La luz entra por la ventana de una casa donde suena “yo soy gitano” de Camarón de la Isla. El flamenco inspira a una joven jerezana que se encuentra en su taller con unas tijeras en la mano. Sobre la mesa, junto a una máquina de coser y un metro, reposa una manga roja con lunares negros. Su altavoz a veces reproduce cantaores y, otras rock andaluz, swing o funky. Cualquier melodía le sirve para darle rienda suelta a la imaginación.
Paloma García Caro, de 32 años, está terminando una sudadera-vestido para la temporada de invierno. “Hay ropa que customizo y otra que la hago desde cero”, dice desde su lugar de trabajo. Ella disfruta paseándose por las tiendas de telas y eligiendo los tejidos de sus próximas creaciones. “Me puedo pegar allí tres horas, me encanta tocarlas e imaginarme ideas”, comenta a lavozdelsur.es.
Su pasión por la moda se despertó en un momento clave de su vida. “La costura empezó cuando me quedé embarazada, no tenía trabajo e investigué la artesanía”, dice Paloma que había trabajado como camarera. Fue en 2013 cuando esta madre joven optó por experimentar con tejidos y agujas.
“Siempre me ha gustado vestir un poco diferente”, dice ilusionada. Así que investigó y, de forma autodidacta se fue sumergiendo en este mundo. Se lanzó a probar y “a reventar un montón de cosas con la máquina”. Ensayo y error que finalmente dieron sus frutos. “Todo lo he aprendido desde cero, probando”, comenta.
Pronto, su trabajo en la hostelería pasó a un segundo plano y la costura tomó mayor relevancia en su día a día hasta que en 2020, en plena pandemia con bares cerrados a cal y canto, creó su propia marca. “Antes era un hobby y ahora es mi prioridad, aunque sigo trabajando de camarera en temporadas de verano”, explica Paloma que lleva tatuado en su brazo derecho las herramientas que usa en su labor.
A su firma la bautizó como Pop corn, Paloma Palomita, pero “lo cambié porque el inglés tampoco me identifica mucho, soy muy andaluza, muy de aquí”. Dejó el maíz a un lado y sacó el “poderío”, palabra que refleja las raíces de su tierra y esa fuerza para salir adelante pese a todo.
Su hijo ya ha cumplido 10 años, los mismos que su proyecto textil, repleto de sudaderas, kimonos, faldas y vestidos originales. Básicos con un toque personal que sobre todo, están pensados “para la comodidad”.
"Busco la comodidad"
La jerezana cambia las mangas o los bolsillos de prendas lisas por tejidos de numerosos estampados. “No puedo clasificar lo que hago, es un estilo más urbano, pero combinado con muchas telas”, añade con un alfiletero en la muñeca.
En sus outfits no faltan los volantes, un rasgo que identifica a su propuestas, ni tampoco los lunares, las flores, las carabelas o los flecos. “Hay mucha gente que me dice que soy la niña de los flecos, me visto de flamenca a mi manera”, ríe Paloma que incorpora este adorno con frecuencia. Un remate que hay que requiere de un cuidado especial a la hora de lavarlo.
“Tiene su guasa porque se pueden liar entre ellos, pero con agua fría, la prenda del revés y cariño, no es complicado”, explica. Hace unos días lanzó su última confección, un cuello de flecos que se puede combinar con unos vaqueros o unos “deportes” —la forma jerezana de llamar a los tenis. Lo subió a sus redes sociales y despertó la curiosidad de muchas personas, entre ellas, La Mari de Chambao que “me comentó que le molaba”.
Sus diseños también han gustado a otros artistas como Tomasito, fiel a sus camisetas con bolsillos de lunares, Vinila Von Bismark, que no pudo resistirse a su sudadera con flecos o José Crespo, vocalista de La Pompa Jonda. “Para mí son igual de importantes mis clientes, sean o no famosas”, comenta Paloma que afirma que las personas que se interesan por su trabajo “no tienen ni rango de edad ni estilo concreto”. Ha recibido pedido de la más rockera a la más flamenca, de 20 años o de 50.
Además de las prendas creadas, Paloma también realiza ropa personalizada al gusto de los clientes, es decir, es posible seleccionar el tejido y el estampado que llevarán las camisetas o sudaderas básicas.
"Intento contaminar lo menos posible"
En su filosofía tiene cabida la sostenibilidad. Su taller no rebosa de ropa, prefiere hacerlas poco a poco. “No hago colecciones ni grandes producciones porque se pueden quedar aquí y nunca venderse”, explica la diseñadora, que intenta utilizar hasta el último hilo. Según cuenta, regala coloteros fabricados con los sobrantes del tejido usado “para aprovechar el máximo y contaminar lo menos posible”. Otras veces, cose llaveros de arcoíris para reivindicar el amor libre.
Con orgullo, colabora con la asociación LGTBI Jerelesgay mediante la creación de una colección con el arcoiris como elemento principal. Un porcentaje de los beneficios va destinado a esta organización que lucha por los derechos del colectivo.
Por otra parte, realiza uniformes para una peluquería madrileña y dos restaurantes, uno de Rota y otro de Sevilla.
Las prendas de Paloma Poderío no solo rulan por las redes sociales, donde ella misma se viste con sus modelos y posa ante la cámara —y el famoso aro de luz—, sino también aterrizan en mercadillos. El de El Bujío es el último en el que ha participado junto a otras marcas locales. Con un moño y ganas de seguir aprendiendo, enciende la máquina. “Los sueños se trabajan para cumplirlos”, sonríe.
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