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La gran mayoría de los relojes que lucen en edificios, calles y templos de Jerez hace años que dejaron de funcionar.Uno de los más importantes, por su autoría y su propia historia, es el de farol de la plaza del Arenal, cuya maquinaria original sigue funcionando en el Museo de Relojes.

Reloj no marques las horas

Porque voy a enloquecer...

Roberto Cantoral (El reloj)

La inmortal canción parece resonar en Jerez. Un paseo por el centro así lo atestigua. Buscar la hora en las calles hace años que es inútil. El tiempo en prácticamente todos los relojes de la ciudad, salvo quizás el del Ayuntamiento, se detuvo ya no se sabe cuándo. Triste símil. Relojes parados en la ciudad del paro

Más vale que eche mano de su reloj de pulsera o del móvil. Hace ya tres años que la concesionaria de los relojes y termómetros digitales desmontó todos los que había en la ciudad tras no alcanzar un acuerdo de renovación con el Ayuntamiento. Se ponía fin así a un servicio que la ciudad disfrutaba desde 1973.

Tampoco le valdrá de mucho echar la mirada arriba, hacia las espadañas de las iglesias. Empezando por la Alameda Cristina, el reloj de Santo Domingo, añadido en 1930 al precioso templo del siglo XIII, marca perpetuamente las cinco y cinco. Y así parece que lo hará por los siglos de los siglos. El acceso a su maquinaria se tapió hace años para impedir que las palomas montaran sus nidos y siguieran desgastando la piedra con sus excrementos.

Porvera arriba y luego calle Ancha hasta Santiago veremos cómo han vuelto las campanas al templo, que se encuentra en su fase final de restauración, pero no aún el reloj que lucía en la espadaña, que así y todo entendemos, y esperamos, que volverá o bien arreglado o completamente nuevo.

Calle Muro adelante hacia Ronda del Caracol para bajar la cuesta de la Chaparra en dirección a la catedral, tampoco pinta mejor el reloj del campanario barroco que se añadió a la torre mudéjar. El mecanismo ha desaparecido por completo, quedando sólo parte de la estructura de madera donde reposaba y los agujeros en las tablas del suelo. La esfera se encuentra en muy malas condiciones y de hecho el paso del tiempo ha borrado muchos números. Sólo hay una aguja, la correspondiente a las horas, pero no porque se haya perdido la de los minutos, sino porque era algo característico de los relojes más antiguos. Falta por ver si a la restauración del campanario y de las campanas se le añade la del reloj o seguirá parado eternamente.En edificios más modernos el problema también persiste. Ahí está el ejemplo del reloj de la antigua Caja de Ahorros en el Arenal, que controlado por una peculiar maquinaria (ver la foto de arriba) también sigue parado desde hace años. ¿Es que los relojes ya no marcan el compás del día a día de los jerezanos?

Domecq y Losada en apenas 100 metros

Pero si hay dos relojes que llaman poderosísimamente la atención, sobre todo la de los turistas, son los enclavados frente al Gallo Azul y en la plaza del Arenal, respectivamente.

Denominados ‘de farol’, al sustentarse sobre una base, el primero, que tampoco marca las horas, más que un reloj en sí es un monumento. Según cuenta el historiador Francisco José Becerra en su web La Sacristía del Caminante, fue en 1934 cuando la Casa Domecq presentó un proyecto consistente en instalar un poste indicador de direcciones justo donde se encuentra actualmente. Los Domecq añadirían posteriormente el reloj de dos caras con tres luces en la parte superior, siendo fundido por el sevillano Domingo de la Prida. Lo más destacado es la base, de ladrillo de estilo regionalista, con los escudos de los reinos de España, Aragón, Navarra y Castilla y León, así como dos leones del escultor José María Rivelott, que se encuentran bebiendo de una botella rota.

En cuanto al segundo, es increíble lo desapercibido que pasa, y eso que su hechura se debe a uno de los mejores relojeros que ha dado España.

El nombre de José Rodríguez de Losada quizás no le diga mucho. Sin embargo, si explicamos que es el autor del reloj más famoso del país, el de la Puerta del Sol de Madrid, la cosa cambia. Losada, nacido en el pueblo leonés de Iruela en 1797, emigró a Londres huyendo de la justicia española por su pasado liberal, donde comenzó limpiando en la relojería del duque de French, relojero de la Royal Exchange de la capital británica. Con el paso del tiempo iría aprendiendo el oficio, demostrando unas grandes dotes, supervisado por el propio duque. A la muerte de éste no sólo heredaría su negocio, sino que se casaría con su viuda. A partir de entonces Losada, confirmado ya como un gran relojero, abriría su propio negocio en Regent Street 105 (Londres) y pronto otras sucursales en Europa, América Latina y Filipinas.La historia quiso que fuera Jerez la primera ciudad de España en contar con un reloj de calle y que fuera Losada su autor. De cuatro esferas, fue encargado al insigne relojero por el Ayuntamiento de Jerez tras propuesta de la empresa ferroviaria que conectaba Jerez con Trocadero. Se buscaba regularizar los relojes de la estación y para ello se decidió colocar uno, a modo de farol, en plena plaza del Arenal, por entonces de La Constitución. No sólo se buscaba conectar por cables un péndulo eléctrico que estaba en la estación de ferrocarril, algo que se hizo por cableado sobre los tejados del centro, sino ofrecer a los ciudadanos una herramienta para que pudieran conocer la hora, dado que por entonces sólo las clases más pudientes se podían permitir un reloj.

Así, en 1855 se instalaba en su actual ubicación, a la salida de la calle Lancería, donde se apreciaba en cada una de sus esferas la firma del autor: J. R. Losada  London, y además, en la maquinaria, la dirección de su taller, 105 Regent St. London.

Actualmente el reloj del Arenal no funciona e incluso sus esferas carecen de las manecillas. Pero aunque algunos se tiran de los pelos ante esto que podría parecer un despropósito, hay que decir que afortunadamente la maquinaria original del reloj sigue funcionando en perfecto estado de conservación.

Y no podía ser en otro sitio, en el hall de acceso al Museo de Relojes de Jerez. La maquinaria se desinstaló de su ubicación original para restaurarse minuciosamente y colocarse ya montada de nuevo en 2001, cuando se rehabilitaron los museos de La Atalaya.

Hoy luce en una urna de cristal, donde se simulan sus cuatro esferas con la leyenda y la firma de Losada. “Tener esta pieza en su lugar habitual sería un error, por lo difícil de su seguridad y su mantenimiento, sobre todo por las condiciones climatológicas”, explica Miriam Morales, directora comercial de la Fundación Andrés de Ribera.

Ahora sólo falta que el Ayuntamiento se anime y ponga una inscripción a los pies del reloj del Arenal en la que cuente su historia, desconocida para tantos, y sobre todo que indique que puede ser contemplado, majestuoso, en el Museo de Relojes. Y lo más importante: marcando las horas.

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Jorge Miró

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