Ana María 'La Jerezana', Saetera Mayor y 'mujer de otro planeta'

La saetera nació en el barrio de San Mateo, se hizo famosa en Sevilla entonando alegrías y cruzó el charco para cantar coplas en Latinoamérica. Un anecdotario intenso recorre su vida, marcada por la devoción a las Tres Caídas y el amor profundo por su marido

Ana María 'La Jerezana', Saetera Mayor y "mujer de otro planeta". En la imagen, Ana María desde el patio de su hermana Mercedes.
Ana María 'La Jerezana', Saetera Mayor y "mujer de otro planeta". En la imagen, Ana María desde el patio de su hermana Mercedes. MANU GARCÍA

Ana María nos recibe en el patio de vecinos de su hermana Mercedes, que cocina albóndigas en salsa desde su casa del intramuros jerezano, entre San Lucas y la Catedral. En las paredes del patio cuelgan cuadros del cristo de las Tres Caídas, el que más devoción despierta en Ana María, y de La Macarena, la "señora de Sevilla", siendo así un preámbulo de la vida de la cantaora, mujer jerezana de corazón y sevillana de adopción. Entre Andalucía y Madrid, pasó cuatro años en Latinoamérica, donde fue para cuatro meses y se quedó cuatro años, recorriendo Argentina, Uruguay, Chile, Brasil y Puerto Rico. 

La recién nombrada Saetera Mayor de la Semana Santa de Jerez lleva casi 60 años en la capital hispalense, en la calle Cristo de la Sed. En el barrio la llaman "la marquesa de Nervión" y allí conoció a Sánchez Pijuán, al que vio por primera vez cuando era una chiquilla. Sin embargo, sus recuerdos y su corazón siguen vinculados a Jerez, al número 11 de la calle Alcaidesa donde nació, a su familia y a la memoria de su marido, Juan Luis Jaén, "un jerezano muy jerezano" que también era "muy capillita". 

Ana María Domínguez Algeciras (Jerez, 1930) tiene una memoria y una vida prodigiosa, de esas que da gusto escuchar, y que ella recrea con todo lujo de detalles mientras recuerda su vida y entona letras de coplas y saetas. Según cuenta, dos de las “canciones más bonitas del mundo” son Limosna de amores y Noches bonitas de España, así que pueden servir de música de fondo mientras se lee un relato —una leve aproximación—, mejor dicho, a la vida de la Saetera Mayor. 

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Ana María 'La Jerezana' junto a su hermana Mercedes en el patio de su casa.   MANU GARCÍA

“Mi madre murió con 33 años, cuando yo tenía 13”, recuerda Ana María. Sin embargo, son muchos los momentos que revive como si hubieran sucedido ayer. “Dejó seis hijos ("una escalerita", añade su hermana Mercedes), y una niña de 9 meses que murió a los pocos días de mi madre”. Ana María se define como una “mujer de otro planeta”. El primer recuerdo que guarda de cantar en Sevilla fue siendo una niña, a la Virgen de los Gitanos, “aquello fue un escándalo, los gitanos se partían la camisa y me mecían, ¡hasta torrijas tiraban por los balcones!”, exclama ‘la Jerezana’. 

La cantaora se casó con 15 años y con 16 tuvo su primera hija en Jerez. Su marido, que murió hace 11 años, la acompañó siempre, ya fuera para cantar saetas en los balcones de Andalucía o en su gira de cuatro años por Latinoamérica. De él recuerda sobre todo su generosidad con las hermandades, “pedía a las ricas para llevarle a las más pobres y cuando nos mudamos a San Honorio, que las Tres Caídas apenas tenía hermanos, él se esforzó mucho para “traer ambiente” a la cofradía. 

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Ana María 'La Jerezana' durante su conversación con lavozdelsur.es.   MANU GARCÍA

¿Cuál fue la primera vez que cantó una saeta?

Fue una saeta con unos 8 años al Cristo de la Expiración, estaba mi madre sentada en la puerta de San Dionisio con todos mis hermanos y a mí me dio por salir y cantar “todas las madres pasan pena pero la tuya es mayor porque delante llevas a tu hijo redentor”. Era la única que sabía y empecé a cantarla. A mi madre le dio vergüenza porque pensaba que iba a quedar mal, pero me llamaron desde un balcón para seguir cantando. Así me llevé por primera vez 5 pesetas que me dieron en un pañuelito blanco bordado, ¡imagínate lo que era aquello, que estábamos esmayaítas y solo teníamos para boniatos! 

¿Y cómo sigue esta historia?

Un señor que se llamaba Don Manuel nos cogió para cantar a todos los chiquillos de Jerez y nos repartió entre azoteas y tejados. A mí me llevaba a una confitería de la calle Larga, me ponían vasos de leche batida con huevo. Una vez tuve que cantar en La Plazuela y me dieron coñac para templar la voz, pero yo era tan niña que enseguida me empecé a marear y cuando vi llegar el paso a lo lejos ya empecé a cantar, con tan mala suerte de que no era el señor sino el paso ‘El Juanillo’. ¡Me pasaba cada cosa! 

¿Fueron tiempos duros?

Había mucha hambre pero yo me comía un chusco de pan y un boniato y era feliz. Me iba a las 4 de la mañana a la “cola del pan”, que lo daban un día sí y un día no. Eran los tiempos de Franco y para que mi madre no fuera, que estaba siempre malita, me iba a la cola y cogía un chusco para cada uno. Me pasaron muchas cosas de niña, pero era muy feliz. Yo además sirviendo desde chica, ¡hasta con un cura que me quiso violar!

Ana María 'La Jerezana', en una entrevista con lavozdelsur.es   MANU GARCÍA

¿Y qué le ocurrió con unas monjas?

Que por hacer una travesura y comer las hostias sagradas antes de la comunión, me privaron a mí y a mi hermana de hacer la ceremonia. Yo se lo conté porque hablaba mucho, sin pensar en la venganza. Lloré muchísimo y mi hermana empezó a tirar piedras al convento. ¡Eso no se hace! Éramos unas niñas, y encima mi madre me dio una paliza por hablar. ¡Es que todo lo hablas mucho!, me decía. Yo qué sabía si era bueno o malo. No pude hacer la comunión, aunque ahora todos los domingos voy a misa, a mí me gusta. 

Cuántas cosas le pasaban de pequeña y qué bien las recuerda…

¡Me pasaban muchas cosas! Mi madre siempre me decía: ¡Todo le pasa a esta niña! 

¿Cómo fue el salto a otros géneros? Tuvo una carrera muy prolífica.

Me fui a Sevilla y allí estuve en un espectáculo que se llamaba Toros y cantes, iba con la Niña de la Puebla, Luquitas de Marchena, Antonio ‘el Sevillano’, Manolo Infante ‘Niño de Fregenal’, José Martínez ‘el Peluso’... tuve una gira bastante buena, iba con un traje de corto de hombre y cantaba Mi jaca cartujana. Cantaba coplas, mis alegrías, mis verdiales… De ahí me fui a Madrid y allí conocí al Maestro Quiroga, que me quería mucho. Iba a hacer una película con Joselito y el director Antonio del Amo me vio. Luego me salió un contrato para Buenos Aires, iba para tres meses y me quedé cuatro años. Tuve mucho éxito, cantaba Limosna de amores y tenía que repetirla siempre porque la gente lloraba. Y Noches bonitas de España… ¡qué bonito ese pasodoble! Todo el mundo me lo pedía. He tenido siempre muy buena voz, tengo 92 años cumplidos y ya la fuerza que dios me da. Yo creo que es el Señor, ¡o ser de otro planeta!

¿Qué es lo que más le gusta cantar?

¡Yo… mi saeta! Ha sido desde niña y es lo más difícil, cantaores buenos no han podido. He cantado en Sevilla con Naranjito de Triana y me decía: “Ana, yo no sé cantar saetas”. Se volvía loco con mis saetas.

¿Siempre ha cantado saetas por seguiriyas?

Siempre, es la que más me gusta, es la más difícil. 

¿Cómo aprendió?

Yo solita, me iba por las calles y cantaba. Me iba con los niños a jugar a las cofradías con pasos de cartón, yo ponía el platito y me daban dinero por cantar. Luego los niños se quejaban pero mi madre decía: “¿Quién ha cantado? La Ana, ¿no? Pues suyo es el dinero”.

¿Tiene el recuerdo de alguna saeta que le haya emocionado cantar?

Cuando más he llorado ha sido con el Gran Poder en Sevilla. Paró en mi casa en la salida extraordinaria de las ‘misiones evangelizadoras’, y cuando pasó por mi calle paró justo en mi balcón, que lo había puesto precioso y muy andaluz. Yo había salido del virus hacía tres días y le dí las gracias cantando, yo misma le saqué la letra y le dije: “Pare mío del Gran Poder, cantando te doy las gracias porque me has salvado del virus y encima tus hermanos con todo su cariño te han traído hasta mi casa”. 

¿Y en Jerez a quién le gusta más cantarle?

A mi señor de las Tres Caídas le he cantado cosas muy bonitas: “Cuatro faroles encendidos alumbrándote el camino, si tú no puedes con la cruz, Padre mío de mi alma, por tres veces te has caído”. Me gusta más cantarle al Señor que a la Virgen, le puedo decir más cosas. A la Virgen del Mayor Dolor le cantaba: “Madre mía del Dolor, de Sevilla vengo a cantarte, porque soy jerezana pura y jamás puedo olvidarte”. 

Su marido también la ayudaba mucho con las letras, ¿qué le decía cuando la oía?

Mi marido era muy admirador mío y se emocionaba (y ahora se emociona Ana María, que responde con lágrimas en los ojos). Cada vez que cantaba una saeta me daba un beso en la frente. Siempre que yo decía: “Mira qué bien canta esa muchacha”, él me decía: “Tú cantas mejor”. Si yo decía “mira que guapa es esa mujer”, él me respondía “tú eres más guapa”. Antes de morir, mirándome me dijo: “Te mereces la gloria, qué guapa estás”. Fíjate que yo estaría con la cara fatal después de un mes metida en el hospital, pero él me veía con sus ojos. Me pidió que le cantara una saeta cuando lo estuvieran enterrando, pero no pude. 

“Las flores lloran de pena, los cirios tiemblan de espanto, al ver tu cara morena, ¡oh esperanza de mi alma!, entre canales de llanto”. Cantando estas letras Ana María se despide de la conversación, llena de alegría por estar con su hermana, en el barrio que la vio crecer y con el regusto de haber recibido una de las mayores distinciones que existen en la ciudad: Saetera Mayor de la Semana Santa. 
 

Sobre el autor:

Valeria Reyes

Valeria Reyes Soto

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla y máster en Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid, ha trabajado en la gestión y comunicación de proyectos como el Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger, la Feria del Libro de Sevilla, el Festival de Jerez o el Festival de Cine Europeo de Sevilla; en espacios como la librería Caótica y en proyectos como Luces de barrio. Con especial interés por los programas que unen diferentes puntos de la cultura a través del encuentro, la investigación y la mediación, así como plena vocación por el mundo editorial, librero y literario.

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