Entre el Archivo de Indias y la Catedral de Sevilla se celebra hasta el 23 de diciembre la Feria de los belenes, donde se acumulan las casetas en las que adquirir piezas de todo tipo, de todo registro. El belenismo es, por un lado, tradición navideña en muchas familias. Pero, para algunos, es una afición y casi un oficio, porque la dedicación implica muchísimas horas.
Esas figuras, elaboradas casi siempre en barro, necesitan de profesionales. Uno de ellos es Joaquín García Colón. Tiene 68 años y está en una llamada 'jubilación activa'. En un de los puestos que dan hacia la avenida de la Constitución cuenta con una esquina donde acude a llenarse las manos de barro mientras charla con los clientes. Y aunque a muchos pase desapercibido, es uno de los últimos torneros de Sevilla.
"Somos cuatro o cinco los que quedamos en la provincia", explica. Empezó con 15 años, por lo que, a punto de cumplir los 69, supera el medio siglo de oficio. "Mi padre se dedicaba al ladrillo. De ahí puso un taller de cerámica, y contrató a un alfarero". Era un chaval que empezó en aquel taller como aprendiz. "Aprovechaba cuando el alfarero se tomaba un café o un bocadillo para coger yo el torno".
Mientras atiende a lavozdelsur, elabora un pequeño joyero para una joven pareja a la que conoce por ser vecinos de la Puerta de la Carne. Fue allí donde comenzó con su primer taller. Elaboraba "ceniceros, macetas" que otros talleres de decoración de cerámica posteriormente pintaban para ponerlos a la venta.
Así, darle vueltas al torno ha sido el oficio de toda una vida. Mantiene un comercio, Cerámica Artística Colón, en la calle Rodrigo Carlo, frente a Las Columnas. Ahí, aún pueden adquirirse piezas que elabora Joaquín, aunque se encuentran entre otros souvenirs "para los turistas", como imanes, por ejemplo, que sí compra parte. Además, mantiene su taller de Puerta de la Carne, y en otra vivienda en Triana también tiene su torno. "Tengo cinco casas y cinco tornos, una en cada una".
"La mecanización cambió todo"
Joaquín, que de naturaleza habla sin rodeos, no entra en el 'juego' de la nostalgia. Preguntado por si le apena que se hayan perdido en el uso diario las piezas de cerámica, responde: "Ha perdido su utilidad. En el momento en que las macetas de cerámica costaban mil pesetas, pero las de plástico 8 pesetas, ¿tú qué vas a comprar?". Insistimos: la cerámica es más sostenible y respetuosa con el medio ambiente. "Pues no sé si alguien debería educar para que se use más, yo es que eso no lo sé".
Como se perdió años atrás la demanda, se fueron perdiendo los torneros. "El que quiera trabajar, hoy puede aprender", replica. En Gelves y en Sevilla capital puede aprenderse. "Y el que aprenda, puede buscar a una empresa que le contrate o ser autónomo con su propio taller, como la mayoría de nosotros". Antonio Campos, en Triana, es otro de los que es de su quinta y sigue en marcha con su taller, ya que sus hijos han aprendido el oficio.
El problema es que es un oficio de largo aprendizaje. Pone el ejemplo de quien se apunta a un curso y dura 15 días. "Hay tornos pequeños que no miden más que un microondas, no hace ya falta leña, ni hay que dar con un pedal", como en sus inicios. "La mecanización ha cambiado todo". Pero el oficio no se aprende en tres meses. "Son mínimo cuatro o cinco años. El aprendizaje es muy penoso y cuando se empieza se sabe que no será fácil".
¿Adónde va el producto que se demanda? La producción de Joaquín no es escasa, ni siquiera en estos tiempos de jubilación. Calcula que aún realiza unas 10.000 piezas al año, trabajando una o dos horas al día. Piezas de diversos tamaños. Realiza piezas para belenes, las de "cacharrería", como él la denomina, que decoran los nacimientos. Le lleva aproximadamente un minuto. Hay piezas más grandes para belenes más grandes. Y elabora incensiarios, también con mucha demanda.
Cuando dedicaba ocho o diez horas al día, elaboraba el triple de piezas al año, o sea, unas 30.000. Y cuando era algo más joven, calcula rápidamente, tirando de memoria, aún el doble que eso. Siguiendo al pie de la letra los cálculos, por sus piezas han llegado a pasar 60.000 piezas cada año. A más medio siglo de mayor o menor rendimiento, la cifra se va a millones. Por eso, no es nada descartable que en muchas casas sevillanas y andaluzas tengan alguna pieza, alguna vieja maceta, que pasó por las manos de Joaquín.
Mientras, sin nostalgia, mira alrededor. "En La Rambla aún se hacen botijos. En Lebrija, queda un taller, que cuando se jubilen, me parece que no quedará ninguno. El pueblo pacense de Salvatierra de los Barros debe su nombre a la tradición alfarera, pero apenas quedan 15 personas trabajando en el sector, según un reciente reportaje en ElEconomista.es. Quien quiera mantener las esencias del oficio, que se manche las manos. O que compre cerámica. Hasta el 23 de diciembre, podrá ver a Joaquín García Colón. No se lo pierdan. Ni a sus manos ni a su verbo.
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