Sevilla vivió este jueves con intensidad la festividad del Corpus con las formas y maneras de siempre: elegancia, gran participación, multitudes en las calles y ambiente de fiestas grande pese a las elevadas temperaturas. El público no faltó a esta cita desde primera hora de la mañana cuando los niños carrancanos empezaban a salir por la puerta de San Miguel de la Catedral.
La procesión fue el mejor epílogo a días de celebraciones previas en las que Sevilla dio buena muestra del apego que tiene a esta solemnidad ahora y heredada de siglos atrás. Antaño fue la fiesta grande de la ciudad. En la actualidad, el seguimiento en las calles, la participación de unas 4.000 personas en el cortejo y la tradición que tanto importa en nuestra tierra, dan la gran dimensión que tiene el Corpus sevillano. Tanto que como suele ocurrir, mientras salía la custodia de la Catedral, entraba la cabecera del cortejo en la seo.

Se da la circunstancia de que este año ha coincidido con la festividad del patrón de Sevilla, San Fernando, cuya imagen formó parte del cortejo en su paso, como es norma en una procesión de enorme calado espiritual, pero al mismo tiempo social. En ella se dan cita no solo las representaciones religiosas encabezadas con el arzobispo, los dos obispos auxiliares y el Cabildo Catedral; también las civiles por parte de diferentes organismos, destacando la corporación municipal con el alcalde, José Luis Sanz, al frente, que ha sido su primer Corpus como tal. A esto se suman las castrenses con representaciones de las tres armas y con escolta de una compañía del Ejército, así como de la banda militar Guzmán el Bueno tras la custodia.
La presencia más numerosas fue la de las hermandades que asistieron corporativamente a la cita, tanto las de penitencia como las de gloria y sacramentales. Se podría afirmar que desde hace unos años se ha puesto de moda acompañar al santísimo, mientras que en las aceras, ocupando casi la totalidad de las sillas instaladas, el público aguardó con paciencia las dos horas y cuarto de paso de la procesión.

Sevilla ha brillado gracias a esta celebración ancestral de la capilla hispalense, que ha vestido de grandes galas sus calles con aroma a juncia y romero en sus calles. Los altares de costumbre dieron grandeza a un itinerario en el que sin duda la plaza de San Francisco, con sus arcos de entrada y salida -el primero dedicado a San Fernando y el de salida recreando la capilla del Baratillo, y El Salvador marcaron la diferencia.
Las campanas de la Giralda repicaron casi sin parar, los Seises bailaron ante la custodia, una ceremonia ancestral que se repite en esta fiesta y en la de la Inmaculada, mientras la procesión transcurría por unas calles del histórico recorrido, con balcones adornados con mantones de Manila. La música fue como siempre seleccionada para este acontecimiento, tanto en el paso de San Fernando como en la custodia. Además en las calles y justo a altares como el de La Hiniesta hubo grupos de música coral y de ministriles, músicos que ataviados de época, que interpretaron piezas del barroco con instrumentos de entonces.
El alarde de arte e historia que despliega el cortejo en las calles es único y de gran valor, que cierra la magnífica custodia renacentista de José de Arce, que entró de nuevo en la Catedral al filo de las 12.45 horas tras rendir honores la compañía del Ejército que la escoltó.
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