Toñi ronda los 70 años y desde la escalera que conduce a la planta superior de su casa rural cuenta una anécdota con una mano en el barandal y la otra en alto. Tiene la pose, involuntaria, de aquellos parlamentarios de la época de Cánovas y Castelar.
"Yo era muy chica cuando mi padre me contó que iban a construir una central nuclear en El Lentiscal. El pobre estaba muy asustado, no dejaba de decir que nos tendríamos que ir, que había que salir de aquí".

"Encima, en el colegio, en el libro de ciencias sociales de la época, en los años 60, nos estaban explicando la energía nuclear y venía una foto de la central de Ascó. Cuando yo vi eso y se lo enseñé a mi padre, más nos asustamos. Había que irse pero pasaron los años y de aquello no se habló más".
El antiguo recuerdo de la vecina de Bolonia, la pedanía playera de Tarifa, enclave arqueológico de magnitud y ensoñación turística para visitantes de toda Europa, ilustra sin más intención que el testimonio de la situación que vive la zona en enero de 2025.
El Lentiscal es una parcela que se extiende a partir de la última rotonda urbanizada de Bolonia, sentido Sur. Tras pasar ante la mínima iglesia -propia de una película de la América profunda de no ser por el océano de fondo- aún quedan varias casas.
En el extremo Sur de la zona habitada de Bolonia hay un asentamiento de caravanas y furgonetas poblado por un centenar de mayores y niños. Ninguno tiene el Español como lengua materna. Muchos parecen homenajear sin querer a la chirigota Los Yesterday.
A partir de ahí, un portal aislado abre paso a un camino para senderismo, caballos y bicicletas. Ese punto es también el inicio de la gran parcela (185 hectáreas divididas en 80 zonas) que ha sido protagonista, otra vez, de mil comentarios en las últimas semanas.
El suelo, en una suave ladera, con un cortijo minúsculo en ruinas, mira al mar en altura, a 300 metros de la orilla. La belleza imponente sólo queda rota por algún cable, alguna torre de alta tensión. "Por cierto, a ver si podéis contar que hay cortes de luz un día sí, y otro también", intercede un vecino al pasar.
El trozo del edén que Endesa (antes Sevillana de Electricidad) ha tenido en propiedad durante más de medio siglo ha sido vendido. Después de 12 años en venta, sin frutos, la transacción está registrada en diciembre de 2024.
Altanea, especializada en "ecourbanismo"
El comprador es una empresa desconocida en la zona hasta ahora. Altanea tiene propiedad y sede cordobesas. Se anuncia como especializada en "ecourbanismo", lo que quiera que eso sea.
Cuando este mes de enero fue publicada la transacción, el protagonismo crónico de la zona entre los poco más de 150 vecinos permanentes de Bolonia ha resucitado.
Otra vez a debatir sobre las 185 hectáreas en las que se han dibujado en vano, hasta el momento, media docena de planes desde la posguerra. Nunca salieron del papel y los despachos. Desde la llamativa central nuclear hasta un complejo de chalés y hoteles llamado Bolonia Real State, hasta el último.
Entre el primero y el más reciente, durante más de 70 años, hubo licencias concedidas por administraciones franquistas y posteriores, firmadas por los dos grandes partidos o la declaración de todo el entorno como parque natural. Algo que, teóricamente, impide cualquier abuso a la hora de urbanizar.
La compra, ejecutada hace seis semanas, de Endesa hacia Altanea, volvió a encender todas las luces -de celebración o de alarma, según el boloñés que hable-. Entre los socios de la compañía compradora está el reconocido chef internacional José Andrés.
Esa circunstancia hace creer a medios y vecinos que la finca será sede de algún tipo de complejo gastronómico y turístico, de una escuela para jóvenes a restaurantes de lujo. En el paquete de los rumores va otro cocinero de campanillas, el jerezano Ángel León.
Altanea reitera con vehemencia que León no tiene relación alguna con el proyecto ni con la empresa, que ese vínculo es pura invención. Respecto a José Andrés, existe pero aseguran que es uno de los socios de la firma, sin que su presencia implique un contenido gastronómico en los proyectos que emprende.
La compradora cordobesa de El Lentiscal afirma estar "alucinada" con el revuelo y los detalles publicados cuando, sostiene, "el proyecto es un folio en blanco. La única realidad es que se ha comprado. Todo lo demás no existe porque ni siquiera hay proyecto, no se sabe qué uso se le querrá y podrá dar a esa parcela".
Altanea, bien por honesta vocación de prudencia y respeto ecológico, bien por un nuevo temor a las reacciones sociales o políticas, afirma que nunca dará un paso para proyectar nada sin "oír a todos los implicados, desde ecologistas a instituciones, de empresarios a vecinos de Bolonia, todos".
Como premisa, antes de unos encuentros que no tienen fecha ni forma, Altanea recalca que la vocación de la empresa siempre es "construir lo mínimo, con el menor impacto, incluso no construir. Todo eso ya se estudiará cuando escuchemos a todos. Si el proyecto va de cero a cien, estamos en el cero".
La empresa es consciente de que ha comprado un terreno ubicado dentro de un parque natural, con los más altos grados de protección, por lo que recuerda que una de las opciones en El Lentiscal es "la conservación y la regeneración del espacio".

"Hay que sentarse con la Junta de Andalucía y ver cuáles son los usos posibles". También los condicionantes. Por ejemplo, la finca está atravesada por conexiones eléctricas y canalizaciones esenciales.
Tanto que incluye la depuradora de aguas residuales (EDAR) de Bolonia que atiende a 5.000 personas del entorno durante todo el año, más de 25.000 en los momentos de cíclica invasión turística.
La carnicería de Juan Antonio Jiménez Perea es punto de encuentro diario para los pocos vecinos permanentes de Bolonia. A sus con 37 años, lleva toda su vida en El Lentiscal y es heredero de una tradición ganadera que se pierde en el tiempo, conservadora de la vaca retinta junto al mar.
Mientras corta un pollo con pericia quirúrgica, resume todo el ruido en una frase muy corta: "Eso no va a salir". Cuando se le pide que concrete, detalla: "Eso de los restaurantes y el camping de lujo y que si un chef, otro chef, que no, que no sale".

Para respaldar su opinión, aporta números: "Yo me he llevado cinco años, cinco, desde 2025, para poder construir una pequeña cabaña para las vacas. Me han pedido todo tipo de permisos e inspecciones porque esto es un parque protegido que sólo permite uso agrícola, ganadero y forestal, nada más. Y siempre supervisado, autorizado".
"Antes, la gente se saltaba la normativa, construía por la cara, pero eso era hace 40 años, ahora está todo muy controlado. Mueves una piedra y ya te están preguntando. Como tiene que ser. Son 60 años escuchando proyectos como ese de los cocineros en El Lentiscal y nunca hay nada".
Una compradora bien informada y con mucho humor tercia: "Pues yo quería que viniera José Andrés. Así nos aseguramos que nunca viene Donald Trump". Risas de las seis personas presentes.
En la asociación de vecinos de Bolonia, una planta baja en la que cuatro lugareños juegan a las cartas en presencia de dos espectadores, la reacción es igualmente fría. El delegado municipal, alcalde pedáneo, Paco Morales, ni siquiera quiere hablar. Su hija dice que no está por la labor.
Cuando se le insiste, lo más que llega es a decir es que se trata de "cosa privada, negocio entre particulares, me abstengo de comentar nada". El alcalde de Tarifa, Pepe Santos (PP), rehúye igualmente cualquier valoración. "Nada que decir".
Tanto en el entorno de la carnicería, como en el conjunto de asociación de vecinos-botiquín-colegio-iglesia, los vecinos se dividen en bloques. "Yo estoy contra la recogida de firmas que han empezado los ecologistas y algunos que viven aquí".

"Yo quiero que salga eso de los cocineros, algún proyecto turístico. Aquí lo que hay es mucho miedo al progreso pero es mejor callar", dice María del Carmen, "no me pongas el apellido", una vecina treintañera.
Uno de los mayores, más templado se muestra expectante y sereno, quizás porque vio pasar muchos proyectos que nunca fueron: "Habrá que esperar. Ya veremos. Si sale ese proyecto, tendrá algunas ventajas y algunos peros, como todo".
Su compañero de paseo con bastón le secunda: "Perjudicar, no perjudica. Habrá más movimiento el resto del año, arreglarán el camino propio que tiene El Lentiscal por ahí arriba -señalan-, para tener una entrada y salida independiente, distinta a Bolonia".
Toñi y su vecina tampoco temen la "pérdida de tranquilidad. En verano, esto ya se llena a rebosar y el resto del año está muy tranquilo pero aquí hay mucha gente que necesita el dinero del verano para tener la tranquilidad todo el invierno".
En el bar más poblado, nada más entrar en la calle principal del entramado urbano, se concentran más partidarios del rechazo al proyecto, inexistente según la promotora. "Yo he firmado en contra, y este también. Bolonia no se vende. Como nos descuidemos, nos montan una urbanización en El Lentiscal, hasta la arena".
Otra usuaria mete una cuña especializada: "Estas empresas van de ecologistas y de que van a cuidar, a construir todo muy bajito, una planta nada más, pero al final se cargan la playa y la costa".
"Yo quería que viniera José Andrés, así nos aseguramos de que nunca viene Donald Trump"
"Esto es un paraíso porque queda mucha playa virgen. Si construyen, se lo cargan. Lo que quieren es dar el pelotazo y especular pero se disfrazan de empresas verdes", añade la compañera de aperitivo, el soleado viernes a mediodía.
Vecinos y ecologistas han iniciado ya una campaña de recogida de firmas tanto físicas como digitales. El resultado de la cosecha aún es incierto.
Esta oposición a un plan que según la empresa no existe, como no existió la central nuclear, también tiene forma institucional. Agaden-Ecologistas en Acción ya ha advertido que el suelo cuenta con un "alto nivel de protección que impide cualquier proyecto de urbanización".
La dirección del Parque Natural del Estrecho, ligada a la Consejería de Medio Ambiente, "tiene el derecho de tanteo y retracto sobre su compraventa", lamentan los naturistas, "pero ha desestimado la compra a Endesa, a pesar de la relevancia paisajística y ambiental, del carácter emblemático" de El Lentiscal.
Agaden, con todo, incide en que se trata de una zona "triplemente protegida": como parque natural, como reserva de la Biosfera y como parte de la Red Natura 2000 de la Unión Europea.
Bolonia "está totalmente blindada contra la especulación urbanística, y no es viable legalmente ningún tipo de proyecto urbanístico", resumen los ecologistas. "La ensenada no es un lugar para la especulación, sino un patrimonio natural e histórico clave para las generaciones futuras".
Adelante Andalucía también se ha sumado a este rechazo preventivo. «Esta operación perpetúa un modelo de explotación de recursos naturales que debería haberse superado hace décadas», afirma la portavoz Leticia Blanco desde Sevilla.
Comentarios