Protesta feminista frente al Parlamento Andaluz. FOTO: VANESSA PERONDI.
Protesta feminista frente al Parlamento Andaluz. FOTO: VANESSA PERONDI.

Hoy las mujeres salimos, de nuevo, a las calles de este país, y de algunos otros países receptores de nuestras jóvenes, obligadas a migrar para poder sobrevivir económica y socialmente. Acabamos de estrenar este 2019 y ya tenemos tres mujeres asesinadas, algunas desaparecidas, mujeres violadas y muchas mujeres abusadas. Inauguramos el nuevo año que pone fin a la segunda década del nuevo siglo XXI. Y estamos más cabreadas que nunca. 

Salimos a la calle y lo hacemos varias generaciones juntas. Las más mayores, las rompedoras, las que se enfrentaron con el fascismo de la dictadura de Franco, pidiendo al menos la libertad de moverse libres por el espacio público, poder separarse de maridos violentos y agresores, poder trabajar y poder gestionar su propio dinero. También salimos las hijas de esas mujeres, las que nacimos durante la dictadura, pero que bebimos en las fuentes literarias europeas, y no nos resignamos a seguir los pasos de nuestras madres.

Las que fuimos a la Universidad, estudiamos y conseguimos trabajar e independizarnos, dentro o fuera de la pareja. Y salimos también acompañadas de nuestras hijas, las mejores preparadas, las más independientes y las más libres, pero que son la generación a las que un grupo de fascistas, que vivieron esos cuarenta años en las sombras, les quiere robar todo lo que hemos tardado tantos años en conseguir: la identidad y la libertad.

No voy a escribir las siglas de ese pequeño partido bisagra del tripartito conservador andaluz, porque no quiero darle más importancia de la que tiene. Porque no han caído del cielo, cual meteoritos, ni son extraterrestres que acaban de llegar a nuestra tierra. Son ellos, siempre hombres, que no aceptaron la derrota machista y quieren hacer resurgir sus privilegios y el poder que esos privilegios se otorgaron a si mismos, a costa nuestra.  

Me preocupa que el discurso de odio hacia las mujeres feministas, aquellas que defendemos la libertad e igualdad de todas las personas en el mundo, no haya llamado la atención de ninguna fiscalía. Que nadie vea anticonstitucional querer robarnos nuestros derechos a las mujeres. Que un minúsculo grupo de hombres y alguna mujer anti constitucionalista quiera poner en jaque a nuestra democracia y a nuestra Constitución. 

El concepto de familia que este pequeño grupo quiere imponernos al resto no es algo nuevo. Sería un modelo de familia normativizada, con hijos. Es su modelo, y está muy bien que lo quieran para sí. Lo que ya no está bien, y es ilegal e inconstitucional, es que quieran imponérnoslo al resto. Un modelo donde la mujer volvería a ser dependiente, estaría en el hogar al cuidado de los hijos, enfermos y ancianos, con poca formación y menos tiempo libre. Se trata de un ataque frontal a la liberación de la mujer en el aspecto económico y social. Volver al trabajo asalariado para los hombres y el trabajo no asalariado doméstico para la mujer. Es decir, el lugar de donde salimos hace 40 años y a donde, la gran mayoría, no vamos a permitir que nos lleven de nuevo.

Afortunadamente, hay muchos modelos de familias hoy en día. Al igual que en el resto de la Unión Europea, el papel de la mujer en la sociedad va tomando el lugar que le corresponde. El lugar donde queremos llegar porque, a pesar de los grandes esfuerzos personales y de lucha colectiva feminista, las medidas políticas nunca han estado a la altura de nuestras necesidades reales de apoyo para conseguirlo. Estos modelos familiares están reconocidos por el Tribunal Constitucional, por lo que intentar modificarlos sería un atentado contra el núcleo mismo de nuestra democracia. 

No deja de ser curioso cómo se usa a la mujer y sus derechos como si fuéramos cromos intercambiables, que pasan de una mano a otra en el juego de estos trileros profesionales. Siempre que la derecha avanza, los temas igualitarios son los primeros en querer tocarse, para despojarnos a las mujeres de lo que legítimamente, es nuestro. En cualquier lugar del mundo, la derecha siempre trae consigo retrocesos en temas sociales y económicos, para la mayoría. Su objetivo son las élites, que son las que engordan sus cuentas corrientes, y mejoran sus vidas. Mientras, las vidas de los pobres, y mucho más las de las mujeres, baja estrepitosamente en calidad. 

Esta avanzadilla fascista nostálgica, acaba de desembarcar en Andalucía, con los mismos propósitos de sus ancestros fascistas. Y lo peor es que, con tal de que la derecha no suelte su presa, a la que agarra con fuerza entre sus mandíbulas, los grupos que siempre han sido misóginos y aporofóbicos, les están haciendo concesiones inconstitucionales. Y no solo con el tema de las mujeres, sino con todos los temas económicos, medidas de privatizaciones y medidas económicas enfocadas al bienestar de los más ricos y en contra de los más empobrecidos. Además, tiene la osadía de negar la violencia machista, como si estas mil asesinadas no merecieran el respeto que la Ley de Violencia Machista les otorga. Tienen la desvergüenza de equiparar los asesinatos que los hombres realizan a otros hombres, mayoritariamente, con los asesinatos que realizan de forma residual y anecdótica las mujeres a los hombres. Mienten, y lo saben. Mienten porque todas las estadísticas dicen justamente eso: que a las mujeres las abusan, las violan, las torturan, las asesinan, justamente por ser mujer. 

Mienten, y yo me pregunto por qué mienten, y a quién mienten. Quizás deberíamos ampliar las estadísticas y saber a qué partidos votan los asesinos, los violadores, los abusadores, los pederastas. A lo mejor, cuando estos políticos mienten, se dirigen a una parte de la sociedad masculina, que les es afín. Mienten porque pueden, porque su electorado no hace ningún esfuerzo en averiguar la verdad. O porque su electorado ve con buenos ojos que se niegue una realidad reconocida por la ONU y la Unión Europea. Mienten porque los medios de comunicación les hacen eco, en una cacofonía de ruido y mentiras, que confunden al espectador. Mienten, porque la justicia no interviene de facto para deslegitimar sus mentiras.

Hoy las mujeres salimos a la calle, porque nuestros derechos no se tocan. Porque, hablar de nuestros derechos es hablar de economía, de política, de sociedad, donde las mujeres andaluzas somos las más desfavorecidas. Porque el feminismo no es otra cosa que el movimiento más igualitario y transversal que existe en el mundo. Es el modelo del cambio social, donde toda la sociedad gana en igualdad. Hacer desaparecer la desigualdad en el mundo nos lleva, inexorablemente, a otro modelo político para una nueva sociedad. Dentro del feminismo decimos que lo personal es político. Y en esas estamos, volviendo a demostrar que lo personalmente feminista es una política igualitaria.

No nos vamos a manifestar en contra de un partido que, irresponsablemente es legal, aunque ilegítimo bajo mi punto de vista. Sino porque queremos que Andalucía sepa, que España sepa, que Europa sepa que nosotras no somos mercancía de intercambio. Que nuestros derechos, esos que la que se autodenomina izquierda nunca blindó para que esto no volver a suceder cada poco tiempo, no se tocan. Que el movimiento feminista es la única opción para un cambio de modelo social más igualitario, que garantice los derechos de todas las personas, sean del sexo que sean, de la opción religiosa que sean, de la orientación sexual que sean, del pensamiento político que sean, del modelo social que sean… Las feministas estamos aquí, y hemos venido para quedarnos.

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