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Fernando Belmonte (1942), toda una institución en Jerez, bailó a las órdenes del gran Antonio, ha recorrido los tablaos y escenarios de más de medio mundo y fundó su mítica academia de Bizcocheros por la que han pasado artistas como El Pipa y Grilo, su "ojito derecho".

El fantasma del alzhéimer acecha. Teme que un día penetre en su cabeza y poco a poco arrastre con los miles de recuerdos atesorados a lo largo de su peculiar vida. En los cauces que forman las arrugas de su rostro, corren a caudales nombres de artistas, ciudades de todo el mundo, colocaciones y anécdotas, memorias que se resiste a compilar en un libro. Fernando Belmonte (Cádiz, 1942), bailarín y coreógrafo de Jerez, se considera “sobre todo bailaor”.

Hijo y sobrino de toreros, su zapateo aplastó las pretensiones del futuro que le aguardaba en los ruedos. Aunque como él dice, ambos mundos tienen mucho que ver, “son arte”. De la mano de La Paquera se fue a Madrid, donde comenzó a bailar “para el gran Antonio”, convirtiéndose en primer bailarín. Con él actuó en el último cumpleaños del presidente Kennedy en la Casa Blanca. Más tarde creó su propia compañía y durante los últimos años ha dedicado la mayoría de sus esfuerzos a la enseñanza. Fundó la legendaria academia jerezana de la calle Bizcocheros y el Ballet Albarizuela, del que han salido figuras como Joaquín Grilo. Aún hoy una de sus pasiones es realizar largos trayectos en coche. Así forjó su carrera como artista, “con el hatillo” a cuestas.

Con la autoridad que le otorga la veteranía, Belmonte se permite expresar todo aquello que no le gusta como "la falta de feminidad en el escenario".

¿Qué le queda por hacer a Fernando Belmonte?

Todo lo que se pueda hacer. Yo no he tirado nunca las botas y moriré con ellas puestas. Aunque ya dejé la academia de Jerez y mi carrera en activo, bailo todos los días para mantenerme y si surgen colaboraciones o echarle una mano a algún chico pues se la echo. Tengo pendiente ir a Australia, uno de los pocos países en los que no he estado, pero para eso me tendría que tocar la Lotería.

¿No está usted desahogado?

Igual de “desahogado” que todos los españoles.

¿Cómo ve el país?

De política ni quiero entender ni entiendo, no me meto en nada, soy un poco apolítico (silencio). Además, soy artista. Me acuerdo un poco de Lola Flores: que hay que decir ‘viva’ el Rey’, pues ‘viva el Rey’; que hay que decir ‘viva Franco’, pues ‘viva Franco’; ‘viva Pepe’, ‘viva  Pepe’… Viva yo, al final, viva yo.

A lo largo de su vida ha conocido a muchas personas y ha vivido multitud de experiencias que dan para escribir un libro. ¿Cambiaría algo?

No me arrepiento de lo que he hecho en la vida. La gente me decía que yo era muy negativo, pero no. Era un poco negativo y a la vez positivo, por eso me ha salido todo bien porque todo lo que me he propuesto a la larga lo he conseguido.

"Que hay que decir ‘viva’ el Rey’, pues ‘viva el Rey’; que hay que decir ‘viva Franco’, pues ‘viva Franco’; ‘viva Pepe’, ‘viva  Pepe’… Viva yo, al final, viva yo"

¿Qué ha heredado de su familia torera que le haya aportado al baile?

Hombre mucho… El baile tiene mucho que ver con el toreo. Precisamente tengo unos cuadros de mi padre pintados por Martínez de León que son dos figuras de un bailarín delante de un toro, y de mis hermanos yo soy el que más se parece a mi padre. Las posturas, los pases de pecho, todo eso son pasos de baile. Hay mucho de baile en el toreo. Es arte.

¿Qué aprendió antes: el toreo o el baile?

Me obligaban a ser torero. Mi padre nos daba clases de salón en La Dehesa Boyal, en Torrecera, en el cortijo de mi tío Juan Belmonte, donde viví mi niñez.

¿Con qué palo se puede definir mejor Fernando Belmonte?

Yo soy bailaor-bailarín, aunque lo que me tira es ser bailaor por ser de Jerez. Tuve que aprender montones de cosas, por eso también he sido un bailarín clásico español y he bailado todo tipo de baile. Ahora, mi faceta es bailaor.

Si tuviera que escoger un palo del flamenco que le definiera mejor, ¿cuál sería?

Los que mejor me definen son dos: la farruca y las alegrías. Las alegrías porque me tira un poquito el pellizquito de Cádiz y la farruca porque es un baile muy serio y donde se demuestra todo: la técnica y el arte. Las alegrías me definen muchísimo más. Aunque soy jerezano no reniego de Cádiz porque me gusta incluso más que Sevilla, y mira que mis padres eran sevillanos.

Usted es muy serio y muy técnico.

Normalmente soy muy serio. Tengo mucha técnica, la tuve que aprender, pero bailando pongo más corazón que técnica.

"Tengo pendiente ir a Australia, uno de los pocos países en los que no he estado, pero para eso me tendría que tocar la Lotería"

La típica pregunta: ¿Se considera profeta en su tierra?

Bueno, nunca he tenido ningún problema en Jerez. Siempre se han portado muy bien conmigo hasta última hora. En 2010 bailé en el Festival de Jerez y me respondieron muy bien. La gente del flamenco, los dos barrios, me quieren. Los flamenquitos, los gitanitos, me dicen todos ‘primo’, ‘tío’ y de todo; para mí eso es un orgullo.

¿Si no se hubiese sido al baile a qué se habría dedicado Fernando Belmonte?

A lo mejor a algo relacionado con los coches, que me encantan. No sé por qué pero me atrae mucho el volante. Me gusta mucho conducir por carretera, hacer trayectos largos.

Antes ha dicho que no iba a colgar las botas, pero se ha bajado del escenario.

Hombre claro, me bajé de los escenarios es los años 80. Sucedió porque Isabel Pantoja, Perales y yo íbamos a Alemania y un empresario nos engañó, nos dejó a los tres en el aeropuerto tirados, no había billetes. Estuvimos de juicio durante 8 o 9 meses y no podíamos trabajar. Entonces me vine a Jerez y fundé la academia en la calle Bizcocheros. Me fue muy bien, creé el Ballet Albarizuela y me quedé. De la academia salieron niños que hoy son figuras. Pero no me quito las botas porque todos los días estudio y hago ejercicio.

Hace cuatro años se subió de nuevo al escenario en el teatro Villamarta con el espectáculo ‘Reencuentro’, después de 30 años. ¿Se ve de nuevo sobre las tablas haciendo algo similar?

Sí, ¿por qué no? Aún colaboro con algunos niños, hace poco con Domingo Ortega, bailando no, pero sí echándole una mano. En el escenario eso ya es otro cantar. Que yo venga todos los días y haga un poco de ejercicio sí, pero ya los edad se nota. Ya se notó hace cuatro años, así que…

¿Le pesó mucho entonces su vuelta?

No, es que eran casi 30 años sin subirme a un escenario. No es lo mismo que me saquen a bailar en la feria una sevillana que subirme a un escenario como Dios manda.

Comenzó su vida artística con La Paquera tocando las palmas.

Vivía con ella y entonces me sacó al escenario a bailar con su hermana, con la que formé pareja. Fue lo primero que hice antes de entrar antes de comenzar con Antonio.

Cuando se presentó a una audición con Antonio, él le bailó a usted. ¿Qué sintió cuando vio hacer eso a su ídolo?

Cuando me vio bailar me dijo “ahora te voy a bailar yo” y me zapateó, me quedé… Imagínate, con 16 años ver al más grande de los grandes bailarme a mí… fue una sensación enorme. Le dijo a mi maestra que me iba a coger porque físicamente era igual que él.

Fue alumno de María Pérez y Angelita Gómez. ¿Con cuál se quedaría?

Son distintas. María me enseñó lo que son las castañuelas, los bailes antiguos que eran como clásico español. Angelita bailaba flamenquito, éramos de la misma edad, no te creas, lo que pasa que ella iba a casa de amigos míos como los Luque o los niños de Domecq a dar clases y yo me incorporaba allí. Las primeras bulerías me las enseñó Angelita y teníamos la misma edad los dos.

¿Qué persona ha sido más determinante en su vida artística?

En el baile Antonio, por supuesto. Y después a mí como también me han interesado más cosas además del baile, tres personas han sido indispensables: Lola Flores, Rocío Jurado y La Paquera de Jerez. Rocío porque estuvimos viviendo juntos en la misma pensión cuando nos fuimos a Madrid. Las otras dos porque eran dos fieras y eran de Jerez…

Se emociona...

Recuerdo que uno de los representantes de Lola decía: “Los tres artistas más peligrosos que llevo son los tres jerezanos”.

Ha viajado mucho y se ha codeado con artistas y famosos de todo el mundo. ¿Qué momento recuerda con especial cariño?

En cuestión artística donde mejor nos han valorado siempre ha sido en Rusia. Después de estar con Antonio, Mª Rosa formó una compañía y me marché con ella. Fuimos a Rusia en un intercambio cultural de ballets. Tuvimos que sacar un pasaporte especial en los tiempos de Franco que ponía “Madrid- Moscú, Moscú-Madrid”, por si nos escapábamos. Hemos tenido buena prensa en todos los países en los que actuamos.

¿Y con el gran Antonio no tuvo ningún gran momento?

Bueno, con él aprendí muchísimo y llegué a ser su primer bailarín. Después me fui con María Rosa de pareja varios años y luego hice mi propio ballet donde me realicé de verdad. eY la enseñanza no era uno de mis puntos. Comencé en la mili, en El Aaiún, en África. Les pregunté a algunas hijas de los capitanes si querían aprender a bailar sólo para vestirme de paisano.

Y se los ganó.

Sí, me gané al general, no te digo más. Organicé una feria en El Aaiún, con calles adornadas, trajes de flamenca y todo. Llevaron en avión al ballet de María Rosa, vinieron otros dos miembros que también estaban haciendo la mili en otros puntos de África… Duró dos o tres días.

Hay alumnos que superan al maestro. ¿Quién de todos los que pasaron por la academia de la calle Bizcocheros ha sido ese alumno?

Indiscutiblemente el Grilo para mí es un punto y aparte, pero casi todos los que han pasado. Domingo Ortega tiene un tecnicismo formidable y un estilo muy jerezano. Antonio El Pipa, también ha sido mío, aunque me dejó porque iba con muchas prisas, desde que llegó quiso ser una figura. Yo le dije que había que ir poquito a poco y se fue con Angelita, cosa que me encantó porque ella me había enseñado a mí. Sara Baras y su madre también han estado conmigo. Su madre venía a aprender conmigo y luego enseñaba a la niña. Los viernes y los sábados venía la niña desde San Fernando. El primer contrato importante que tuvo Sara Baras fue con el Grilo, los mandé yo al tablao de Japón seis meses de pareja con otras tres niñas. Con todos los míos me vuelvo loco.

"Antonio El Pipa también ha sido mío, aunque me dejó porque iba con muchas prisas, desde que llegó quiso ser una figura"

¿Qué bailaor de los que están en activo le merece su mayor respeto?

No voy a hablar del mío que es Joaquín Grilo, lleva mi sello y es como si fuera parido por mí. Hay muchos…  He admirado muchísimo a Canales que ya está un poco desfasado, pero para mí ha sido uno de los mejores anteriores al Grilo.

¿Cómo se baila jerezano?

Eso siempre se ha dicho en Madrid y cuando llegamos a todos lados los bailaores que somos de Despeñaperros para abajo, nos temían mucho los bailarines de allí. Aunque también eran flamencos, eran más bailarines que bailaores, pero si ya tocamos la bulería, hasta los sevillanos y los cordobeses nos tienen un gran respeto a los jerezanos, porque es un ritmo muy difícil. Jerez es diferente en todo, es la cuna de todo. Sevilla tiene sus soleares y sus cosas pero no tiene nada que ver con el pellizco de Jerez. Jerez es un punto y aparte para todo.

Un maestro con su experiencia es capaz de reconocer si una persona vale o no para el baile sólo con verla.

Sí, en las primeras clases, con las colocaciones… Ahora veo a una con once años que tiene pincho, desde el primer momento que la vi pensé que tenía algo y le he aconsejado que vaya al conservatorio porque si quiere dedicarse a ello tiene que hacer como yo y estudiar de verdad. Las madres vienen a que yo vea a las niñas a ver qué pasa. Todas pueden bailar, pero no todas tienen corazón.

¿Qué requisito imprescindible debe tener una persona para vivir de esto y triunfar?

Sobre todo mucha tenacidad en todo y privarse de muchas cosas, de la mala vida. Yo he sido fumador, pero vamos, hoy en día hay cosas más peligrosas y es todavía peor.

¿El flamenco se ha desvirtuado?

No… Hay unas fusiones que me gustan y otras que no, pero la gente se vuelca con nosotros y sobre todo en Asia.

¿Puede pensarse que el flamenco se ha devaluado dentro de nuestras fronteras?

También hay mucho intrusismo y muchas cosas raras. Con eso quiero decir que hay personas que están bailando muy a base de técnica. Ahora la mujer ya no es mujer bailando, es más hombre que mujer y a mí eso no me acaba de convencer. Zapatean más de lo normal, no hay una feminidad, una falda, un gesto de mujer. Salen como mujeres y terminan bailando como hombres y eso a mí no me ha gustado nunca. Una mujer tiene que ser una mujer en el escenario, y un hombre, un hombre. Empiezan cantando y bailando por seguiriyas o unas alegrías y se meten en bulerías. Éste es el palo más difícil y donde pueden demostrar más, donde pueden demostrar una técnica más depurada, pero hay que saberla administrar.

¿Lo sabemos valorar?

Bueno, hay gente que no sabe lo que es el flamenco. Pero también vas a Cataluña o al País Vasco y hay personas aficionadísimas.

¿Qué ha pasado entonces?

Antes había personas que defendían el arte, no sólo el flamenco, también las zarzuelas. Se inventaron los festivales de España donde trabajábamos todos y había muchísimos ballets y eso se ha perdido totalmente.La gente se ha vuelto más pop, también tiene que ver la crisis. Se ha pasado mucha fatiga. Los artistas de antes eran como los toreros de antes, el que llevaba el hatillo y era maletilla llegaba a ser torero antes que los hijos de las figuras. Pues el artista igual. Cuando empecé con Antonio dormía en un autobús, el primer sueldo que gané fue de 200 pesetas. Quien quiere llegar a ser artista le cuesta, necesita un rodaje.

¿Siguen existiendo las juergas flamencas de antaño o han variado?

No… las de antes eran más bonitas que las de ahora. Eran de pescaíto frito y vino fino. Eso fue cambiando después. Cuando era jovencito, al acabar los trabajos en las ventas que hay a las afueras de Madrid, nos juntábamos con toreros y los que estábamos caninos y veíamos el jamón, el queso… Las juergas que hay hoy son de otro tipo. Eso fue cambiando, ya pasaron al whisky, a otras cosas. 

¿Continúa yendo a alguna?

No, yo ya me quité de ese mundillo.

¿Ese tipo de juerga que hay ahora de la que usted habla repercute de forma negativa en el escenario?

Hombre, puede repercutir si se pasan, claro. No me metas los dedos porque me van a pegar los artistas actuales. Pero yo ya por mi edad me rebelo con las cosas que no me gustan. Se han perdido las batas de cola, las castañuelas. Una mujer ahora sale con un vestidito de nada que no pesa y tacatá tatataacaá… Ahora tienen ametralladoras en las piernas.

Usted está muy pendiente siempre del vestuario. Ahora es muy libre.

Sí y ya te digo son trajecitos que ni pesan, no tienen una dificultad. Antes llevaban unos trajes almidonados, de tela, tela y almidonada. Una mujer antes daba el callo en un escenario, pero ahora no.

¿Y los hombres?

Los hombres igual. Van descamisados. Cuando la figura de un hombre con el pantalón alto es más bonita que con un pantalón de calle.

"Los flamenquitos, los gitanitos, me dicen todos ‘primo’, ‘tío’ y de todo; para mí eso es un orgullo"

Precisamente antes hablba de Canales…

Sí, es de los que se han puesto muy fresquitos, pero antes vestía como todos, no que ahora se ponen la ropa de andar por casa o de ir a las bodas y eso lo que hace es desmerecer la figura porque no se le ve una línea. Ahora van a batallar con el flamenco a ver quién puede hacer más ruido con los pies. De eso no se vive solamente. Hay que tener una figura, una elasticidad, un cuerpo.

¿Usted qué es lo que tiene?

Yo lo que tengo es afición. Yo estoy muy colocado, es nato en mí, desde que nací. Cuando yo debuté con mi espectáculo el año 68 en el Villamarta, Antonio Gallardo dijo de mí: “Cuando sale en el teatro clásico español es un príncipe. Cuando se mete en ‘Benamor’ (de Pablo Luna)  –que ha sido el máximo número mío- se está metiendo en un éxtasis celestial, - porque era como una marcha de procesión esa música-; cuando se mete en flamenco, ya es de por aquí; y cuando se mete en la rumbita, ahí se acuerda de Cuba”. Me hizo una poesía y cuando hicimos Reencuentro rescaté el poema, me lo sabía de memoria y sobre éste salió el espectáculo de toda mi vida.

¿En qué momento de su trayectoria ha dado Belmonte una ‘pataíta’ buena a alguien y por qué?

Eso siempre, yo soy muy autoritario. Por ejemplo, me fui del ballet de María Rosa por celos de su marido. Teníamos números en los que debíamos actuar como hombre y mujer. Él era un torero colombiano muy celoso, Óscar Cruz. Una vez que se casaron se sentaba en la butaca y empezaba “no os toquéis así”... hasta que le dije que yo no le decía a él cómo tenía que torear. Me fui y monté mi compañía.

¿Y de todas las personas con las que ha compartido escenario a quién “le toca usted la palmas” con más admiración?

Siempre se las toco a Antonio, por supuesto. Aún en espíritu. Para mí ha sido el ídolo más grande.

¿Cómo era Antonio?

Conmigo, formidable. Era una persona muy recta. Por eso llevaba la compañía que llevaba, la mejor del mundo. Yo también soy muy recto con mis cosas, lo aprendí de él.

Ha enfatizado ese “conmigo”.

Conmigo fue un amigo. Le decíamos jefe y le hablábamos de usted, pero cuando se acababa la función se venía a buscarnos a Ángel García (otro bailaor de Jerez) y a mí al piso porque también estaba un poco solo. Tenía más amistad con nosotros que con otra gente de la compañía.

"Las juergas que hay hoy son de otro tipo. Eso fue cambiando, ya pasaron al whisky, a otras cosas"

¿Echa de menos algún reconocimiento?

No (silencio). Echo de menos que los niños que he sacado no vengan mucho a verme. Que vengan (ríe), que vienen de higos a brevas todos esos que están bailando por ahí. Les tengo mucho cariño; para mí es como si fueran mis hijos. Tengo contacto pero no todo el que yo quisiera. Unos están en Madrid. El Grilo, Domingo e Inmaculada Ortega, Manuel Téllez, El Granjero…  Cuando quieren algo yo colaboro con ellos. Son muchos los que salieron de Bizcocheros, en activo hay diez u once. También me acuerdo de los que no siguieron bailando.

¿Hace falta una academia como la de Bizcocheros, un ballet de Jerez?

En eso estaba yo cuando se puso la primera piedra de la Ciudad del Flamenco que ahí se ha quedado llena de jaramagos. Yo estaba esperando eso. Los políticos incluso me prometieron que tendría algún sitito ahí.

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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