Una estrecha carretera separa la cárcel penitenciaria Puerto III de una de las viñas más peculiares de la provincia. Tres perros asoman por detrás del portón principal, una pareja de canes rastreadores, y uno más grande y flacucho con pavor a los coches. La tercera del clan, Dana, una preciosa mastín, se aproxima poco a poco entre la "mala hierba" hacia el camino de tierra con un gazapillo entre los dientes. La bodega de Rocío Áspera y Alejandro Narváez será pequeña, pero a primera vista es majestuosa gracias al largo pasillo de moreras. Ambos —pareja desde que se conocen en el instituto— residen en su mismo lugar de trabajo, El olivar de Forlón, desde que la familia de ella se hiciera con el terreno en 2007. Desde que hacen la primera cosecha, esta joven pareja de El Puerto se queda prendada de la vinificación, el proceso para obtener el vino.

Él, malagueño de 33 años —además de tener la nacionalidad francesa— termina marketing. Ella, portuense de 31, es licenciada en empresariales. No obstante, ninguno acaba ejerciendo de lo suyo, ya que ambos trabajan como administrativos en los primeros años del 2000. Por aquel entonces solo habían mantenido una pequeña conexión con el vino durante sus largas visitas a Champagne, región francesa donde había trabajado el abuelo de Alejandro. Más allá de ese vínculo familiar, ambos no habían prestado mucha atención a la cultura del vino, a la diversidad de aromas, colores y sabores. Su interés llegaría más tarde. El desencadenante de su éxito, por extraño que parezca, se llama crisis ecómica de 2008. A día de hoy algunos utilizan el concepto resiliencia, sacar fuerzas de flaqueza y superar la penumbra de la nada, del paro... Ellos, como muchos otros, decidieron emprender. "Mis padres compraron la finca y al cabo de tres años hicimos una vendimia aquí sin saber mucho de vinos...", comenta Rocío. Así, curioseando, echando un vistazo por los alrededores de la viña, comenzaron a sentir un "no sé qué" por crear vino.

A raíz de esa primera cosecha sus vidas dan un vuelco de 12,9 grados, el porcentaje de alcohol que tiene su primer hijo, el Forlong blanco. Es entonces en 2009 cuando arriesgan por sacar una nueva marca y enfrentarse a la dura competencia de los vinos del Marco. Decididos por seguir adelante en su proyecto, Alejandro estudia el técnico superior de Vitivinicultura en El Puerto y Rocío aprueba el máster de Vitivinicultura de la Universidad de Cádiz de Puerto Real. "Mientras nos formábamos hacíamos aquí nuestras propias prácticas, así era mucho más enriquecedor", indica uno de ellos.

Vinos Forlong junto a las tinajas de barro centenarias con tintilla de Rota. FOTO: MANU GARCÍA

Confiesan que pudieron haberse quedado en Francia y trabajar en la industria del vino gracias al puesto que Alejandro ya tenía él en château bordelés Smith-Haut-Lafite. Pero no. Prefirieron apostar por su tierra, esa albariza tan característica de la comarca. “No fue fácil, estábamos en una época de crisis económica y al principio ningún banco confiaba en nosotros”, explica Rocío. “Ahora sí”, agrega con satisfacción. Su juventud y su intención de crear un nuevo vino en una zona de altísima competencia, frustró en un principio el nacimiento de Forlong. Pero ambos no se achantaron, y finalmente consiguieron un préstamo de la Junta con el que pudieron rehabilitar la bodega de la finca y así hacer realidad su proyecto en febrero de 2014.

"Es cierto que en un primer momento el proyecto no se pensó de una manera tan grande como lo es a día de hoy. Aquí solo teníamos una finca y una casa-viña en ruinas", expresa Alejandro. Sin embargo, el propio nombre de esta marca lo indica: Forlong, de For a long time (para un largo tiempo). Y el destino, el tiempo, así lo quiso. Si bien sacaron 1.000 botellas de la primera cosecha, en esta última han sumado 20.000. Con un viñedo atípico del Marco, Bodegas Forlong ha conseguido desmarcarse de las demás referencias cosechando más de siete premios en menos de tres años de existencia. ¿La clave? Parece ser que su filosofía de vinificación tiene algo que ver, ya que es la segunda única bodega de la provincia de Cádiz que produce vino ecológico.

"No sabemos lo que es un químico ni nada"

Rocío y Alejandro inciden en que no hay una conversión en su metodología, es decir, desde un principio comienzan con la idea de manejar la viña de una manera ecológica. “No concebíamos llevar un viñedo convencional”, comenta el malagueño. "No sabemos lo que es un químico ni nada porque nunca lo hemos trabajado. Desde que empezamos en el mundo de la agricultura, comenzamos con el modelo ecológico”, insiste su compañera. ¿En qué se diferencia un viña ecológica de la habitual? "El manejo es completamente natural, todo lo que utilizamos proviene de la naturaleza. Nada de pesticidas", expone Rocío. Es más, utilizan cosas que ellos mismos preparan en sus más de 17 hectáreas de plantación; por ejemplo, recogen ortigas de su propia finca, la fermentan, y esta planta, que tiene dos funcionalidades, la usan como un fitofortificante (que pone más fuerte a la vid) o como un repelente de insectos para evitar posibles plagas. También se las avían con algunos productos que venden lo viveros, como en el caso del tratamiento de la polilla del racimo. Dicen que este método provoca una confusión sexual en la polilla al colocar difusores con olor a hembra por toda la viña. "Y como todo huele a hembra, el macho no la encuentra, no la fecunda y no crea una plaga de polillas", indican.

Alejandro Narváez y Rocío Áspera en su viñedo. FOTO: MANU GARCÍA

El manejo ecológico no tiene únicamente esas dos vías, también hacen controles biológicos y cubiertas vegetales. Esta última es la más particular. Alejandro cuenta que esta trata de crear un reservorio de insectos, de aquellos que son beneficiosos para generar esa biodiversidad que ellos buscan y crearle estrés a la planta. "Así la vid no está cómoda del todo, sino que hay una competencia y la forma que tiene la planta de perdurar en el tiempo es haciendo un fruto lo más concentrado posible, lo más apetecible, para que venga un animal, se alimente de sus bayas y después este lo siembre en otro sitio". Esa es la finalidad de esta pequeña bodega: hacer vino de mayor calidad aunque la producción se vea mermada. "Lo queremos es que el sabor exprese de dónde proviene el vino. Menos uva, pero una calidad de uva mucho mejor". Además del manejo ecológico, su marca busca innovar, jugar con la uva palomino y Pedro Ximénez, y recuperar técnicas ancestrales que se realizaban en las bodegas cuando el jerez era reconocido como uno de los vinos más importantes del mundo.

"Lo queremos es que el sabor exprese de dónde proviene el vino. Menos uva, pero una calidad de uva mucho mejor"

"Nos decían siempre que la palomino era una variedad muy neutra, que no se le podía sacar aromas primarios demasiado interesantes… Y que solo sirven para hacer jereces", cuenta Alejandro. "Nosotros empezamos con una idea de estar en contra de eso. Queríamos demostrar que la variedad palomino podía ser todo lo contrario", termina su compañera. Forlong busca experimentar con los productos de la provincia para guardar esa esencia, pero produciendo algo diferente. Es por ello que fermentan un blanco como un tinto o envejecen el vino blanco en una bota de oloroso. ¿Sus tintos? Los elaboran en tinajas de barro centenarias que trajeron de una bodega de Cuenca. "Eso no lo usa nadie aquí", aseguran. "Hubo una época en la que el Marco se plagó de tinajas de hormigón, pero la diferencia es lógica entre el barro natural y la mezcla del hormigón", agregan. Al ser tan antiguas, su manejo es es manual y forzoso, hasta el punto en que uno de ellos se tiene que introducir dentro de las tinajas y remover el vino.

Como su viñedo, son vinos atípicos, y en la diversidad se encuentra la belleza. El etiquetado de sus botellas no iba a ser menos. Querían un diseño fresco, y con la ayuda de la prima de Rocío, la ilustradora Victoria Cerezo, lograron unos dibujos juveniles y muy atractivos jugando siempre con animales: un pez trajeado, una vaca bigotuda, un gallo de la nobleza, un camaleón deslenguado, o su último vino #80/20, una fotografía realizada por el hermano de Rocío, un diseño que simula una "sirena a la inversa". Forlong está en continua evolución, por el momento tienen siete vinos, siete referencias. Pero desvelan que están haciendo pruebas de espumoso y que están deseando seguir alterando la palomino.

La pareja con sus siete vinos. FOTO: MANU GARCÍA

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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Comentarios (1)

Kira Hace 1 año
Buen post, en lo personal suelo comprar estos tipos de vinos en Bodegas de Andalucía y he tenido una excelente experiencia, con un gran catalogo ofrecen una calidad inigualable.
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