Castañas, una escapatoria a la crisis

La crisis y el paro han multiplicado el número de familias que se han visto empujadas a dedicarse a la temporada de castañas en Jerez, que empezó el 1 de octubre y se prolongará hasta el 30 de diciembre

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Por el humo blanco los encontraréis en cualquier punto de Jerez. A través de esas chimeneas, los anafes, cada día, desde el pasado 1 de octubre y hasta el 30 de diciembre, decenas de familias se buscan el jornal asando castañas y vendiéndolas a un euro la decena. El oficio de castañero, hasta no hace mucho reservado a unos pocos, se ha convertido de unos años a esta parte en una escapatoria para aquellos a los que la crisis aprieta. Así, desde hace prácticamente un lustro, los puestos de castañas asadas se han multiplicado por diez, señal de que muchas familias tienen que reciclarse y desempeñar, aunque sea sólo por tres meses, un trabajo que nunca se hubieran imaginado que llevarían a cabo.

 

La calma, como siempre, llega tras la tempestad, y así se cumplió el viernes 10 de octubre, cuando hacemos el reportaje. Después de una mañana pasada por agua, la tarde se presenta medianamente limpia de nubes. A eso de las cinco y media, Manuel Peña, 48 años y vecino de San Telmo Alto, se encuentra montando su puesto, en la esquina de la avenida de Fátima con la calle Juan Antonio Romero, junto a su hija Ana Rosa, de 16. El caso de Manuel es uno de esos que comentábamos antes, el de aquellos a los que las circunstancias les ha obligado a abrocharse el delantal y liarse a hacer castañas. Parado de la construcción los últimos cuatro años, cogió el puesto que tenía en esa esquina su cuñada, la cual ya no podía dedicarse por tener que cuidar de sus tres hijos. Ella le cedió todos los accesorios y gracias a eso Manuel puede llevar algo de dinero a casa los tres últimos meses del año.

 

Manuel lleva dos años montando el puesto. “Nunca me habría imaginado que acabaría vendiendo castañas, pero esta es la vida del pobre y hay que buscarse las habichuelas. Yo nunca le he dicho no a nada. Ahora estoy con las castañas, en verano me llaman para tema de mantenimientos de colegios en Cádiz y luego lo mismo estoy de feriante que vendiendo naranjas en la carretera. Cuando la necesidad aprieta…”

 

La ubicación del puesto de Manuel es de las mejores de Jerez. En el rato que estamos con él, hasta siete personas se acercan para comprar castañas. El Ayuntamiento alquila el espacio, dos metros cuadrados, teniendo en cuenta la antigüedad del vendedor en un mismo sitio durante los últimos años. Pero en los últimos tiempos, se han llegado a montar hasta 90 puestos de castañas, repartidos ya por todo Jerez. Para ello, hay que presentar ante el Consistorio la ubicación que se desea ocupar, el cual tendrá que tener el visto bueno municipal, y posteriormente, pagar la licencia, que vale 74 euros, y un seguro obligatorio, otros 40 euros más. A eso hay que añadirle lo que cuesta el anafe (unos 300 euros), el carbón, tanto vegetal como de piedra (entre 10 y 12 euros los sacos), y las castañas, que ahora mismo están a 3 euros el kilo. Afortunadamente, en el caso de Manuel, el mayor gasto, el del anafe, se lo ha ahorrado gracias a la cesión de su cuñada.

 

“Tenemos que aprovechar cada día, llueva o ventee, porque a partir de que pasan los tosantos esto ya baja mucho. Parece que a la gente ya se le pasa el gusto por las castañas cuando se va acercando diciembre. De hecho, muchos quitan los puestos por esas fechas porque ya no les sale rentable. Pero yo aunque me lleve cinco euros para casa todos los días, buenos son”.

 

A Manuel le enseñó a asar castañas su cuñado. “Las castañas requieren paciencia, no tienen más historia. Y el que tenga prisa, que se vaya, porque yo quiero ser honesto con el cliente, intento darle calidad, mirando las castañas una por una”, nos explica mientras coge la cazuela y la remueve para que las castañas se vayan haciendo todas por igual. El punto de sal también es importante, y a cada ratito les echa un puñado de sal gorda.

 

De la avenida de Fátima, hasta la glorieta del puente de Cádiz. En el puesto de Cayetano de Jesús, 31 años, está prácticamente toda su familia. Su mujer, sus hijas, su madre, su tío y hasta el perro. A diferencia de Manuel, Cayetano se podría decir que es un profesional de la castaña, ya que desde que era un crío sus padres lo llevaban al puesto. Ahora, y desde hace quince años, es él, junto a su mujer, los que lo llevan para adelante. “Aquí estamos, desde las tres y media, para que esto ya esté echando humo a las cinco”.

 

 

De profesión sopletista, Cayetano trabajaba en los astilleros de Puerto Real hasta que se quedó parado. Hace dos años que no cobra nada. Por eso, este vecino del Agrimensor tiene que buscarse la vida con todo lo que le va saliendo. Desde buscar chatarra hasta cazar conejos. “Estoy buscando trabajo, si lo puedes poner en el artículo…” Su mujer, Belén Pérez, de 32 años, es ama de casa, pero en la temporada de la castaña le echa una mano. Ella, de cara al público y Cayetano, con las castañas.

 

En su casa hay muchas bocas a las que hay que dar de comer. A su temprana edad, ya tiene tres hijos y un nieto, de su hija de 16 años. Todos viven en su casa. “Yo pongo la olla”, señala Manuela, de 55 años, madre de Cayetano. Y es que, ella es la única que puede echarles una mano gracias a los 426 euros de pensión que cobra. Lo demás hay que ganárselo como sea. “Fíjate que mi hijo tenía una moto para coger hierros y se la quitó la policía por no tener seguro”, lamenta Manuela.

 

Cayetano, entre gastos y beneficios, se lleva limpios a casa “unos 15 ó 20 euros al día. Con eso tenemos para lo justo, para comer a diario, vaya”. Afortunadamente, el puesto está en un lugar de paso de miles de coches al día, lo que hace que a cada ratito se pare uno en el arcén para comprar castañas. “De eso no nos podemos quejar, del sitio. Viene mucha gente, y hasta colegios a comprar”, dice Cayetano. Pero, así y todo, la gran competencia de ahora ha reducido las ventas. “Esto ha cambiado mucho”, explica Manuela. “Antes éramos cuatro o cinco, que recuerde en La Granja, El Retiro, Continente y nosotros, pero ahora hay muchos castañeros. Antes se le veía el color al dinero, ahora no.”

 

Nos despedimos de la familia mientras otro coche se para a comprar castañas. “Acuérdate de poner que busco trabajo”, incide Cayetano. Dicho queda.

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Jorge Miró

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