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La mejora de los resultados de PP y PSOE en las ciudades del cambio, en alguna de las cuales los socialistas recuperaron el segundo puesto, hicieron que algunas miradas se centraran en esos ayuntamientos.

¿Pinchan las confluencias? ¿Todas? Está claro que el 26-J, por la combinación del aumento de la abstención y el efecto de las apelaciones al miedo y el voto útil, no obtuvo los resultados previstos y pronosticados por las encuestas El fallido sorpasso de Unidos Podemos y la mejora de los resultados de PP y PSOE en las ciudades del cambio, en alguna de las cuales los socialistas recuperaron el segundo puesto, hicieron que algunas miradas se centraran en esos ayuntamientos. Otras, las de algunos estrategas del centro-derecha, llevaban semanas sobre ellos.

Los consistorios de Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza siguen siendo los principales objetos de deseo de los grandes partidos, aunque no menos que otras ciudades como Cádiz, A Coruña, Oviedo, Santiago y Palma. Cuando los especuladores se fijan en la vivienda como uno de los escasos sectores para obtener rentabilidad a medio y largo plazo tras haber embridado el Banco Central Europeo los intereses financieros, el lápiz de recalificar aparece como una de las claves para gestionar la actividad económica. Y, en ese escenario, el PP miraba el 26-J mientras suspiraba por que el genio de la urna le concediera sus tres –a priori-- demoscópicamente factibles deseos: mantener la primera posición, que Unidos Podemos lograra el sorpassoal PSOE, y que la confluencia y los socialistas no sumaran escaños suficientes para gobernar.

Una versión ‘de La Cizaña’

Los estrategas populares llevan tiempo trabajando en una versión particular de La Cizaña diseñada como una tragedia en tres actos. El argumento del primero, cuyos ensayos inició Rajoy en plena campaña, consistía en pedir el apoyo de los socialistas para allanar su investidura con la excusa de cerrar el paso a Unidos Podemos. El segundo, según confirman fuentes del propio PP, incluía representaciones simultáneas en siete escenarios: ofrecer, a cambio de votos o abstenciones en el Congreso, el apoyo de los conservadores para que siete de los ocho gobiernos autonómicos del PSOE –Aragón, Asturias, Baleares, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y Extremadura, además del cántabro con el PRC de Revilla-- pudieran liberarse de sus actuales puntales por la izquierda.

El plan era de manual. Formalizar y asentar esa nueva relación tendría tres consecuencias y objetivos lógicos. Uno, dejar en minoría absoluta a algunos alcaldes del cambio, además de tensar sus relaciones con sus comunidades, y generar una imagen de ingobernabilidad en los ayuntamientos que, con el tiempo, acabaría invitando a los campeones de la moderación a intervenir para desalojarlos del poder. Otro, acercar al enfrentamiento las relaciones entre un PSOE aislado por su izquierda y un Podemos cuyas posturas adquirirían una visión montaraz. Y, por último, y como consecuencia de esos dos factores, desdibujar los perfiles izquierdistas del PSOE para provocar el desconcierto y/o el desencanto de sus votantes y, simultáneamente, radicalizar las posturas de los partidos situados a su izquierda.

Pero el cántaro se rompió al faltar el segundo de los requisitos, el –según la perspectiva-- anhelado, pretendido y temido sorpasso. Librado el PSOE del trauma, la dirección socialista dejaba claros el lunes 27 de junio sus planes para la próxima temporada: votar contra la investidura de Mariano Rajoy y hacer oposición. Esas son ahora las prioridades de partido, al margen de versos sueltos como el extremeño Guillermo Fernández Vara y sus prisas por investir al jefe del PP y, también, de situaciones comprometidas como la de Susana Díaz, que en unas horas pasó de sentirse lideresa in pectore por obra y gracia del desacierto demoscópico a sorprenderse a sí misma en vísperas de compartir muletilla naranja con Rajoy.

Sin embargo, el PP no abandona sus planes para acercarse al PSOE y alejarlo de sus alianzas autonómicas por la izquierda, con la vista puesta en la reconquista de esos ayuntamientos, poco partidarios del urbanismo descontrolado y a la carta de épocas recientes. De hecho, ya se han producido algunos acercamientos. Por ejemplo, en Aragón.

El vicesecretario de Organización de los conservadores en esa comunidad, Rafael Ledesma, instó el lunes 28 al presidente autonómico, el socialista Javier Lambán, a “reflexionar”, a gobernar “para la mayoría” y a dejar de “escorarse” a la izquierda. No lo hizo criticando la alianza Podemos-IU, sino responsabilizando de su pinchazo en la capital a Zaragoza en Común (ZeC), cuya gestión municipal calificó de “desastrosa”. El martes le respondió el portavoz del Gobierno autonómico, Vicente Guillén, para quien el 26J no tiene por qué afectar a las instituciones de la comunidad.

Confluencias y montañas rusas: las cifras

Por otro lado, el análisis sosegado de los resultados del domingo pone en tela de juicio el pretendido pinchazo generalizado de las confluencias locales. De hecho, revela lo contrario: las alianzas de fuerzas de la izquierda en torno a Podemos e IU mejoraron sus resultados en varias de las ciudades del cambio.

La confluencia valenciana se quedó en su capital lejos de los más de 140.000 votos que pronosticaba la suma --sin más matices-- de los resultados del 20-D, aunque sus 119.236 votos (27,09%) superan a los 116.753 (28,1%) que Compromís y EUPV sumaron por separado en las municipales. La lista de Podemos-En Marea-Anova-EU se quedó en A Coruña a más de 8.000 votos de los 45.759 (31%) de diciembre, aunque los 37.446 (26,26%) que sacó mejoran cuantitativamente los 36.857 (30,88%) de Marea Atlántica en las municipales. Y, en Barcelona, En Comú Podem cayó de los 218.053 del 20 de diciembre a 196.205, pero en ambas ocasiones en primera posición y por encima del 25% y, también, con un número de apoyos superior a los 176.612 que cosechó en 2015 Ada Colau.

Los socialistas se quedaron a medio millar de votos del adelanto en la capital de Asturias, donde las 25.227 papeletas de Unidos Podemos se alejan tanto de su expectativa de más de 33.000 con referencia en diciembre como de la suma de 30.376 que Somos Oviedo (20.459) e IU (9.917) ofrecían en mayo. Aunque, en este caso, el rechazo de la dirección asturiana de Izquierda Unida a la confluencia con los morados retrasa el diagnóstico sobre si la confluencia local creció o decreció hasta que se conozcan los estudios postelectorales.

No obstante, las propuestas confluyentes sí retrocedieron en votos en varias ciudades. Especialmente, en la capital, donde Unidos Podemos recibió 367.052 papeletas que constatan una caída de diez puntos (del 31,84% al 21,18%) frente a los 519.721 de Ahora Madrid. La lista de Manuela Carmena duplicó con creces los apoyos de la que encabezó Antonio Miguel Carmona (249.286), mientras que la de Pablo Iglesias le sacó apenas 37.000 a la de Pedro Sánchez.

Cádiz y Santiago de Compostela fueron escenario de montañas rusas. Unidos Podemos se quedó en 20.377 votos en la primera de esas ciudades tras una expectativa de 24.800 a tenor de los resultados de diciembre y después de que Por Cádiz sí se puede y Ganar Cádiz en Común hubieran sumado 23.870 en las municipales.

En la segunda, Podemos-En Marea-Anova-EU se dejó diez puntos al caer de los 16.295 sufragios de diciembre (34,74%) a los 13.640 (24,54%) del domingo, trece meses después de que Compostela Aberta sacara 16.704. El sorpasso compostelano lo protagonizó el PP, que pasó de 16.117 (33,5%) papeletas en mayo a 21.849 (39,31%) en junio en esa ciudad. Los conservadores mantuvieron la primera posición, y los socialistas la tercera, en ambas plazas.

No ocurrió lo mismo en Zaragoza, donde los socialistas lograron en tercera convocatoria un sorpasso de 3.663 votos sobre UP’s, que se quedó en 78.527, ligeramente por debajo de los 80.055 de Zaragoza en Común (ZeC) en las municipales y un tercio por encima de los 60.807 que el PSOE –tercero también en las autonómicas y en las generales de diciembre- había obtenido en esa misma convocatoria.

¿Resultados estatales en clave local?

“No parece que los resultados de las elecciones generales se deban a la gestión local, sino que ha habido otras claves. Y también otros candidatos”, explican fuentes de ZeC. De hecho, los alcaldes del cambio que se incorporaron como cierre en las listas de Unidos Podemos para el 26-J, como el valenciano Joan Ribó, la barcelonesa Ada Colau, el zaragozano Pedro Santisteve y el gaditano José María González Kichi –el único podemita de los cuatro-, apenas han tenido protagonismo en la campaña, pese a que durante su desarrollo se conocieron datos como las millonarias reducciones de deuda en Madrid o Cádiz.

No obstante, las mismas fuentes admiten que los resultados electorales requieren un análisis profundo en el que intuyen tres factores: el avance de la abstención, la escasa movilización del voto joven tras un carrusel electoral de dos años y el apoyo al PSOE en las generales por parte de electores que habían optado por las confluencias municipales en mayo del año pasado y por Podemos en las autonómicas de ese mismo mes y en las generales de diciembre.

Y aportan otra lectura: “¿Cómo se explica en clave local que el PP gane dos escaños en Valencia? ¿Y uno en Barcelona después delFernándezgate? Los resultados del 26-J no se pueden analizar basándose en la gestión de las ciudades”.

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María Luisa Parra

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