Mujeres ‘remendaoras’ de Barbate contra el paro y contra el estigma

Una asociación impulsa la formación de rederas y su salida al mercado laboral en un oficio que se encuentra en vías de extinción y que tradicionalmente está copado por hombres en Andalucía, donde son "pioneras"

Las rederas Manoli, Rosa y María José, atendiendo a las explicaciones de Rafael en el puerto de Barbate.
Las rederas Manoli, Rosa y María José, atendiendo a las explicaciones de Rafael en el puerto de Barbate. MANU GARCÍA

La aguja atraviesa la red, da la vuelta, el hilo aprieta y vuelta a empezar. Así una y otra vez para reparar o mantener en buen estado las redes que luego deben servir para traer pescado a tierra firme. En medio de una nube de artes de pesca, Manoli, María José y Rosa se afanan en seguir los pasos de Rafael, su maestro y mentor. El trabajo de las rederas, o remendaoras, como se autodenominan ellas, es constante y requiere mucho esfuerzo y dedicación. En Barbate, tierra marinera por excelencia, lo saben bien, aunque es un oficio en vías de extinción, pero no por falta de faena. Por eso un grupo de barbateñas se ha propuesto ganarse la vida remendando artes de pesca y ser la avanzadilla para formar a nuevas generaciones y que la profesión no se pierda.

Un curso de formación de rederas realizado hace dos años fue el inicio. Allí, con una amplia presencia de mujeres, se gestó la actual asociación de Mujeres Rederas de Barbate (Murebar), que preside Manuela Vélez, conocida por todas como Manoli. “Queremos trabajar en las redes”, dice sin tapujos. El oficio, tradicionalmente femenino en otras partes de España como Galicia, Asturias o el País Vasco, no tiene tanto arraigo en Andalucía, donde son las “pioneras”, y esperan sembrar una semilla que florezca en el futuro y genere empleo en una zona donde el paro es endémico. 

“Esto engancha, es como coger un paquete de pipas”, dice Manoli, la presidenta de Murebar, una asociación de la que forman parte, de momento, ocho mujeres. Cada tarde, se reúnen en el local que les han cedido para practicar, una y otra vez, con la aguja, el hilo y las redes, remendando los distintos tipos de artes de pesca que existen, el cerco, el arrastre… “Eso siempre lo ha hecho el hombre por esta zona, pero nosotras podemos hacer el mismo trabajo”, sostiene Vélez. Ella, camarera durante más de dos décadas, decidió cambiar de profesión después de sufrir un ictus, y vio en las redes una buena opción.

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Rosa Domínguez, con Rosa y Rafael al fondo, mientras remienda una red. Autor: Manu García

Rafael Miranda, alias el Pico, es el maestro de las mujeres de Murebar, y quien les impartió el curso que despertó en ellas su inquietud por esta técnica. “Antes en cualquier barco iban más de 20 hombres y la mitad sabía remendar. Hoy en día no hay nadie que lo haga, por dejadez. Hemos tratado de desvincular a nuestros hijos de la mar”, explica Miranda, el único redero que queda en Barbate. Él y otros pocos hombres mayores, que lo ayudan cuando la faena lo desborda. Todos ellos superan los 70 años.

“Esto necesita mucha práctica, adquirir conocimientos y practicar”, asegura. “Esta es una gran profesión siempre que te guste, teniendo medios se gana dinero”, dice Rafael, quien anima y ayuda a las mujeres de Murebar a lograr su objetivo. “Ellas lo van a conseguir, si luchan tendrán instalaciones dignas”, señala. Ahora mismo, esta tarea se realiza al aire libre, aunque llueva o haga calor, en el mismo muelle de Barbate, donde se despliegan las redes que hay que reparar. “Aquí no hay ningún servicio, si tienes que ir al baño hay que coger el coche”, lamenta. Él, que lleva toda su vida siendo redero —44 años de trayectoria lo contemplan—, es un “enamorado” del oficio, que ve languidecer. “Soy un privilegiado, porque tengo ofertas de todos lados, pero me hace falta ayuda”, sentencia.

El objetivo inmediato de Murebar es lograr la puesta en marcha de un curso de 400 horas "para que la profesión no se pierda”, para lo que se ha pedido ayuda al Ifapa (Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica), que tiene que homologar las formaciones para así poder acreditar la profesionalidad de las alumnas, además de ayudar a costear materiales y al profesor del curso. "Estoy intentando hacer este curso para seguir formándonos y que todo el trabajo que venga sea para nosotras y se quede en el pueblo", dice Vélez.

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Manoli Vélez, cosiendo una red de pesca. Autor: Manu García
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María José, desplegando un arte de pesca en la sede de Murebar. Autor: Manu García

Rosa y María José Domínguez son hermanas y ambas forman parte de la asociación. “Barbate es mar. Es un sentimiento que llevamos dentro, es la esencia del pueblo, de la gente de aquí, eso tiene un atractivo que no se puede explicar”, dice Rosa, trabajadora habitual de la hostelería, “pero solo hay trabajo para cuatro o cinco meses al año”, lamenta. También ha sido camarera de piso, “un oficio muy duro que pasa factura”, por lo que espera convertirse en redera más pronto que tarde. “El mar es muy machista”, sostiene Rosa, quien cuenta que hace muchos años “hubo en fábricas de pescado en Barbate, en las que trabajaban mujeres, pero cuando se perdieron la mujer dejó de dedicarse al mar. Nosotras queremos insertar a la mujer en el sector”.

A María José, que se encarga de limpiar a la Virgen del Carmen para que esté perfecta para el desfile marítimo que realiza cada mes de julio, cuando se celebra su festividad —“más marinera no se puede ser”—, le seduce la idea de poder dedicarse a las redes “durante todo el año”, porque “como no sea en hostelería, no tenemos otra cosa en la que trabajar”. Ella es optimista. “Dicen que la mujer hace las cosas cuando quiere y el hombre cuando puede, ¿no? Pues nosotras vamos a poder”, expresa. Su hermana añade: “Sacar esto sería un bombazo en el pueblo. Somos el disparadero y queremos levantar esto”.

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Manoli, María José, Rosa y Rafael, en el puerto de Barbate. Autor: Manu García

Milagros Daza es la más veterana del grupo. Ella siempre ha estado rodeada de gente de mar. Su padre fue marinero, su suegro y su marido son armadores… y ahora ella quiere ser redera, o remendaora, como se dice en Barbate. “Éste es un trabajo artesanal que nos gusta, nadie se ha aburrido ni se queda detrás”, explica. “Entre nosotras nos ayudamos y corregimos lo que no hacemos bien”. El objetivo está clarísimo: “La finalidad es trabajar de esto”. Barbate vivió su época dorada hace más de medio siglo, cuando todavía no había cuotas de captura, ni tantos intermediarios. Ahora el sector está en horas bajas y estas mujeres quieren generar empleo en una localidad muy maltratada por el paro: la tasa de desempleo supera el 45% tras los últimos datos de octubre.

En España, trabajan en el sector de la pesca unas 60.000 personas, de las que solo el 16% son mujeres. El oficio de las rederas, sin embargo, está muy feminizado, aunque en Andalucía no tenga tanto arraigo. El 89% de las afiliaciones al REM (Régimen Especial de los Trabajadores del Mar) en 2010 —último año del que se tienen datos— corresponde a mujeres, la mayor parte en Galicia, según recoge el informe Rederas, un oficio desconocido, realizado por la Red Española de Mujeres en el Sector Pesquero, promovida por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Manoli, Milagros, Rosa y María José y el resto de miembros de Amurebar quieren engordar esas cifras.

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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