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El incierto futuro del sistema público de protección social y la propaganda para animar la contratación de fondos privados coincide con un histórico desplome del valor y la rentabilidad de estos productos, que han perdido casi un tercio en diez meses.
 

¿A quién le sirve un Estado atribulado por cumplir unos burocráticos objetivos de déficit y preocupado por promocionar sistemas de protección social privados? La duda surge al ver cómo el recorte de las prestaciones por desempleo y el desplome de su cobertura a mínimos históricos coincide en el tiempo con el debate sobre el futuro del sistema de pensiones y su menguante evolución como consecuencia de la precarización laboral, dos polémicas que llegan cuando, según constata el Banco de España en su última Encuesta Financiera de las Familias(EFF), la prestación y el subsidio de desempleo y las pensiones han sido el ingreso que ha permitido resistir a la crisis a más de la mitad de las familias españolas.

Los datos del informe resultan reveladores: en tres años, de 2011 a 2014, el porcentaje de hogares españoles cuyo miembro de referencia era jubilado, parado o inactivo pasó del 46% al 51,9%; del 24% al 26,8% en el caso de los pensionistas y del 22% al 25,1% en el de los desempleados. Es decir, que más de 9,5 millones de familias dependían de esos ingresos para salir adelante. ¿Qué consecuencias sociales tendría un nuevo crack con esos dos instrumentos de supervivencia desmantelados?

La factura de las pensiones ha seguido creciendo hasta alcanzar los 145.026 millones el año pasado. Entre otros motivos, porque los efectos del precariado poscrisis apenas se dejan sentir en las vidas laborales de los jubilados puesto que el periodo de cotización que la Seguridad Social tiene en cuenta para calcular sus pensiones comenzaba en 1996 e incluía los veinte últimos años. Por otro lado, un 26% de esa cifra es ingresada por menores de 65 años.

Sube el ahorro, bajan los planes de pensiones

Los ingresos procedentes de esas pensiones, prestaciones y subsidios resultaron fundamentales para capear la crisis. Sin embargo, las economías familiares desconfían de que esos instrumentos vayan a estar` de nuevo presentes cuando llegue el próximo cataclismo financiero. Y, movidos por el miedo, han disparado su tendencia al ahorro en cuanto les ha sido posible: los depósitos de las familias en los bancos han crecido este año en casi 17.000 millones de euros –de 754.300 a 771.200-- después de dos ejercicios de estancamiento en la primera cifra y tras un aumento de más de 27.000 en los primeros años de la crisis, entre 2010 -727.300- y 2013 -758.500-.

¿Cómo es posible ese aumento del ahorro en un escenario de reducción de los ingresos familiares y empobrecimiento generalizado por efecto de la precarización? Resulta llamativo que esa cifra se acerque a la pérdida de valor de 14.700 millones que experimentaron a lo largo del año pasado --16.100 desde febrero-- los seguros y los fondos de pensiones que gestionan las entidades financieras españolas, que pasaron de 52.100 a 37.300 cuando en toda la década no habían bajado de 50.000. ¿Desobediencia a las consignas del Gobierno para contratarlos o mero sentido común ante el desplome de su rentabilidad por debajo de los dos puntos anuales? En cualquier caso, la devaluación supera el 28% en un año y se acerca al 31% en diez meses.

Hace tres años, cuando seguían al alza, invertían en ellos el mismo 26% de hogares que seis años antes, aunque con una diferencia notable: se reducían las familias con menos ingresos –las que no llegan al percentil 40-- y crecían las de las clases económicas media y alta.

El empobrecimiento provoca cambios sociales

La evolución del mercado laboral y el sistema de protección social está provocando cambios sociales. En más de la mitad de los 4,6 millones de hogares en los que vive una sola persona –el 53%- vive alguien que ha cumplido los 65 mientras que ni siquiera en la sexta parte de ellos -16%- lo hace alguien que no llega a los 45. El país sigue envejeciendo al mismo tiempo que sus niveles de emancipación se estancan, tendencia que se ve refrendada por la pérdida de peso demográfico de las unidades de menos de 35 años –solo son el 9% tras perder cuatro puntos en seis años-, por el parón en la creación de familias y por hechos como que “entre finales de 2011 y finales de 2014, un 4,2 % de los hogares con hijos viviendo fuera del hogar paterno vieron retornar a alguno de ellos al mismo”, anota la EFF.

Los años anteriores habían resultado devastadores para las economías familiares: su renta media se redujo un 12,1% entre 2011 y 2014 para quedarse en 30.400 euros mientras la renta mediana caía un 9,7%, con descensos más acusados en la franja de menores de 35 años y aumentos en la de mayores de 65, para situarse en 22.700. Es decir, que la mitad de los hogares españoles -9,2 millones- no alcanzaban esos ingresos.

Esa reducción de las rentas corrió paralela a un desplome de la riqueza neta iniciado en 2008 y que, tras una devaluación media de los activos –ahorros, inversiones, vivienda- del 16%, redujo la valoración media del patrimonio de las familias de asalariados de 242.000 euros a 165.000 -31 -25%- mientras el de aquellas cuyo miembro de referencia estaba en el paro pasaban de 197.100 a 150.300 -23,8%-. El proceso fue más acusado en los hogares cuyo cabeza de familia tenía menos de 35 años y en los de menores rentas, indica el informe.

Activos familiares a la baja mientras sube la Bolsa

Este fenómeno de desvalorización tuvo particularidades. Por un lado, el valor de las viviendas caía un 37,2% entre el otoño de 2007 y la primavera de 2014; por otro, la Bolsa subía: “El IBEX 35, a excepción del período de máxima tensión financiera que tuvo lugar durante la primera mitad de 2012 y de los ligeros descensos en los primeros meses de 2013, acumuló una ganancia del 20% entre finales de 2011 y de 2014. Así, mientras que el patrimonio inmobiliario comenzó a recuperar valor solo a lo largo de 2014 -y por primera vez en seis años- la riqueza financiera se fue revalorizando gradualmente” a lo largo de todo el trienio, según un informe del Banco de España.

Ese análisis viene a poner, negro sobre blanco, algo que en la calle resulta más que obvio: la gente se gastó buena parte de los ahorros para superar la crisis -perdieron peso las cuentas, los planes de pensiones y las inversiones en renta fija-, en un proceso especialmente acusado en los hogares de menores ingresos y en aquellos cuyo cabeza de familia estaba parado o inactivo o tenía más de 54 años.

Este fenómeno, para rematar, convivió con otro factor como es el hecho de que más de nueve millones de familias estuvieran endeudadas, la mitad de ellas con más de 45.000 euros pendientes de pago en 2014. El endeudamiento supera el valor del 75% de su patrimonio casi en uno de cada cuatro casos -22,5%-, una situación que tres años antes solo afectaba a una de cada seis -16,9%-.

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Jorge Miró

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