Sandro Pozzi, un sevillano en las entrañas de las elecciones: "Trump y los topicazos centran todo, pero EEUU siempre será potencia"

Lleva 25 años de corresponsal, gran parte de ellos para 'El País', de Bruselas a NY. Este andaluz del mundo votará por primera vez en Estados Unidos, uno de sus hogares. "Mi abuelo conoció la Guerra Mundial en Italia. La pandemia es un cachondeo comparado con aquello"

Sandro Pozzi, en Nueva York, desde donde realiza sus crónicas sobre las elecciones. FOTO: Cedida
Sandro Pozzi, en Nueva York, desde donde realiza sus crónicas sobre las elecciones. FOTO: Cedida

El periodista sevillano Sandro Pozzi es uno de los referentes de los medios españoles en Estados Unidos. Un periodista de mochila al hombro desde que apenas tenía 20 años. Hoy, a sus 48, afronta las elecciones estadounidenses, las declaradas como más importantes de una generación. Hace apenas un año finalizó en El País, para el que fue corresponsal en Bruselas primero y en Norteamérica después. Antes ya había seguido la actualidad europea in situ para Europa Press. Nacido en Sevilla, pero de origen italiano, tiene su vida en Nueva York, donde cría a sus hijos con mezcla de sangres coreanas. Un sevillano del mundo al que el coronavirus, "probablemente", impidió volver a Sevilla y le obligó a replantearse de nuevo su situación. Hoy puede vérsele en La Sexta mientras que escribe para La Información.

Puedes leer aquí la segunda parte de la entrevista, donde se refiere a la clave económica para Andalucía de estas elecciones, en especial a los aranceles de la oliva y el vino.

Viene de Sevilla pero es de muchos otros sitios, no sé si sigue siendo sevillano como tal.

Me considero sevillano, no renuncio a mi acento. Cuando alguien me presenta a otra persona, me dicen que soy el italiano con acento de Sevilla. Si pierdes tu raíz, te mueres. Eso no incide en que pueda apreciar y abrazar otras cosas.

Y bético, ¿cómo lo ve este año?

Desde lejos. Es muy difícil vivirlo, es el problema.

Pudo volver a Sevilla incluso este año. ¿Se considera un cosmopolita?

No puedo renunciar a Sevilla, es donde tengo a mis primeros amigos, mi infancia. Llevo un año sin ir. Seguramente estaría de vuelta de no ser por la pandemia. Me considero sevillano, andaluz, pero no hago que me limite. No me entra en la cabeza esa limitación, no entiendo el problema de los catalanes, pero no porque esté en contra o a favor, sino porque no entra en mi experiencia vital, de riqueza de religiones, razas, culturas... Eso lo abrazo, nos mejora como personas. Mis amigos me regalan fotos de puentes, porque me encantan. Así lo veo, no entiendo por qué tiene que haber fronteras. Si desde un punto de vista legal, pero no entiendo las barreras mentales. No sé si soy cosmopolita, no creo que haya que encasillar a la gente, pero sí lo soy según la definición del diccionario. Siempre he estado rodeado de gente no española, y eso supone aprender y un esfuerzo de entendimiento del otro. Me he sentido extranjero donde he ido. En España, soy el italiano. En Estados Unidos, el europeo. En Bélgica, el español. Para el deporte, quizás extranjero, pero belga en otras muchas cosas, y americano en otras. Esta vez será la primera vez que vote aquí. Son detalles que vas cogiendo de cada uno. Y mis hijos son coreanos. Dicen que así salen con genes más fuertes, más listos.

Un corresponsal en Bruselas es un burócrata más. No se planta en un sitio a escribir una crónica como Reverte. Son muchos papeles y muchas fuentes

Sandro Pozzi estudió en Sevilla en la primera generación de alumnos de Ceade, donde compartió clases, por ejemplo, con María Patiño o con Carmen pardo. Primero hizo prácticas en COPE, vivió la Sevilla de la Expo con una acreditación facilitada por la universidad que no llegó a suponer entrevistas, y luego fue a Italia, al Cinque de Berlusconi, aprovechando que también era italiano. Volvió y comenzó en Europa Press, en Sevilla. En cierto momento, se ofreció para marcharse a Bruselas, como corresponsal dedicado a cubrir información andaluza en la Unión Europea. Entonces, quizá más que ahora, para Andalucía era la oportunidad de formar parte de la construcción de Europa que por entonces aún se daba, con una política clave de ayudas al sector primario, establecimiento de cupos o negociaciones sobre el consumo.

Cuénteme sobre Bruselas.

Llegué en el 96. En el 99 me hicieron una oferta de El País porque me concentré en información agrícola. Mi colega en Bruselas se dedicaba a política internacional y yo a cosas más económicas. Di con una información sobre cuotas de pesca para Europa Press, unos documentos, en un año complicado. Había problemas con Marruecos, Argelia... Me pasaron unas tablas inmensas a negociar y comencé a diseccionarlas con un funcionario. Entonces la relación con diplomáticos y funcionarios era muy cercana si respetabas su privacidad. Incluso los corresponsales le dábamos nuestra visión sobre los documentos que afectaban a España. Era una pieza crítica. Abrió El País en portada con eso, teniendo ya dos corresponsales. Al día siguiente me llaman y me fichan.

Le cogió la llegada del euro.

El euro ya estaba creado pero no circulaba. El cambio de año lo viví con Pedro Solbes [ex ministro de Economía] y Luis Planas [ministro de Agricultura actual], que era su jefe de gabinete, en un ATM [un cajero]. Sacamos los primeros euros. Luego, en 2003, Europa ya había llegado a su máximo. Quedaba una ampliación, pero era el máximo. Entonces ya conocía a la que es mi mujer y nos vinimos a Nueva York, sin avisar, porque no era periodista de la plantilla. Mis dos abuelos vivieron la II Guerra Mundial, que la pandemia comparado con aquello es un cachondeo, en Italia. Uno era de Milán, que sufrió una gran devastación y comía castañas tiradas en el suelo. Entonces, Estados Unidos salvó a Europa. Mi abuelo me había dado un billete de 100 dólares y me dijo que debía gastarlo para volver a Estados Unidos. Tenía ese aliciente. A los meses me volvió a llamar El País para colaborar con ellos. Así, estuve cinco años en Europa Press y otros 20 en Prisa, hasta octubre del año pasado.

Y poco después llegó la pandemia.

Asumí el riesgo porque habían cambiado las condiciones para colaborar, y a mis 47 años entendí que tenía margen de hacer algo diferente. Luego, a los meses, no tenía sentido cambiar de trabajo, no era el momento. Preferí dar prioridad a mi familia. Me concentré en Twitter y así llegaron La Información y La Sexta.

Cuenta usted que ser corresponsal suena más romántico de lo que es en realidad, algo de lo que quizás sea responsable Pérez Reverte.

Bruselas tiene el atractivo de que afecta al día a día de cualquier español. Siempre pongo el ejemplo de que si en el supermercado hay huevos de tamaño grande, mediano o pequeño es porque así lo decidió un burócrata en Bruselas, aunque parezca simple e idiota. Lo mismo pasa con el aceite de oliva, pelean hasta la última coma su regulación y las ayudas. O que arreglen el agujero de delante de tu casa, ¿son fondos españoles o comunitarios? El tipo de periodista no es el que dice Reverte, sino uno muy técnico, con muchos papeles, que habla con fuentes. No es que hace una crónica cuando se planta en un sitio. El corresponsal en Bruselas es un burócrata más.

¿Y en Estados Unidos?

Es un país muy grande que entra todos los días por la tele, en lo que compras, y hasta llevas una camiseta que pone NY. La consumimos continuamente, y si ves un taxi amarillo sabes que es Nueva York. Esta sí tiene una idea más romántica, porque cubres Wall Street, la exposición del Metropolitan o el último rapero judío ortodoxo de Queens. El problema es que era así antes de internet. Ahora es todo efímero, y si el asunto no tiene tráfico, se pierde. Yo pienso en que una persona en Estados Unidos da el imput que no da internet. Probablemente los dos conocemos las mismas encuestas, pero yo en mi viaje a Pennsylvania puedo contar las banderas de Trump que llevan los coches. Si fuera por eso, la ventaja de Trump es de diez puntos. 

¿Cómo se está cubriendo ahora Estados Unidos?

Es una vorágine y la información se centra en Trump. Se ha perdido hablar de lo que pasa, de otras cosas. Y de lo que se habla es de topicazos: el tío de las armas en los mítines, las personas obesas de Florida, los tiroteos, el famoso que abusa de mujeres, y esto es un continente de 330 millones de personas donde nacen Facebook, Coca Cola, Airboing, el cohete SpaceX para ir a Marte, o las vacunas mejor desarrolladas en las mejores universidades. Ofrecemos una visión sesgada sin frescura. Perdemos la idea de Reverte, que hacía algo diferente. Ahora no, ahora con internet hacemos lo que hacen los demás.

Creo que ganará Biden por los sindicatos. En 2016 muchos votaron a Trump, pero ahora pueden tener un presidente que perciban como sindicalista 

¿Qué va a pasar este martes?

Apostar en base a los sondeos es muy peligroso. Todo pinta que será muy ajustado. Se habla de una marea azul, de una victoria cómoda de Biden, pero hay que entender que aquí no es el voto popular, sino el electoral, el que gane cada estado. Hay 50 pero 17 son los determinantes, que son veletas. Y nueve son los más importantes. En 2016, Trump centró su victoria en Pennsylvania, Michigan y Wisconsin. Lo hizo por 77.000 votos en total, menos de lo que entra en un campo de fútbol. Luego hay otros que son cruciales, que sacas la victoria si los combinas. Son Florida, Carolina del Norte, Colorado, Nevada, Arizona, Iowa y Georgia. Si los metes en la cesta y haces las combinaciones, en teoría gana Biden por muy poco. La cifra mágica son los 270. Trump tuvo en 2016 306. 

¿Qué votantes contarán?

Influirá cómo votarán los sindicatos. Normalmente votan demócrata, pero hace cuatro años votaron a los republicanos, estaban descontentos con Obama y Hillary no tenía atractivo entonces. Después está el reto de adivinar cómo votarán los hispanos. Tenemos la idea de que son demócratas, pero eso son los jóvenes, los adultos, no. Hay que calcular más minorías como asiáticos o negros, y luego segmentar también la población de mayores, jóvenes, hombres, mujeres. Cuando unas elecciones son tan ajustadas, cualquier cuestión, como qué votarán las mujeres que viven en suburbios [urbanizaciones de clase media a las afueras de los núcleos de población], al final necesitas un ordenador cuántico para predecir qué puede ocurrir.

Hay más cuestiones como el instinto. ¿Qué le dice el suyo?

Si me preguntan, creo que gana Biden por los sindicatos, pero se me escapan otros elementos. En 2016 yo sabía que ganaba Trump por los sindicatos. El 95% votaba demócrata, pero ese año fue el 65%. Biden sí es visto por los sindicatos como el primer presidente sindicalista. Cuando votaron a Trump, fue porque pensaban en acabar con "estos cabrones y Clinton no nos gusta".

Dicen que Florida suele ser clave. 

Porque hubo problemas en el año 2000 con el asunto de las papeletas, que se resolvió la presidencia por 500 votos. Pero creo que es más importante ya Pennsylvania, porque antes no se movía y ahora sí.

Entonces, parece que los demócratas eligieron a Biden porque buscaron la referencia de un hombre blanco y moderado que atrajese a esos segmentos.

Biden es continuidad, sin ruido, pero los demócratas no votan a Biden, sino contra Trump. A Biden le favoreció la pandemia. La gente está ya muy cansada de la bronca, y la opción Biden es la de menos bronca. No era momento de experimentos. Lo de blanco da igual. Biden tiene lo que llaman likeability, que es agradable en tramo corto. Mucha gente puede identificarse con su origen de pueblo, de Scranton, que sufrió la pérdida de su mujer, de su hijo. Es un tema personal.

Sin embargo, cuenta con las críticas por las relaciones de otro hijo con el Gobierno de Ucrania.

Eso es diferente. Es un elemento más en el cálculo general, pero sobre todo para el cálculo del votante demócrata, que le puede hacer reforzar la idea de que pertenece al establishment [grupo de personas que controlarían el país para mantener un status quo, ya sea corrupto o no]. La gente de izquierdas cuestiona Wall Street. Pero quieren sacar a Trump. Eso sí, hay un concepto equivocado con Wall Street. Podemos pensar que son de derechas, pero son bastante demócratas. Muy favorables al capitalismo, pero demócratas, como Warren Buffet, Bill Gates, Jimmy Diamond, Larry Fink, Bloomberg... Luchan contra las armas, movilizan dinero contra el cambio climático...

Obama ya dejó de lado a Europa y miró a Asia. Lo que cambia con Trump es el método, porque no solo grita sino que también actúa

En España se menciona últimamente a George Soros en ese sentido.

No sigo la actualidad de España, pero Soros hace cosas también. Es un especulador, de un fondo familiar, que intentó tumbar la libra. Pero mantiene una gran actividad filantrópica. Le he entrevistado dos veces y he tenido un conflicto a la hora de etiquetarlo, aunque de hecho los periodistas no tenemos que etiquetar sino permitir que sea el lector el que llegue a una conclusión. Pero sí tenemos una tendencia a presentarlos de una forma. Lo que ocurrió con él fue que apostó contra Bush en 2004, a favor del demócrata Kerry, y no le salió. Dicho eso, en términos de estructura, su filantropía es brutal. Como Bill Gates, un genio y el mayor donante del mundo. Políticamente no se implica y Soros sí lo hace.

¿Ha dejado de ser Estados Unidos la potencia cultural que era en paralelo a la pérdida de protagonismo económico?

Trump ha hecho mucho daño a la imagen de Estados Unidos, ha creado una fractura muy grande, una ruptura en la relación transatlántica. Eso tiene un montón de implicaciones, es unilateralista,  toma decisiones a lo bruto. Como salir del Tratado de París sobre medio ambiente, con una clara intención de beneficio político. Es contrario a los ideales de unión, de multuilateralismo, crea un choque brutal, expone las debilidades de Europa. La retórica de Trump expone las divisiones internas, rompe esa alianza, revoluciona cuando saca a 10.000 tropas de Berlín... Pero las sacas para mandarlas a Italia, y los italianos encantados. Si las bases las mantiene, pues de puta madre. La manera en que actúa Trump afecta en los dos sentidos; el tradicional que viene de la IIGM, pero no en tema de aranceles. Creo que el contexto es el mismo con Obama, lo que cambia es el método. Obama también criticaba a Europa. De hecho, la dejó de lado y miró a Asia. Metía caña con el comercio, acusó a los europeos de no poner dinero en la OTAN, igual que Trump. Lo que pasa es que la retórica de Trump es que no solo grita sino que también actúa. Obama criticó a las Naciones Unidas. Trump consigue dar visibilidad a los puntos débiles, y eso se interpreta como amenaza, pero las instituciones donde tiene peso, contrabalancean a Estados Unidos y éstas plantean reformas para acelerar los cambios, para dar cabida a Estados Unidos. Pero no por Trump, porque un presidente dura cuatro u ocho años.

¿Cambiará para los europeos si gana uno u otro?

El reto es el análisis que hace Europa de la situación de Estados Unidos en el mundo. Ya Obama quería un papel más bajo. Lo que tuvo que hacerse en la Segunda Guerra Mundial, ya se hizo. Ahora los demás son maduros para desempeñar su propio papel. Europa tiene que tomar una posición más soberana el papel por jugar en el mundo. Tener su propia defensa, su legislación, su posición en lo digital. Lo más nuevo es la tasa Google o el 5G. Europa tiene dos opciones: o ser un polo independiente o quedar arrinconada en el unilateralismo de Estados Unidos y China. Estados Unidos siempre va a ser la gran potencia, otra cosa es que le planten cara en competencia, respetando las reglas del juego o no. Si Europa quiere ser un tercer jugador, tiene que saberlo, o se queda arrinconado. La mayor esperanza con Biden es que es un tío más amistoso que entiende los valores europeos. 

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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