"Esta pérdida de nervios puede explicarse por la fatiga de este anciano sacerdote, pero eso no lo excusa", señala la diócesis en un comunicado en el que asegura que el párroco, consciente de este gesto, se disculpó con la familia al final del bautismo".
"Fue entre una caricia y una bofetada", asegura el sacerdote en declaraciones a la radio Franceinfo. "Tenía la esperanza de calmarlo, no sabía qué hacer", añade. "El niño estaba gritando mucho y yo tenía que hacer que girara la cabeza para echarle el agua. Le decía que se tranquilizara, pero no lo hizo", se excusa el párroco.