medio” o que “no pasa nada por repetir curso”. “Si vemos que a nivel intelectual no hay problema, que solo necesitan tiempo, apostamos por ellos”. 

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Un niño, colocando una bola en el calendario de adviento del aula.  JUAN CARLOS TORO

“Hay que tener en cuenta que el Hospital Puerta del Mar es referencia para muchas patologías pediátricas para toda la provincia, e incluso nos llegan niños de Ceuta y de otras provincias”, agrega José Rodríguez Bello, subdirector de Atención a la Ciudadanía, que sirve de enlace del centro hospitalario con las maestras, cuyo trabajo es “fundamental para darle una continuidad a la vida y normalizar la vivencia del niño”. 

A primera hora, en el aula hospitalaria, Ana y Beatriz pasan lista. Con el censo en la mano, que se actualiza a diario, van viendo las edades de los ingresados, la duración prevista de estancia, y en base a eso, preparan material. Si son de larga duración, se ponen en contacto con los centros escolares para diseñar los pasos a seguir y conocer qué materias están trabajando.  

Las primeras horas en el aula son para trabajar contenidos curriculares. A partir de las 12.30 o las 13.00 horas, comienza la etapa “más lúdica”, con juegos de mesa o actividades manuales. En estas fechas, relacionadas con la Navidad, para decorar la clase, los pasillos o las habitaciones. 

La Navidad, plagada de actividades 

Además del concurso de Christmas en el que se anima a participar a todos los pequeños ingresados, y a los que acuden a consultas también, el Hospital Puerta del Mar tiene una intensa agenda de actos en las semanas previas a la Navidad. 

Los adornos de los pasillos corren a cargo de pequeños hospitalizados, que compiten con los de otras unidades para ver quién tiene la mejor decoración. Pero también hay otro concurso de felicitaciones a pacientes, por el que profesionales de cada unidad se graba un vídeo corto para felicitar las fiestas. 

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El pasillo de Pediatría, con adornos navideños.   JUAN CARLOS TORO

Una vez pase el puente de la Inmaculada, no hay prácticamente un día sin actividad. Desde la visita del Grinch por las habitaciones, hasta la de Sonic y, por supuesto, la de Papá Noel y los Reyes Magos. Pero también suelen ser habituales las de jugadores del Cádiz CF, y este año hay organizados cuentacuentos y espectáculos de magia.

“Todo está pensado para generar ambiente navideño, para que los pacientes que pasan aquí estas fechas estén lo más confortable posible, dentro de lo malo que es pasar la Navidad en un hospital”, cuenta José Rodríguez. “Los niños son una parte fundamental”, añade, de ahí que den el alta a todos los que puedan irse a su casa estos días. 

Para terminar... ¿qué es lo mejor y lo más duro de este trabajo?

Ana responde: "Lo mejor, lo que te aporta tanto profesional como personalmente, porque aprendes a valorar muchísimas cosas. La teoría nos la sabemos todos, pero es que aquí la ves, aquí lo vives. Y profesionalmente, tienes que tener la capacidad de adaptarte cada día a lo que venga, que no es tanto improvisar, porque te vas haciendo con tu abanico de recursos. En un cole tienes lección preparada, aquí tienes que ser camaleónica. Y lo negativo, pues las tristezas que se ven a veces, porque no todos los niños enfermos terminan bien. Eso es muy duro".

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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