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Políticos, medios y líderes de opinión defienden con vigor la responsabilidad europea y los ciudadanos se organizan en las redes.

En la estación central de Múnich, Alemania, se ha observado estos días un fenómeno excepcional: la actuación de una sociedad civil generosa, heterogénea y bien organizada. Tan efectiva, incluso, que el martes 1 de septiembre a primera hora de la tarde, la Policía de la ciudad se tuvo que dirigir a los muniqueses con una petición especial: la ayuda para dar la bienvenida a los inmigrantes que llegaban en trenes desbordaba a los responsables oficiales. "Gracias, pero, por favor, no necesitamos más", tuiteó la cuenta oficial del Cuerpo. El número de ayudantes espontáneos no dejaba de aumentar y se habían reunido suficientes carros de la compra con botellas de agua, fruta, pañales, ropa, zapatos, mantas, así como helados o peluches para los niños (por el momento y entre otros muchos bienes).

La llegada de unos 2500 flüchtlinge (refugiados) en menos de 24 horas a la capital bávara la anunciaron los medios. El recibimiento, sin embargo, lo habían organizado en las redes sociales cientos de personas particulares y algunas pocas asociaciones de vecinos. Los inmigrantes llegaban de cien en cien, tras haber reanudado su huida en la estación Keleti de Budapest, donde los mismos agentes que evitaban con porras desde hacía días que éstos tomaran los trenes para culminar exhaustos su largo viaje, se habían retirado brevemente dejándoles vía libre.

En contra de lo que estipula el acuerdo de Dublín, estas personas no fueron registradas como solicitantes de asilo en el primer país de la Unión Europea al que entraron sino en Alemania, el Estado miembro que más solicitudes recibe de la Unión, y el único que no se está saltando los protocolos legales sobre refugiados mediante políticas migratorias de muros, cuotas y devoluciones en caliente. Por ello, por su gran red de ayudas sociales y por el reciente anuncio del Gobierno de que no devolverían a los refugiados sirios al país europeo por el que entraron, las autoridades prevén alcanzar para 2015 el récord histórico de 800.000 solicitudes de asilo.

Los episodios xenófobos y los ataques a hogares de refugiados a lo largo y ancho del país protagonizadas por grupos de extrema derecha han acentuado la solidaridad auto-organizada con la que ya operaban miles de alemanes desde hacía meses. En muchas ciudades, parecen haberse olvidado de los protocolos más básicos de la burocracia: las personas que quieren ayudar se coordinan a través de grupos de Facebook, en Twitter, o mediante documentos de Google compartidos en los que van escribiendo las necesidades de los refugiados que llegan hasta ellos.

Los líderes de opinión también se han tomado en serio el “desafío nacional” del que se habla en todos los ámbitos. Desde actores, humoristas y músicos, hasta muchas empresas privadas e instituciones públicas; muchos se pronuncian a favor de la diversidad y en contra de los ataques a los hogares para refugiados mediante vídeos, mensajes o carteles compartidos en las redes sociales así como en sus conciertos, en las fachadas de sus oficinas o en comunicados de prensa.

Los medios de comunicación han intensificado estas últimas semanas la campaña de concienciación que iniciaron hace meses. No solo en sus portadas, sino mediante una cobertura en profundidad. El telediario de la televisión estatal, así como todos los programas informativos, los documentales y los reportajes de ésta, analizan, recogen, debaten, giran en torno al reto de ayudar a quienes huyen del horror dejando atrás todo lo que tienen.

Si hace unos meses era sobre todo la cadena pública quien trataba en profundidad el desafío, ahora los entes privados también han aumentado su cobertura. En el sector de la prensa, como novedad, el periódico sensacionalista Bild se unió el pasado fin de semana a las muestras de apoyo y a las exigencias de dar respuesta a la crisis humanitaria. Su portada del sábado 29 del agosto anunció “una gran operación de ayuda a favor de los refugiados” para mostrar que “los xenófobos no gritan en nombre de Alemania“.

Der Spiegel trata de sensibilizar a sus lectores desde hace meses. En julio, se publicaron seis portadas diferentes en la misma semana, con las caras de personas que habían huido a Alemania en primer plano junto a su historia. Este fin de semana, el semanario propuso una doble primera página: una primera dedicada a la "Alemania oscura", ilustrada con una foto de un hogar de refugiados incendiado, y otra para la "Alemania luminosa", que muestra a niños refugiados soltando globos bajo un cielo azul. El tema de la acogida de los refugiados "divide, amenaza incluso con fracturar a la sociedad", escribe Der Spiegel, y añade: "Nos toca definir cómo vamos a vivir, la elección es nuestra".

Süddeutsche Zeitung ofreció en sus páginas interiores una guía práctica y directa para quienes deseen ayudar a los refugiados. "Se esperan 800.000 personas de aquí a finales de año, necesitan ropa, alojamiento y simplemente un poco de bondad. Esto sólo funciona porque muchos ciudadanos se movilizan", escribía el periódico.

El mayor eco y alcance social, sin embargo, lo han obtenido los análisis que varios programas informativos de la cadena pública lanzaron al aire a través de sus periodistas más reconocidos. Por ejemplo, el de la presentadora Anja Reschke, quien hizo un llamamiento para que los internautas que publican comentarios xenófobos sobre inmigrantes sean denunciados: “Los demás debemos hablar más alto y más claro ante los predicadores del odio”. El vídeo de la web oficial del programa ha obtenido 6,6 millones de visitas en veinte días.

Esta es la reacción de un país en el que la memoria histórica es parte esencial de su idiosincrasia. Tras la Segunda Guerra Mundial, 14 millones de alemanes tuvieron que abandonar sus hogares en el Este de Europa para regresar a la nueva Alemania. En el Día de los Refugiados, el pasado 20 de junio, el presidente alemán, Joachim Gauck, invitó a los alemanes a ser más generosos con quienes huyen dejándolo todo. “Hace 70 años una Alemania pobre y destruida pudo integrar a millones de refugiados. ¿Por qué no iba a poder hacer frente al desafío la Alemania de ahora?”.

El Ministerio de Asuntos Sociales germano calcula que el próximo año la manutención de los refugiados y su integración en el mercado laboral costará a las arcas del Estado entre 1.800 y 3.300 millones más de lo presupuestado. Estos gastos podrían ascender en 2019 a 7.000 millones de euros, según Andrea Nahles, a cargo del Ministerio.

A pesar de estas cifras, la canciller alemana, Angela Merkel, centró su tradicional y exhaustiva rueda de prensa de verano en la crisis de los refugiados. En ella criticó duramente los ataques xenófobos y la quema de hogares de refugiados de las últimas semanas, y defendió la responsabilidad de su país y de Europa ante este desafío humanitario: "La universalidad de los derechos humanos ha formado durante mucho tiempo parte de la identidad de Europa. Si ese vínculo se rompe, Europa ya no será la misma", declaró la canciller. "Cuando un país deja pasar a los refugiados sin registrarlos y otro construye una alambrada, hay algo que no funciona".

Merkel adelantó que el reparto de refugiados por cuotas entre los países de la UE estará incluido en el plan conjunto que Alemania y Francia presentarán a sus socios estos días. La base del reparto por cuotas –rechazado por algunos países de la Unión Europea– será el volumen de la población y el potencial económico de cada país. Según el plan, se deberán crear centros de acogida europeos en los países de llegada de inmigrantes y refugiados, administrados por la Unión, en los que se determinará quiénes tienen perspectivas de que su petición de asilo sea aceptada para luego repartirlos según el sistema de cuotas.

“El espacio europeo de libre circulación se sometería a debate si los gobiernos no lograran una distribución justa de refugiados”, afirmó la líder alemana, precisamente un día antes de su encuentro y rueda de prensa conjunta con Rajoy, en la que éste admitió que España podría acoger a más refugiados, pero que de momento y alegando una "saturación", se niega a aceptar a más de 2.739 personas.

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Jorge Miró

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