El duelo tras un suicidio: historias de cuatro familiares que siguen “buscando respuestas”

Cuatro familiares de personas que se han quitado la vida de forma voluntaria, residentes en Andalucía, prestan su testimonio sobre una decisión que toman cada año más de 3.500 españoles. La asociación Papageno ayuda a prevenir suicidios y aporta recursos para afrontar la pérdida

Papageno, el hombre-pájaro de 'La flauta mágica' de Mozart, un personaje que se asocia a la prevención del suicidio.
Papageno, el hombre-pájaro de 'La flauta mágica' de Mozart, un personaje que se asocia a la prevención del suicidio. MANU GARCÍA

Luchar no es lo mío.
Y tampoco deseo la sabiduría.
Soy un hombre primitivo,
que se contenta con el sueño,
la comida y la bebida;
y si pudiera ser que
alguna vez cazase a
una bella mujercita...

Estas palabras, pronunciadas por el personaje Papageno, el hombre-pájaro de la ópera La flauta mágica de Mozart, dan buena muestra de cual era su obsesión. Después de varios rechazos amorosos, intenta quitarse la vida, una idea que evitan tres espíritus infantiles que le recuerdan las alternativas a la muerte. Más adelante, en la obra, se reencuentra con su amada Papagena, con la que tendrá numerosos hijos, por eso se llama efecto Papageno al que provoca que un potencial suicida cambie de opinión después de recibir información adecuada. 

Papageno también se llama una asociación, nacida en 2019 como plataforma nacional, no lucrativa e independiente, presidida por Daniel López, un psicólogo que también es responsable del grupo de Psicología y Conducta Suicida del Colegio de Psicología de Andalucía Occidental (Copao) y asesor técnico de salud en el ámbito público. En ella participan una treintena de profesionales, la mayoría psicólogos, pero también criminólogos, sanitarios o periodistas, que trabajan la prevención del suicidio y ofrecen formación, información y consuelo a familiares de personas que se han quitado la vida —la llamada postvención—. 

“Los grupos de ayuda mutua tienen dos objetivos”, cuenta López a lavozdelsur.es. “El primero, facilitar la expresión emocional, porque muchas personas han vivido ocultando lo ocurrido; el segundo es aprender a manejar recursos para afrontar el duelo de manera adecuada”. Así combaten el “enorme estigma” que supone, aún hoy día, hablar de suicidio en España. “El duelo por suicidio es un poco extraño, provoca un parón en tu vida”, señala el presidente de Papageno. 

Durante 2018, último año del que hay datos, se quitaron la vida de forma voluntaria en España un total de 3.539 personas —2.619 hombres y 920 mujeres—, el doble que las fallecidas por accidente de tráfico, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), unas cifras que no han descendido en los últimos 15 años, y que supone una media de casi diez suicidios diarios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) apunta que, cada año, cerca de 800.000 personas se quitan la vida en todo el mundo.

Diez personas se suicidan en España cada día. Esta decisión afecta a unas seis personas del entorno, por lo que cada año se ven afectados 20.000 españoles por esta causa

El Gobierno central, durante el breve periodo que gobernó el PSOE en solitario tras la moción de censura, anunció su intención de impulsar una Estrategia Nacional de Salud Mental, al estilo de la presentada en Valencia por la ex consejera de Sanidad valenciana y ex ministra de Sanidad, Carmen Montón. El I Plan de Prevención del Suicidio y Manejo de la Conducta Suicida en la Comunidad Valenciana, finalmente, no fue replicado a nivel nacional, aunque el acuerdo de coalición progresista firmado entre PSOE y Unidas Podemos, hace mención al tema: “Prestaremos especial atención, en colaboración con las comunidades autónomas, al diseño y desarrollo de una estrategia de prevención de la conducta suicida, que incluya un protocolo especial de actuación y que prevea la puesta en marcha de un teléfono de atención público, entre otras medidas”. A día de hoy, aún no existe tal plan.

“Algunos medios hablan de suicidio cuando no deben”, se queja Daniel López, presidente de Papageno, “cuando es alguien famoso y lo abordan de manera sensacionalista. Cuando se trata de un famoso hay más riesgo de imitación”. “Nuestro objetivo —abunda— es la salud pública”, por eso anima a los medios a empaparse de las recomendaciones que realizan desde la asociación y desde instituciones públicas, para evitar el conocido como efecto Werther, inspirado en la novela Las penas del joven Werther, de Johann Wolfgang von Goethe, en la que el protagonista sufre por amor y termina por quitarse la vida. 

Además, por cada muerte se calcula que hay 20 intentos, y también suicidios que se confunden con otros accidentes. Solo el 10% deja nota de despedida y hay casos en los que es difícil discernir las causas. La Organización Mundial de la Salud viene advirtiendo desde el año 2000 de que un suicidio individual afecta íntimamente, al menos, a otras seis personas y, si ocurre en una institución educativa o en el lugar de trabajo, puede tener influencia sobre cientos de personas. Traducido a cifras, más de 20.000 personas se verán afectadas cada año en España por esta causa. Cuatro de ellas, familiares de víctimas residentes en distintos puntos de Andalucía, han querido prestar su testimonio a lavozdelsur.es, algunos con nombres ficticios, para preservar su verdadera identidad.

El hijo de María 

María perdió a su hijo cuando tenía 22 años. "Mi duelo aún no está cerrado. Está en proceso, aun no he podido superar muchas cosas", cuenta. "Al principio era como si fuera a aparecer en cualquier momento. Estaba estudiando fuera y le gustaba sorprenderme presentándose sin avisar... Cada día miraba el móvil por si me había hablado, cocinaba pensando en guardarle un tupper porque le encantaba cualquier cosa... pero tienes que aceptar que no está".

"Cada día me levanto y tengo fotos suyas por toda la habitación. Le doy los buenos días. Le cuento cosas y le pido que me ayude a seguir y que me guíe", abunda esta madre, que aún sufre cuadros de ansiedad de vez en cuando. "El duelo es un proceso, hay un camino diferente para cada superviviente", expresa. "Perder a un hijo por suicidio es desgarrador, es como si te amputaran algo de tu interior. Estás destrozada pero poco a poco sacas fuerzas para seguir, no por ti, sino por los que te rodean".

A María, la pérdida de su hijo la pilló por sorpresa. "Fue un mazazo, un golpe seco". Ella se encontraba trabajando y el móvil no dejaba de sonarle. Era la Policía comunicándole la noticia. "En ese momento pensé que era una broma de mal gusto. Es imposible". "Al principio estaba bloqueada, no podía creer lo que estaba pasando", relata."Tenía el apoyo de mis hijos, de mi familia y amigos. Me llamaban, me visitaban, me llevaban tartas, pero yo no podía comer. Ni dormir. Intentaba estar ocupada arreglando su ropa o cocinado, pero lo único que calmaba mi rabia era caminar con su perro. Cuando nadie me oía gritaba, lloraba, y descargaba mi dolor y me preguntaba por qué".

"Perder a un hijo por suicidio es desgarrador, es como si te amputaran algo de tu interior. Estás destrozada pero poco a poco sacas fuerzas para seguir"

María cuenta que escribir también le ayudó. "Me regalaron un cuaderno y ahí plasmaba todo lo que se me ocurría: mis pensamientos, mis sentimientos, mi culpa, mi rabia, mi tristeza, mi melancolía". En su familia han tratado el asunto, pero no en "profundidad". "Aún no puedo compartir artículos o campañas en mis redes sociales, ni entre mi familia", dice. Ahora, María le busca "sentido a la vida". "Estoy intentando aprender a vivir sin él, sin su sonrisa, sin sus ganas de comerse el mundo, sin sus locuras", apunta. "Pero tengo clara una cosa: seguiré luchando y ayudando a quien pueda a prevenir el suicidio y en grupos de ayuda mutua. A mí me han ayudado y yo tengo que devolver lo que me han dado".

A ella, acudir a los grupos de Papageno le ha ayudado a sobrellevar mejor la situación. "Al principio me costó hablar delante de desconocidos. de algo tan personal y doloroso, no fue nada agradable, pero estábamos unidos por el mismo dolor". María cuenta que "surgió una nueva familia" y que en el grupo "hablan "libremente y sin miedo", que se animan y apoyan mutuamente. "Hemos encontrado un lugar donde hablar libremente del suicidio y cómo lo afrontamos. Nos comprendemos. A mí es lo que me ha salvado de una depresión y me ayuda a seguir", remata.

El hermano y la pareja de María Jesús

María Jesús ha perdido a dos familiares directos por suicidio, a su hermano, cuando tenía 30 años, y a su marido, a los 50. "Es un vacío inmenso el que queda, a la tristeza de cualquier pérdida se suma la impotencia, el dolor, la culpa y la rabia por no haberles podido ayudar más", señala. "Son muertes antinaturales, terriblemente dolorosas, que deja a las familias en estado de shock traumático. No son duelos normales, el sufrimiento es infinitamente mayor", añade.

"Mis duelos fueron muy diferentes", abunda María Jesús. "En el caso de mi hermano había tanto sufrimiento por su enfermedad mental que lo acepté plenamente, como una decisión tomada por él para dejar de sufrir. Fue tremendamente traumático, pero más llevadero. En el caso de mi marido, nada que ver. Era un hombre sano y feliz, llevábamos 26 años juntos, teníamos dos hijos y todo lo que una pareja puede desear. Por eso me costó entender ese final. Y me quedé fuera del mundo. De alguna forma, morí con él. Necesité mucha soledad para poder vaciar todo mi dolor y mi rabia. Rehuía hasta a la familia y a los amigos. Finalmente pedí ayuda a una psicóloga, que me ayudó muchísimo a canalizar mi sufrimiento y a transformarlo en amor".

María Jesús leyó entonces mucho sobre el duelo y la vida tras la muerte. Y aprendió a meditar. "Por pura intuición, contacté con un centro de retiro budista y cambió mi vida. Meditar transformó mi vida, me ayudó a canalizar mi dolor y mis pensamientos, a calmar mi mente y mi corazón". En su familia, "siempre se ha hablado con naturalidad, aunque cuesta muchísimo". Tras tanto sufrimiento, ahora es "una persona diferente". 

"Sentía cómo me señalaban por la calle y yo misma callaba la razón de su muerte; pero luego entendí que era justo lo contrario lo que debía hacer, me decidí a abrir mi alma y escribí un libro"

"La vida cambia tras la muerte de una pareja, nos convertimos en viudas, hay una fractura del ser. Pero tras superar ese proceso también cambian nuestras expectativas, lo que es realmente importante y esencial. El duelo en general tiene sus fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. En el duelo por suicidio cuesta muchísimo más llegar a la aceptación", relata María Jesús, que ha escrito un libro, Amazona en la centella. Una bolsa para afrontar el duelo, con el que quiso cerrar su duelo y "crear una bolsa de valientes jinetes y amazonas que pudieran hablar sin tapujos de lo vivido".

"Hay que vivir cada parte como llega, buscando ayuda si es necesario —que generalmente lo es, es muy difícil superar por uno mismo el tsunami de sensaciones y emociones que provocan estas muertes—, pero luego, cuando conseguimos superarlo y llegar a la aceptación, se produce una cosecha: el crecimiento post-traumático, que da mayor sentido a la vida y una conciencia de ella más elevada", cuenta María Jesús, que conoció Papageno cuando tenía su "duelo cerrado" y quiso aportar su experiencia a otros supervivientes. "Mi sorpresa fue mayúscula, pues finalmente he sido yo la que ha seguido recibiendo ayuda de esta asociación", dice.

"Sentía cómo me señalaban por la calle y yo misma callaba la razón de su muerte a no ser que fueran personas de confianza", confiesa. "Siempre hablaba de un accidente, sin especificar. La gente interpretaba que era de tráfico y yo intentaba esquivar el tema. Pero luego entendí que era justo lo contrario lo que debía hacer, me decidí a abrir mi alma y hacerla pública, y escribí mi Amazona en la centella, que me ha dado muchas alegrías, he conocido a gente con la que he podido hablar de sus casos particulares tras leer el libro".

La pareja de JEM

La tercera persona que presta su testimonio quiere que se la nombre como JEM. Ella perdió a su pareja. "El día a día es difícil de llevar, hay días que es una lucha levantarte de la cama y querer continuar. Lo tengo presente cada día, como si aún estuviera aquí, incluso los viernes, cuando llega el día, pienso que nos volveremos a ver. Nuestra relación era a distancia y solo nos veíamos fines de semana y vacaciones", cuenta.

"El duelo ha sido y está siendo muy difícil e intenso", agrega. "He estado acompañada de muy buenos profesionales que han puesto sus mejores herramientas a mi disposición, pero el duelo es algo muy personal. La actitud de querer afrontarlo y poner tu alma al descubierto es muy importante para sanar la herida, y siento que aún tardará mucho tiempo en sanar. A mí, personalmente, me ha derrumbado mis propios cimientos emocionales y espirituales, y he tenido que reconstruir toda esa parte de mí, aún lucho conmigo misma, con mis antiguas y nuevas creencias".

JEM asegura que "es algo parecido a romperte en un nivel que nunca pensaste que conocerías de ti misma, y luego empezar a coger esos trozos y construirte de nuevo, llena de heridas y cicatrices emocionales. Nunca imaginé que el dolor emocional fuera tan terrible". Ella no esperaba esa decisión de su pareja. "Es algo que no hubiera imaginado nunca, son situaciones que no me había tocado vivir de cerca y es algo bastante desconocido en mi entorno, hasta ahora". Ella, tras pasar juntos un fin de semana "maravilloso, de película romántica", esperaba encontrarse con su pareja el viernes siguiente. 

"La situación al principio es irreal, la vivía como una película. Es raro de explicar, pero sentía que yo hubiera salido de la vida y fuera una mera espectadora. Además, me costaba visualizar bien el entorno, escuchar claramente los sonidos, me costaba pensar, prestar atención era algo imposible para mí, era como si estuviera flotando, una sensación de que todo era irreal, pero en el fondo sabía que había ocurrido y que era cierto, pero parte de mí no lo quería aceptar y mi cabeza intentaba asimilarlo, pero no podía. Además, me medicaron desde el primer momento, así que no sé decirte si estos efectos tienen que ver con la mediación también", cuenta JEM.

"La situación al principio es irreal, la vivía como una película. Sentía que yo hubiera salido de la vida y fuera una mera espectadora" 

Para ella, "afrontar la situación no es un inicio, sino que es algo que continúo". "Lo hablé con todo aquel que quería escuchar, no oculté lo ocurrido, me sentía un bicho raro porque pensé que me había tocado lo peor, luego fui descubriendo que es más habitual de lo que imaginamos, y se sigue tapando, ocultando, disimulando y no poniendo herramientas sociales que sirvan para que llegado el momento pidas ayuda y puedas ser ayudado. Hay que darle normalidad y naturalidad a cuidar de nuestra salud mental igual que cualquier enfermedad física, sin etiquetas ni estigmas sociales", expresa.

"Me ayudó, por suerte para mí, mucha gente, cada uno como pudo o como supo, aunque fuera queriéndome acompañar un rato y escuchando mi desahogo, sacándome de casa para dar un paseo, obligándome a levantarme de la cama por generarme algún compromiso de vernos, cada uno a su manera, fue poniendo su granito de arena", dice JEM, a la que Papageno le ha aportado "escucha, comprensión, arropo, acompañamiento, aprender a sostener a otros y dejarte sostener cuando lo necesitas".

En el seno familiar, la situación se ha abordado "un poco, no demasiado. Lo justo y necesario". "Yo sí he sentido muchas veces la necesidad de hablarlo, pero no siempre se está receptivo para este tema. De ahí mi necesidad de encontrar un grupo para hablar y soltar, compartir, añorar en voz alta, reflexionar… con personas que tengan la misma necesidad y que no les moleste o incomode". Su vida, ahora, ha cambiado. "Me he transformado, me he descubierto y he crecido como persona, a nivel intelectual, espiritual y sobre todo de conocimiento de mí misma. He descubierto partes de mí que tenía olvidadas, enterradas, ocultas o simplemente abandonadas", abunda.

JEM, que nunca ha ocultado el motivo del fallecimiento de su pareja, asegura que ahora ha cambiado "la forma de mirarme de algunas personas, pero no me quita el sueño, la verdad es que me da igual. Ha cambiado mi forma de ver la vida, de vivir el día a día, de estar presente lo más que pueda en cada momento, es algo que ya hacía, pero ahora lo he anclado". Ella considera que "ocultarlo no ayuda, ayuda compartirlo porque es más habitual de lo que imaginamos, desgraciadamente".

El padre de Verónica 

Verónica perdió a su padre hace unos años. "El primer año nada tenía sentido, ni color, ni sabor. El duelo no fue, el duelo sigue siendo y siempre será, porque no habrá un sólo día del resto de mi vida que no lo recuerde", expresa. "No supe afrontar la situación, o sí, no lo sé.  Salía muy poco, sólo para llevar a mi hijo al colegio y recogerlo. Me escondía debajo de una capucha azul de un abrigo que en esos momentos fue uno de mis refugios. Hablar era muy difícil, ¿con quién lo ibas hacer? Sólo te puede entender quién ha pasado por desgracia por una situación cómo la mía", relata.

"Hay que hablar del suicidio, es fundamental. Tanto por el que tiene el pensamiento de hacerlo como por los familiares que se quedan aquí intentando buscar respuestas"

"Después de un año de psicólogas, psiquiatra, de búsquedas desesperadas de respuestas por internet, el tiempo es la única ayuda que tuve y puedo decir que el amor tan grande que siento por mi padre", asegura Verónica, que hace un año que conoció a Papageno. "El grupo de ayuda fue una salvación en mí. Me han aportado una familia, hombros en los que llorar, oídos que me escuchan, corazones que entienden cómo me siento en cada momento, manos a las que me puedo agarrar, pero sobre todo el poder desahogarte y hablar del suicidio sin necesidad de que me digan... otra vez estás con lo mismo".

Verónica difícilmente habla del asunto con su hermano, algo más con su madre, "pero más bien poco". "Aún no pude hablar con mi hijo de lo ocurrido. Actualmente tiene nueve años y tenían muy buena relación", dice. "Hay que hablar del suicidio, es fundamental. Tanto por el que tiene el pensamiento de hacerlo como por los familiares que se quedan aquí, vacíos, destrozados, intentando buscar respuestas. Recomponerse de una situación de estas características es bastante difícil, quizás imposible, sólo que tienes que ser un superviviente del tsunami que pasó por tu vida y apenas dejó rastro de la que tenías anteriormente", señala.


María, JEM, María Jesús y Verónica concluyen su testimonio contando cómo les gustaría que se hablase del suicidio en los medios de comunicación. "Hay que informar, pero haciendo hincapié en la prevención. Quiero que se dé información del suceso, pero sin ser macabros ni entrar en detalles, para no ver reflejado tu caso", dice María. "Hay que contar las cifras y las ayudas que hay", como el teléfono de la esperanza (717 003 717) o los grupos de ayuda de Papageno (633 169 129).

JEM considera que "es trabajo de todos dar información veraz y con responsabilidad, no maquillar las cosas, porque la gente no es consciente hasta que le toca de cerca. Hay que decirles a personas que tienen pensamientos suicidas que pueden y deben pedir ayuda, que se les atenderá y que pueden ganar esa batalla, que es más común de lo que pensamos y que solo necesitamos aprender a no llegar tan hondo, debemos parar antes".

María Jesús no considera necesario que se cuenten detalles del hecho en sí en los medios, "pero sí el tratamiento de todo lo que respecta al suicidio en general, y, sobre todo, publicitar los grupos de ayuda, la necesidad de elaboración de un Plan de Prevención nacional y andaluz, que en otras comunidades ya tienen y en la nuestra aún no". 

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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