Los 'guardianes de la pureza' en Sevilla: bares y comercios que resisten a un mundo en transformación

Negocios antiguos que no se han hecho viejos, sino que mantienen la esencia. O que venden producto clásico. O que mantienen la tiza en el mostrador. Conviven y convivirán porque se adaptan y adaptarán al nuevo boom que ha llegado. Las ciudades también avanzan manteniendo lo que fueron

Emilio, de Casa Moreno, en el centro de Sevilla, uno de esos establecimientos con pureza.
Emilio, de Casa Moreno, en el centro de Sevilla, uno de esos establecimientos con pureza. MAURI BUHIGAS

El mundo cambia. Y cuantos más años cumple uno, más rápido parece que va todo. Y más vértigos. Por eso, ver cómo hay tantísima transformación en el centro de Sevilla, un 'nuevo mundo' que se redescubre cada semana, en cada paseo, con un negocio nuevo, con un nuevo rincón, a veces puede dar hasta algún dolor de cabeza. Son los nuevos tiempos, imparables. Y no es malo ni bueno. Simplemente, diferente, aunque a veces aflore la añoranza. Sevilla no es lo que era, sí. Pero sigue siendo Sevilla. Y quienes viven la ciudad cada día, quienes madrugan para poner en marcha sus negocios, son conscientes de lo mucho que cambia todo. Pero siguen. Y seguirán.

El concepto de 'comercio clásico' en Sevilla retrotrae a esas máquinas registradoras sin lucecitas, puramente mecánicas. A los suelos y mobiliarios teñidos de marrón. A metales fríos. A tizas, a tickets escritos a mano como resguardos. Y a que el propio encargado de la tiend o el camarero te conozca de toda la vida, y nada más entrar te suelte una broma, con maldad, o se la sueltes tú.

Suena a "¿cómo sigue tu padre?", o también a "vino el otro día fulanito y le pregunté que dónde estabas y por qué hacía tiempo que no venías". En esa Sevilla que avanza, que crece, se mantiene como parte de su identidad mucho de aquello. Son negocios, tiendas, bares, que son 'guardianes de la esencia'. Ya sea por su historia, o incluso, por lo clásico de su producto. Pura 'sevillanía'. Puras 'sevillanas maneras'. Y pura 'pureza'.

La Corsetería Modelo

Nació en 1905, así que ya sopló las velas de su centenario. Comenzó siendo la corsetería París, pero a mediados de siglo cambió de nombre. "Mi padre se casó con la antigua dueña, enviudó y luego conoció a mi madre. Él era mucho más mayor que ella, podría haber sido mi abuelo por edad, por eso, en realidad, soy la segunda generación", explica Mari Paz Benítez.

Su máquina registradora es de esas que tienen música mecánica, como de fábrica de medio metro cuadrado sobre una mesa. Un tac tac tac. "Pues esta es la nueva", bromea Mari Paz. "Antes se guardaba el dinero en una caja de puros". "Yo, con la informática, es que no me llevo bien, por eso mantengo la registradora antigua. Aun así, tengo tienda online, pero no tengo informatizada la tienda".

Mantener esa esencia significa "sobrevivir". Y no va a cambiar la imagen de su negocio. "Lo único que hemos cambiado es el color de los muebles, que hemos pintado de blanco, porque el anterior era caoba. Pero el suelo es original de mosaico, y cuando vinieron unos arquitectos, me dijeron que no se tocara bajo ningún concepto".

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Mari Paz Benítez, en su clásica Corstería Modeli.  MAURI BUHIGAS

Muchos negocios clásicos no se han quedado antiguos, sino que han envejecido para cruzar la línea entre lo desfasado y ser una 'joyita'. Como un coche antiguo. ¿Cuánto tardarán coches de los 2000, por ejemplo, en ser 'coches clásicos' como lo son hoy los de los 70? Pasa lo mismo con un comercio, con una tienda.

Y a eso se suma "el trato personal. Porque aquí no viene la gente a llevarse un sujetador y punto. La clienta viene porque quiere asesoramiento, a escoger la prenda que necesita". Al ser una tienda especializada, "lo que te viene es el problema, vienen porque no encuentran en un mercadillo o en unos grandes almacenes lo que necesitan". 

En la calle Francos, donde se encuentra, entre la Catedral y el Salvador, "ha habido un auge brutal en los últimos cinco años por el turismo". Y no es malo, se reafirma, para un negocio de su estilo. "He encontrado el producto que necesita la turista, y se lo lleva. Abre mucha tienda de souvenirs, sí, y comercios de toda la vida quedamos cuatro o cinco nada más, pero tenemos más ventas. Y eso lo ha traído el turismo. Mi negocio se compagina bien".

Sastrería Cabello

Jesús Cabello es también segunda generación de un negocio de 1955. Se accede a través de un pequeño portal y escalera como una mínima galería. "No he transformado nada el negocio, prácticamente nada. Sí comenzamos con más paño propio de sastrería, muestrario. Hicimos alguna transformación para cambiar la mesa de corte por el mostrador y el mobiliario para mostrar las camisas. Poca cosa".

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Sastrería Cabello, de toda la vida.  MAURI BUHIGAS

De hecho, Jesús explica que algún cambio en la identidad de la tienda ha ido en la línea de enseñar mucho tesoro que estaba guardado. "Mi padre tenía guardadas muchas ilustraciones de revistas antiguas de sastrería. Algunas eran auténticas joyas, que cuando las encontré, le pregunté cómo era posible que se fueran a perder, que esto había que enseñarlo".

Y así, las paredes muestran esa estética elegante al estilo Mad Men, de aires de traje británico, estampados, y hombres peinados con gomina muy de mediados de siglo estadounidense, de hombres de negocio exitosos. "Es que tiene sabor, solera, es difícil de conseguir si te mudas a otro lugar, porque hasta los muebles son a medida", explica. 

Lógicamente, este es un tipo de negocio "sacrificado", de "cercanía", que no se puede delegar, "y eso te obliga a estar siempre tú". Lo dice quien correteaba entre costuras. 

Jesús también convive bien con el turismo "y bienvenidos sean los extranjeros. Saben lo que quieren. Incluso, alguno hasta repite. Personas que están enamoradas de Sevilla y compran cada cierto tiempo aquí. Cogen un vuelo barato y vuelven a visitarte". Comprarse un traje para un turista puede de primeras no parecer natural. Quizás no es habitual ni mayoritario, pero esa clientela existe y la Sastrería Cabello la ha encontrado.

Jesús no tiene prisa para ampliar el negocio en internet. "No puedo mandarte un traje de talla 48 en una caja. No consiste en eso", explica. Y con todo, no se siente amenazado por el comercio online. "Mi cliente busca otra cosa. Pueden intentar vender trajes por internet, pero no pueden darte el asesoramiento que se ofrece aquí".

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Jesús Cabello, frente a su tienda.  MAURI BUHIGAS

Juncia y Romero

Joaquín es uno de los socios. La tienda es moderna, recientemente cambiada de ubicación a un lugar más amplio, grande, con taller detrás. Y el negocio se remonta a 2005. Ni 20 años. Pero es esencia. Claro que es esencia. Porque es una de varias tiendas en el centro de Sevilla dedicada a la industria de la Semana Santa. Trabajan tanto para hermandades como para hermanos. Para religiosos y feligreses. Para devotos y turistas, si quieren una medalla o una pequeña imagen. Quizás nunca haya necesitado un bonete o una sotana, ni ornamentos para un santo. Pero en algún lado se compran, y es aquí. Más clásico, más puro, más de aquí, imposible.

"Comenzamos como floristería para hermandades, y teníamos algo de ornamento. Pero dejamos las flores y hoy trabajamos casi en exclusiva para el mundo de la Iglesia, y hasta aquí hemos llegado".

El negocio ha florecido. "Hay mucho trabajo. Hemos pasado malos momentos, claro, como todos". Pero incluso la pandemia acabó generando trabajo. "Como la gente de la Iglesia ese año no tuvo excursiones, viajes, pues este año es para ornamento. Hubo mucho trabajo". Su elaboración propia es ornamento, ropa. La orfebrería, imaginería, vienen de proveedores españoles o europeos.

El mundo clásico se va llevando poco a poco a internet. "Nos hemos adaptado a la venta por internet, por whatsapp... En cuanto a la fabricación, tenemos lo clásico, o el producto a medida, exclusivo, particular... Y ahí es donde entramos nosotros. Porque lo especial requiere venir, requiere de nosotros".

Y conoce bien a su cliente. "La Iglesia, antes, se conformaba con lo que había. Gracias a internet, quieren traer el producto de Alemania, de Bélgica, con tal color, con tal tejido... Y hay que buscarlo en el mercado", explica.

"La calle tiene más vida gracias al turismo", señala. "Hoy, el paseo del turismo, trae beneficios. Eso no quita que haya cosas negativas, como que viva menos gente en estas calles. Hay más apartamento turístico, hay menos sevillanos, y los sábados y domingos... ancha es Castilla, porque no hay vecinos".

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Joaquín, uno de los socios de Jucia y Romero.  MAURI BUHIGAS

Casa Moreno

Emilio no es ni tan veterano. Ni es el propietario, porque la familia propietaria 'delega' en él la representación y la portavocía. Emilio es otra cosa. Sin ser tan mayor, lleva "la friolera" de 35 años trabajando detrás de la barra, una barra clásica. En dos visitas, coincidimos con artistas, sevillanos de pura cepa, detrás de un pequeño ultramarinos, como escondido.

El negocio es de la Posguerra, "que decirlo así es muy bonito, del año 42". Se mantiene clásico, y solo "con los cambios a los que invita la historia. Si se cae un techo, se pone, pero intentamos no cambiar la fisionomía. Siempre fue almacén, tienda y vivienda", explica.

Hoy, ha ido a ser barra, pequeña cocina y almacén. La primera generación fue la que se hartó de trabajar, explica Emilio. La segunda es la de tener un día de descanso. Y la tercera, la actual, es la que ha alcanzado para aquellas familias fundadoras tener las mismas condiciones que otros trabajos. En eso sí se ha mejorado. Ya no duerme nadie en Casa Moreno encima de un saco de garbanzos.

"Esto es un negocio singular. Es un ultramarinos en un barrio, por la frescura, el trato personal... Todo se gasta en el día, por ejemplo". Y a la vez, es bar. ¿Por qué? "Yo te lo cuento".

Emilio explica que la mujer que iba a comprar a Casa Moreno décadas atrás era una mujer que iba casi cada día. Eso generaba ciertas complicidades. En un tiempo en que "estaba mal visto", lamenta, "que las mujeres entraran en los bares". Por tanto, las barras en algunos negocios se fueron colocando detrás, discretamente.

"En estos negocios se aprovechaba la confidencialidad con el tendero para que una mujer, que no iba a los bares, pudiera tomar una tapita y un vino"

"Se aprovechaba la confidencialidad del tendero para pedir una tapita de caña de lomo y me la tomo atrás, y a lo mejor le ponían también la copita de vino... Y origina una barra clandestina. Cuando el tendero se da cuenta, lo amplía al público". Y amplía: "Aquí había una mujer que venía a pedir un vasito de vino para la comida... Pero lo pedía fresquito. Salía fuera y se lo tomaba de un sorbo".

La convivencia con lo que viene de fuera, para Casa Moreno en el siglo XXI, implica muchas cosas. Brazos abiertos, "y que se adapten ellos a nosotros, no nosotros a ellos". Por qué. "Porque en Sevilla nunca ha habido paella a las ocho de la tarde, ha habido arroz, que lo ponen a la una y se acaba a las dos. ¿Quién vende la moto de que se come arroz en Sevilla por la tarde?"

"Hay cambios", explica, "en la forma de pedir, por ejemplo. Antes, en los bares se bebía. Hoy va el cliente a la tapa. Y se olvidan hasta de la bebida. Porque los barras son de siempre para beber, no para comer. ¿Entiendes? Que comer en una barra no se puede hacer durante una hora, si acaso para picotear".

Emilio reflexiona sobre los negocios que se han ido perdiendo por eliminar su identidad, o para traspasar el local. "Yo conozco a gente que le iba bien en el negocio y cerró para poner patatas fritas y bocadillos, y gana más para el turismo". Piensa en la avenida de la Constitución. "No puede perder su idiosincrasia y poner franquicias en todos lados. Todas las ciudades del mundo acaban pareciéndose. Y eso choca".

Por eso, recuerda aquella vez que Carlos Herrera, el periodista, trajo a Casa Moreno a Isidro Fainé, presidente de La Caixa. "Yo conozco a Carlos, pero a Isidro no lo conocía. Se llevó hasta un empujón mío, porque no sabía quién era. Estaba en una zona de paso para mí junto a la barra. Y me contó Carlos por qué lo trajo".

La razón es que Fainé pidió al periodista probar un local puro sevillano, "darse codazos" con la gente de siempre. Porque restaurantes caros de servilleta blanca hay en toda España, y en todo el mundo. Pero Casa Moreno, sus anécdotas, sus historia, y Emilio, también Emilio, eso solo lo hay en Sevilla.

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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