David Cosano lleva 16 años reparando y construyendo instrumentos de cuerda: "Para dedicarte a esto tienes que ser un apasionado de la música".

Cuando abre la puerta de la que es su nueva casa, y por ende también su taller, David tiene puestos guantes y un delantal que, por alguna salpicadura, delata que lleva unas horas trabajando. “No te puedo dar la mano porque mancho”, señala. En el centro de lo que antes era un garaje, y ahora ha convertido en su nuevo lugar de trabajo, preside la estancia un contrabajo, apoyado en un artilugio que ha diseñado él mismo y que le permite barnizar el instrumento por todas sus caras sin tener que aguantarlo en peso. David Cosano, como se adivina a estas alturas, es lutier, es decir, construye y arregla instrumentos de cuerda, perpetuando un oficio al que se dedican pocas personas en la ciudad.

La suya es la historia de una pasión, por la música concretamente. Empezó a estudiar Medicina, luego probó con Historia y su intención era especializarse en Antropología. Pero fue en Sevilla, en su época de estudiante, cuando vio claro que quería dedicarse a la música. “Ahí fue cuando me dio fuerte”, señala David, que empezó a estudiar el grado elemental de violín y acabó en la Escuela de Artes y Artesanías de Andalucía Della Robbia, en Gelves (Sevilla), donde le enseñaron buena parte de lo que sabe. Su maestro José Ángel Chacón luego le dio las claves. Más de cuatro años estuvo yendo a Málaga, al menos dos veces en semana, para seguir aprendiendo de manos del que ha sido su mentor.

“Siempre me han gustado las músicas de otras culturas, pero no tenía acceso a los instrumentos y los construía”, cuenta David, que lleva desde 2000 dedicado a la lutería, aunque sigue formándose constantemente y todavía se considera un novato. “No llevo 30 años en esto para decir que soy un experto”, señala. Aún así trabajo no le falta. Los años de la crisis fueron duros, pero desde principios de 2015 no para. “Ahora mismo se puede vivir de esto”, dice David, que en estos momentos está terminando de hacer un violín por encargo para un vecino de Sanlúcar. Unos tres meses y medio lleva haciéndolo, aunque señala que es muy difícil calcular el tiempo que tarda en construir cada instrumento. Luego empezará con una viola, también por encargo.

En su taller de la calle Oropesa, en el barrio de San Miguel, donde lleva poco tiempo instalado, termina de dar forma al violín. Se empeña con esmero, y mucha paciencia, lijando la caja para que quede lo mejor posible. “En este trabajo tienes que tener sentido de la precisión, yo soy perfeccionista pero esto lo ha agudizado, te vuelves más sensible a las imperfecciones”, explica el lutier, que cuenta que en un violín, aunque tenga detalles en los que prima la estética, “todo tiene una razón de ser”. La voluta –la terminación del mástil–, dice que es como la firma del lutier, “ahí demuestras tu habilidad tallando”. Pero, claro está, “al final lo que cuenta es el sonido”.

Ya trabaja para todos los conservatorios de Jerez, Chiclana, Sanlúcar, Cádiz, La Línea y Ceuta. “El 70% es restauración y puesta a punto”, añade. Los barnices que usa los hace él mismo con resinas naturales. “En las restauraciones cada fractura es muy diferente, hay que usar mucho la imaginación”, dice, por eso señala que “para dedicarte a esto tienes que ser un apasionado de la música, es muy importante el componente emocional”.

Y sus instrumentos no suenan mal. Para ello, compra la madera, normalmente de abeto para las tapas y de arce para los fondos y los arcos, en países como Rumanía, Italia o Alemania. Luego las deja secar, no menos de cinco años. “Es importante que esté seca para construir, para que no se dilaten y luego se puedan encoger”, explica. Construir instrumentos es lo que más le motiva, y lo que le da un plus para seguir sobreviviendo en este complicado oficio, que ama con todas sus fuerzas. “Es muy gratificante, hago lo que me gusta, trabajo hasta la hora que quiero... Aunque hay días que hay que parar porque no estás bien y puedes estropear el trabajo de varios días. Hay que estar concentrado y a gusto”.

David cuenta que no se ha vendido mucho por internet. No le ha hecho falta. Tiene una web y un blog que no actualiza desde hace tiempo, pero la mayoría de sus encargos le han llegado por canales tradicionales. El boca a boca es la clave para ir aumentando la cartera de clientes. “Si tengo buenos instrumentos, se corre la voz”, señala. “Son tus propios clientes los que te hacen publicidad”, dice el lutier que, mientras le dejen, seguirá dedicándose a su pasión. Esperemos que sea por muchos años.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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