Un pequeño dispositivo sobrevuela el yacimiento arqueológico de Doña Blanca en El Puerto. En el cielo azul que arropa a la Sierra de San Cristóbal se divisa un punto negro. Nada de ovnis. Es un dron manejado por un hombre que ha sido pionero. Antonio Pecci, de 36 años, hace volar un aparato que le ha dado muchas alegrías.
Este investigador natural de Ferrandina, una ciudad de Basilicata, al sur de Italia, se ha convertido en el creador del primer y único manual dedicado al uso de drones en arqueología. De momento, solo en su lengua natal y titulado Introduzione all’utilizzo dei droni in archeologia.
Desde su publicación en 2021, ha impartido seminarios y cursos universitarios, másteres y escuelas de formación sobre el uso de nuevas tecnologías aplicadas al patrimonio cultural. Cuando entró en la universidad, tenía claro que su pasión era la arqueología aérea. “Observar los sitios desde el aire ofrece una perspectiva completamente diferente. A menudo permite captar detalles que desde el suelo pasan desapercibidos”, comenta.
Por esta razón, este italiano, enamorado de Tomb Raider e Indiana Jones, decidió invertir una beca de estudios en un dron y comenzar a experimentar.

“Hace diez años pocos comprendían el enorme potencial de los drones. Eran poco más que juguetes para la arqueología”, explica. Además, en aquella época, pilotarlos no era tan fácil como hoy en día, cuando gran parte de las operaciones están automatizadas.
Antonio quería buscar una alternativa a los costosos vuelos con helicópteros y aviones que no son tan versátiles como los drones. Así que realizó pruebas que, con el tiempo, llamaron la atención de la Universidad de Basilicata en Ferrandina, donde es director de misiones arqueológicas, y del Consejo Nacional de Investigaciones (CNR). Gracias a su colaboración con este último, llegó a participar en misiones internacionales en Perú, Colombia, Argentina y en diversos yacimientos arqueológicos italianos, desde Pompeya hasta Roma y la Basilicata.
Fue así como obtuvo experiencia y abrió camino a un campo por entonces inexplorado y hoy convertido en una de las principales aplicaciones tecnológicas en arqueología.


Desde pequeño siempre había soñado con ser arqueólogo. Encandilado con el programa de televisión Super Quark y las aventuras de Lara Croft en la PlayStation. No dudó en comenzar sus estudios en la Universidad de Basilicata y enfocarse en la arqueología clásica, la topografía antigua y la metodología de la investigación arqueológica. Ya hace diez años que completó su doctorado, tiempo que lleva dedicándose a actividades de investigación, excavación y divulgación por todo el mundo.
Una beca prestigiosa
El año pasado obtuvo la prestigiosa beca postdoctoral Marie Skłodowska-Curie (MSCA PF), concedida por la Comisión Europea. Podría haber elegido cualquier parte del planeta como China. Egipto o Jordania, pero Antonio se quedó con Cádiz. “Es un territorio atravesado por algunos de los grandes protagonistas de la historia antigua, como Alejandro el Moloso (tío de Alejandro Magno), Pirro o Aníbal”, comenta.
Otra de sus razones fue que la línea de investigación de la doctora Ana María Niveau, en la Universidad de Cádiz, se ajustaba perfectamente a las suyas. El estudio de los sitios fortificados de época fenicia y púnica. Así, desde septiembre ha estado al pie del cañón en la segunda fase de las excavaciones de este yacimiento que lleva semanas observando desde las alturas. “También influyó que la ciudad, que es sencillamente maravillosa”, añade.

Su proyecto se llama PHOENIX-UASL – Research on PHOENIcian-Punic sites in Andalusia with eXperimental Unmanned Aerial System with Lidar y aborda el uso innovador de sistemas aéreos no tripulados equipados con LiDAR (UASL) para la investigación y reconstrucción de paisajes antiguos.
“El LiDAR ha estado durante mucho tiempo limitado por sus altos costos y baja resolución. Sin embargo, la miniaturización del hardware y la mejora del rendimiento de los drones permiten hoy obtener Modelos Digitales del Terreno (DTM) con resolución centimétrica. Esto facilita la detección de microtopografías como estructuras domésticas, necrópolis y elementos aislados”, explica.
Con el Castillo de Doña Blanca al fondo, Antonio se encarga de observar cuidadosamente cada zona y poner en práctica estos métodos con dron. Una aplicación que permite extraer detalles valiosos para la investigación de la zona, aun con muchas sorpresas guardadas tras más de 30 años sin apenas actividad.
El investigador apuesta por integrar tecnologías de teledetección de vanguardia en la arqueología, sentando unas bases que sirvan a las nuevas generaciones.
“Espero poder contribuir al desarrollo de metodologías innovadoras en arqueología y al estudio de estos extraordinarios sitios de la Bahía de Cádiz”, dice. El italiano tenía pensado volver a casa cuando acabe su beca, pero, esa idea está cambiando. “Cádiz se está convirtiendo en mi hogar, y no descarto que continúe siéndolo en el futuro”, confiesa.



