El convento maldito donde se ahorcaron los frailes: la verdadera historia del 'Monasterio del Diablo' en Carmona

Años de abandono, historias de frailes ahorcados, un suicidio y rituales satánicos han convertido este edificio en epicentro de leyendas paranormales

Personas visitan el convento maldito donde se ahorcaron los frailes, con el objetivo de descurir la verdadera historia del 'Monasterio del Diablo' en Carmona.
26 de mayo de 2025 a las 17:22h

Está perdido en un pequeño cerro a las afueras de Carmona, en Sevilla, entre olivares y rumores, completamente abandonado y lleno de suciedad, neumaticos y todo tipo de inmundicias… Allí se alza un edificio conocido por un nombre que hiela la sangre: el Monasterio del Diablo. Nombre que la leyenda ha grabado a fuego y por el que televisiones y programas especializados en el misterio se han desvivido. Para los carmonenses no es más que el Convento de los Frailes.

Años de abandono, historias de frailes ahorcados y rituales satánicos han convertido este edificio en epicentro de leyendas paranormales. Sin embargo, lo que pocos saben es que el llamado "convento" ni siquiera llegó a serlo. La verdad —más cercana y menos espectral— la cuenta Rafael Morales, historiador del arte y gerente de Adarve Patrimonio Cultural, quien desvela la historia real de este lugar condenado por la ficción y la desmemoria.

Historia y leyenda del Convento de los Frailes

“Aquello no era un convento como tal, sino un noviciado”, aclara Rafael Morales. Lo dirigían los carmelitas descalzos, con presencia histórica en Carmona desde siglos atrás, pero esta nueva construcción, ubicada a las afueras, en las huertas direccion a El Viso del Alcor, tenía un propósito claro: formar jóvenes aspirantes a la vida religiosa. Se levantó a mediados del siglo XX, aunque nunca se terminó por completo.

La presencia de la orden en Carmona se remonta siglos atrás. Los carmelitas descalzos ya habían ocupado el convento de San José, en la actual plaza de Julián Besteiro —sede actual de los juzgados y futuro emplazamiento para la Universidad Pablo de Olavide—, y los calzados, por su parte, fundaron su sede junto al actual silo del trigo, en el solar conocido como el Carmen, inicio del Real de la Feria de Carmona. Ambos enclaves formaban parte del tejido religioso de la ciudad hasta su desaparición por causas diversas. El noviciado a las afueras se levantó como un intento de dar continuidad a esa tradición.

Las bóvedas del antiguo convento.   RAFA MORALES

En aquella época, el auge vocacional del posfranquismo aún permitía a las órdenes religiosas ampliar sus espacios de formación. El entorno, a las afueras del núcleo urbano, ofrecía recogimiento, silencio y contacto con la naturaleza, elementos fundamentales para la vida contemplativa. Los testimonios de quienes acudían a misa o participaron en la vida cotidiana del lugar recuerdan una rutina sencilla: rezos, estudios, labores agrícolas y actos litúrgicos que daban forma a la jornada.

"Había frailes, sí, y también chavales que recibían clase. Se celebraban misas diarias, incluso hay testimonios de personas que hicieron allí la comunión. Era un lugar vivo", añade Morales. En torno a este espacio, rodeado entonces de campos y parcelas, se desarrollaba una vida sencilla, cercana, ajena aún a los tintes oscuros que el tiempo le otorgaría.

El cierre del noviciado se produjo de forma abrupta: "Se fueron prácticamente de un día para otro, dejando incluso parte del mobiliario", explica el gerente de Adarve. Según varios testimonios, el superior de la casa habría sido trasladado contra su voluntad y, al obtener mayor rango, ordenó el abandono del centro. Aquella marcha precipitada, sin explicaciones, alimentó el misterio: un edificio religioso, vacío de la noche a la mañana, "ese tipo de situaciones siempre da pie a la leyenda. Cuando algo se queda así, de repente, la imaginación colectiva se dispara", resume el historiador.

Visita nocturna al interior de este espacio en Carmona.   RAFA MORALES

La historia de Jaime Malavida

Pero sin duda el personaje clave es el de Jaime Malavida. Un novicio que, según los relatos legendarios, encontró a todos los frailes ahorcados en el sótano mientras una voz demoníaca le hablaba desde las sombras. Una escena digna del cine de terror que, sin embargo, carece de cualquier base documental: “No hay un solo texto antiguo que recoja esa historia. Es una invención contemporánea, nacida en internet, mezclando fechas, nombres y lugares que no tienen relación”, zanja Morales. La confusión viene, en parte, por la cercanía de la antigua Huerta de San José y por la existencia, siglos antes, de un convento del mismo nombre en el centro de Carmona. “Se han confundido los datos y las redes sociales han hecho el resto”, apunta.

La ubicación remota, el deterioro del edificio y el silencio que lo envuelve lo han convertido en destino habitual para buscadores de lo oculto. “Allí he visto de todo: gente con aparatos para medir energía, luces, ruidos... incluso personas haciendo rituales”, asegura Morales. En más de una ocasión se ha topado con restos inquietantes: "Una paloma atravesada con alfileres, círculos de sal, velas negras, símbolos de azufre…". Incluso medios especializados en fenómenos paranormales han dedicado reportajes a este enclave, alimentando una mitología que trasciende lo local. Aficionados de distintas provincias han acudido con grabadoras, sensores y cámaras térmicas en busca de pruebas de actividad sobrenatural. Las imágenes del edificio en penumbra, con su nave central semiderruida y los muros cubiertos de pintadas, circulan por redes como fragmentos de un escenario de terror.

Para Morales, la experiencia del lugar cambia por completo al caer la noche. "El contraste entre el día y la noche es muy potente. Las noches sin luna permiten ver todas las estrellas, y el entorno tiene algo especial, incluso sin creerse nada", confiesa. Pero el mito alimenta la sugestión: quien va esperando sentir algo extraño, probablemente lo sienta.

Vista del antiguo convento.  RAFA MORALES

Patrimonio sentimental, ruina física

Más allá del componente misterioso, el estado del edificio es preocupante. “Las bóvedas están a punto de caer, los techos sueltan cascotes cada vez más grandes. Hay partes quemadas, ruedas de tractor, cables reventados...”, describe Morales. Por esa razón, ha dejado de realizar visitas guiadas. “Ya no puedo llevar a nadie más allí. Me parece muy peligroso”. El lugar está tan degradado que incluso la entrada al sótano está colmatada y resulta inaccesible. “Hay un deterioro constante y muy evidente. Cada vez que vas, hay un nuevo agujero”, añade.

La respuesta sobre la propiedad no está clara. El solar fue en su día una cesión, luego una granja, después un terreno con cesiones y ventas poco definidas. "No está claro quién es el propietario actual. Lo cierto es que los problemas de titularidad impiden cualquier intervención seria", indica Morales. Desde la Delegación de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Carmona, reconocen esa indefinición: "Es particular y desconocemos quién es el propietario, por lo que no podemos intervenir en este espacio", aseguran.

Pese al apodo de "monasterio", el edificio fue construido con materiales humildes: ladrillo, piedra, algunas bóvedas y restos de pintura mural en el antiguo presbiterio. "No tiene un valor artístico reseñable. Pero sí tiene un valor inmaterial, emocional, para la gente de Carmona. Forma parte de nuestra memoria", reflexiona. Morales señala que todavía se conservan algunos símbolos carmelitas en las pinturas, aunque cada día más deteriorados. “Hay quienes van a pasear, otros a investigar, otros simplemente por la emoción del misterio". Según testimonios recogidos por el historiador, hubo un fraile que se suicidó en el recinto. "Era un hombre con problemas psicológicos. Y esa historia real, combinada con la marcha repentina y el abandono, quizás dio pie a la gran leyenda del ahorcamiento colectivo por mandato del demonio".

Así se construye el mito: una verdad a medias, un silencio, una imagen poderosa. Un edificio a medio hacer que, por obra del abandono, un suicidio y la imaginación, se ha convertido en un lugar maldito. O al menos, eso dice la leyenda. Porque en el Monasterio del Diablo, o Convento de los Frailes, lo único seguro es que la historia nunca se contó del todo bien.

Sobre el autor

Ezequiel García Barreda

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