"Iglesias frustró el 15-M, que era la mayor esperanza de la democracia. Es un conservador de izquierdas"

El exlíder de CCOO Antonio Gutiérrez dice no sentirse cómodo en el rol de ‘ex’ de nada. Rompió la disciplina de voto socialista en dos votaciones clave de la segunda legislatura de Zapatero. “Antes que una reforma laboral, España debe hacer una reforma empresarial. La productividad no se logra con explotación”, asegura

El exlíder de CCOO, Antonio Gutiérrez, posando para lavozdelsur.es tras la entrevista.
El exlíder de CCOO, Antonio Gutiérrez, posando para lavozdelsur.es tras la entrevista. MANU GARCÍA

Antonio Gutiérrez (Orihuela, 1950, “aunque me inscribieron en 1951”) fue líder de CCOO tras Marcelino Camacho, desde 1987 hasta el 2000. Cuenta que no quiere ser uno de esos ‘ex’ de la vida política que van dando lecciones. Eso no es impedimento para que hable sin tapujos. Acude a Jerez a un homenaje al sindicalista Pepe Gaitero. Lo hace junto a su mujer, a la que conoció en una huelga de Caldos Maggi, en Valladolid. Hasta allí había llegado Gutiérrez tras una abrupta salida de su tierra, donde incluso había sido detenido con 16 años. “No hay nada más machista que eso de que detrás de cada hombre hay una gran mujer. Ella era mi jefa en Valladolid. En este caso, si alguien ha estado en la sombra, he sido yo de ella”. Tras aquellos años de comunismo clandestino y lucha antifranquista, protagonizó un esfuerzo dentro de CCOO por desvincularse del PCE. Acabaría como diputado del PSOE entre 2004 y 2011, los de presidencia de Zapatero, aunque su salida fue muy comentada porque había roto la llamada ‘disciplina de voto’ al rechazar la reforma laboral de su propio partido y la reforma constitucional de 2011. Desde entonces ha estado fuera de la política. Le tanteó un incipiente Podemos, pero aquello no fraguó.

¿Cualquier sindicalismo pasado fue mejor?

Cualquier tiempo pasado fue anterior, nada más.  Distinto, con retos distintos. El sindicalismo ha avanzado, con nuevos problemas, con nuevos empeños y por una sociedad con más libertad. Por sentido del ridículo, no quiero ejercer de ‘ex’, como hace ahora Felipe González. En las sombras solo anidan los fantasmas, y yo no quiero hacer fantasmadas.

Dicen que usted pudo ser ministro de Trabajo. ¿Es así?

En la campaña electoral de 2004, estando yo en Cádiz, salió una noticia en la que Zapatero me señalaba como posible. Tardé dos minutos en llamarle para decirle que era una estupidez. Yo no me comprometí como independiente con el PSOE por cargo alguno. Con 16 años me detuvieron, cuando simplemente soñar con la libertad te convertía en delincuente. Yo quise ser delincuente. Para mí la política fue antes palos que cargos. Aznar había creado una España involucionista, rompiendo con Europa para construir un absurdo atlantismo con Bush… Mi vía de participación entonces fue incorporarme a la política, pero con la condición de tener mi independencia. Y no quería cargos, yo lo dije.

“El diálogo será la gran baza de Yolanda Díaz. Está a punto de abrirse un conflicto con la patronal”

¿Se arrepiente de no aceptar? Por eso de cambiar las cosas desde dentro del poder.

No creo en esa dicotomía. Pero, obviamente, desde la responsabilidad se puede y se deben cambiar las cosas. En aquel cargo se me habría recibido mal. Con UGT, es humanamente comprensible que se vieran reticencias. Con las patronales, lo mismo. En lugar de facilitar el diálogo social, en el que tanto creo, lo habría entorpecido. Los mayores contratiempos, además, se iban a producir con mi sindicato, por rencillas que se dan en la vida. En lugar de ayudar, podía ser yo un pretexto para no avanzar. Me quedé como diputado.

¿Qué le parece la actual ministra de Trabajo?

Es hija de un gran amigo mío, pero eso no debe condicionar. Me parece una gran ministra, hace un papel muy bueno y muy inteligente. Lo comentamos fugazmente, y le hablé del diálogo social. El conflicto está a punto de llegar sobre la reforma laboral debido a la actitud de la CEOE. Le dije que el diálogo será la gran baza, con coherencia y honestidad. Eso creo que lo hace de forma inteligente.

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Antonio Gutiérrez, en un momento de la entrevista.  MANU GARCÍA

Parece que la reforma laboral tiene las horas contadas. Aunque se ha dicho varias veces y parece lo de Mbappé y el Real Madrid, que se dice que va a llegar y va a llegar… ¿Le ilusiona que se retire esa legislación, al menos la parte aprobada por el PP?

Me parece que en España hay que derogar, sobre todo, una mentalidad empresarial de proyectos precarios. Lamentablemente, no se habla de la reforma empresarial. A la vejez, y perdona la petulancia, hice una tesis doctoral de Económicas, que la estudié también de ‘viejo’. La tesis era un análisis sobre las reformas desde los Pactos de La Moncloa hasta ahora bajo el pretexto de la llamada ‘competitividad’. España ha degradado su empleo, con bajos salarios, para competir. Y eso es falso. Los países que pretenden ser desarrollados no pueden competir por salarios. Se compite aumentando la competitividad de capital y trabajo. Con más valor tecnológico y con más formación. Pero no productividad por cabeza, no para dedicar más horas trabajando, no explotando: la productividad se mejora por hora trabajada. Depende de habilidades, de capacidad. La economía del conocimiento nos permitiría un futuro solvente a los entramados económicos. La riqueza hoy en día es el talento acumulado. En España llevamos desde el inicio de la democracia despilfarrando el conocimiento.

“España es el tercer país europeo en pobreza infantil. Es un fenómeno que me da vergüenza”

Mientras, las generaciones que accedieron a la universidad pública -podemos ya hablar incluso de menores de 50 años- en los 80 y los 90, aspiran hoy a que un trabajo de oficina se paga por el salario mínimo, y en la práctica son 9, 10 ó más horas.

Hasta 2012 llevábamos 52 reformas laborales en democracia. Siempre daba la sensación de que nunca antes se había reformado, porque se basaba en los mismos argumentos: que si tenemos un mercado laboral muy rígido, que si mejorar la competitividad… Y al contrario, con cada reforma perdemos productividad. La diferencia de productividad en 1977 con Alemania era de un 16%. Con la de Zapatero, en 2010, la distancia era un 20%. 40 años después, con la evolución de la economía, lejos de superar la brecha, la hemos agrandado. Aquí se ha hecho otra cosa. Se ha mejorado la tasa de beneficio del capital, que no es lo mismo que la ganancia de competitividad. Mejorar beneficios por empleos precarios en hostelería y ladrillo no es bueno. Asistimos a fenómenos que nos dan vergüenza. Hoy mismo conocemos que España es el tercer país tras Rumanía y Bulgaria en pobreza infantil. Es el mayor porcentaje de trabajadores pobres. En un 20 y tanto por ciento, tener un trabajo no te saca de la pobreza.

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Un detalle de las manos de Antonio Gutiérrez, exlíder de CCOO.  MANU GARCÍA

Estamos en una capital del paro, Jerez, dentro de la provincia de Cádiz, donde ocurre lo mismo. Se ha achacado a los sindicatos que se fijen más en condiciones particulares de trabajadores frente a propuestas para el crecimiento económico general.

La primera obligación de un sindicato, al ser un conjunto de trabajadores que se afilian libremente, está defender el derecho de los trabajadores. En cierto modo comparto esta reflexión. No porque el sindicato se meta en camisa de once varas. Pero es que el sindicalismo ha sido siempre inductor de la modernización industrial, pero desde la Primera Revolución Industrial. Hay quien abomina del derecho de huelga, pero de no ser por eso, seguiríamos trabajando como en las pirámides. Las industrias, el capital, los empresarios… no habrían tenido avances tecnológicos, porque no habrían necesitado modernizarse para tener beneficios. La lucha sindical indujo al capital a modernizarse, a producir con nuevas máquinas y organizaciones para buscar el beneficio así y no con la sobreexplotación. El sindicato, así, debe sentirse corresponsable de la modernización del aparato productivo. Uno de los ejes de la política sindical que propuse era eso. A eso me refería cuando hablo de reforma del empresariado. España sigue siendo el país de las dos tierras, como caracterizó la London School of Economics, sobre la nueva riqueza de las naciones. Desde el XIX, la riqueza ha sido tierra agraria y, desde los 50, la tierra urbana, el ladrillo. Es imperioso que dejemos de depender de la especulación inmobiliaria. Es esencial. Por muchas reformas laborales que hagamos, no deja de ser el corolario del aparato productivo. Felipe González fue el primero que introdujo 16 modalidades de contratación temporal a la carta en los 80. Eso supuso la descomposición del mercado laboral, con tasas de temporalidad a inicios de los 90 de un 30 y tanto por ciento. De tener una industrialización, no tendríamos estos problemas. El mercado español, dicen algunos, es bulímico. En momentos de crecimiento creamos muchos empleos; en cuanto llega el primer síntoma de recesiones, destruimos a mansalva. En Alemania, en 2008, con una reducción del PIB del 7%, apenas destruyeron empleo. En España, con una caída del 2% al principio, destruimos de golpe 3 millones de empleos. Porque si tienes una economía basada en industria, al llegar recesión, puedes redistribuir carga de trabajo, aunque se reduzcan paralelamente los salarios. En España, por fin, tiene la forma de los ERTE. Esas economías reducirán sus salarios, pero no perderán empleo. Cuando se cierra una obra, no se puede redistribuir el trabajo. Ahí van todos a la calle. Al final no queda ni el guarda para que no roben las máquinas. Esto no es un problema de leyes, que no crean ni destruyen empleo, sino que cambian su naturaleza. Al convertir el empleo en precario y facilitas la destrucción, pierdes empleos a raudales, más que ninguna otra economía.

“Cuando un empresario se llena los bolsillos con explotación, no gana el país; gana solamente él, y el país se empobrece”

Con todo lo que queda por hacer en Andalucía, y tanta gente sin trabajo.

Estamos pagando una paradoja. Las tres últimas generaciones han sido exigidas en un esfuerzo para la formación. Les pedimos que se formen, varios másters, formación superior… Y son proclives, más que nunca, a la movilidad para trabajar, van a cualquier lugar del mundo. Esa gente ha cumplido su parte del trato. Pero la sociedad le devuelve ese esfuerzo con un contrato precario. Con eufemismos sangrantes, como decir que alguien está sobrecualificado. Empresas que, para actividades de bajísimo valor añadido, emplea a titulados superiores. O la ministra Báñez, que fue nefasta, dijo que la marcha de jóvenes era movilidad exterior. A diferencia de las oleadas de emigrantes de los 50 y los 70, que se iban personan con baja cualificación. En la pandemia hemos visto doctores que se los rifan en Reino Unido y Portugal, que les pagaban más, y no volverán. En lugar de atesorar la inversión de su formación para actividades productivas de calidad, les ofrecemos empleos miserables en proyectos empresariales igualmente miserables, aunque sus dueños se llenen los bolsillos… Que un empresario se enriquezca no significa que gane la nación, sino que se enriquece él. Al contrario, arruina el talento.

De las muchas familias de la izquierda española y de tantos partidos, ¿con cuál se identifica hoy?

Por esa izquierda atomizada, me identifico con todos y con ninguno. Soy de izquierdas, y estoy orgulloso de que me detuvieran con 16 años por movilizarme contra el referéndum franquista para la monarquía. El PCE fue el principal vector de la lucha por la libertad. Lo más honroso que podíamos aportar los comunistas fue eso. Luego, propuse no disolver sino resolver hacia una izquierda más abierta, que superara el comunismo que había supuesto tan malas experiencias en Europa, y no se quiso hacer. Hubo otra corriente más sectaria y dogmática como fue la de Julio Anguita, que despilfarró esa oportunidad, con un viejo virus de la izquierda de vencer unos sobre otros, a ver quién es más de izquierdas, como fue el caso del sorpasso, para acabar siendo derrotados al final por la derecha. Siendo de izquierdas, es lamentable atomizarse y subdividirse. Me preocupa que estamos perdiendo este país. El discurso falso de la derecha y la extrema derecha, que se confunden en el PP y Vox, azuzando el resentimiento, olvidando lo que ha sido el siglo XX… Esta frustración de la gente más humilde se aprovecha cuando se meten con los emigrantes, como Hitler lo hizo contra los judíos, no para resolver los problemas de los trabajadores, sino para llenarles de odio. No hay que edulcorar lo que vivimos en España, no fue una dictadura autoritaria, fue fascismo contra la libertad, la negaban doctrinariamente. Con lo que hemos sufrido, que la izquierda no haga un discurso más político en el sentido más noble, es muy peligroso. Estamos en una involución de los valores civilizatorios. Esta gente del PP y Vox propugnan la reducción de impuestos, pero ocultando que la lista de espera se disparaba en Madrid en 800.000 personas, deteriorando la sanidad pública y se culpe a los inmigrantes, es perverso. Es un conflicto de fondo. La izquierda debe tener una actitud común.

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Antonio Gutiérrez.  MANU GARCÍA

¿La clase obrera vota a Vox?

Como nos descuidemos, será así, como pasó en los años 30. Donde hay más frustración social es más susceptible de ser manejado por la extrema derecha. Lo vemos con Le Pen y con el Brexit. Se acaban tragando las mentiras porque la izquierda no ha explicado lo que significaba.

Hay quien piensa que para frenar el populismo de derechas hay simplemente que generar un populismo de izquierdas. Le hablo de la trayectoria de Podemos, que le buscó en 2015 para unirse a ellos.

Yo no creo que Pablo Iglesias sea populista, sino un conservador de izquierdas y un autoritario. Se ha visto en cómo ha aplicado las mismas fórmulas que tenía la izquierda a un partido donde cristalizaba el 15-M. En 2015 vinieron a verme Errejón y otros miembros de Podemos. Pablo Iglesias es hijo de una abogada a la que tengo mucha estima y respeto, laboralista en Getafe, un sitio muy difícil. Me propusieron entrar. No quise hacerlo, porque la política para mí han sido más palos que cargos, como decía. Me propusieron colaborar, dije que sí, pero no hubo una colaboración como tal de forma continuada. Cuando vi la deriva de aquello, en una ocasión le di mi opinión a Pablo Iglesias. Les advertí que a mi libertad individual no iba a renunciar.

“Pedro Sánchez debe tener una actitud más clara ante la derecha”

Le propongo un test para acabar. Yo le doy nombres, y usted me dice lo que piensa. Comienzo: Marcelino Camacho.

Un gran dirigente sindical, en su momento también innovador… Pero no creo en el culto a la personalidad, que fue un invento para desnaturalizar proyectos colectivos. Y de paso, aquel a quien se cultivaba era la primera víctima. Mi estima a Marcelino no sé cómo cristalizarlo más, es altísima.

José Luis Rodríguez Zapatero.

La expresión de una experiencia y una esperanza frustradas.

Julio Anguita.

La frustración de un proyecto innovador como era IU. Inició la desnaturalización de aquel proyecto.

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Gutiérrez gesticula durante la entrevista.  MANU GARCÍA

Pablo Iglesias.

Otro. La esperanza para mí más alentadora de la democracia en 40 años fue el 15-M. La ha frustrado en menos tiempo que Anguita.

Alberto Garzón.

Lamentablemente, de poca relevancia, un actor secundario en esta frustración.

Unai Sordo.

Él sí ha innovado en CCOO. Lo veo como algo esperanzador.

Pedro Sánchez.

Es una contradicción para mí, porque le he conocido personalmente, en la Comisión de Economía del Congreso cuando yo la presidía, pero reconozco honestamente que no tuve oportunidad de formarme un criterio sobre él. Luego, me ganó respeto al reaccionar contra el aparato del PSOE. En la actualidad, sí le pediría una actitud política más clara contra la derecha.

“Debimos alabar a los jóvenes que salían a las plazas, porque les habíamos fallado”

José María Aznar.

Una involución en el proceso democrático español.

Santiago Abascal.

La impostura más inquietante. Puede originar una gran desgracia en este país.

Yolanda Díaz.

Una gran ministra y una mujer inteligente.

¿Es futuro?

Por edad, bagaje, merecería tener un futuro. Pero depende de uno mismo.

A modo de posdata: ¿la historia de la izquierda es frustración tras frustración?

Y a pesar de ello, con un optimismo histórico de que dejamos de subdividirnos como las amebas. Hay que recordar que la frustración con Podemos tras el 15-M tiene responsables, como nombres y apellidos. De tener aquellas cotas tan altas a las perspectivas actuales… Había líderes de izquierdas que decían que los de las acampadas no tenían cabeza. La frustración de los jóvenes se encauzó en las plazas y las calles para debatir sobre cómo revitalizar la democracia. Les habíamos fallado, y debíamos alabarles. Esa gran esperanza de 15-M se frustra ahora con Podemos, su primera cristalización. Espero que Yolanda Díaz pueda salvar los muebles. Ojalá.

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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Comentarios (1)

Francisco Hace 2 años
Magníficas preguntas, sabe lo que pregunta y estupendas, buenas y serenas respuestas de Antonio Gutierrez Vegara
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