Un centenar de mujeres de diferentes países se reúnen en la Casa de la Mujer de Jerez para llevar a cabo una convivencia intercultural a través de la gastronomía. 

"Por lo menos estamos aquí un ratito y nos olvidamos de algunas cosas...", le dice Fátima Almers, natural de Marruecos y de 48 años de edad, a una compañera. Y tanto. Algunas, como Fátima, emigraron en busca de un trabajo; o para estar junto a la familia, como en el caso de la camerunesa Rose Pauline, de 65 años; y otras, como Lilie Jovana, proveniente de Colombia y de 37 años, para seguir con vida. Entre música, colores y mucha comida, casi un centenar de mujeres se reúnen en la Casa de la Mujer de Jerez (calle Liebre) para llevar a cabo una convivencia intercultural desde la gastronomía, organizado por el Ayuntamiento de Jerez con la colaboración de Ceain, Accem y Fundación Secretariado Gitano. Sahara Occidental, Colombia, España, Camerún, Gran Bretaña... Son de aquí, de allí..., porque como señala Richele Gallardo, originaria de Venezuela y de 21 años, "la mujer es un todo".

Mientras las saharauis recitan su cántico más folclórico, Lilie y Richelle se hacen un selfie. Ambas llegaron a Jerez hace tan solo dos meses y no se han separado desde que se conocieron en Accem. Son de países distintos, pero las dos no tuvieron más remedio que huir de su tierra. "Nos iban a matar", pronuncia Lilie, al tiempo en que comparte que las guerrillas colombianas asesinaron a su padre y a su hermano. Su familia fue sentenciada, por lo que se vio obligada a salir del país junto a su marido y sus dos hijos, de 3 y 14 años.

"Y yo me vine de Venezuela porque a mi pareja la secuestraron", enlaza su amiga Richelle. Pidió el asilo político en España porque no quería correr la misma suerte que él. Cuenta que antes de marcharse, en su tienda de mascotas, la Policía venezolana, al saber que es de familia opositora al régimen, le pidió que pagara una mensualidad para 'proteger su negocio'. "Como no pude pagarlo, entraron y me destrozaron la tienda". ¿Lo siguiente si no pagaba? Que la raptaran. "Allí no hay derechos humanos", denuncia la joven. Si bien Lelie afirma estar feliz y tranquila en España, su amiga venezolana titubea. "Me siento tranquila, pero por otra parte no... Tengo a mi familia allí. Y yo nunca había estado sin mi mamá", dice mientras se derrumba. Con tan solo 21 años, Richelle escapó de su hogar para poder vivir sin miedo. Hoy, se siente fuerte y "orgullosa conmigo misma", confiesa emocionada. "Aquí no te lo van a poner fácil, tienes que trabajar mucho", indica Fátima, que para la convivencia ha preparado ensaladas de pimientos, zanahorias y remolacha, además de un pollo al estilo marroquí.

Dicharachera y alegre, esta marroquí cuenta que arribó a la Costa de la Luz hace 17 años en busca de un empleo. Desde entonces, ha trabajado como costurera, limpiadora, cuidadora de niños o ancianos, en una fábrica de medias... Pero resalta que cuando ha podido encontrar un puesto como cocinera, su verdadera pasión, siempre ha tendio sueldos de pinche a pesar de que hiciera el trabajo de una chef. "Veo cómo a las mujeres siempre nos piden mucho más que a los hombres. En todos los ámbitos, nosotras siempre tenemos que demostrar mucho más". 

"Veo cómo a las mujeres siempre nos piden mucho más que a los hombres"

En España, Fátima ha sufrido una doble discriminación: por ser mujer y extranjera. "He llorado mucho, recuerdo que una vez, para reunirme con el trabajador social, llegué la primera y le di mi DNI al chico que recoge la documentación. Pero él, cuando me iba a tocar entrar, dejó pasar a una persona que llegó más tarde", narra. En una mañana multicultural, en la Casa de la Mujer se respira tolerancia, respeto. Y sobre todo, ganas de compartir y conocer otras culturas. La londinense Monica Murphy, que trabaja como traductora (de inglés, francés y español) de textos legales para un despacho de abogados de Madrid, comparte que el árabe será la próxima lengua que aprenda. "Saber idiomas te abre la mente". Monica, que ha traído de casa unos hot cross buns (bollos que comen los ingleses durante Semana Santa), comenta que reside en Jerez desde hace 6 años por "el fino, el clima y, sobre todo, porque tiene aeropuerto". Ríe. Pero ella, que está casada con un camerunés, también denuncia haber sufrido racismo. Mensajes del tipo "Vete a tu país", o gestos de transeúntes que cuando pasan junto a ellos se tapan la nariz. "Ignorantes hay en todas partes y los ingleses son igual de racistas, sobre todo desde el Brexit", indica. Para esta inglesa, la multiculturalidad es lo más rico que hay en una sociedad y le encantaría que la gente se diera cuenta que "las culturas solo pueden enriquecer a otras culturas". En este sentido, también se ha encontrado "con gente majísima que equilibra la balanza", expresa junto a Rose Pauline, compañera del grupo de Ceain que ha traído yuca, plátano verde y una salsa de cacahuete con ternera.  

"Las culturas solo pueden enriquecer a otras culturas"

Reunidas alrededor del árbol de los deseos, donde piden salud, trabajo y sororidad (hermanamiento entre mujeres), cada una, sin escuchar a la otra, responden a una misma pregunta. ¿Qué es para ti la mujer? "La mujer... es como un hombre", responde Rose. "La mujer hace muchas cosas, muchas más que el hombre", continúa. "Pero mucho más", insiste. Y es que dice que en Camerún, como en otros puntos del mundo, "la mujer trabaja la tierra, en la casa, con los niños, en las oficinas...". "Para mí la mujer es una heroína. Es más complicada que el hombre, se adapta mejor a las circunstancias y es más trabajadora", contesta la londinense. "Merece ser valorada, vamos a ponerla en su sitio, que es el todo", enlaza Fátima, al tiempo en que Richelle cierra con un: "La mujer es un todo". 

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Claudia González Romero

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