Doris Alza, la trans 'serrana' que descubrió su "alma" actuando como transformista: "Mi madre quería una niña y he aquí el resultado"

Doris Alza, pregonera del Orgullo Serrano organizado por la asociación Delta, rememora su vida y su lucha LGTB durante el franquismo. "Cuando me empezaron a tratar como una mujer tenía orgasmos de felicidad"

Doris Alza, pregonera del Orgullo Serrano, repitiendo el gesto con el que descubrió que era una mujer.
Doris Alza, pregonera del Orgullo Serrano, repitiendo el gesto con el que descubrió que era una mujer. ESTEBAN

Doris Alza (Villamartín, 1945) estaba convencida de que si tenía que ser pregonera del Orgullo Serrano, la programación que organiza cada año la asociación LGBTIQ Delta Sierra de Cádiz en torno al Día del Orgullo, sería en su octava edición. ¿Por qué? Porque ella siempre lleva colgado al cuello el símbolo del infinito, “que es un ocho tumbado”. "El infinito representa principio y fin, la energía sagrada", dice Alza, cuando atiende a lavozdelsur.es en su vivienda de la localidad serrana de El Bosque, los días previos al pregón. 

"Esperadme aquí, que voy a terminar de maquillarme", señala Doris, que viste con tonos verdosos, con flores estampadas, a juego con su pelo azul. Varias chapas con los colores de la bandera arcoíris que representa al colectivo LGBTIQ tampoco faltan, ni la bandera celeste, rosa y blanca del colectivo trans, al que pertenece. Cuando vuelve, a los pocos minutos, comienza a hablar de su vida, desde su infancia hasta su pasado reciente, con la claridad de quien ha tenido que recordarla continuamente para no olvidarla. 

En su vivienda de El Bosque, donde reside desde hace 15 años —"me encanta la Sierra"— tiene su santuario particular, donde quiere hacer la entrevista. "Los lugares tienen una energía, y este lugar está fuera de malas energías. ¿Cómo lo sabemos? Por el agua que está aquí. Se llena y no tiene burbujas", dice. Doris es "consejera espiritual, maga, sacerdotisa"..., por eso creía que las energías la llevarían a ser pregonera en la octava edición del Orgullo Serrano, "por las energías". Ella hace cinco años que pertenece a la asociación Delta, con la que colabora aportando su experiencia, como una de las pioneras en la lucha LGTB durante el franquismo

Ahora la lucha es otra: conseguir la aprobación de la Ley Trans, que en estos momentos está bloqueada. Los ministerios de Igualdad y Justicia, estos días, han desatascado la llamada autodeterminación de género, principal escollo de la negociación, es decir, que las personas trans puedan modificar su sexo en el registro con su sola decisión y sin necesidad de testigos o pruebas. "¿Me queréis mirar? ¿Qué estáis viendo?", pregunta Doris, que no entiende la oposición a esta Ley, sobre todo por parte del PSOE. 

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Doris Alza posa con la bandera trans, en su casa. ESTEBAN

El despertar de la sexualidad

Doris Alza nació en 1945 en Villamartín, siendo la segunda de tres hermanos. "Mi madre estando embarazada decía que iba a ser niña", cuenta. "Ella quería una niña y he aquí el resultado". "Mi esencia y mi alma eran de mujer", dice ella, que tuvo una revelación pasada la treintena. Antes, desde muy joven supo que le gustaban los hombres. "Yo empecé mi vida sexual a los 12 años. Me fijaba más en los chicos. Estando con las chicas yo manejaba el timón, jugaba a las guerras, era la capitana", rememora. 

Para Doris Alza, ella no nació en un cuerpo equivocado. "Yo nací en el cuerpo que nací, estaba encantada con mi cuerpo, cada una tiene un proceso", señala. "Cuando me empezaron a tratar como una mujer tenía orgasmos de felicidad". Todo ello lo quiere contar en un libro autobiográfico que verá la luz próximamente. La magia del tiempo. Historia de mi vida, se llamará. Ahí contará que "no todos los transexuales del franquismo nos dedicamos a la prostitución o al espectáculo". Ella y su amiga Manolita Chen, de Arcos, son dos ejemplos de ello. 

En su localidad natal, Doris Alza asegura que no sufrió homofobia. "No tenía pluma, aunque si la hubiera tenido y alguien me hubiera dicho mariquita, imagínate la hostia que le doy...", relata. En su pueblo, dice, "había mariquitas", pero que ella recuerde "no los insultaban, se veía de forma natural". En Villamartín tuvo sus primeras relaciones. Su madre, un día, cuando se enteró de que salía con un joven homosexual, le preguntó: "¿Sabes que es mariquita? A ver si van a pensar en el pueblo que también eres mariquita". "¿Bueno y qué?", respondió ella, zanjando toda discusión. En ese momento no le dijo que era su novio, y su madre llegó a morir sin vivir el cambio de sexo de Doris. Su padre sí lo vio. 

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Doris Alza, en el balcón de su casa. ESTEBAN 

La revelación

Doris trabajó en una empresa de decoración en San Sebastián. Para entrar, escribió a mano su currículum: experiencia como decoradora en París, dominio del francés... "Todo era mentira", confiesa. Pero la llamaron y en un mes aprendió a chapurrear el idioma. Al menos lo necesario para defenderse de cara al público. "Nunca supieron que no sabía francés", dice. 

Durante su estancia en el País Vasco, de visita en la ciudad francesa de Biarritz —"había más apertura"— conoció a un empresario español que era "muy abierto para la sexualidad" y con el que comenzó una relación. "Con otro chico francés hicimos un trío y me encantó", relata. Siempre he pensado que esto —dice señalándose el cerebro— y esto —al corazón— es de la persona que te enamoras y quieres, pero mi sexualidad es libre". Gracias a esta pareja descubrió lo que quería ser de mayor. 

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Doris Alza, con angelitos que tiene en su habitación. ESTEBAN 

Una vez, durante su adolescencia, tras ver a homosexuales de Villamartín de avanzada edad, se sorprendió a ella misma diciendo: "Yo no quiero ser un maricón viejo". Muchos años después recordó estas palabras. Estaba en Valencia, en una sala de variedades y transformismo que abrió su pareja vasca. "Se llamaba Incógnito y el logo era media cara de hombre y media de mujer", recuerda. "Cuando hablo allí con transexuales, me provocan muchos sentimientos, creo que es lo que estoy buscando".

Doris lo confirmó cuando, maquillada para protagonizar un espectáculo a lo Pimpinela, caracterizada mitad de mujer, mitad de hombre, se tapó la parte masculina. "Cuando me vi en el espejo dije: No quiero morir como un maricón viejo. Así quiero morir". "No sabía ni maquillarme, pero descubrí cuál era mi camino, mi esencia era de mujer, desde antes de nacer".

El Pasaje Begoña la volvió "loca"

Con 23 años, Doris Alza llegó al Pasaje Begoña, la mítica callejuela de Torremolinos que se convirtió en un oasis de libertad para el colectivo LGTBI en pleno franquismo. "Allí me volví loca", confiesa. En los locales de este lugar conoció y se enamoró de mitos como Marilyn Monroe —"que decía que se ponía dos gotas de Channel para dormir"— y de los Beatles, sobre todo de John Lennon. "Él escribió la canción más maravillosa para este siglo, Imagine: imagínate un mundo sin guerra, sin hambre, sin fronteras, sin religión... Yo era hippie total", dice Doris.

Gracias a sus conocimientos de mecanografía, trabajó como "facturista" en un hotel de Torremolinos. "Creo que me contrataron por mi pinta de hippie". A escribir a máquina aprendió con 15 años en la misma empresa en la que estaba de empleado su padre. A esa edad tenía tres trabajos, ese mismo, como dependienta en una tienda y como representante de una compañía de comestibles. "Como soy Acuario, los signos de aire somos muy luchadores", dice Alza.

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Doris, con un abanico arcoíris, en el salón de su vivienda. ESTEBAN

"No quería dictadura ni en pintura"

Estando en San Sebastián, cuenta Doris Alza que corrió "delante de los grises por el no a la dictadura". Su familia sabía bien lo que era sufrir durante el franquismo. A su abuela, por considerarla comunista —"ella era socialista, pero tenía una amiga comunista y ya decían que ella lo era"—, le raparon el pelo, la hicieron tomar aceite de ricino y la pasearon por la plaza del pueblo. "Yo he vivido ese franquismo, no lo quiero ni en pintura, y nazismo menos. No quería dictadura ni loca", dice.

"Entonces era mariquita, no reivindicaba al colectivo trans porque no existía", señala Doris Alza, quien recuerda con alegría que su madre pudiera ver el funeral de Franco. El dictador falleció el 20 de noviembre de 1975 y la madre de Doris, unos días después, el 8 de diciembre. "Mi madre estaba con cáncer, ingresada en el hospital, pero pudo ver el funeral. Anda, ya se fue el dictador", recuerda que dijo. Una vez que se despidió a su madre, como estaba "soltera y sin compromiso", se rindió al destino. "Que me depare lo que sea", pronunció. Más tarde conoció a su pareja vasca y supo qué quería ser de mayor. 

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Las manos Doris Alza, en un momento de la entrevista. ESTEBAN 

Cómo conoció a su marido 

Doris Alza lleva 42 años junto a Rafael, su marido desde 2007, con el que vive en El Bosque. "A mí con 30 años me llegan a decir que iba a estar con un hombre toda la vida y hubiera dicho que ni loca". Al principio, Doris no creyó que fuera a durar mucho con Rafa. "Lo veía tan machote... no me veía con él", relata, pero lo conoció en una discoteca de Madrid en 1979, y desde entonces no se han separado. 

Un día, en la discoteca, Rafa le preguntó a Doris: "¿Tú has tenido hijos?". "Uy, éste no se ha enterado de nada", pensó ella. Cuando lo puso al día, Rafa respondió: "¿Y qué pasa?". "A mí no me pasa nada, si te pasa algo es a ti", dijo Doris. Él se fue. Y volvió a los pocos minutos con un gintonic en la mano, "más relajado".

—"Tú para mí eres una mujer".

—"Claro que lo soy, y quiero disfrutar de la vida".

Ahí comenzaron una historia de amor que continúa hoy día. "A él no le gustan los hombres, se enamoró de mí", dice Doris. "Por mi experiencia, creo que no se nace transexual, homosexual o heterosexual, se nace persona, y en el fondo todos los seres humanos somos bisexuales. La gente se enamora de la gente".

Ella tuvo claro que debía estar con Rafa cuando, tras la muerte de su padre, le pareció verlo en persona. Doris cuenta que aprendió a hacer viajes astrales y que en uno de ellos, estando en Marruecos, vio a una señora con un niño en los brazos con la cara de Rafa. "Había sido mi hijo en otra vida y me lo robaron. Y en esta vida me iba a encontrar con él como pareja". Y remata: "Ni una madre deja a su hijo, ni un hijo deja a su madre".

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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