Con una mano delante y otra detrás, Sebastián Villanueva que, por entonces contaba con 40 primaveras, cogió las maletas en compañía de su madre y se marchó al país escandinavo.

Sebastián Villanueva compró un billete un 20 de diciembre de 2013. Y no precisamente de lotería, aunque después le haya acabado tocando el gordo. Con una mano delante y otra detrás, este psicólogo y terapeuta ubriqueño que, por entonces contaba con 40 primaveras, cogió las maletas en compañía de su madre y se marchó a Suecia. El objetivo inmediato, abrazarse con su hermano; la meta a más largo plazo, poder abrirse hueco en el mercado laboral.

La crisis había sacudido a la empresa municipal de El Puerto donde trabajaba y la falta de horizontes favorables le forzaron a pactar un despido y buscar nuevas aventuras que le garantizasen los sustentos más básicos. Tuvo conocimiento de que en Suecia hacían falta psicólogos y como paso previo convino que lo mejor era pasar esas fiestas tan entrañables con su hermano José María y luego ya veríamos…. ¿Y cuál es el primer paso de un ubriqueño para poder establecerse en Estocolmo? Lógicamente aprender un idioma que resulta mucho más complicado de lo que pueda parecer. Como relata el propio Sebastián “lo primero que hice fue establecerme una rutina, algo tan sencillo como hoy me levanto y me lavo los dientes en sueco" (sonríe) y así sucesivamente. En tan solo cuatro meses logró algo que casi es un hazaña.

"La soledad que viví en Värmano no se la deseo a nadie"

La meta laboral ya era un poco más complicada. Villanueva recuerda que “los inicios fueron como asistente personal ayudando a personas mayores. Trabajaba con ellos para que potenciasen la memoria, los números, además de con otros que tenían problemas de parkinson. Luego conseguí que me legitimaran el título y eso me abría más puertas”. Como toda emigración, hay momentos realmente complicados. A Sebastián se le entrecorta la voz cuando evoca su periplo en Värnamo. "Recibí una oferta de trabajo y me trasladé a ese pueblecito del sur donde me incorporé a un hospital público. Estuve ocho meses y no los olvidaré fácilmente. La vida era muy complicada, un lugar muy pequeño y ultracatólico. No hacía vida social. Desde las cuatro de la tarde del viernes hasta las seis de la mañana del lunes no salía de mi casa. El Facebook era mi único consuelo, una red social que luego acabé desechando porque descubrí que me ataba a España. Esa soledad no se la deseo a nadie”.Pero tras la tempestad llega la calma y no hay mal que cien años dure. La nueva meta estaba situada en Malmö, ciudad mucho más grande y acogedora y que cuenta con un gran hospital. Allí puso en marcha un programa para gestionar dolencias como la ansiedad o la depresión y comenzó a sentirse realizado. Nuestro protagonista tiene una opinión muy tajante de la sanidad sueca. Considera que es un “auténtico desastre, no tiene nada que ver con el sistema español que comparativamente es mucho mejor. Se contrata a mucha gente de otros países pero cuando llegan no dominan el idioma. Estoy rodeado de españoles, suecos o polacos. Abunda el concepto de médico alquilado. Eso sí, el ambiente de trabajo es excepcional, otra cosa es la imagen que el pueblo tenga de la propia sanidad. No existen jerarquías y vas siempre con una sonrisa al curro porque las relaciones laborales son fenomenales. Te cuidan mucho”.

Y lanza una reflexión en voz alta sobre la idiosincrasia del país: “Suecia es un país muy acogedor pero también te pone dificultades para todo. Lo que ocurre es que te lo dicen de otra forma”. Villanueva no olvida el apego a su tierra sobre todo en materia gastronómica. Admite que “voy a Cádiz dos o tres veces al año a hacer turismo culinario porque lo que más se echa de menos, aparte de la familia lógicamente, es la comida. El otro día me comí unos mejillones frente a la Catedral y se me cayeron dos lagrimones. Nada que ver con esa rutina de pizzas, salchichas, hamburguesas y puré de patatas de allí”. Lo de volver definitivamente para Sebastián parece que queda lejos. “Aquí tengo para rato, me 'IKEA' tela”, reconoce esbozando una sonrisa.  

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Luismi

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