A Los Voluble también les sabe la boca a sangre: "Somos puros; el flamenco es copia y remezcla"

Los artistas sevillanos Benito y Pedro Jiménez, creativos audiovisuales, 'artivistas' de la electrónica y lo 'jondo', estrenan en la Bienal 'Jaleo is a crime', otro artefacto cargado de subversión, 'samplers' y voces de ultratumba

Benito y Pedro Jiménez, Los Voluble, en su barrio flamenco, el Polígono San Pablo de Sevilla, en días pasados.
Benito y Pedro Jiménez, Los Voluble, en su barrio flamenco, el Polígono San Pablo de Sevilla, en días pasados. JUAN CARLOS TORO

Caminamos por el polígono San Pablo, obra y gracia del desarrollismo franquista. Tan común a otros barrios proletarios de la baja Andalucía. Allí crecieron, cerca de la casa saqueada y demolida de Antonio Mairena, a la espalda de la antigua fábrica de Cruzcampo. De la avenida de la Soleá a la plaza de la Caña, donde precisamente se producirá el apoteosis final de Jaleo is a crime, la performance que el dúo sevillano Los Voluble, a la sazón Benito y Pedro Jiménez, estrenan este viernes 16 de septiembre en la XXII Bienal de Flamenco de Sevilla (Teatro Alameda, 23 horas).

En un bar de barrio, uno pide una caña y otro una manzanilla. Benito se parapeta en las gafas de sol, Pedro toma la iniciativa rápido a rostro descubierto. Un refrigerio, algo de picar y a volver a los ensayos. O más que ensayos, que son “de cobardes”, “organizando los materiales para que se entienda lo que queremos decir en este nuevo espectáculo”, aclara Pedro (1981), que desentierra junto a su hermano Benito (1977) sus raíces procedentes de Gerena y El Viso del Alcor. Y como el flamenco ha sido siempre como un olor a puchero que se filtraba por todos los rincones de la infancia de estos muchachos, era inevitable acabar integrándolo en su quehacer artístico.

Vino Dj Karpin y les estalló la cabeza, como nos pasó a muchos de aquella generación, cuando a finales de los 90, casi como preludio del temido efecto 2000, remezcló break beat con cornetas y tambores de la Semana Santa de Sevilla: izquierda alante, derecha atrás.

No son músicos, no son realizadores de televisión, no son ni siquiera artistas digitales, pero beben de todo y conviene no perdérselos. ¿Son Daft Punk en versión jonda? No son políticamente correctos. ¿Son Kraftwerk por soleá? Ni idea. ¿Qué diablos son Los Voluble un cuarto de siglo después de comenzar la carrera? ¿Cómo pudieron pensar que con este artivismo, esta agitación, llegarían tan lejos?

“Nunca tuvimos esa expectativa, ni tenemos necesidad de llegar a ningún sitio. El rollo de ser hermanos, haber tenido la inquietud desde chicos y lo que nos han facilitado nuestros padres, pues ha hecho que lleguemos hasta aquí, pero tampoco hemos llegado tan lejos, aunque, de pronto, la gente nos conozca”, aclara Benito, que entre sus últimos trabajos ha iluminado Tercer cielo, el espectáculo emanado del disco homónimo de Rocío Márquez y Bronquio, un salto adelante en la hibridación jonda.

Y Pedro puntualiza: “Con Los Voluble no pagamos facturas, pero nos paga el alma, y todo procede de nuestra cultura familiar, donde crecimos con Imán, Lole y Manuel… Camino al instituto, en el autobús sonaba Radiolé y en el disc-man, electrónica. Todo esto forma parte de nuestra cultura popular, un concepto que entendemos como algo que está ahí, natural, nada hermético”.

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Pedro y Benito Jiménez, en la plaza de la Caña del polígono San Pablo.   JUAN CARLOS TORO

¿Entendéis el flamenco, frente a la opinión de un género casi intocable, una reliquia, y vuestros materiales como ‘creative commons’, bajo la filosofía de la cultura de libre acceso y en constante evolución?

P. J.: El flamenco es un arte copyleft, de copia y remezcla.

B. J.: La industria flamenca ha conseguido una cosa que no ha conseguido ningún género: todos pillan cacho por reinterpretar. El intérprete es recreador, pero genera a su vez propiedad intelectual nueva de una soleá que cantó no sé quién y Morente.

P. J.: Una tradición que nace de la transmisión oral y se va reconstruyendo.

B. J.: Mairena se montaba sus películas con que iba a Alcalá a escuchar a una que cantaba la soleá tal, y al final la propia construcción de lo flamenco es copia y pega, y reinterpretación. Y luego hay muchas discotecas escondidas.

P. J.: El flamenco es un arte contemporáneo que se reescribe constantemente y las evoluciones tecnológicas que ocurren también en el mundo de la música hacen que el flamenco también se dirija hacia otra cosa. Esto no es el muro de Juego de tronos, nosotros lo que hacemos es que toda la lógica experimental de siempre del flamenco está ahí, y la cogemos prestada.

¿Cuándo se volvió esto tan serio? Da la impresión de que la guardia de la noche, siguiendo la metáfora de ‘Juego de tronos’, no descansa desde hace 200 años…

P. J.: (Risas) Los templarios…

B. J.: Nosotros nos reímos de nuestra sombra, empezando por nosotros mismos. Nos reímos y eso es lo que les duele a algunos. El humor es buen lenguaje para decir cosas, y se pueden decir cosas muy serias con la parodia, la ironía e incluso la mala baba, como la hay en este espectáculo. Y a algunos les va a caer, pero como somos unos don nadie para ese mundo no les va a doler.

P. J.: Esa seriedad es muy cínica. Esta cosa de la defensa templaria de la pureza, cuando rascas es super hipócrita. Todo el mundo sabe que Mairena se inventó las cosas. Defender que la mentira es real es un fanatismo interesante, ese primitivismo nos parece sintomático del mundo que nos ha tocado vivir, pero rascas y ves cómo el cajón flamenco, que se introdujo por Paco de Lucía, ahora ya forma parte de esos cánones clásicos. Hay gente que piensa, con un ego enorme, que hay artistas que hacen las cosas para enfadarlos a ellos, y eso es muy triste.

B. J.: Gente más joven que nosotros no puede ser tan rancia, solo buscando el aplauso de los que los conocen.

P. J.: ¿Cómo que no se puede cantar de rodillas, por eso no es flamenco…? Nada es nuevo en realidad. Tampoco la historia del flamenco es tan neoclásica, está llena de gente que ha hecho lo que le ha dado la gana siempre.

La historia del flamenco está llena de grandes ‘raves’, ¿no?

B. J.: Por supuesto, por supuesto… Todas las ventas, todos los cuartitos de la Alameda, las trastiendas de los cafés-cantantes… La Venta de Vargas consiguió permiso de estar 24 horas abierta porque prestaba auxilio en carretera, pero eso permite en realidad lo que permite…

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Los Voluble, en el acceso a un garaje en el Polígono San Pablo, en días pasados.   JUAN CARLOS TORO

Creativos audiovisuales, participaron en el nacimiento del colectivo Zemos98, una cooperativa de gestión cultural que nació en Sevilla en 1998. Desde su fundación, como puede leerse en la Wikipedia, ha producido contenidos relacionados con educación, comunicación y creación audiovisual, enfocándolos desde la experimentación y los procesos abiertos y colaborativos.

De esos polvos estos lodos tan volubles. La práctica política del arte, la exploración de nuevos marcos de expresión para el flamenco y el folklore… Todo estalla con El Niño de Elche (Francisco Contreras, 1985). Al alimón, publican en 2016 El Ravero (casi 200.000 visualizaciones en YouTube desde entonces). Toda una declaración de intenciones. Una panda de verdiales de rave que escandaliza a todos y seduce a quienes no se conforman con el estatismo del cuarto de cabales.

'El ravero', clip de 2016 que formó parte del proyecto 'Raverdial'.

Lo que busca no lo encuentra y lo que encuentra no lo busca, resuena la letra, casi alusiva a la filosofía que impregna el discurso y el hecho artístico de Los Voluble, que no se consideran “pioneros” de la era del sampler en el flamenco.

Entre la sátira audiovisual, la experimentación sonora con las mesas de mezcla, y el sabor a sangre en la boca de una seguiriya de Tía Anica La Piriñaca. ¿Su instrumento? Una pantalla, un conector HDMI, una mesa de cuatro metros con partes que van con electrónica, un set de DJ, una mesa de tv para hacer streamings, partes que son ordenadores... "Son interconexiones que vemos que, en todos los contextos artísticos en España, hay poca gente que las practica", afirman.

¿Cuando estáis en el escenario os sabe la boca a sangre?

(Ríen) B. J.: Yo termino reventado... pero sí, sí, ahí echamos las tripas. En esa misma idea de Tía Anica, es lo mismo: echar verdad. Paco de Lucía decía que lo puro es lo que te sale del corazón, y nosotros somos, bajo esa idea, completamente puros; lo que hacemos nos lo creemos y lo defendemos a muerte. Y echamos sangre, hasta si hay que mandar al carajo, educadamente, a alguien. No hacemos nada impostado, hemos decidido hacer estos proyectos flamencos con electrónica porque creemos lo que estamos diciendo. 

"Nos metemos con la bulla, el ruido, la turistificación, la tontería de cuándo hay que decir 'ole' en el flamenco clásico..."

¿Y cómo va ese hilo de Flamenco is not a crime a Jaleo is a crime?

B. J.: Ha habido mucho mensaje de Telegram en esta búsqueda. Jaleo en lo popular es la bulla y el divertimento, es una palabra exótica para mucha gente, pero que se puede entender. Pero al igual que cuando te partes una pierna ves a un montón de gente con piernas partidas, piensas en jaleo y ahora ves jaleo por todos lados: desde la calle Feria a una lista de Spotify. Ya empezó a darnos corajito cómo se ha extendido esta palabra, que la recordábamos del colectivo antifascista que se llamaba Jaleo. Vimos muchas opciones hasta que vimos que esto debía funcionar como una segunda parte de aquel primer espectáculo.

P. J.: Es la transición de Flamenco is not a crime, que estrenamos en Nimes, y que ahora se traduce en esto, con material audiovisual, textual y musical renovado. Nos metemos con la bulla, el ruido, la turistificación, la tontería de cuándo hay que decir ole en el flamenco clásico... Nos posicionamos otra vez frente a las cosas contra las que estamos muy enfrente. 

¿La electrónica también tiene presente el silencio?

B. J.: El silencio es música claramente. Y claro que es importante también en nuestro trabajo, aunque siempre esté arribita, arribita. En el estandar de la música electrónica, como en la música clásica, un silencio es la calma antes de la tempestad. Es una herramienta interesante y aquí también vamos a escuchar una referencia a John Cage como precursor del vamo' a escuchá en el flamenco. Nos mola que haya gente que nos vea y diga: hijos de puta, la que han liado; o esto no lo he entendido... Y sí, puedes bailar mientras te estás cagando en los muertos de lo que está pasando en la frontera Sur.

"La actitud política en el arte sí cierra puertas. A lo mejor El Cabrero no llegó a algunos sitios por ser muy rojo"

¿De dónde viene esa subversión en Los Voluble?

P. J.: Lo hemos mamado. José Antonio Jiménez, portavoz de Iniciativa del Pueblo Andaluz, es nuestro padre, que antes estuvo en IU en El Viso. Aclaro que no somos andalucistas, pero sí hemos estado en movimientos de objeción de conciencia. Nosotros no estamos en nada partidista, nuestro discurso es político, abiertamente contestatario, pero sin posicionarnos por una opción u otra. Creemos que la política institucionalizada también forma parte del problema; lo grave es que se caigan los árboles, no que se le haya caído a un alcalde del PSOE. Entiendo que hay que fiscalizar y criticar, pero para que ocurra algo así ha habido mucha incompetencia año tras año. En el escenario tenemos un compromiso y con el público, igual. Ese compromiso lo hemos tenido desde siempre, y se puede pasar bien con ellos exponiendo realidades que incomodan. Aprovechamos para meter toda la tralla que podemos. 

¿Lo flamenco también es político? ¿Sufrís censura? 

B. J.: Sí, es político, como todas las artes. A nosotros nos han llegado a retirar una pantalla porque usamos imágenes de las Torres Gemelas cayendo; o en Málaga, donde nos cancelaron por decir que todos los dioses son criminales. La actitud política en el arte sí cierra puertas. A lo mejor El Cabrero no llegó a algunos sitios por ser muy rojo. 

"Lo que nos mola es ver a gente en el Sónar escuchando música electrónica con Tía Anica La Piriñaca"

P. J.: Hay muchas formas de censura, como la económica. Yo te dejo que tengas tu discurso, pero no vas a aparecer en determinados sitios. Las actuaciones en el pabellón de España de la Expo de Dubai tenían que ser todas light, había lista de cosas que no podían aparecer en las pantallas. Y lo vendían como algo de vanguardia y modernidad. Las censuras más graves, en todo caso, son las digitales, que se prohíban vídeos en redes sociales por la UE. Nuestro trabajo difícilmente puede verse en YouTube porque los bots automáticamente detectan historias de propiedad intelectual y nos cancelan. 

Los algoritmos son un crimen.

P. J.: Los bots son un crimen.

B. J.: Sí, pero hay que alimentarlos, forman parte de nuestro trabajo, aunque nosotros somos buscadores activos. Al final, lo que nos mola es ver a la gente en el Sónar escuchando música electrónica con Tía Anica La Piriñaca.

Casi peor la cloaca que dice qué cultura es la buena y cuál no...

P. J.: Hemos estado revisando muchas horas de discursitos de mucha gente de ciertos críticos y de cierta gente que habla sobre el flamenco y les damos para el pelo. Defendemos el trabajo y la labor de los artistas que arriesgan. Nosotros no somos nadie y tenemos muy poca vergüeza, así que nos lo podemos permitir, ir contra este talibanismo furibundo que sigue existiendo en el flamenco.

B. J.: Les va a caer, les va a caer...

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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