No se puede gobernar a expensas de los gritos del populacho en el circo romano pidiéndole sangre al César. Todos a una como en Fuenteovejuna. Todos los partidos políticos deben decir "basta".
No puedo comenzar a escribir sin lamentar profundamente la muerte del vecino de Arcos de la Frontera durante la mal llamada fiesta del toro del Aleluya y presentar mi más sentido pésame a la familia y sus seres queridos. Los que sufrimos por el maltrato animal muchas veces nos centramos tanto en el animal, que a veces olvidamos que también este tipo de actividades acaban en tragedia humana.
Tengo en mi mente, de nuevo, las imágenes de las cogidas de Paquirri o El Yiyo, que unido a una corrida de toros que vi a los trece años, hizo que naciera en mí un rechazo a esta costumbre de unir diversión con la tortura de animales. Esta fiesta medieval, como digo, nos ciega a los que, por un lado, sobre todo vemos el dolor animal y a los que, por otro, solo ven el divertimento. Y en medio, de vez en cuando surge la tragedia humana que nos trae los pies a la tierra. Una tragedia humana esporádica, una tragedia animal continua.
El Ayuntamiento de la ciudad vecina de Arcos de la Frontera tiene que ser valiente. Pero no el partido de gobierno: todo el Ayuntamiento, el pleno municipal al completo, y plantearse eliminar de una vez por todas una fiesta que no es una fiesta: hemos visto qué es la muerte que llega cuando no la esperamos y jugamos con ella. No debe temer el pleno municipal a la reacción electoral de la gente. No se puede gobernar a expensas de los gritos del populacho en el circo romano pidiéndole sangre al César. Todos a una como en Fuenteovejuna. Todos los partidos políticos deben decir "BASTA".
No. Estamos en el siglo XXI y Arcos de la Frontera, quizás el pueblo más bonito de España, se tiene que olvidar de esta fiesta, de no convertirse en portada de telediarios y prensa por la muerte trágica de un vecino en una fiesta incomprensible, cuando es un pueblo que tiene tantos y tantos recursos turísticos. Arcos tiene que ser conocido por sus callejuelas, por sus iglesias, por su Semana Santa, por su carnavalito, por su peña, por su balcón, por su pantano, por su hostelería y gastronomía, por su figura que arranca del suelo pareciendo querer alcanzar el cielo. Y por su gente, con un potencial increíble. Pero Arcos de la Frontera no debe ser nunca más conocido ni asociado a la muerte ni al maltrato animal.
Ojalá que esta tragedia inútil, que se ha llevado la vida de un vecino por delante, sirva para un nunca más y que no vuelvan a hacer una fiesta con un toro que sufre y que mata asustado para celebrar la fiesta de la vida que es la Resurreción de Cristo.