Los héroes de Camarinal: "Si hubiésemos dudado se ahogan todos"

La valentía de tres agentes de la Guardia Civil evita una tragedia cuando una embarcación cargada de emigrantes quedó a la deriva en las bravas aguas de Tarifa

De izquierda a derecha, el agente Chico, el cabo Sevilla y el sargento López.
De izquierda a derecha, el agente Chico, el cabo Sevilla y el sargento López.

Lunes 11 de junio. Siete de la mañana. El mar azota con fuerza en la punta del Faro de Camarinal, entre la playa de los Alemanes y la paradisíaca cala del Cañuelo, en Zahara de los Atunes. Desde el puesto de Torreplata, el sargento de la Guardia Civil Raúl López y el cabo Miguel Ángel Sevilla divisan con sus prismáticos una embarcación cargada con más de una treintena de ciudadanos subsaharianos, la gran mayoría menores de edad. Hacía un rato que tenían conocimiento de su llegada, gracias a la información que les había dado el Centro Operativo de Servicio, al igual que sabían que el patrón de la nave estaba haciendo caso omiso a las indicaciones de la salvamar de Salvamento Marítimo. La situación pinta fea, porque además, inexplicablemente, se dirige a las rocas y no a cualquiera de las dos playas que tiene a izquierda y derecha.

López y Sevilla, temiendo lo peor, toman dirección al faro. De camino va también el agente David Álvarez Chico, de la patrulla fiscal de Tarifa, junto a otros compañeros. El camino es escarpado y difícil. A su llegada, el patrón de la embarcación intenta atracarla a popa para escapar viendo la llegada de la benemérita. A duras penas y dejándola a la deriva consigue su objetivo. Los ocupantes, al ver que ésta se queda sin control, entran en pánico. Cuatro adultos saltan por la borda. Mala decisión. Apenas saben nadar, hay fuerte oleaje y la corriente atrapa a los náufragos otra vez hacia el mar. Sin embargo, uno logra tomar tierra y escapar, otros dos se aferran a una roca, mientras que el cuarto acaba engullido por el mar.

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Los guardias civiles, que ya han llegado a las rocas, no se lo piensan. Se quitan parte de la ropa y se lanzan al agua. El cabo Miguel va hacia la embarcación para evitar que vuelque. No sin esfuerzo sube a ella e intenta poner en marcha el motor, pero descubre que hay un cabo liado en la hélice que impide su funcionamiento. Tras desenroscarlo, enciende el motor, que vuelve a pararse segundos después ante la gran cantidad de agua que se ha introducido en el combustible. Finalmente consigue volver a ponerla en marcha, tomando rumbo hacia la salvamar que, ante el peligro a embarrancar, divisaba todo desde la lejanía.

Mientras tanto, López ya ha logrado salvar la vida al inmigrante que a punto había estado de ahogarse y ahora intenta hacer lo propio con los otros dos que están en las rocas. Sin embargo está extenuado y dolorido. La resaca y el reflujo de la marea lo estrellan repetidamente contra las rocas. Chico acude a su ayuda. Lo saca del agua con dificultad y también hacen lo propio con los inmigrantes.

Los agentes, frente al cuartel de la Guardia Civil.

Cuarenta y ocho horas después de los hechos, los tres heroicos agentes, con alguna magulladura y moratones, rememoran lo acontecido en lavozdelsur.es. Afirman que no dudaron ni un instante en tirarse al mar porque, de lo contrario “se ahogan todos. Si dudas, no lo haces. Y sabemos que fue una locura, porque los pescadores nos dijeron que estábamos locos y los buzos de la salvamar nos dijeron que no sabíamos lo que habíamos hecho, porque la resaca te mete para dentro y de ahí no sales. De hecho yo me hundí dos veces”, afirma el sargento López.

Si algo les llamó la atención a los tres agentes fue la irresponsable actuación del patrón de la patera. “Su manera de actuar no la habíamos visto nunca, mostró un gran desprecio por la vida de estas personas. Si llega a volcar la embarcación, se ahogan todos, porque si nosotros, que sabemos nadar, nos las vimos mal para salir del agua, porque nos ahogábamos y no teníamos fuerzas, imagina ellos, que apenas saben”.

Finalmente, los inmigrantes acabaron en el puerto de Barbate, donde fueron atendidos por la Cruz Roja y por efectivos de la Comandancia de Cádiz.

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Jorge Miró

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