Neon Vampire, la banda isleña que demuestra que la madurez musical también brilla y tiene sello propio

Con su nuevo disco ‘Piedras por diamantes’, el mítico grupo, conocido antes como Champagne, consolida su estilo capaz de crear canciones que suenan con potencia y son capaces de crear universos propios

Neon Vampire, en el local de ensayo.
11 de octubre de 2025 a las 20:32h

Quedan tres temas para terminar el ensayo con el que ultiman una nueva actuación. Esta vez, en Villamartín en el Guadalete Fest, después de haber tocado hace sólo una semana en la sala Riff de Granada. Ellos son Neon Vampire, una banda clásica de San Fernando que no ha dejado de evolucionar, tanto como lo han hecho los integrantes de la misma. Paolo (voz y guitarra), Alberto (guitarra y coros), Dani (bajo), Octavio (batería) e Ismael (teclados) tienen sus propios trabajos, sus familias, hijos y una pasión que les une: la música, su banda, componer sus propias canciones e inventar músicas que son capaces de trasladarte a los mundos que imaginan. 

Duelo al sol, Aullidos o Piedras por diamantes, son algunas de sus nuevas canciones que son un claro ejemplo de esa apuesta por que una canción sea más que eso, sea ”casi un cortometraje, una mini película” que te transporte al universo que inventan para cada uno de sus temas, cuenta Alberto.

Un momento del ensayo en directo. MANU GARCÍA

Acaban de estrenar su nuevo disco ‘Piedras por diamantes’ hace algo más de una semana y la adrenalina de tocarlas en directo fluye por todo el local de ensayo. Este segundo disco viene además con el regalo de la colaboración de José Antonio García, cantante de 091, en el tema Aullidos, algo que describen como una gran experiencia, y con un mensaje claro: vivir de la música puede parecer tan deslumbrante como el brillo de los diamantes pero hay muchas piedras por el camino. “Sueños que se ven pisados por gigantes que se quedan hundidos bajo sus pies”. 

De eso, saben ellos mucho pero también de la lucha para seguir adelante cada vez más seguros de que su música tiene algo distinto que aportar a un panorama cada vez más homogéneo. Queriendo escapar de esa etiqueta indie que les adjudicaron al principio y que ahora parece un cajón desastre, Neon Vampire huye de una etiqueta facilona y se configura como una banda de guitarras, sintetizadores, melodías y atmósferas. Ahí es nada y, sin embargo, todo cobra sentido cuando se escucha cualquiera de los temas. “En algunos tienen más peso más las guitarras, en otros las melodías, en otros, los teclados pero siempre la potencia y el ánimo de querer contar historias que creen una atmósfera propia en cada canción”, explican. 

Uno de los motivos del grupo.  MANU GARCÍA

Juntos desde finales de los años 90 -menos Ismael que fue la última incorporación de la etapa actual- Neon Vampire fueron primero Dun y luego Champagne, una de las bandas punteras de San Fernando con un estilo que ya sonaba distinto al resto de grupos del panorama local. Arriesgados, siempre han apostado por hacer sus propias canciones, nada de versiones -bueno, sólo una de A-ha y otra de Tom Petty “si vemos que el público es mi edad”, dice entre risas Octavio, el más mayor-. El paso de Dun a Champagne no sólo vino con un cambio de nombre sino hasta de idioma. “Dani y yo estuvimos más de un año en Inglaterra y eso nos influyó”, cuenta Paolo. Su apuesta salió ganadora y en el año 2003 ganaron el Caña Rock y se consolidaron como una banda de power pop vitaminado que demostró que desde La Isla se hacía música con influencias de los Beach Boys, The Knack y Fountains of Wayne. Con tres discos a sus espaldas, conciertos en Madrid, Barcelona, Valencia y toda Andalucía, los músicos isleños ya tenían experiencia, familias asentadas y el nervio de pasar página y empezar una nueva etapa. 

De nuevo, el riesgo de cambiar de nombre, estilo, idioma y concepto. Y el renacimiento volvió a convencer. En 2021, asombraron a propios y extraños con su primer disco Neon Vampire, el mismo nombre de su nuevo grupo que incluía además un nuevo integrante, Ismael. Han pasado cuatro años y repasando su trayectoria, caen en la cuenta de lo rápido que ha corrido el tiempo y de cómo ha cambiado el consumo de la música. 

Sonando la batería. MANU GARCÍA

“El negocio ha cambiado y el público, también. La gente está acostumbrada a consumir rápido, escuchar un disco entero como antes ya no es común”, explica Dani. Y eso, hace que a pesar de la cantidad de festivales de música que hay en el panorama nacional, las experiencias en salas sea mucho más gratificante. Su actuación con Los Hermanos Dalton en la sala Moby Dick de Madrid en mayo pasado fue, sin duda, uno de los mejores conciertos que recuerdan. “La gente no nos conocía y se entregó con nosotros”, coinciden en recordar. También el pasado verano cuando tocaron en el Sugar Café, un escenario imprescindible ya en San Fernando al que esperan volver antes de que finalice el año, o este mismo de Granada. 

“Ir a un festival hoy en día es para mucha gente un acto social, hay que ir a este festival o al otro, está guay pero se ha convertido en un negocio y son como un pack en los que resulta imposible entrar”. Y el público, obviamente, también es distinto. “El público que va a una sala es un público que va a escuchar, a ver cómo transmites, cómo ejecutas y, en un momento dado, hasta cómo fallas”. Por eso, “nuestro sueño y nuestra demanda es que se normalizara tocar con muchas bandas, que se organizaran rutas de conciertos para grupos que no tienen tantas posibilidades porque no están en ningún sello gordo y que pudiésemos tocar en, por ejemplo, Sevilla, Jerez y Cádiz con bandas de estas localidades”. 

Los pies los tienen en la tierra, la dureza del negocio la conocen de sobra pero la ilusión no la pierdan y las ideas fluyen. “Nosotros tenemos el grupo en el coco y nuestro objetivo es tocar todas las veces que sea posible”. Tablas, estilo y ganas tienen.

Sobre el autor

Vanessa Perondi

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