Si alguien decide visitar el barrio de San Jerónimo en Sevilla y acudir a una de sus parcelas, seguramente encuentre allí a Francisco Ortiz trabajando y adecentando el lugar con el que se obsesionó hace tres años y que se ha convertido en una especie de segunda casa desde hace dos. Hablamos del cementerio de San Jorge, popularmente conocido como cementerio de Los Ingleses. Lo de popularmente es un decir porque, posiblemente, sea uno de los espacios más desconocidos de la capital hispalense y que guarda más historia. Tal es así que hasta 2022 se trataba de un lugar abandonado donde las 175 tumbas que hay se ocultaban entre los matorrales.
Francisco se dirige orgulloso a la puerta y señala el escalón superior. Es el último arreglo logrado, aunque al ser parte de la vía pública ha sido restaurado por el Ayuntamiento. Debajo se encuentra el ladrillo del siglo XIX, fecha de la que data este camposanto que, como su nombre indica, es lugar de descanso para casi dos centenares de ingleses o españoles descendientes de británicos. Los apellidos que se pueden leer no engañan.


El lugar tuvo actividad desde 1850 hasta 1996. A partir de ahí, el olvido. Un olvido con el que Francisco Ortiz y una serie de voluntarios que componen el grupo 'Los Ángeles de la Ciudad' están intentando combatir de manera altruista. Este documentalista de la Facultad de Bellas Artes señala una especie de templete que se sitúa en el centro de este terreno y que data de 1912 aproximadamente. Entre los voluntarios han conseguido restaurar los desperfectos que presentaba con mucho sacrificio... y bastante dinero.
Sin embargo, no es lo más llamativo del lugar. En un cementerio, lógicamente, lo más impactante son las tumbas. Y este grupo de voluntarios se ha empeñado en restaurarlas. "Somos un grupo de voluntarios con un componente de defensa del patrimonio", señala Ortiz. No obstante, tienen claro hasta dónde pueden llegar. "Nosotros no somos arqueólogos, ni somos restauradores profesionales, entonces no hemos tocado nada más allá", responde cuando se le pregunta por posibles excavaciones.
Es posible que parezca que no se trata de nada del otro mundo, pero también es posible que el aspecto del lugar fuese muy distinto si Francisco no se hubiera interesado en su momento. La finca pertenece a un particular y apenas hay dos asociaciones interesadas en su conservación: 'Los Ángeles de la Ciudad' y 'Asociación San Jorge'.
Hay que remontarse varios años atrás para encontrar el momento en el que este lugar tomó relevancia para la vida de Francisco y sus compañeros. La organización se dedicaba a limpiar plazas y jardines que aparecían llenos de restos de botellón. "Un día recordé que había un cementerio inglés que seguramente estuviera en estado de abandono. Siempre me había llamado la atención y me surgía la idea de entrar y ver las tubas, pero creo que el Señor me preservó de esa travesura y no entré", expresa.

La idea siguió, pero por cauces oficiales, en lugar de acudir al Consulado o a los propietarios ingleses, Francisco Ortiz fue a la Iglesia de San Basilio, una iglesia anglicana situada en la calle Relator. "Los curas vieron el cielo abierto", dice refiriéndose a los 80 años que tienen muchos de ellos y la dificultad para hacer este tipo de trabajos. "Soy el coordinador de 'Los Ángeles de la Ciudad', pero también soy el guardián parroquial de la Iglesia Anglicana de la capilla de San Jorge", comenta con cierto orgullo.
En apenas dos años, estos voluntarios (que se reúnen cada domingo) le han cambiado la cara al lugar. Han limpiado lápidas, han arreglado desperfectos y han restaurado algunas de las cruces que presidían las tumbas. Uno de estos trabajos ha sido lo que denominan "la joya de la corona". Se trata de una cruz celta que custodiaba la tumba de Esther Dugan y cuyo remate se encontraba en el suelo. Ahora, no sólo la cruz parece nueva, sino que estos voluntarios se han permitido decorarlas con piedras y una lámpara traída de Ucrania.
Si bien la rehabilitación de las tumbas es lo que más resalta, hay trabajos necesarios y menos agradecidos. Varios de ellos tienen que ver con los muros del recinto. El que está situado en la mitad ha sido una de las grande obras acometidas. El que está detrás ha servido para quitar varios quebraderos de cabeza gracias a una valla instalada recientemente que va a impedir que algunas personas se cuelen para vandalizar el lugar o hacer sesiones de espiritismo. "Esto es, literalmente, nuestro jardín y se pueden organizar pequeños encuentros", manifiesta Francisco, principal artífice.


Al fondo del todo se encuentran las tumbas más recientes. Muchas de ellas ni siquiera tienen lápidas y son sólo montículos de tierra debido, precisamente, a que el muro cedió y destrozó muchas de las placas de mármol. No obstante, a buena relación con otras organizaciones sociales ha permitido a 'Los Ángeles de la Ciudad' adecentar el lugar con plantas o, incluso, nidos de aves.
A pesar del trabajo, el lugar sigue siendo un gran desconocido para muchos sevillanos. "Aquí reside la memoria económica y social de la segunda parte del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. Este fue un cementerio de ricos porque aquí venían los soldados a despedir a superiores, o había cortejos funerarios con gente muy elegante para despedir a los empresarios. Era un cementerio con cierto pedigrí", narra Francisco quien, a pesar de todo, no tiene vínculos con ninguna de las personas que aquí descansa.
"Lo que ocurre aquí es que la comunidad británica sevillana no se ha ocupado de este lugar. Por lo que sea tienen vínculos fuera y están enterrados en otros sitios. El cementerio al no tener un grupo social, ha quedado abandonado o desconocido. Al no tener vínculos con el mundo católico, a los sevillanos no les está llamando la atención", insiste este voluntario.
La riqueza del lugar no ha provocado que las instituciones se hayan preocupado por él. Francisco también reconoce que es complicado llegar a una categoría como Bien de Interés Cultural por la competencia que existe para recibir esta distinción. En cualquier caso, tampoco esconde el anhelo de que los poderes públicos se terminen implicando. "Si contáramos con el apoyo del Ayuntamiento y con una mano de la Consejería, se podría terminar de restaurar esto".
¿Quién está enterrado? Empresarios, obreros, marineros...
A mediados del siglo XIX se asentó en Sevilla una comunidad que rondaba los 700 individuos. Uno de ellos fue John Cunningham, principal artífice de la construcción de este cementerio. "Los primeros en enterrar son empresarios y gente del mundo del comercio. Destaca el director de la fábrica del gas llamado Hassel Dent o un gran benefactor de la ciudad como Nathan Wetherell — que tiene la tumba más antigua con su mujer y sus dos hijas —, pero también es lugar de obreros y marineros. "En Sevilla hubo una compañía de aguas, Las Aguas de los Ingleses, una fundación muy importante 'Portilla&White', está la compañía de tranvías, la fábrica de cerámica de La Cartuja. Todo esto prefigura es una especie de entramado de infraestructura económica industrial en la ciudad que ayuda a su desarrollo. De hecho, muchos de estos ingleses tenemos noticias de que se alojan en calles de Sevilla como cualquier otro sevillano. Estaban integrados", añade Francisco Ortiz. El ejemplo más claro es el mausoleo de John Cunningham, donde se puede leer 'Juan Cunningham' en uno de sus lados con el epitafio en español. Una forma de decir que se sentía tan sevillano como escocés.

"También hay gente de clases bajas de marineros porque las compañías navieras como la Macandrews, con sede en Liverpool, concertaban aquí un enterramiento ya pagado para los marineros que se les ahogaban entonces". Muchos de estos marineros se encuentran en montículos sin identificación. Precisamente, realizar una especie de 'inventario' es otro de los trabajos que está acometiendo Francisco. En total hay unos 175 cuerpos y casi todos están ya inscritos en un archivo de Excel dentro del levantamiento de datos que se está llevando a cabo. "Nos valemos de la prensa histórica o del seguimiento de los barcos de vapor porque cuentan muchas cosas", comenta este documentalista. "El barco Lionel está allí en una de esas placas contando la historia de un capitán llamado Kenneth Doil y cómo se ahogó".
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