Un trabajador de la piel de Ubrique: "Mucha gente se queja pero luego nadie da la cara"

José Antonio Moreira, un empleado del sector de la marroquinería, desvela cómo trabajó durante los primeros días del estado de alarma. "No había gel, ni mascarillas, ni guantes, ni estábamos distanciados"

Un empleado, cosiendo una pieza de marroquinería, en una imagen de archivo. FOTO: RADIO UBRIQUE
Un empleado, cosiendo una pieza de marroquinería, en una imagen de archivo. FOTO: RADIO UBRIQUE

José Antonio ha estado unos meses trabajando en una fábrica de piel de Ubrique. En ese periodo, le ha dado tiempo a percatarse de las irregularidades que se cometen en un sector que factura más de 60 millones de euros anuales y que genera unos 6.000 empleos en la Sierra de Cádiz. "Este pueblo necesita que la gente hable”, sostiene José Antonio Moreira en declaraciones a lavozdelsur.es, “porque todo el mundo habla mucho pero luego nadie da la cara”. Él ha decidido hacerlo y exponer la situación que ha vivido en fábricas de marroquinería.

Moreira, tras consultarlo con un abogado, remitió un escrito a su empresa para comunicar que no iba a acudir a su puesto de trabajo una vez que se decretó el estado de alarma. “No había gel, ni mascarillas, ni guantes, ni estábamos distanciados”, relata. “Me fui porque las condiciones de trabajo no eran óptimas”, dice José Antonio, al que han despedido, como al resto de compañeros, con la "excusa" de que no hay demanda. “Es una actividad de alto riesgo, porque estamos todos juntos en el mismo espacio, sin apenas ventilación, y se trabaja en cadena”, cuenta.

“Somos artesanos, se utilizan máquinas, pero sobre todo se cose y es un proceso muy manual”, explica, por lo que los productos pasan de mano en mano. “Todos tocamos todo”, insiste. La primera semana tras decretarse el estado de alarma volvió a su lugar de trabajo y "todo seguía igual”. Por eso, y por su delicado estado de salud, decidió no volver. “Tengo problemas respiratorios pero hubiera dado igual que lo dijera, estábamos todos casi obligados a salir de casa y meternos en una fábrica”, señala.

“Después de haber hecho mucha presión, porque se siguió una semana durante el estado de alarma, conseguimos que se parara la producción”, comenta José Antonio. “Era absurdo, porque pasamos el fin de semana en casa y el lunes tuvimos que ir a trabajar con otras personas, muy cerca”, agrega. Antes de este empleo, Moreira tuvo otro en el que directamente estuvo trabajando sin contrato. “En este pueblo hay mucha gente así y se cometen irregularidades”, sostiene, “hay empresarios tramposos que siempre se salen con la suya”. “Si la gente se calla, ellos lo siguen haciendo” señala.

Un empleado del sector, en redes sociales, exponía una vez decretado el estado de alarma: “Me quedaré en mi casa hasta que se solucionen las condiciones de trabajo, nosotros los trabajadores de las fábricas en Ubrique somos los que damos forma a este pueblo, somos los que con nuestras manos creamos un nombre y un prestigio a nivel internacional, y se nos trata como a cualquier cosa”, se quejaba. Hasta se llegó a convocar una cacerolada para protestar contra los empresarios de la piel que no tomaron medidas.

La Asociación de Empresarios de la Piel de Ubrique (Asopiel), el 17 de marzo, señaló en un comunicado que “la marroquinería está clasificada como actividad de bajo riesgo”, por lo que contaba que habían consensuado un “protocolo de medidas frente al coronavirus”. “Las repercusiones de dichas decisiones tendrán un impacto incalculable, por lo que es preciso meditar y consensuar cuantas acciones se determinen en los diferentes planes de choque que se establezcan al efecto de garantizar y salvaguardar el bienestar y la salud de nuestros trabajadores, así como minimizar el impacto de las enormes consecuencias en el trabajo y en la economía familiar y empresarial que se prevén”, recogía el escrito.

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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