“Entre el sistema sanitario español y holandés hay un abismo de diferencia”

Alberto Macías lleva seis años viviendo lejos de su tierra, que abandonó buscando una estabilidad laboral que Cádiz no podía brindarle para crecer personal y profesionalmente

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Vivir en el extranjero o sobrevivir en tu país. Alberto Macías siempre lo tuvo claro y desde que acabó sus estudios de Enfermería ya sabía que su vida estaría lejos de nuestras fronteras, y no se arrepiente. Completamente adaptado a Holanda y a la ciudad de Maastricht, donde desempeña su labor como enfermero de anestesia, está encantado de haber encontrado un trabajo estable y una compañera de vida.

La situación en el sistema sanitario, como enfermero, donde los contratos son temporales y de pocos meses, le hizo saber desde un principio que tendría que buscarse la vida lejos de su tierra. “Yo veía que iba a estar viviendo con mis padres hasta los 50 años. Un año después de acabar Enfermería, por casualidad y a través de internet en un portal de movilidad profesional en territorio europeo (eures.eu) rellené mi currículum y a la semana se puso en contacto conmigo una empresa de intermediación con un hospital de Holanda. Estaban interesados en mi perfil y querían entrevistarse conmigo en Madrid porque estaban buscando enfermeros por todo el país. Yo estaba haciendo los estudios de experto y fue cuando me salió la oportunidad”.

Desarrolla en el Hospital Universitario de Maastricht una labor que en España no está reconocida como un puesto de trabajo. “Trabajo como enfermero de anestesia: mi labor consiste en asistir al anestesista, puesto que aquí se encarga de dos quirófanos, mientras que en España solo lleva uno y en cada quirófano siempre permanece un enfermero de anestesia, una figura que en España no existe. Preparo la medicación para que el anestesista entre y esté todo preparado, me encargo del posicionamiento del paciente, que la tensión esté bien, que no tenga dolor durante la operación, la pérdida de sangre, regular la temperatura del paciente…”.

Trabajar directamente en la sanidad de otro país le ha permitido darse cuenta de cómo funciona el sistema sanitario. “Entre los dos países hay un abismo. En España las listas de espera para los quirófanos son muy largas mientras que aquí no se espera tanto. Aquí el hospital es nuevo. A mí me impacta la situación allí, pero creo que en España la gente está tan acostumbrada a verlo a diario que se insensibiliza ante esas cosas. Aquí es otro nivel. Sin embargo aquí todo el mundo tiene que tener un seguro médico obligatoriamente: hay diferentes aseguradoras y si no se tiene dinero se paga a través de subvenciones del Estado. Hay una franquicia de ‘riesgo propio’ que consiste en que todos los usos que se hagan de la atención especializada del hospital (urgencias, operaciones, especialistas…) se tienen que pagar del bolsillo propio hasta 370 euros, a partir de ahí lo paga la aseguradora, además de las mensualidades durante todo el año”.

Alberto logró adaptarse a un país en el que el estilo de vida de completamente distinto al que se acostumbra a llevar en España, un factor que empuja a muchos paisanos a volver a su tierra. “Aquí hay muchos españoles, y también se han ido porque no se han podido adaptar. Nosotros vinimos en principio un grupo de 14 españoles y se fueron 11. El clima, la familia, las amistades… lo dejas todo atrás. Es muy difícil llevar todo para adelante. El primer año aquí fue el más difícil de mi vida. Estás solo, es un contraste enorme, una cultura diferente, hay que abordar a la gente de otra forma… es todo distinto. Las tiendas cierran a las cinco de la tarde, excepto los supermercados y alguna multinacional. Hay un día de compra, que en Maastricht específicamente son los jueves, y ese día está todo abierto hasta las nueve, pero es algo excepcional”.

No obstante, confiesa extrañar su tierra y echar de menos a su gente. “A mí Cádiz me encanta, la playa, la ciudad, el pescaíto frito y la vida en la calle. En esta zona de Europa se hace más vida dentro de casa, sin embargo yo veo a España hoy día un país para gastar dinero y no para ganarlo. Me gustaría ir, pero no para trabajar sino para disfrutar de la vida. Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes: la familia está lejos, la comida, la espontaneidad de la gente en la calle… Aquí he aprendido mucho, aunque si me surgiera algo interesante allí me volvería, pero sería soñar mucho”.

La situación de los trabajadores de la sanidad en España obligó a Alberto, como a tantos otros jóvenes, a emigrar lejos de su tierra. En Holanda le brindaron la oportunidad que en su país se le negaba y, al menos de momento, no piensa en otra cosa que no sea continuar su vida en Maastricht junto a su pareja.

Sobre el autor:

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Vanessa Perondi

Periodista.

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