El chef sevillano que se convirtió en inventor y ha creado la máquina del compás por bulerías

Ignacio Rodríguez decidió dejar su trabajo como cocinero durante algunos años para dedicarse a investigar en un pequeño taller del barrio de San Julián, de donde han salido inventos como 'Carmen' o la 'bicicleta gazpachera'

Ignacio Rodríguez con 'Carmen', su invento de mayor éxito en el Pelícano Mecánico.
24 de mayo de 2025 a las 19:28h

En un mundo automatizado y mecanizado, lo último que espera alguien es encontrarse un oasis de nostalgia en pleno centro de Sevilla. La ciudad, con cambios acelerados en la última década, ha visto como los comercios de toda la vida han ido cerrando para dar lugar a franquicias que se pueden encontrar en cualquier otro lugar del planeta. Sin embargo, hay rincones que resisten. Barrios que siguen siendo barrio en el casco histórico y actividades que recuerdan a lo que se hacía hace medio siglo.

San Julián es el barrio de la Hiniesta, pero también es el barrio de los artesanos. En él, todavía queda un corral donde los vecinos trabajan y colaboran entre sí. Donde un comentario inocente puede ser una idea genial y donde la generosidad se sigue respetando en el ambiente. Es decir, vecinos con todo el paso que conlleva la palabra.

Ignacio abandonó su trabajo de cocinero para descubrir cosas en el taller.    MAURI BUHIGAS

Ignacio Rodríguez nació en Sevilla hace 50 años. Ha sido y es hostelero, más concretamente cocinero de uno de los restaurantes en la ciudad. Sin embargo, hace algo más de una década, cuando se encontraba al frente de otro proyecto gastronómico con sus hermanos, decidió parar. "Estaba saturado y en un negocio donde te tienes que entregar a la gente no es bueno", dice a lavozdelsur.es. Por ello se tomó un descanso, pero no fue un descanso de sol y playa.

El descanso

Aquella desconexión fue el origen de lo que hoy se conoce como el 'Pelícano Mecánico', un taller con inventos que, cuanto menos, son curiosos. Ignacio pone su origen en 2012. "me lancé a hacer diferentes prototipos porque tenía mucho tiempo y era una persona muy libre". Su formación llegó durante su infancia en casa gracias a que su padre era pintor y el taller era una habitación más de la casa. "En la hora de la siesta me acuerdo de empezar esa relación con el taller. Ahora lo que he hecho es continuar con eso, no he descubierto nada nuevo".

El taller es pequeño y podemos decir que se encuentra algo desordenado debido al volumen de herramientas. Sobre la mesa se intuyen varios de estos inventos. Uno de ellos es Aurelia, máquinas de imprimir mediante una manivela con grandes engranajes. "Es una estética que a la gente le gusta y conecta mucho con la gente. Yo no soy ingeniero y da la sensación que transmito la energía del niño que todos tenemos como inventor", comenta. Falta la bicicleta gazpachera, uno de los más sonados. Como su nombre indica, es una bicicleta que con el pedaleo trituraba los ingredientes y hacía gazpacho. Eso sí, dejando algunos tropezones.

Tras varios inventos como hobby, encontró en el flamenco un sector donde podía lograr ingresos.   MAURI BUHIGAS

Esa época también le permitió inventar una lavadora musical con piezas que recogía de los chatarreros. Cuando el motor iba para un lado tocaba tambores, cuando iba para el otro sonaban trompetas. Y cuando centrifugaba los vecinos vivían una auténtica fiesta. Todo era un hobby hasta que llegó el momento de plantear el futuro. "Me apetecía empezar una etapa nueva en mi vida dedicándome a los inventos", señala este sevillano que había estudiado cocina en la escuela de hostelería de la ciudad.

Llegó un momento en el que tuvo que replantearse cómo lograr ingresos de esta aventura. "Se me acabó el tiempo y le vi las orejas al lobo", señala en la conversación. Fue entonces cuando comenzó a explorar el mundo del flamenco mediante unos tacones a pequeña escala con un mecanismo para taconear. Ignacio pensó que era el souvenir perfecto, pero fracasó en su intento de comercializarlo.

La vida le dio una segunda oportunidad y poco antes de tirar la toalla Ignacio pasó por el Museo del Flamenco, le enseñó el invento a su director, Kurt Grötsch, y las aguas se abrieron. A Grötsch le gustó la idea y pidió uno a gran escala para colocarlos en la sede con su correspondiente presentación. La máquina enamoró a los músicos que participaron, aunque había que perfeccionarla porque al ser manual el invento era incapaz de mantener el tempo.

Las Aurelias fueron de las primeras máquinas que nacieron en el taller.   MAURI BUHIGAS

Aquello fue el preámbulo de lo que se puede considerar el gran invento de Ignacio. Su nombre es 'Carmen' y su función dar el compás por bulerías, aunque técnicamente es una máquina de percusión. A simple vista parece simple e, incluso, aburrido. Pero verla funcionar es un mundo con el que se pueden hacer obras de arte. Definirla es difícil. Por simplificar, un motor y diferentes engranajes se encargan de que una docena de 'brazos' golpeen la estructura de madera a ritmos diferentes hasta lograr una auténtica fiesta flamenca. Desde una claqueta hasta la bulería pasando por los acompañamientos graves, el tresillo o el taconeo.

Llegar a todo ello no fue sencillo y, de hecho, Ignacio necesitó la ayuda de Arnot, un amigo francés que se dedicaba a la percusión y que le facilitó las intensidades en los diferentes ritmos de la bulería. Por esto, algunas de las ruedas del mecanismo caen menos, con el objetivo de que la intensidad del golpe sea inferior.

La historia del corral

Los consejos de Arnot no hubieran llegado sin el corral anexo a la plaza del Pelícano. "Siempre ha habido mucha sinergia. En esta máquina de flamenco está la aportación de muchos amigos que me han ido comentando cosas", añade Ignacio. En su mesa de trabajo se pueden ver otras dos máquinas de bulerías en plena fabricación, aunque de menores dimensiones para facilitar el transporte en los espectáculos donde se van a usar.

'Carmen' se ha convertido en un éxito entre los músicos.    MAURI BUHIGAS

Aunque ya van una decena de inventos, el chef sevillano asegura que "este es el que más me representa porque es el que más ha crecido y aceptación ha tenido. Yo me he dejado llevar un poquito". No obstante, guarda cariño a otros como las Aurelias porque fueron el inicio y les dedicó mucho tiempo.

Ignacio dedica sus mañanas al taller compaginando los encargos con su propia inquietud. "No puedo estar a merced de un cliente", esgrime debido a la falta de tiempo que tiene para compaginar el desarrollo tecnológico con su familia y su trabajo como cocinero de Espacio T. Precisamente, sobre este restaurante tampoco esconde su ambición. "Estamos buscando el reconocimiento", explica sobre una propuesta gastronómica diferente en Sevilla. 

Aunque ha vuelto a trabajar como cocinero, su objetivo es mantener el taller toda la vida.   MAURI BUHIGAS

Pese a todo, no se plantea decir adiós al taller. "Creo que lo voy a tener toda la vida porque es una necesidad", afirma. "Aquí en el corral estamos muy bien, muy a gusto y muy agradecido". Sus palabras de agradecimiento son para la señorita Ana, una mujer que ya falleció, pero que era la propietaria del lugar y puso todo de su parte para favorecer a los artesanos.

Sobre el autor

Emilio Cabrera

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