Ahora mismo tiene en su taller a siete de sus “bichos” como ella llama a sus gremlins —la versión buena, claro: los Mogwais—, el encargo de otros siete y a un Alf al que no le falta un detalle. Gema Tacón (San Fernando, 1981) es un ejemplo de versatilidad, arrojo, arte y humor, buen humor.
Natural de La Isla, Gema tenía un nombre propio en la ciudad con su conocido café literario La buhardilla, por donde pasaron un sinfín de jóvenes autores y otros más consagrados para presentar sus obras. Dinamizadora por antonomasia, el famoso Halloween de San Fernando que hoy es un evento esperado en la Bahía, tiene mucho que agradecerle a aquella joven que quiso llevar al centro de la ciudad una iniciativa popular que se vivía especialmente en el barrio de Camposoto.
“A mí no me gustan nada las manualidades”, dice entre risas a pesar de que sus manos son capaces de crear muñecos que te llevan a la década de los años 80 con películas y series tan míticas como Los Gremlins y Alf. Su historia como artista, empezó en plena pandemia. Concretamente, en La Rioja. Allí se fue a vivir con su madre y su hija y allí trabajó de todo. “De cartera, en una fábrica de chatarra clasificando el hierro, de limpiadora en una fábrica de despiece de carne. Allí las empresas de trabajo temporal (ETT) funcionan. Yo creía que eso era mentira, pero allí te llaman todo el tiempo”. Una vez, “me llamaron una semana para pegar panfletos detrás de una revista. Yo no sabía ni que existía eso, pero me harté de pegar panfletos”.

Llegó entonces el COVID, la pandemia y el confinamiento y “tenía un sótano muy grande y no podía hacer nada”. Así que se montó su propio taller y empezó a hacer jabones, pero “los materiales eran carísimos, tenían mucho trabajo y no dejaba dinero”. Se lanzó entonces a hacer manualidades con resina epoxi. “Aquello funcionó muy bien y me puse a hacer muchas cosas: collares, lámparas, relojes gigantes”. Hasta que se dio cuenta que era alérgica a la resina “y casi me muero”. “Se me ponían las manos en carne viva incluso con guantes, la cara, todo”, recuerda.
Su aventura riojana terminó y desde hace cuatro años vive en Jerez. Inquieta por naturaleza se le ocurrió hacer unas muñecas que le encantaban, las conocidas como Blythe, pero para ello tenía que aprender a coser para poder hacer la propia estructura de la muñeca y su ropa. “Yo no sabía ni enhebrar una aguja y le pedí a mi madre que me regalara una máquina de coser de las baratas porque era capaz de cargármela”.
Como todo en su vida, investigación, algún que otro manual y ensayo y error. “Me tuve que leer el manual de arriba abajo, vi unos cuantos tutoriales, me puse a coser, a hacer patrones y empezaron a salir muñecas Blythe muy bien”. Pero había dos problemas: “eran muy caras de hacer y, aunque tienen un sector de coleccionismo grande, no son muy conocidas y no eran rentables”.

Pero como ni la fantasía ni las ganas la han abandonado nunca, empezó a a hacer bebes reborns pero no cualquiera, sino los inspirados en el duende famoso de la saga Harry Potter. Sus bebés reborns tenían cara y cuerpo de Dobby y durante un tiempo también hizo muy feliz a un número de clientes que empezó a crecer al ver por redes el trabajo de esta isleña autodidacta. “Me cansé porque era un trabajo muy mecánico y es que yo soy muy inquieta”. “Tenían que pintar siempre lo mismo y eso lleva más veinte capas de pintura termosellable. Llegó un momento en que los hacía en cadena y me aburría”.
Así que ya con las técnicas cada vez más pulidas, Gema se lanzó a hacer el muñeco que siempre quiso tener. “Me encantaban los gremlins pero nunca nadie me había regalado uno, así que me lo hice yo”. Para ello, tenía que cambiar de material y lidiar ahora con la arcilla polimérica. “En el colegio mi padre me tuvo que modelar una figurita en barro porque es que yo no era capaz”, se ríe mientras recuerda su niñez.

Tampoco es que supiera ahora. “¡No he gastado yo arcilla!”. Como ya tenía los hornos, “me compré un kilo de arcilla y empecé a modelar”. Muy activa en redes sociales y tan bromista como para reírse de su propia sombra, Gema fue subiendo aquellas primeras creaciones que poco tienen que ver con las de ahora. “Yo soy muy perfeccionista y mis primeras creaciones eran…. ¿cómo decirlo? Tenían la cara de los pies de otro”, suelta entre carcajadas. Aun así, “la gente me las compraban”.
Hoy es ya toda una experta y ha dado un salto en su producción al establecer contactos con influencers que recomiendan directamente sus creaciones. Los gremlins siguen siendo el producto estrella porque, a la verosimilitud del muñeco, se suma un packaging o empaquetado, lleno de detalles que elevan la calidad del producto. Arcilla Sculpey, pelo sintético de calidad y muchas horas de trabajo se traducen en un precio que ella misma explica en sus redes sociales pero que varía mucho si son de tamaño grande o de los pequeños. “Nada más que te digo que el metro de pelo vale 20 euros y lleva mucho material”. Los grandes alcanzan una altura de 35 centímetros y los pequeños entre 18 y 22. “Nunca salen dos iguales porque están hechos a mano. Son exclusivos y todos son distintos”. No dejan de lloverle encargos y ahora en octubre abrirá la agenda de Navidad. La previsión en estos casos es importante “porque sólo tengo dos manos y todo va hecho a mano”. “Tengo que modelar, cocer las partes del cuerpo, hacer el esqueleto, coserlo todo. Un muñeco de estos me lleva hacerlo casi quince días. Luego personalizo las cajas y todos llevan sus papeles”.
Sus creaciones ya han llegado a toda España y, como curiosidad, a Estados Unidos. “He vendido a gente de Miami, Florida o Búfalo”. Los encargos de Alf, el extraterrestre que llegó a casa de una familia norteamericana, van subiendo cada vez más adeptos nostálgicos y su próximo reto es conseguir un Fuyu, el dragón blanco de la suerte de La historia interminable, lo más real posible.
21 novelas en diez años
Pero la fantasía y el mundo interior de Gema no sólo toma forma en muñecos de arcilla polimérica. Su pasión por la literatura la convirtió primero en un café literario, desde donde dio el paso y se convirtió en escritora. De eso hace ya la friolera de diez años y tiene en su haber 21 novelas escritas de madrugada y en la mesa de la cocina de su casa. “La gente se piensa que los escritores tenemos un despacho y muchas horas para escribir. A mí me dan las tres o las cuatro de la mañana escribiendo, con el portátil en la cocina y mi gata encima”.
Su género favorito es el thriller y el cozy mistery, un subgénero de la novela negra más ligero y más amable, pero ese humor que la caracteriza ha cristalizado en más de una de sus creaciones con novelas cómicas que tienen mucho éxito. Ahora mismo tiene en el mercado dos libros de esos dos géneros: Lady Mayfer y la condesa muerta, que es un cozy mistery, y No detengan a mi ladrón, una comedia romántica con secretos, disfraces y una familia que es cualquier cosa menos normal.
El último susurro, con el que empezó una trilogía de misterio es su libro favorito. “Me gustó mucho escribirlo porque había escrito fantasía, pero nunca había escrito un thriller. Y como no duermo bien por las noches, descubrí los vídeos de relajación y el ASMR (las iniciales en inglés de Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma). Hace diez años nadie sabía qué era eso ni de qué iba eso de los susurros. De hecho, El último susurro es la primera novela de ficción del mundo en que se trata del ASMR y de los asm artistas”.
Así que, a la creación de muñecos, responsabilidades familiares, se suma también su trabajo como escritora que en el caso de las novelas de misterio suponen un proceso duro de documentación. “Tengo unas cuantas lectoras cero que van leyendo lo que voy escribiendo por si me tienen que decir que he escrito una burrada (y se ríe a boca llena), la correctora, la maquetadora y la portadista”. Y sin embargo, los días de Gema parece que tienen más horas que los del resto y tiene previstas dos nuevas novelas de aquí a que acabe el año. “Ni puedo estar quieta ni me lo puedo permitir”, sentencia, eso sí, con una carcajada.


