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Reportaje de los compañeros de ctxt.es.

Tuve la sensación de que la campaña Brexit se habría pinchado explosivamente tras el asesinato de Jo Cox, salpicada por la reacción de gente decente contra la política de odio e intolerancia del asesino. De repente, los dos bandos Leave y Remain se personificarían en la imaginación colectiva británica, tan excitada por la prensa tabloide, como Tommy Mair, el perdedor resentido, solitario, lleno de odio racial, frente a Jo Cox, la diputada “querida por todos”, la hija de Batley que se licenció por la Universidad de Cambridge, y que habría creado un mundo mejor si se le hubiera dejado hacerlo. “Si quieres que te haga un cálculo cínico”, me confesó el asesor de un diputado pro UE en el norte, “esto va a suponer un 5% más para Remain”. Las defensas de la democracia en la BBC tras el asesinato se salpicaron de referencias subliminales a que un voto pro Brexit sería el voto del odio. Jonathan Freedland, el columnista de The Guardian, demostró con maestría el arte del mensaje en clave: “Quizás sea casualidad que el asesino golpease justo ahora; quizás sea casualidad que eligiera a un diputado que defiende con pasión que sigamos en la UE...”, escribió dejando bastante claro que, para él, no es casualidad ninguna.

Es más, por fin, Corbyn y Cameron habían comparecido juntos, el objetivo de la campaña Remain que Corbyn (un pro Brexit que, como diría Oscar Wilde, no puede llamarse por su nombre) había evitado como la plaga. Los jóvenes ya quizás no se abstendrían por la falta de ganas de elegir entre Cameron y Boris Johnson, el Hobson's choicemás desagradable de todos. Y tal vez, algún posible votante del Brexitse sentiría horrorizado de verse identificado con aquel grito escalofriante de Britain First! “Yo ya he votado por correo”, dice un residente pro Brexit de una urbanización de clase media del noroeste, tras comentar su horror ante el asesinato. Y se ve una sombra de arrepentimiento en sus ojos.

Pero hay algo que tener en cuenta con el electorado británico. Es importante ser sutil, a la hora de rentabilizar políticamente el asesinato brutal de una diputada pro europea. Si pasas de lo subliminal a lo explícito puede percibirse públicamente el acto de cinismo maquiavélico, inadmisible en el Reino Unido, donde Maquiavelo siempre se ha considerado ingenuo y demasiado obvio... (Recuerden que el asesor laborista con el que hablé lo dijo todo con claridad perooff the record). De modo que Cameron, al tuitear un link a un discurso que Jo Cox dio antes de su muerte en defensa de la UE y la campañaRemain, puede haber violado una norma muy británica, siempre presente en las novelas de Javier Marías. Jamás conviene ser demasiado directo. Y, al salir el asunto en primera página del Financial Times, el diario oficial de la campaña Remain, es posible que algún votante indeciso lea sobre el asunto y piense: "Good lord! But that's not British". Por si no apetece leerlo en inglés, traduzco el inicio del artículo: "David Cameron ha citado la memoria de la diputada laborista asesinada para presionar en favor de que el Reino Unido permanezca en la UE (...) el primer ministro tuiteó el enlace a un artículo escrito por Cox poco antes de que fuera asesinada a tiros y cuchilladas la semana pasada con el mensaje  (de Cameron): "Se echará de menos la voz fuerte de Jo Cox en la campaña en favor de permanecer en la UE".

Los asesores de Cameron debieron de ser conscientes de que sacar rédito político de manera tan un-British del asesinato de Cox sería una táctica discutible aunque quizás contaba con más lealtad del Financial Times (chapeau por el gran diario). A fin de cuentas, hasta el euroescéptico The Mail on Sunday está moderando sus instintos más bajos para apoyar la campaña pro UE. De modo que se puede extrapolar, quizás, que los sondeos internos del partido conservador no dan una victoria tan clara para Remain desde el asesinato de Cox como muchos piensan.

Desde luego, el asesinato no conmocionó a tantos en su distrito de Batley como podía parecer viendo las imágenes procedentes del circo mediático acampado en South Yorkshire durante 48 horas. En el White Horse de la Huddersfield Road, a las afueras de Batley, un pub adornado con las banderas de San Jorge, el asesinato de la diputada local Jo Cox provocaba cierta indiferencia, según mi lectura. Es decir que si la campaña Remain se empleaba a fondo para transformar a Cox en una suerte de Princesa Diana pro europea, los bebedores de cerveza poco artesanal en el White Horse se empeñaban en sus convicciones pro Brexit.

¿Creen que la muerte de Jo Cox puede incidir en el resultado del referéndum?, pregunto mientras conectan el partido Italia-Suecia rehuyendo las imágenes de David Cameron y Jeremy Corbyn que rinden homenaje a Cox a dos kilómetros de distancia en Birstall. “Para nada”, responde la barman, una mujer gorda de pelo corto y teñido. “Si el asesino hubiese sido un extranjero, pongamos paquistaní, quizás sí. Pero es inglés...”. Uno de cada tres habitantes de Batley es de origen paquistaní o indio aunque no había ninguno en el White Horse. “Vinieron en los sesenta a trabajar en el textil; ahora tenemos bastantes europeos del este”, dice un hombre cincuentón con peinado a lo Little Richard. Añadió que era  fan del northern soul, la música negra que arrasó en Lancashire y Yorkshire en los setenta, prueba de que, por mucho que se comente la xenofobia de la working class británica, Batley no es Cracovia y, de hecho, muchos de los paquistaníes son proBrexit y se quejan del racismo de los polacos. ¿Qué tal la economía de por aquí? “Pues tan mal como en cualquier otro lugar”, respondió.

Recorriendo Yorkshire y Lancashire en carreteras atascadas, se repite en cada pueblo la misma sensación de una clase trabajadora en busca de una excusa –cualquiera– para reventar el sistema tras años de descensos salariales y aumento de la inmigración. En Huddersfield, el pub Ricky’s tiene tablas de madera en las ventanas, la tienda más llamativa en la calle principal pertenece al Ejército de  Salvación y los carteles rezan todos Vote leave.En Rochdale, de 100.000 habitantes, el salario medio (después de impuestos) es de sólo 18.000 euros al año (casi la mitad que en Londres). El distrito de Falinge -pronunciado failing, o sea, fracasando- es el más pobre del Reino Unido con una tasa de paro del 72% y una esperanza de vida de sólo 69 años

En Rochdale, de 100.000 habitantes, el salario medio (después de impuestos) es de sólo 18.000 euros al año (casi la mitad que en Londres). El distrito de Falinge -pronunciado failing, o sea, fracasando- es el más pobre del Reino Unido con una tasa de paro del 72% y una esperanza de vida de sólo 69 años (10 años menos que en el distrito de renta alta de Morden). “Rochdale ha tenido que afrontar ola tras ola de inmigración; yo tengo 1.000 refugiados buscadores de asilo en mi distrito; David Cameron no tiene ninguno; y ahora tenemos una nueva ola de inmigrantes del este de Europa”, dice Simon Danczuk, diputado laborista por Rochdale que apoya la permanencia en la UE, aunque es crítico con la política de inmigración. “Tenemos una empresa dedicada a enmarcar cuadros que importaba cuadrillas de trabajadores desde Europa del este y pagaba 125 libras al mes, de lo cual restaba 100 libras por alojamiento y comida”, clama.

No es novedad para Yorkshire y Lancashire, la cuna de la revolución industrial, del movimiento obrero organizado. La instalación de las máquinas de tejer a fines del siglo XVII en colaboración con mano de obra importada del campo y de Irlanda hundió el salario medio de un tejedor desde 20 chelines por semana a finales del siglo XVIII hasta cinco chelines en la década de 1820, según el historiador Kirkpatrick Sale. Entonces, se organizaban comandos de trabajadores que destruían las máquinas –los llamados luditas–, amenazaban de muerte a los nuevos capitalistas y, finalmente, creaban sindicatos.

Ahora se busca al culpable sin criterio y dando golpes de ciego. “Aquí se mezcla todo y la gente cree que si salimos de la UE, todo se resolverá”, dice Danczuk. “Se sienten abandonados; después del referéndum, los laboristas se van a dar cuenta de que han perdido el apoyo de la clase obrera del norte que la creó”, vaticina Paul Ormerod, economista de Rochdale.

Igual que en Batley, no sólo los trabajadores blancos están hasta las narices de la UE, aunque puede que, en realidad, estén hasta las narices de todo. “Casi todos vamos a votar por el Brexit, incluyendo mis vecinos asiáticos”, dice Tunis McGuigen, de 71 años y origen norirlandés que vive al lado de Falinge. Los recelos ante la llegada de los europeos son de las pocas cosas que unen a los blancos y los asiáticos que, por lo general, viven en comunidades segregadas. “La gente de Polonia y Hungría entra libremente y tiene derecho a prestaciones; los asiáticos no”, dice Iftikhar Ahmen, concejal de Rochdale. Y añade: “Los polacos no son amables con nosotros”.

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María Luisa Parra

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