Carlos Merino, percusionista: "Las redes sociales hacen creer a los jóvenes que el éxito es rápido y sencillo"

El músico jerezano no para de investigar en la búsqueda de nuevos sonidos, ni de subirse al escenario en compañía de los mejores artistas flamencos y de música pop del momento

El percusionista jerezano, Carlos Merino, un hombre entregado a la música.
El percusionista jerezano, Carlos Merino, un hombre entregado a la música. CANDELA NÚÑEZ

Que el ritmo no pare nunca

Cuando otros chavales a los 14 años aspiraban a ser estrellas de un equipo de Champions o jugar al menos en Primer División, Carlos Merino Mampel (Jerez, 1984) ya estaba vivamente interesado por el mundo de la música, y, más en concreto, por el de la percusión. 

Su formación musical va pareja a su pasión. Muestra de ello es no solo la cantidad ingente de artistas con los que ha trabajado o trabaja —Duquende, José Mercé, La Macanita, Pitingo, Bisbal o Rancapino, por nombrar solo unos cuantos—, sino la inquietud que mueve al jerezano a investigar, estudiar, ensayar y buscar nuevas fórmulas que sacien ese apetito voraz que Carlos Merino tiene por la excelencia. 

Además de tener su propio estudio de grabación, es técnico de sonido y de imagen de espectáculos. Un trabajador infatigable de la música de percusión que, también, es un apasionado de la halterofilia, el crossfit que, dice "me permite no solo estar en forma, sino evitar ir al fisioterapeuta, porque la gente no sabe cómo sufre el cuerpo del percusionista durante los conciertos".

¿Por qué la percusión? Siempre me ha llamado la atención verle en los conciertos alrededor de todos esos instrumentos.

Creo que porque, de pequeño, el cajón fue lo primero que cayó en mis manos. De niños, si tenemos interés por la música, pues nos arreglamos dándole golpes a algo que pueda ser un tambor: un bombo de detergente, una caja de galletas... Hasta que me llegó el cajón y lo toqué. Yo daba música en el colegio y allí, pues ya sabes, está el triángulo, el pandero, pero lo primero serio fue un cajón.

Usted tiene más que demostrada su versatilidad, pero no deja de ser sorprendente esa capacidad suya para verle lo mismo junto a José Mercé que poniéndole el ritmo de la percusión a David Bisbal. ¿Cómo consigue adaptarse a dos tipos de música tan diferentes?

Yo soy un tío inquieto, entonces siempre he escuchado todo tipo de música y siempre he aprendido de todas ellas. Tocar para diferentes artistas es un aprendizaje muy bonito, porque yo estoy por ejemplo con Laura Gallego haciendo una serie de cosas que yo nunca escucharía, pero le veo el punto y la complejidad. Lo que pretendo es conocerlo para tocarlo lo mejor posible. Me gusta trabajar el flamenco porque necesita tocar poco para que todo camine bien, pero también me gusta la música pop, que te obliga más a apretar los riñones. Yo me adapto bien, pero es que lo necesito. Ten en cuenta que al variar no te saturas de nada ni acabas cansado de hacer lo mismo siempre. Hoy copla, mañana baile. Me gusta aprender.

 "De pequeño, el cajón fue lo primero que cayó en mis manos"

¿Se es siempre principiante en la música como dicen que pasa en el ajedrez?

Como yo lo veo, esto no para nunca. Siempre hay que estar en la búsqueda. Ahora mismo estoy viendo una serie de entrevistas a compañeros músicos y ha salido Dani de Morón diciendo: "Ya uno no solo quiere tocar mejor que ayer, es que quiere tocar mejor que ayer y, encima, distinto". Y es verdad. Quieres que las cosas suenen mejor, pero también quieres hacer cosas que no hacías antes. Esto se consigue con el compromiso diario, el trabajo y el esfuerzo. Y no estar conforme con lo que haces nunca. 

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Carlos Merino, tras la entrevista.  CANDELA NÚÑEZ
Vamos, que la complacencia no va con usted.

Para nada. Esto es una lucha continua, uno quiere ir siempre por delante un poquito más. Ahora, con el tiempo, me voy conformando, pero siempre pienso que sí, pero...  

Y todo este trabajo que, obviamente, merece recompensa encima del escenario, ¿llega a recibirlo? ¿Se siente pieza importante de los conciertos?

Cuando uno se encierra en el estudio a progresar, a estudiar, aprendes cosas que luego no usas. Y eso es un arma de doble filo. El protagonismo tiene que tener una medida. A mí me encanta que me llamen y me digan: "Carlos, vamos a hacer una cosa que es un poco rara, pero sabemos que tú lo puedes hacer". Ese tipo de protagonismo sí que me gusta. Ahora, encima del escenario hay que tocar lo que hay que tocar. Hay que tocar para la música y para los compañeros, pero no para uno mismo.

"Cada artista defiende su espectáculo cuidando los detalles lo mejor que puede"

¿Y está valorada la labor del percusionista? Hablo del público, entre los compañeros lo doy por sentado.

Creo que, como público, casi todos valoramos y captamos el trabajo de un músico formado, y sabemos el que no lo está. Cuando hay un tío delante de ti tocando un instrumento muy bien, el que sea, tú lo valoras. Entonces, yo creo que la gente lo valora todo y se da cuenta de todo. Siempre se valora al buen músico, sea en la faceta que sea.

¿Le molesta a usted más un mal cantaor o un mal sonido?

Un mal sonido. Siempre. Creo que el sonido es el 70% del espectáculo.

Pero usted sabe que no todos los artistas le prestan atención a eso...

Bueno, cada uno tiene su escala de prioridades. Pienso que cada artista defiende su espectáculo cuidando los detalles lo mejor que puede, pero hay días que el sonido está perfecto, que uno solo tiene que tocar porque está todo más que ensayado. Otras veces hay que pelearlo más para sacarlo adelante. 

¿Por qué instrumento bebe usted los vientos? Alguno en especial habrá, ¿o no?

Estoy enamorado de la percusión en general. Siempre estoy mirando cosas nuevas. Yo, más que enamorado de instrumentos, estoy enamorado de músicos. Los veo tocar y digo: ¡madre mía, cómo suena eso! Por ponerte un ejemplo, y sin desmerecer a nadie, yo veo tocar a Paquito González el cajón, que lo tocamos todos, y digo: ¡Hostia! A Paquito esto le suena de otra manera. ¿Por qué? O la conga a Luis Dulzaides... Yo tengo el mismo instrumento en mi casa y me suena de otra forma.

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El percusionista Carlos Merino, posando tras la entrevista.  CANDELA NÚÑEZ
Bill Bruford (Yes), Max Weimberg (Brucee Springsteen), Keith Moon (The Who), Phill Collins (Génesis). Hay más, claro, pero, ¿se queda con alguno?

Te voy a dar un nombre concreto, porque tuve la suerte de vivir una experiencia muy bonita con él: Phill Collins. Con Pitingo fui a una gala, a una fundación que tiene en los Estados Unidos, y tocamos allí. Phill Collins estaba entre cajas. Y la presión de tocar, mirando para la derecha, sabiendo que a cuatro metros estaba él, pendiente de lo que vas a hacer... ¡Ufff!

Le he dado nombres masculinos en el mundo de la percusión, pero no parece que aparezcan muchas mujeres en la percusión flamenca, ¿no?

De un tiempo a esta parte se está abriendo más. Yo sí conozco gente de fuera y de aquí. Yo, de hecho, tengo una alumna que toca muy bonito. Pero en el mundo latino, sobre todo timbal, conga, son instrumentos que tocan las mujeres verdaderamente bien. 

"La conexión entre lo que tocas y cómo estás se nota. Es necesario el desfogue sobre el escenario"

¿No aparecen más artistas que nunca?

Yo siempre voy a querer que todo el mundo se gane la vida y desarrolle lo que tenga dentro, pero creo que ahora se han acortado los plazos, los caminos. Las redes sociales nos están enseñando muchas cosas, pero creo que a las nuevas generaciones les están haciendo creer en un triunfo rápido, a una medición de éxito y calidad, y seguidores. Pero eso tiene que venir después de un trabajo duro. De todas formas, yo siempre voy a querer que la gente haga las cosas con cariño y con honestidad. Y que se comprometan con el arte. 

¿El estado anímico influye mucho cuando toca subirse al escenario?

Claro que sí. Mira, un día me dijeron que la parte del cerebro que se activa cuando estás haciendo un solo es la misma que se activa cuando estás hablando de ti mismo. Es curioso. Es la misma área del cerebro. O sea, que cuando estás tocando en cierto modo estás diciendo cómo te encuentras. Todo afecta. Hay veces que no tienes ganas, pero hay que subir al escenario y tocar. Pero siempre la conexión entre lo que tocas y cómo estás se nota. Pero es necesario el desfogue y dejarlo todo sobre el escenario.  

No puedo terminar esta entrevista sin preguntarle por su afición por la halterofilia, las pesas y los gimnasios. Eso es trabajo de brazos, manos... ¿No le da miedo lastimarse justo esa parte del cuerpo que forma parte de los instrumentos de percusión?

Todos los compañeros que me ven me dicen que tenga cuidado. Pero todo lo que me han aportado las pesas, la halterofilia, el crossfit, el deporte en general, es muchísima disciplina, muchísima fortaleza en los brazos. Eso me evita muchos dolores e ir al fisioterapeuta. Las posturas de los perscusionistas son muy incómodas; vamos, para no volver más. Y lo digo: mañana no vengo. Y para el aspecto mental, psicológico, es lo mejor que hago. 

Sobre el autor:

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Juan Manuel Sainz Peña

Con más de 150 premios literarios nacionales e internacionales (Premio Iberoamericano de Novela, Verbum, 2019, finalista del Premio Juan Rulfo de novela en París, y ganador del Premio Internacional de Novela Bachiller Alonso López) es uno de los autores españoles más premiados de los últimos años. Ha dirigido programas en Onda Jerez Radio y colaborado con las emisiones locales de la Cadena SER. Del 2000 al 2004 escribió para Jerez Información. Desde 2003 hasta 2013, y de 2015 a 2019 fue colaborador y crítico teatral de Diario de Jerez.

 

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