El operativo para encontrar a los marineros del naufragio del Rúa Mar, un pesquero de Barbate que se hundió en enero de 2020 con don toneladas de droga a bordo, costó millón y medio de euros a las autoridades. Más de un mes de trabajo ingente que no dio frutos. Ni el palangrero apareció ni fueron encontrados más que dos cadáveres de los seis tripulantes que fallecieron aquella madrugada de temporal.
Miguel Ángel mariscaba como hacía habitualmente por la zona de Cuartel de Oliveros, entre Tarifa y Algeciras, una zona recóndita y poco frecuentada. Por allí pasaban sobrevolando casi una semana después los helicópteros en labores de rastreo en busca de pistas sobre los desaparecidos.
Mientras cogía burgatos, a eso de las ocho y media de la mañana, rememora cinco años después Miguel Ángel, encontró un cadáver. Estaba hinchado de llevar varios días sumergido o flotando. Al pesquero se le perdió la pista en el Cabo Espartel, el promontorio donde el Norte de Marruecos toma forma de 90 grados y donde comienza una costa recta, como dibujada, hacia Rabat y Casablanca.

"Volaban superbajito y no me veían volando encima mía", recuerda. Entre que halló el cadáver y lo distinguió sobre la arena hasta que llegaron los agentes pasaron cuatro horas. "Leí en Facebook que la Salvamar de Tarifa había encontrado el segundo cuerpo a cinco millas y era mentira". Por eso quiere contar el mal rato que pasó.
El cadáver, efectivamente, era el segundo en aparecer. El primero había sido el de Javier Maza, patrón del barco. El que Miguel Ángel encontró fue el de Óscar Maquera, peruano de 44 años.
Para evitar que el mar se llevara de nuevo el cuerpo, y mientras subía la marea, Miguel Ángel tuvo que estar atento. Un cuerpo hinchado, "llenito de algas, con sangre en la cabeza" por los golpes que se había llevado entre las rocas. Unas horas que no se olvidan. "Claro que he soñado con eso. Pero que hago. A ver, es un hombre sangrado. A lo primero, un poco de susto. Lo ayudé como pude y me fui".
Unas horas de "frío y viento, metido en agua, pero no podía dejar a ese hombre solo ahí. Me daba cosa". Intentaba llamar pero no había cobertura, y la que hay, a veces, es la de marruecos, lo cual dificultaba las cosas. "Cerca de las 12", cuando ya habían pasado casi cuatro horas, "llegaron dos hermanos que mariscaban también y se lo conté. Entonces, uno de ellos subió a las casas de arriba". Allí llamaron por teléfono y por fin fueron avisados en el 112. Curiosamente, la llamada la cogieron en Ceuta pero ya pudieron avisar a Salvamento de Tarifa para ir a por el cuerpo, asegura Miguel Ángel.
Ya hace tiempo que no marisca, desde que le cogieron. "Yo de pequeño era muy malo, pero he cambiado un montón. Ahora estoy un poco mal, estoy parado ahora, con enfermedades que me han salido". Una buena acción, la de aquel día, que demostró que los hombres de mar, entre los que están los mariscadores, están hechos de otra pasta.
Un juicio que ha arrancado este lunes
El juicio por aquel hundimiento del Rúa Mar ha comenzado este lunes en la Audiencia Provincial de Cádiz en Algeciras. A las puertas, las viudas de los fallecidos no han contenido su indignación. “Se podía haber evitado”, repetían Milagros Figueroa, Rocío Muñoz y Mari Luz Márquez.
Los seis acusados se enfrentan a una petición de la Fiscalía Antidroga de 114 años de prisión por delitos que van desde homicidio hasta pertenencia a organización criminal, pasando por blanqueo y estafa en grado de tentativa. Uno de los acusados, Jesús Manuel Heredia, considerado jefe del clan de Los Pantoja y “copropietario” de los alijos de hachís que llevaba el Rúa Mar, será juzgado en rebeldía tras huir de prisión durante un permiso.
El fiscal centra la mayor responsabilidad en Pedro Samuel Maza Fernández, armador del barco y con familia en el buque, al que se le imputan los seis homicidios, con una petición de 15 años por cada víctima. Junto a él, su pareja, Macarena R.T., y otros tres acusados ocuparon este lunes el banquillo.
"Me comentó el armador que había saltado la radio baliza, pero que no pasaba nada"
Todos han decidido aplazar sus declaraciones hasta el final del juicio, previsto al menos hasta el 8 de octubre. Mientras, sus defensas han solicitado la nulidad de pruebas como las escuchas telefónicas o un micrófono colocado en un vehículo por orden de la Audiencia Nacional.
Las viudas insisten en que desconocían cualquier actividad ilegal y acusan al armador de no dar la alerta pese a una avería. “No los ayudaron”, denunció Milagros Figueroa. Mari Luz Márquez fue clara: “Lo único que pedimos es justicia, que ya está bien, son cinco años y ocho meses”.
Ambas aseguran que el armador les pidió que no avisaran a nadie aquella madrugada. Esto es clave en la acusación. "Nos avisaron sobre las tres de la mañana. Me dijeron que bajara de mi casa, bajé, y me comentó el armador que había saltado la radio baliza, pero que no pasaba nada, que no llamara a los familiares y le hice caso",
"A mí también me dijo que no avisara a nadie. No entendemos de barcos, ni de radio baliza. Nos dijeron que no avisáramos a nadie y le hicimos caso", añade Mari Luz Márquez. "Que se haga justicia, pero que cumplan lo que tienen que cumplir. Lo que le echen, que lo cumplan, no que le echen 120 años y luego cumpla 25. Que cumpla los 120", añade. Una reclamación a la que se une otra de las viudas, Mari Luz Márquez: "Que lo cumplan, tanto él como su mujer, que también es cómplice y culpable".


