Dulcería 17, más de medio siglo de golosinas: "Empezamos tostando cacahuetes en Cádiz"

Los hermanos García Sánchez regentan un negocio especializado en golosinas y caramelos que se inició en 1964 en el casco antiguo gaditano y que ahora lucha contra la pandemia desde el polígono Urbisur de Chiclana

Las hermanas Inma y Mari Ángeles con los conos de su marca registrada en el interior de Dulcería 17, en Chiclana.
Las hermanas Inma y Mari Ángeles con los conos de su marca registrada en el interior de Dulcería 17, en Chiclana. ESTEBAN

En una nave gigantesca del polígono Urbisur de Chiclana se esconde un paraíso para los amantes de las golosinas, el chocolate y los frutos secos. Las estanterías de Dulcería 17 rebosan de chucherías de todo tipo perfectamente ordenadas. Detrás de este llamativo establecimiento que atrae a pequeños y a los que no lo son tanto, se encuentran los hermanos García Sánchez. Inma, Mari Ángeles y Miguel cuidan con esmero el negocio que su padre y su tío, Miguel y Rafael García, cordobeses, iniciaron hace 57 años en Cádiz.

Más de medio siglo de tradición familiar que arrancó en el número 17 de la conocida calle Arco de Garaicoechea del casco antiguo de la capital allá por el año 1964. “Ellos eran albañiles, pero un familiar la traspasó y se quedaron la tienda, allí empezaron tostando cacahuetes, iban todos los días cargados de sacos en una moto”, recuerda Inma, de 55 años. Cuando su padre se jubiló, el local pasó a manos de su hermana Mari Ángeles, de 59 años, bajo el nombre de Garaicoechea S.L., muy popular al tratarse del único que se halla en esta calle. Pero antes, la familia impulsó una nueva tienda en la calle Carmen Picasso número 12 del centro de Chiclana.

El 17 de febrero de 1966, el local abrió sus puertas en la zona donde se instalaba la feria. Inma señala una fotografía de su despacho en la que aparece en brazos de su madre. “Improvisaron una mesa con dos cajas de chicles Bazooka y una silla con la caja de Chupachups y montaron aquí su caseta particular”, relata la chiclanera que nació el mismo año en el que se inauguró la tienda. Por aquel entonces, la familia amplió miras y se hizo con un almacén en el Pago de la Dehesilla, a la salida de la localidad, para la distribución de golosinas.

Los hermanos García Sánchez en la nave de Dulcería 17.
Los hermanos García Sánchez en la nave de Dulcería 17.   ESTEBAN

Así, el negocio fue creciendo hasta que puso en marcha la nave de Urbisur, donde se ubica desde 1998. Fue en ese momento cuando se registró como Dulcería 17, dejando atrás el nombre que llevaba en honor a la calle donde nació. La del centro desapareció y los hijos de Miguel tomaron las riendas. “Cuando terminé de estudiar administrativo, con 19 años, me metí en la oficina de lleno, y si no sabía me buscaba la vida, antes no había internet y me tenía que ir a Hacienda a preguntar muchas cosas”, explica Inma que siempre ha echado una mano. “Recuerdo estar con mi madre sentada en una mesa de camilla envasando los frutos secos que mi padre después vendía en la tienda”, dice.

El número que acompaña a Dulcería no es fruto del azar. Los hermanos no dudaron en elegir esta cifra cuando su padre les dijo: -Poned un número en el nombre. “El 17 siempre nos ha perseguido”, afirman Inma y Mari Ángeles desde uno de los pasillos de la nave. Según explican, su padre vivía en el número 17, y empezó el negocio en el mismo número en Cádiz. Además, la apertura en el centro de Chiclana fue un día 17 mientras que “cuando nos dimos de alta y nos registraron en notaría fue el 17 de febrero de 1998”. Por si no fuera poco, para contactar con el almacén del Pago de la Dehesilla había que llamar a una combinación terminada en 17 17. “Las casualidades”, ríen las hermanas.

"Es una locura la cantidad de artículos nuevos que entran a diario”

Lejos quedan los días en los que el negocio estaba especializado en cacahuetes, pipas y avellanas tostadas. En la actualidad, abarcan caramelos, golosinas, chicles y una larga lista de productos para endulzar los paladares. “En aquella época había pocas referencias y pocos proveedores, pero eso ha ido aumentando. Ahora hay miles es una locura la cantidad de artículos nuevos que entran a diario”, comenta Inma con conocimiento de causa. Es ella la que se encarga de dar de alta todas las referencias. “Desde que se abrieron las puertas de la Comunidad Europea aquí ha entrado de todo, infinidad de cosas”, asegura.

Mari Ángeles con una de las cestas preparadas.
Mari Ángeles con una de las cestas preparadas.   ESTEBAN

Entre ellas se distinguen marcas propias y registradas que han creado. “Este cono es invención nuestra”, dicen acercándose a uno de gran tamaño relleno con todo tipo de gomitas y chocolatinas. Además, menciona el Dulcerino, un huevo gigante en el que también se introducen varios tipos de chuches, todas ellas envasadas siguiendo un control sanitario riguroso “muy importante, nos preocupamos de dar esa confianza, sobre todo ahora”. Las hermanas agachan la cabeza al escuchar la palabra “pandemia”. La crisis les arrebató la ilusión aquel marzo fatídico en el que la otra parte del negocio se desplomó.

“La pandemia ha sido un golpe durísimo"

Desde 2013, a las propietarias se les ocurrió sumergirse en el mundo de la moda flamenca, un terreno, para ellas, inexplorado, en el que decidieron involucrarse, aunque “no tiene nada que ver” con las golosinas. “De buenas a primeras cogimos la nave de al lado”, dicen adentrándose en una gran sala donde reina el silencio. La estampa es desoladora. De los percheros cuelgan trajes de lunares de mil colores cubiertos por un plástico y en las vitrinas reposan flores y mantoncillos, algunos creados por Mari Ángeles. “La pandemia ha sido un golpe durísimo, es una lástima, la tenemos cerrada a cal y canto”, lamenta Inma con los ojos clavados en los diseños.

Inma y Mari Ángeles en la sala cerrada de trajes de flamenca.
Inma y Mari Ángeles en la sala cerrada de trajes de flamenca.   ESTEBAN
Inma con uno de los trajes de flamenca guardados.
Inma con uno de los trajes de flamenca guardados.   ESTEBAN

Inma y Mari Ángeles habían preparado la sala para el pistoletazo de salida, pero el 2020 no les ha deparado buena suerte. “Teníamos la tienda preciosa, después de ocho años por fin la teníamos como queríamos, buenos diseñadores, estábamos contentísimas”, reconocen. La crisis se llevó por delante todo su esfuerzo. “Nos cierran las puertas y para casa”, añade Inma.

Las propietarias con algunos complementos de flamenca.
Las propietarias con algunos complementos de flamenca.   ESTEBAN

Al igual que los trajes, los disfraces, otros de sus artículos más demandados, se han quedado guardados. “Cuando empezó mi padre solo vendía papelillos, serpentinas, el pito y poco más para el carnaval de Cádiz, luego fuimos metiendo pelucas y más modelos, ahora tenemos 450 referencias”, explica la chiclanera. De nuevo su rostro se entristece. Todo está paralizado. Los eventos “han pasado de largo”. Las hermanas explican que Dulcería 17 se rige por las campañas lanzadas según la época del año. Navidad, Reyes Magos, Carnaval, Halloween, día del padre y de la madre, comuniones, bodas, bautizos, cumpleaños, fiestas temáticas… Enumeran todas las fechas del calendario que han desaparecido.

El varapalo ha obligado a los dueños a reinventarse. Al mismo tiempo que recorre una nave inmensa colindante con la tienda destinada a la venta al público, Inma cuenta a lavozdelsur.es que han intensificado la venta internacional, menos frecuente antes de la crisis. “Nuestros principales clientes son mayoristas, que son los que les venden a las tiendas, o mayoristas generales que venden a otros mayoristas y estos a su vez venden a las tiendas”, dice entre palés.

Un olor a regaliz envuelve las instalaciones que se suelen llenar de familias de toda la provincia en cada ocasión especial. El aroma le resulta familiar a los hermanos García Sánchez, que llevan desde pequeños preparando con cariño bolsas y cestas. En tiempos difíciles, esperan aguantar el tirón.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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