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Decía Enrique Morente que Pepe Habichuela posee el oído más fino y mejor dotado de la historia.

Decía Enrique Morente que Pepe Habichuela posee el oído más fino y mejor dotado de la historia de la guitarra, y no seré yo quien ahonde en busca de argumentos para quitarle en tal aserto la razón. Y, por supuesto, a la hora de improvisar un retrato de perfil de este nieto, hijo, hermano, padre y tío de guitarristas flamencos, y el más veterano de su saga hoy en activo, no puede esquivarse el recordatorio de que formó parte de aquel espectáculo histórico -Flamenco puro- que deslumbrara al público y la crítica neoyorquinas. Ni que, a la vera de gargantas como las de Enrique o Ramón El Portugués, haya dado cuerpo a dúos emblemáticos y clave en su momento para la comprensión del tiempo flamenco en que se vivía o en el que, sin miedo y –la verdad sea dicha- siempre optimistas, estábamos empezando a adentrarnos.

En determinada hora y como abocado a ello por un mandato del Destino, Pepe Habichuela cruzó el Rubicón que separa los terrenos del tocaor de acompañamiento del campo –de más altas almenas- en cuya tierra hunde las patas la silla del intérprete solista. El movimiento se barruntaba. De hecho, Mario Pacheco había fundado Nuevos Medios con la idea de arrancar con un disco de Pepe. Y, aunque por cuestiones de producción el debut del sello no aconteció de acuerdo con los planes iniciales, no tardó en ver la luz ese soñado primer álbum en solitario: A Mandeli. Corría el año 1994 y secundaron a Pepe en la ilusionada aventura sus sobrinos Juan y Antonio, Guadiana, Carles Benavent y Rubem Dantas, músicos los dos últimos gravitantes en torno a Paco y cuyas valías supieron el alma y la intención -sobre todo, sabiqueras- de Pepe: envolver y hermanar bajo la túnica de su propio concepto.

Varios discos más han seguido a aquel, y muchos festivales, y muchos teatros, y muchas giras por el mundo. A fecha de hoy vive una época dulce, no sólo porque meloso ha sido siempre el toque de su casa, sino porque su guitarra es justamente reconocida –y sin disensos- como un tesoro a preservar. Y es que Pepe Habichuela encarna en el presente, en la guitarra gitana, la solera, la pulsación natural, el fraseo sin afectación y el hilo de continuidad nunca roto con la tradición. ¡No es poca cosa!

Virtudes que, por supuesto, sí, hay quien las lleva… pero no las cuida. O quien las cultiva, pero no las lleva. En Pepe confluyen las dos espadas o dones: la herencia y –en comunión con ella- la consagración amorosa y la absoluta entrega al abrazo de la guitarra. Quizá por eso, las aristocráticas cadencias salidas de sus manos nos recuerdan la vieja doctrina astrológica medieval según la cual la falange de cada dedo era gobernada por - o recibía la benéfica influencia de- un santo, similar a la que, en el marco de la quiromancia islámica, identifica cada dedo con una de las letras del nombre de Al´llah. El sonido nacido de la boca de su guitarra, viril y fecundador de los intersticios húmedos del alma, se erige de natural modo en guía, en certeza de que lo bueno no tiene edad propiamente dicha, porque tiene la misma que el Universo. La atmósfera honda extendida por sus bordonazos es inmarchitable recordatorio de que existen sonidos, gestos, voces y pulsos que dejan huella, poso con que alfombrar los salones de nuestra imaginación… y otros que no.

Los homenajes, en vida. Así lo dijo cuando le comunicaron la noticia… ¡Y es que así debe ser! El pasado verano, Pepe ofreció en el Baluarte de Pamplona, en el marco del Festival Flamenco On Fire de Miguel Morán, un concierto rutilante de elegancia, ciencia y señorío flamencos en el que, arropado por un granado plantel de colaboradores, con su hijo Josemi a la cabeza, fascinó a la audiencia con esa rotundidad cuyo perfume turifera las noches grandes, los instantes para el recuerdo. Supone, pues, una gran noticia que la edición de este año, cuyos carteles se presentarán oficialmente en Madrid –en El Corral de la Morería-- dentro de una semana, vaya a romper aguas con una gala de homenaje a Pepe Habichuela. ¿El escenario? El Teatro Gayarre. Un marco con solera para un artista que rebosa de ella.

Y bueno, el homenajeado está ya dando forma a un espectáculo de categoría, acorde con la importancia del acontecimiento, en el que se liarán el capote y harán el paseíllo junto a él artistas de su familia y, también, invitados de máxima categoría y solvencia flamencas. Ya huele a acontecimiento, así que… Vayan reservando su entrada, aficionados. ¡Se va a colgar el no hay billetes!

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Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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