'El Niño Compadrito'.
'El Niño Compadrito'.

La llamada globalización ha influido drásticamente en las costumbres y creencias culturales más en destinos de los propios viajes. No extraña, el que los nuevos turistas traigan de otras latitudes los típicos recuerdos en sus maletas, e incorporen a su vida cotidiana: lo religioso, creencias animistas y supersticiones.

Nadie confiesa abiertamente, aunque casi todos en Jerez se han percatado, que la Iglesia Católica está en medio de una crisis cuyo efecto más visible es la deserción de sus fieles a otras confesiones. Lo último entre los jerezanos viajeros de lo exótico y religioso, está la moda de visitar, conocer, y hacer posible, traer consigo estampitas del Niño Compadrito, en Cusco (Perú). Le atribuyen al Niño Compadrito o niño de Cusco el poder de sanar a los desahuciados o de provocar la muerte a sus enemigos. El culto al Niño Compadrito se remonta a la época del Virreinato, cuando los españoles dominaban el antiguo imperio de los incas.

El siniestro cráneo posee ojos de cristal, pintados de celeste, una peluca y una corona de plata. Produce escalofríos. Algo que inspira terror. Más que odiarlo y combatirlo, el Niño Compadrito debe ser tratado con respeto, ya que según cuentan sus poderes han sido confirmados. Dicen que El Niño solo habla en sueños. Los martes y los viernes es cuando se le rinde culto, cada cual por su cuenta y en privado, en su casa de Jerez.

Según la leyenda, el cráneo y el esqueleto pertenecen al hijo de un malvado virrey español y de una bondadosa princesa incaica, de ahí su facultad de hacer el mal o el bien.

A la estampita que han acarreado consigo de Cusco, los jerezanos le ponen velas. Las rojas son para el amor, la blanca salud, amarillas para el dinero, verdes representan el trabajo, azules los estudios, rosadas para el triunfo, morado son los milagros, anaranjado felicidad y negro para cuestiones de juzgados. Con la libertad de culto (libertad de conciencia), más los viajes low cost, el turismo en busca de lo religioso (santería cubana, vudú en el Caribe, brujería africana...), está en auge en Jerez de la Frontera.

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Eduardo Arboleda Ballén

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